Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

45. Una nueva Navidad


Harry no recordaba haber visto jamás a Sirius de tan buen humor: hasta cantaba villancicos, y parecía encantado de tener compañía en Navidad. Aquella mañana todos se dedicaron a colgar adornos navideños.

Arlina no se despegaba de él, y eso lo agradecía. Tenerla cerca y platicar con ella evitaba que se sumiera en sus oscuros pensamientos acerca de sus emociones negativas.

Estaban sentados, tomando una taza de té en la cocina, cuando frente a ellos y sobre la mesa apareció Winky de la nada.

—¡Winky! —exclamó Arlina, mirando alrededor para asegurarse de que no hubiera nadie más que pudiera escucharlos, y habló en voz baja— Muchas gracias por cuidarme y ayudarnos anoche.

Winky sonrió orgullosa por haber cumplido bien su trabajo de cuidarla. Dobby le había dicho que él hacía lo mismo por Harry Potter, porque así funcionaban las amistades.

—¡Winky siempre cuidará de la señorita Arlina! —sentenció con honor.

—Y yo siempre cuidaré de ti, Winky —le sonrió—. ¿Todos en Hogwarts se han ido a sus casas?

—Sí, señorita —respondió, asintiendo enérgicamente. Luego se frotó las manos nerviosamente—. Winky trae noticias del señor Greg, señorita Arlina. El señor Greg le ha pedido a Winky que le entregue esto a la señorita Arlina.

Arlina frunció el ceño cuando la elfina sacó de sus espaldas un pequeño frasco con un líquido casi transparente y de tono verdoso. Tenía una etiqueta en la tapa de la botellita que decía "conceptuum impeditionem". Era le letra de Greg.

Tomó el frasco entre sus manos, examinándolo.

—El señor Greg la ha dicho a Winky que le dijera a la señorita Arlina que lo bebiera, si es que ha hecho lo que el señor Greg cree que la señorita Arlina ha hecho.

Le tomó un par de segundos seguir el hilo del asunto, pero cuando lo hizo, se removió incómoda en su lugar y se sonrojó hasta las orejas.

—¿A qué se refiere? ¿Para qué es? —le preguntó Harry, acercándose para observar mejor lo que parecía ser una poción.

Arlina lo ignoró y volteó la tarjeta, donde leyó:

Sólo una gota bajo la lengua. Tómalo un día después de cada ocasión.

Harry leyó la nota y se sonrojó tanto como Arlina.

—Oh —comprendió—. ¿Él sabe que...?

—No creo que lo sepa con seguridad, pero lo sospecha —aclaró, tomando aire profundamente.

—¿Es seguro?

Arlina asintió.

—No dudo de las habilidades de Greg en Pociones. Es el mejor de su generación y planea ser sanador. Confío en él.

Exhaló, abrió el frasco e inhaló. Olía como a pasto recién podado. La tapa de la botellita tenía un gotero, por lo que pudo obtener una gota, que se llevó a la boca y dejó caer bajo la lengua. Formó una mueca de desagrado cuando le llegó el sabor de jugo de limón en mal estado.

Arlina se alegró de que Greg se hubiera tomado el tiempo de hacer la poción para evitar un embarazo. Cerró rápidamente el frasco y se lo volvió a entregar a Winky.

—Winky, ¿podrías hacerme el favor de guardarlo en mi bolso? Garrett llegará en cualquier momento con los Weasley, y no quiero que lo vea.

—En este instante, señorita Arlina.

Desapareció en un segundo, dejando a la pareja a solas otra vez. Arlina miró a Harry, quien seguía sonrojado. Le sonrió enternecida y, tratando de quitar la vergüenza del momento, le dijo:

—Sabe peor de lo que huele.

Harry sonrió divertido y abrió la boca para responderle, pero se vio interrumpido por exclamaciones y saludos. Sonaba como si estuvieran recibiendo a alguien, en las cocinas. Ambos pensaron que se trataría del señor Weasley, llegando recuperado de San Mungo. Arlina sabía que llegaría hoy y se lo había dicho a Harry, pero quien cruzó el umbral, que separaba la cocina del pasillo de la entrada, fue alguien más.

Arlina sonrió.

—¡Hermione!

—¿Qué haces aquí? —le preguntó Harry, sorprendido— ¿No ibas a esquiar con tus padres?

