Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

37. Cabeza de Puerco


Arlina y Harry (quienes no estaban seguros de que las palabras que tenían grabadas en el dorso de la mano llegaran a desaparecer del todo) ya había terminado los castigos con la profesora Umbridge antes de que volvieran a abordar el tema durante una desapacible y tempestuosa tarde de finales de septiembre, cuando estaban sentados en la biblioteca buscando ingredientes de pociones para otro pesado trabajo que les había encargado Snape.

Hermione no volvió a mencionar la idea de que Arlina y Harry enseñaran Defensa Contra las Artes Oscuras hasta al cabo de dos semanas, justo en ese momento, en el mismo lugar donde les había hablado su idea por primera vez.

—Oigan —dijo de pronto Hermione—, ¿han vuelto a pensar en la asignatura de Defensa Contra las Artes Oscuras?

—Pues claro —repuso Harry malhumorado—. ¿Cómo vamos a olvidarla, con la arpía que tenemos de profesora? El otro día Arlina y yo comentábamos que...

—Me refería a la idea que tuvimos Ron y yo.

Ron, alarmado, le dirigió una mirada amenazadora a Hermione, quien frunció el entrecejo y rectificó:

—De acuerdo, de acuerdo, a la idea que tuve yo de que nos dieran clase.

Ninguno contestó enseguida. Harry fingió que leía detenidamente una página de Antídotos asiáticos y Arlina siguió escribiendo en su pergamino, porque ninguno quería decir lo que estaba pensando. Lo cierto es que durante aquellas dos semanas habían reflexionado mucho sobre aquel tema, y lo habían comentado bastante cuando no estaba ni Ron ni Hermione.

A veces les parecía una idea descabellada, como les había parecido la noche que Hermione la propuso, pero otras se sorprendían a sí mismos intercambiando ideas de cuáles hechizos serían los primeros que deberían enseñar. No sólo eso, sino que una vez terminaron planeando las clases... hasta que se dieron cuenta de lo que hacían y se recordaban que si Umbridge los atrapara, volvería a castigarlos. Y así como Arlina no deseaba volver a herir a Harry, él había evitado a toda costa contestarle a Dolores para no tener que seguir lastimando a Arlina.

Harry, incómodo, cambió de postura en la silla.

—Ya les dije que gran parte de mi éxito se debió a la suerte.

—Y yo realmente soy tan inexperta como el resto. El que sabe es Garrett. Yo no, Hermione.

—A ver, Harry —replicó Hermione suavemente—, es inútil que finjas que no eres bueno en Defensa Contra las Artes Oscuras, porque lo eres. El año pasado fuiste el único, además de Arlina, que supo bloquear la maldición Imperius a la perfección, sabes aparecer un patronus, sabes hacer cosas que muchos magos adultos no saben. Viktor siempre decía...

Ron giró la cabeza hacia ella, y lo hizo tan bruscamente que dio la impresión de que se había lastimado el cuello. Se lo frotó y dijo:

—¿Ah, sí? ¿Qué decía Vicky?

—Decía que Harry sabía hacer cosas que ni siquiera él sabía hacer, y eso que estaba en el último curso de Durmstrang —dijo Hermione con voz de aburrimiento.

Ron miraba a Hermione con recelo.

—No seguirás en contacto con él, ¿verdad?

—¿Qué hay de malo en eso? —repuso Hermione en tono cortante, aunque se había ruborizado un poco— Si quiero, puedo tener un amigo por correspondencia...

—Eso no era lo único que él quería —comentó Ron con aire acusador.

Hermione movió negativamente la cabeza, exasperada, y sin hacer caso a Ron, que seguía mirándola fijamente, le dijo a Harry:

—Bueno, ¿qué dices? ¿Nos enseñarás?

—De acuerdo, pero sólo si Arlina acepta.

Los tres miraron a Arlina, quien se hizo la desentendida y miró a por encima de su hombro, buscando alguna escapatoria.

—¡Vamos, Arlina! Sabes un montón de cosas que Harry no, y eres mucho más conocedora de las Artes Oscuras que cualquier otro estudiante; sabes resistir la maldición Imperius y hacer magia no verbal y sin varita.

