68. El Oráculo
Arlina y Harry aprovecharon el breve silencio para seguir desayunando. Hermione se puso a examinar el interior de unas cajas de Fred y George, aunque de vez en cuando le lanzaba miradas de soslayo a Harry. Y Ron, que estaba comiéndose una tostada de su amigo, seguía contemplando la puerta con ojos soñadores.
—¿Qué es esto? —preguntó Hermione, sosteniendo una cosa que parecía un pequeño telescopio.
—No lo sé —respondió Ron—, pero si Fred y George lo han dejado aquí, seguro que todavía no ha pasado los controles de calidad, así que ten cuidado.
—Tu madre dice que la tienda funciona muy bien —comentó Harry—. Y que los gemelos tienen buen olfato para los negocios.
—Eso es quedarse corto —repuso Ron—. ¡Se están embolsando galeones a mansalva! Me muero de ganas de ver la tienda. Todavía no hemos ido al callejón Diagon porque mamá dice que papá tiene que acompañarnos para asegurarse de que no nos pase nada, pero él tiene muchísimo trabajo; por lo que sé, la tienda es una pasada.
—¿Y Percy? —preguntó Arlina. El otro hermano Weasley había reñido con el resto de la familia— ¿Todavía no se habla con tus padres?
—No —contestó Ron.
—Pero si ahora ya sabe que tu padre tenía razón cuando decía que Voldemort había vuelto —dijo Harry.
—Dumbledore afirma que para la gente es más fácil perdonar a los demás por haberse equivocado que por tener razón —terció Hermione—. Le oí decírselo a tu madre, Ron.
—La típica majadería de Dumbledore.
—Este año va a darme clases particulares —comentó Harry.
Ron se atragantó con un trozo de tostada y Hermione soltó un gritito ahogado.
—¡Qué callado te lo tenías! —exclamó Ron.
—Acabo de acordarme —repuso Harry con sinceridad—. Me lo dijo anoche en su escobera.
—De hecho —habló Arlina con voz baja, llamando la curiosidad de Ron y Hermione—. Va a darnos clases a ambos.
—¡Jo, clases particulares con Dumbledore! —se admiró Ron—. ¿Y por qué suponen que...?
Dejó la frase en el aire. Arlina vio que sus dos amigos intercambiaban una mirada cómplice.
Harry dejó el cuchillo y el tenedor en el plato; el corazón le latía deprisa a pesar de estar sentado en la cama. Dumbledore le había pedido que lo hiciera, y ese momento era tan bueno como cualquier otro. Clavó la mirada en el tenedor, que brillaba iluminado por la luz que entraba por la ventana, y dijo:
—No sé con exactitud por qué quiere darme clases particulares, pero me parece que es por la profecía. —Ron y Hermione permanecieron callados. Harry tuvo la impresión de que se habían quedado pasmados. Sin dejar de mirar el tenedor, añadió—: Ya saben, esa que intentaban robar en el ministerio.
—Pero si nadie sabe lo que decía —repuso Hermione con presteza—. Se rompió.
—Aunque según El Profeta... —empezó Ron, pero Hermione le cortó:
—¡Chissst!
Arlina y Harry intercambiaron miradas, autorizándose con la mera expresión de sus ojos contar lo que habían ocultado a sus amigos.
—El Profeta tiene razón —continuó Harry, haciendo un esfuerzo para levantar la cabeza y mirarlos. Hermione ponía cara de susto y Ron, de asombro—. Aquella esfera de cristal que se rompió no era el único registro de la profecía. Yo la escuché entera en el despacho de Dumbledore; fue a él a quien se la hicieron, por eso pudo revelármela. Según ella —prosiguió, y respiró hondo—, al parecer soy yo quien acabará con Voldemort. Al menos, vaticinaba que ninguno de los dos podría vivir mientras el otro siguiera con vida.