—Verán, he de confesar que el esquí no es mi fuerte —les contó Hermione—. Así que he venido a pasar las Navidades aquí. —Tenía nieve en el pelo y la cara sonrosada por efecto del frío—. Pero no se lo digan a Ron. A él le he dicho que esquiar es estupendo porque no paraba de reír. Mis padres están un poco disgustados, pero les he dicho que los alumnos que se toman en serio los exámenes se quedan a estudiar en Hogwarts. Quieren que saque buenas notas, de modo que lo entenderán.

—Lamento que no te gustara el esquí, pero me alegra que hayas venido —le dijo Arlina—. Así podré ver tu reacción cuando abras tu regalo. Por cierto, ¿cómo has llegado?

—He venido en el autobús noctámbulo —respondió como quien no quiere la cosa, y se quitó la chaqueta—. Ayer por la mañana a primera hora Dumbledore me contó lo que había pasado, pero no he podido marcharme del colegio hasta que el trimestre ha terminado oficialmente. La profesora Umbridge está furiosa porque se han largado dejándola con un palmo de narices, pese a que Dumbledore le dijo que el señor Weasley estaba en San Mungo y que les había dado permiso para que fueran a visitarlo.

Arlina no se sorprendió. Umbridge era una arpía.

En ese momento, la familia Weasley al completo, junto con Garrett, entró a la cocina; estaban todos muy contentos, y el señor Weasley, muy orgulloso, iba en medio vestido con un pijama de rayas y un impermeable. Por fin habían hallado un antídoto para el veneno de la serpiente, como Arlina había predicho.

La alegría que sentía Sirius por volver a tener la casa llena y, sobre todo, por volver a tener a Harry a su lado, era contagiosa. Había dejado de ser el huraño anfitrión del verano y en esos momentos parecía decidido a que se divirtieran tanto como se habrían divertido en Hogwarts, o quizá más, y por eso trabajó infatigablemente en el periodo previo al día de Navidad; lo limpió y lo decoró todo con la ayuda de los chicos, de modo que, en Nochebuena, cuando fueron a acostarse, la casa estaba irreconocible. De las lámparas de cristal, anteriormente carentes de brillo, ya no colgaban telarañas, sino guirnaldas de acebo y serpentinas plateadas y doradas; había montoncitos de reluciente nieve mágica sobre las raídas alfombras; un gran árbol de Navidad, que había conseguido Mundungus y que estaba decorado con hadas de verdad, tapaba el árbol genealógico de la familia de Sirius; y hasta las cabezas reducidas de elfos domésticos de la pared del vestíbulo llevaban gorros y barbas de Papá Noel.

La mañana del día de Navidad, Arlina despertó y encontró un montón de regalos a los pies de su cama. Helga estaba rasgando uno de los regalos con sus afiladas garras, curiosa sobre lo que sería el objeto. Arlina ignoró aquello y abrió el primer regalo.

Garrett le había dado una estupenda colección de libros titulada Magia defensiva práctica y cómo utilizarla contra las artes oscuras, con ilustraciones móviles todos los maleficios y contraembrujos que describía. Arlina hojeó el primer volumen con avidez; le encantó porque iba a resultarle muy útil para lo que tenía planeado en las reuniones del ED. Y, además, un libro titulado Visiones y cómo manejarlas.

Moody le había regalado un chivatoscopio. El regalo de Tonks era un espejo de mano que decía halagos cuando se mirabas en él. Greg le había regalado una caja enorme de dulces de miel, sus favoritos; el señor y la señora Weasley, una bufanda verde tejida a mano con la inicial de su nombre; Winky, una pequeña tarta de calabaza que no pudo evitar comer; Hermione, un planificador de deberes, que encontró muy útil ahora que se acercaban los TIMOS; Ron, una caja de grajeas de todos los sabores, y los señores Diggory una pequeña maqueta de una Saeta de Fuego.

Arlina esperaba que a todos ellos también les hubieran gustado sus regalos. Se levantó y se vistió cuando Winky apareció sollozando, agradeciéndole su regalo de Navidad, que había sido un brazalete de cuentas de colores que brillaba en la oscuridad.

Desde arriba oía a los distintos habitantes de la casa deseándose feliz Navidad unos a otros. Cuando bajaba por la escalera se encontró con Hermione.

—Gracias por el libro, Arlina —dijo ella alegremente—. ¡Hacía siglos que buscaba Nueva teoría de numerología!