Tanto Ron como Harry miraron a Arlina con los ojos abiertos, quien volteó rápido hacia Hermione con la boca abierta por la indignación.

—¡Hermione! —la silenció espantada.

Fuera de Garrett y Moody, Cedric y Greg eran los únicos a los que Arlina había revelado su secreto. Sin embargo, Hermione lo había descubierto el año pasado cuando incineró las insignias de Malfoy.

—Oh —expresó, ruborizada—. Perdóname. Supuse que Harry también lo sabía.

—¿Sabes hacer magia no verbal y sin varita? —dijo Ron en un jadeo de asombro.

Hermione se sorprendió un poco de que ninguno de ellos se hubiera dado cuenta antes. Arlina venía de una antigua familia de magos sangre pura, tan antigua como los Black y los Malfoy. Muchos de sus parientes figuraban como excelentes magos y brujas, además de venir de una línea de clarividentes.

Mientras que a la gente le parecía algo asombroso la idea de hacer magia no verbal y sin varita, a Arlina le sonaba como lo más normal del mundo, porque en su familia no era de extrañar que ese rasgo se presentara. Sin embargo, eso no significaba que lo dominaran a la perfección. Requería de años y años de práctica.

—Sí —confirmó con un suspiro—. Pero esto no sale de aquí. ¿Entendido?

Ron y Harry asintieron con la cabeza de inmediato.

—Entonces, ¿aceptas? —suplicó Hermione, esperanzada.

Arlina miró a Harry, quien seguía firme ante su decisión de sólo aceptar si ella lo hacía. Miró de vuelta a Hermione y suspiró.

—De acuerdo; pero sólo a ti y a Ron, ¿verdad?

—Verás —comenzó Hermione con cierto nerviosismo—... Bueno, ahora no vuelvas a subirte por las paredes, Harry, por favor..., pero creo que deberían enseñar a todo aquel que quiera aprender. Miren, estamos hablando de defendernos de Vo-Voldemort. No seas ridículo, Ron. No sería justo que no ofreciéramos a los demás la posibilidad de aprender.

Harry lo pensó un momento, y entonces respondió:

—Sí, pero dudo que haya alguien, aparte de ustedes dos, que esté interesado en que le dé clase. Recuerda que soy un chiflado.

—Y yo sólo soy una Hufflepuff deprimida que acaba de perder a su mejor amigo —añadió Arlina, cruzándose de brazos.

—Creo que se sorprenderían de la cantidad de gente a la que le apetecería escuchar lo que tengan que decir —afirmó Hermione muy seria—. Miren —se inclinó hacia Harry y Arlina; Ron, que todavía la miraba ceñudo, se inclinó también para enterarse—, ¿recuerdan que el primer fin de semana de octubre tenemos la excursión a Hogsmeade?

Arlina y Harry enrojecieron de vergüenza. Por supuesto que lo recordaban. Esa era la fecha que habían fijado para su primera cita oficial.

—¿Qué les parecerías si le dijéramos a los que estén interesados que se reúnan con nosotros en el pueblo para que podamos discutirlo?

—¿Por qué tenemos que hacerlo fuera del colegio? —preguntó Ron.

—Porque no creo que Umbridge se pusiera muy contenta si descubriera lo que estamos tramando —contestó Hermione, y volvió al diagrama de la col masticadora china que estaba copiando.

—Bien —Harry asintió—. Pero que sea en domingo.

Porque el sábado ya lo tenían ocupado.

Harry estaba deseando que llegara el fin de semana para ir de excursión a Hogsmeade con Arlina. La idea de estar a solas con ella y platicar, fingir como si todo lo malo en el exterior sólo fueran rumores, y olvidarse de todas sus preocupaciones con la chica que le gustaba.

o

Harry no conseguía llevar los deberes al día, aunque su situación había mejorado mucho porque ya no debía pasarse todas las tardes castigado con la profesora Umbridge. Arlina le ayudaba a organizarse, diciéndole cuándo hacer qué trabajo y qué libro utilizar para cada investigación. Incluso, gracias a ella, connsiguió hacer el hechizo de Transformaciones que le había estado costando trabajo. También le ayudó a mantenerse al corriente con su diario de sueños, aunque la mayoría de éstos fueran inventados.