Los cuatro se miraron en silencio. Entonces se oyó un fuerte "¡pum!" y Hermione desapareció detrás de una bocanada de humo negro.
—¡Hermione! —gritaron Arlina, Harry y Ron al unísono, y la bandeja del desayuno cayó al suelo con estrépito.
Hermione reapareció tosiendo entre el humo, con el telescopio en una mano y un ojo amoratado.
—Lo he apretado y... ¡me ha dado un puñetazo! —dijo jadeando.
Y en efecto, Arlina, Harry y Ron vieron un pequeño puño acoplado a un largo muelle que salía del extremo del telescopio.
—No te preocupes —la tranquilizó Ron conteniendo la risa—. Mi madre te curará. Tiene remedios para todo.
—¡Eso ahora no importa! —replicó Hermione— Harry... ¡Oh, Harry! —Volvió a sentarse en el borde de la cama de Arlina—. Cuando salimos del ministerio no sabíamos qué... No quisimos decirte nada, pero por lo que oímos decir a Lucius Malfoy acerca de la profecía... que estaba relacionada contigo y con Voldemort... Bueno, ya nos imaginamos que podía ser algo así. ¡Ostras, Harry! —Lo miró fijamente y susurró—: ¿Tienes miedo?
—No tanto como antes. Cuando la escuché por primera vez me quedé... Pero ahora es como si siempre hubiera sabido que al final tendría que enfrentarme a Voldemort.
—Cuando nos enteramos de que Dumbledore iría a recogerte en persona, imaginamos que tal vez quería contarte o enseñarte algo relacionado con la profecía —intervino Ron, entusiasmado—. Y no nos equivocábamos mucho, ¿verdad? Dumbledore no te daría clases particulares si pensara que eres hombre muerto, no perdería el tiempo contigo. ¡Debe de creer que tienes posibilidades!
—Es verdad —coincidió Hermione—. ¿Qué piensas que quiere enseñarte, Harry? Magia defensiva muy avanzada, supongo. Poderosos contraembrujos y contramaldiciones, y todo tipo de sortilegios elusivos —concluyó Hermione—. Pero... hay algo que no entiendo todavía —dijo con tono pensativo, y miró a Arlina—. ¿Por qué Dumbledore te dará clases? ¿Qué quiere enseñarte?
Arlina sintió un poco de presión al sentir los tres pares de ojos mirándola, dos de ellos con mucha curiosidad e incomprensión. Harry, en cambio, le transmitía su apoyo.
—Bueno... Esa noche en el Ministerio, ¿recuerdan que entré en un trance que duró mucho más de lo normal? Algo cambió cuando entramos a la Cámara de la Muerte. Me sentía extraña, no sabía por qué, escuchar las voces del arco me dejó... diferente. Pero no hice caso del presentimiento que tuve y en la Sala de Profecías traté de ver a Sirius, de saber dónde estaba. Quería ayudar, finalmente usar este... "don" para servir de algo.
—Lo recuerdo bien —dijo Ron con un soplido, como si fuera imposible olvidar tal cosa—. Pensé que te habías quedado tonta.
—¡Ron! —reclamó Hermione.
Arlina sólo sonrió de lado.
—No me quedé tonta. Estaba como... en un trance. Vi... cosas.
—¿Qué cosas? —preguntó Hermione, intrigadísima, sin dejar de mirarla.
—Cosas de... Bueno, en lugar de ver fragmentos del futuro, vi el pasado.
Hermione frunció el ceño.
—¿El pasado? ¿Cómo es... posible? ¿Qué viste?
—La noche en que Voldemort asesinó a los padres de Harry —no temió decirlo, pues Harry ya estaba totalemente enterado de todo lo que ella había visto—, y la tarde en que la profesora Trelawney tuvo esa profecía frente al profesor Dumbledore.
Por primera vez, Arlina vio que Hermione se quedaba sin cosas que decir. Ron la miraba, no como si hubiera quedado tonta, sino como si hubiera enloquecido. Se quedaron un minuto en silencio, tratando de asimilar la nueva información.