—Me alegro de que te haya gustado —le dijo sonriente—. Gracias por el planificador. Me va a ser muy útil.

Bajaron juntas a saludar y desearles a todos una feliz Navidad. Garrett prácticamente la mantuvo a su lado todo el rato, abrazándola y cantando villancicos sin importarle que desafinara. Arlina lo sintió especialmente muy cariñoso esa Navidad, y sabía por qué: Cedric.

Trataba de no pensar en ello, pero no podía evitarlo. No recordaba ni una sola Navidad que no hubiera pasado con Cedric. Sus regalos siempre eran sus favoritos.

Se tocó el brazalete relicario en su muñeca, como si aquello la ayudara a sentirse cerca de él. Lo extrañaba tanto, y ese vacío en su pecho todavía no se desvanecía. Le hacía tanta falta, su sonria, sus abrazos, sus bromas y su apoyo, su simple compañía. Su mejor amigo.

—Tu elfina me dio una tarta de calabaza —comentó Garrett—. Estaba muy buena.

—No es mi elfina. Es mi amiga —le corrigió. Garrett asintió con la cabeza, tomando nota mental de aquello—. También me dio una tarta. Sabe que es nuestro postre favorito.

—Moody me dijo tus visiones se están volviendo más vívidas —mencionó.

Arlina suspiró.

—Sí. No ha sido una experiencia muy agradable. Creí que era real. Nunca me había pasado algo así.

—Como te dijo, estás creciendo —le recordó las palabras de Moody—. Usa el libro que te obsequié.

—Me di cuenta de que no es nuevo.

Garrett negó con la cabeza.

—No lo es. Lo saqué de la oficina de la Jardinera. Ha estado en ese librero desde que apareció la primera vidente en la familia. Se supone que debe ayudarte.

Arlina se sintió aliviada de saber que ese libro la ayudaría a controlar mejor su don. Esperaba poder manejar sus visiones para ayudar a la Orden. Se sentía un poco culpable de no haber previsto que una serpiente atacaría al señor Weasley, pero no iba a decirlo en voz alta. Decir aquello implicaría que el señor Weasley hubiera muerto si no fuera por Harry. No quería darle esa sensación a la señora Weasley.

En la cena de Navidad, Garrett se sentó junto a Tonks y Moody, mientras los Weasley rodeaban al patriarca de la familia y Molly se encargaba de que a nadie le faltara nada en su plato. Remus y Sirius estaban hablando en el otro extremo de la mesa. Hermione se puso junto a Arlina y a su otro lado estaba Harry. Todos estaban platicando y comiendo muy contentos.

Harry aprovechó ese momento, en que todos estaban muy ocupados, para voltearse con Arlina y darle su obsequio. Había esperado a dárselo cuando la viera realmente feliz, sin esas motas de nostalgia en sus ojos por Cedric. Y estaba en lo correcto. Arlina estaba demasiado contenta como para recordar que a su corazón le faltaba su mitad.

—Espero que te guste.

Arlina esbozó una sonrisa y tomó la pequeña caja envuelta con un moño delgado y dorado. Levantó la tapa y observó un brazalete plateado con cinco perlas blancas.

—Cambian de color —explicó nervioso. Arlina todavía no decía nada, y sentía la necesidad de seguir hablando—, con las emociones.

Levantó la mirada del brazalete y lo miró a los ojos.

—Me encanta, Harry. Gracias. Es hermoso.

Harry pudo respirar tranquilo entonces. Arlina deseó poder darle un beso, pero Garrett estaba en la mesa. No se atrevía a ser tan afectuosa frente a su tío. Le hacía falta hablar con él y confesarle que, oficialmente, ella y Harry eran novios.

—¿Te gustó tu regalo?

Harry asintió. Arlina le había obsequiado una brújula para escoba, pero le había añadido un toque extra: tenía su nombre completo tallado, haciéndola personal e inconfundible entre otras.

Garrett vio por encima de sus pestañas, sin levantar la mirada de su plato, la sonrisa que tenía Arlina. Era sincera y natural, sin esfuerzo. Sintió que se le estrujaba el corazón. Había visto antes esa sonrisa, precisamente en su hermana, Nora. La primera vez que la vio sonreír así, fue cuando su enamoramiento por Aleksander Slughorn dio comienzo en su quinto año de Hogwarts. Entonces lo supo. Su adorada y pequeña sobrina... estaba enamorada de Harry Potter.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro