CAPÍTULO CUATRO.
—¿Por qué llegas a estas horas?
Mina no disfrutaba la casa sola, a ella le gustaba sentir que Nayeon estaba con ella. Tal vez no a su lado pero de alguna forma saber que estaba cerca la calmaba.
Debería ser lo contrario, debería de odiarla y dejarla, debería disfrutar que no estaba. Pero Mina estaba cansada de deber algo.
—¿Me estás reclamando? Cierra la boca, Mina.
Se quitaba su saco en la entrada, dejando ver un vestido tan elegante que solo ella podría lucir bien. Mina no recordaba haberla visto usar uno hace mucho.
—No llegaste anoche...—murmuró conteniendo lágrimas. Su trato tan duro no le gustaba, ella quería escuchar el tono suave de hace unos días.
—Te envié un mensaje, te dije que tenía demasiado trabajo y pasaría la noche en la oficina. Lo sabrías si usaras el maldito celular que te compré.
De pronto sintió enojo. Ella no usaba el celular porque la última vez Nayeon le hizo borrar los contactos que no le gustaban. Le dijo que no quería que saliera sin su permiso, así que Mina se mantenía fiel a su esposa. No lo usaba para no hacerla enojar.
No dijo nada porque sería peor.
Se mantuvo cabizbaja y admirando lo bonito del piso, estaba muy limpio porque hizo el aseo desde temprano.
Sintió unos brazos a sus costados, pronto tenía la cabeza oculta en el cuello de su esposa.
—Debí llamar al teléfono fijo, ¿verdad?—habló Nayeon—. No volverá a pasar, no me gustó para nada dormir sin ti.
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