Ella sabía que lo que estaba contándoles sonaba extraño y hasta aterrador.
—Hay un mito —comenzó a explicarles después de dejarlos asimilar la nueva información—. Trata de un espíritu que habita los cuerpos de mujeres que poseen el don de la Adivinación. Este espíritu me sintió en la Sala de Profecías y se volvió parte de mí al momento en que busqué a Sirius a través de la videncia. Esto hace que pueda ver el pasado y el futuro, con sus limitaciones, claro. Cuando esto sucede, cuando el Oráculo actúa, mis ojos brillan. Es algo que puede notarse.
—El Oráculo... —murmuró Hermione, pensativa— Nunca he leído de algo así.
—Es una magia muy antigua. Ni siquiera encontré nada al respecto en los viejos libros de clarividencia en el estudio de mi abuelo. No sé si aún haya escritos sobre esto —explicó Arlina—. Chicos, es muy importante que nadie sepa de esto. Si Voldemort se entera...
—Enviará mortífagos a capturarte y te utilizará tanto como pueda —comprendió Hermione, poniéndose pálida del miedo—. Oh, Arlina. Esto es... No sé qué decir.
—¿Así que hay un fantasma dentro de ti?
Arlina se rio cuando vio la forma en que Hermione miró al pelirrojo.
—Un espíritu no es lo mismo que un fantasma, Ron —le dijo Hermione con tono obvio—. Imagina que un poder, casi un ente, habita dentro de ella, alimentándose de su videncia para mirar más allá. No es una persona muerta.
—Intenso —murmuró, y se movió como si hubiera tenido un escalofrío a lo largo de la espalda—. Eso quiere decir que puedes ver más cosas, podrías saberlo todo.
—No todo —corrigió Arlina, dudosa—. Y aunque estuviera dentro de mis capacidades, ni siquiera sé cómo hacerlo. Apenas comenzaba a dominar mis visiones, y ahora siento que estoy empezando a entender mi don desde cero otra vez. No es algo que pueda controlar. Puedo intentarlo, pero muy pocas veces tengo éxito.
—¿Y Dumbledore va a enseñarte a controlar las visiones?
Arlina negó con la cabeza.
—Dumbledore sólo va a enseñarme Oclumancia, a proteger mi mente de cualquiera que intente penetrarla. Si Voldemort alguna vez me pusiera las manos encima, estaría protegida. En especial, las visiones y todos los secretos que podría obtener a través de mí.
—¿Te imaginas lo que haría Quien-tú-sabes? —se horrorizó Hermione— La ventaja que reperesentas...
—Tienes que ir siempre acompañada de uno de nosotros, ahora que Greg se graduó de Hogwarts —dictó Harry.
—¿Por qué? —preguntó Ron.
—¡Porque le puede pasar en cualquier momento, Ron! —exclamó Hermine— ¿No la oíste? ¡Sus ojos brillan! Si antes la gente no se daba cuenta de cuando entraba en trance por una visión, era porque siempre había alguien para desviar la atención, ya fuera Cedric o Greg, o nosotros incluso. Pero ahora ese brillo podría ser un problema. Tal vez Dumbledore autorice que uses gafas de sol en clase...
Hermione estaba asustada por sus amigos, quizá estaría un poco paranoica la siguiente semana. Arlina sintió una aguda punzada en el corazón ante la mención de Cedric. Hermione se dio cuenta y le mostró una expresión de disculpa, apretando su mano con apoyo.
—Sí, eso evitará que llame la atención —dijo Ron con sarcasmo—. Póngamosle gafas de sol, unas que digan "VIDENTE EN ACCIÓN".
Arlina no pudo evitar reírse, y Harry le siguió poco después. Hermione quiso oponerse a dejar ir su preocupación, pero terminó siendo contagiada por la risa.
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