La mañana de la excursión a Hogsmeade amaneció despejada, pero ventosa. Arlina lo esperaba cerca de las puertas de roble del castillo. Sonrió ilusionado. Se veía muy bonita, con el cabello suelto y lacio, un lindo suéter verde, unos ajustados vaqueros oscuros y su chaqueta de cuero café.

—Hola —lo saludó Arlina con una sonrisa, con su nariz y mejillas enrojecidas por el frío viento.

—Hola —repuso Harry—. ¿Lista?

—Sí, vamos.

Se pusieron en la fila de estudiantes que esperaban la autorización de Filch para salir del castillo, mirándose de vez en cuando y sonriendo furtivamente, pero sin decirse nada. Hacía un día fresco y ventoso, y al pasar junto al estadio de quidditch, Harry vio a Ron y a Ginny, que volaban casi rozando las tribunas.

—Lo echas de menos, ¿verdad? —preguntó Arlina— Sé que por culpa de los castigos has faltado a las prácticas.

Harry giró la cabeza y vio que ella lo observaba.

—Sí —contestó Harry con un suspiro—. ¿Y tú?

—Decidí quedarme en el equipo —explicó con una media sonrisa, y Harry se alegró de que lo hiciera—. Pero también he faltado a muchas prácticas.

—Tu capitán debe estar furioso —comentó, incapaz de recordar quién era el capitán de Hufflepuff.

—Le dije que estuve practicando con Greg, así que no me ha molestado tanto —dijo encogiéndose de hombros—. ¿Quién es tu capitán ahora? Wood acaba de graduarse, ¿cierto?

—Angelina Johnson. Y sí, a Wood lo ha fichado el Puddlemere United.

Siguieron hablando de quidditch por el camino y después de cruzar las verjas. Harry no podía creer lo fácil que le resultaba hablar con Arlina, y cuando empezaba a sentirse seguro de sí mismo, un nutrido grupo de chicas de Slytherin, entre las que iba Pansy Parkinson, pasaron por su lado.

—¡Potter y Winchester! —gritó Pansy entre un coro de risitas maliciosas— Qué mal gusto tienes, Winchester. ¡Al menos Diggory era guapo!

Las chicas aceleraron el paso, chillando y hablando en tono mordaz al mismo tiempo que dirigían exageradas miradas a Harry y a Arlina.

Cuando Harry miró a Arlina, se sintió un poco sorprendido y confuso. Jamás la había visto apretar la mandíbula y desprender esa frialdad con los ojos. Tenía una expresión sombría.

—¿Recuerdas lo que dijo Hermione sobre lo que puedo hacer?

—Sí, por supuesto —respondió—. ¿Cómo lo haces? Hermione dijo que es algo complicado y no cualquier mago lo consigue.

—Garrett me tiene prohibido hacerlo porque estoy lejos de ser una experta, pero... puedo hacer una excepción y demostrártelo —sonrió, moviendo sus cejas de arriba abajo—. Observa —señaló al grupo de chicas de Slytherin que los habían adelantado un par de metros.

Fue como si alguien muy fuerte e invisible las hubiera empujado. Harry parpadeó, casi confundido.

—Pero... ¿qué hechizo fue ése?

Arlina sonrió.

—¡Corre!

Harry obedeció, aunque no le quedó más opción cuando Arlina lo tomó de la mano y casi lo llevó a rastras hasta Hogsmade, y no lo soltó hasta que entraron a las Tres Escobas. Entonces, se miraron y empezaron a reírse como dos niños acabando de hacer una travesura.

Sin decir nada, tomaron una mesa vacía, un poco apartada de las demás, y se sentaron uno al lado del otro, aún con grandes sonrisas.

—Ojalá le hubieras hecho eso a Malfoy.

—Oh, a Malfoy ya le di a probar un poco de su propia medicina el año pasado, ¿recuerdas?

—Siempre creí que había sido Hermione.

—Soy culpable. Pero, a diferencia de hoy, esa vez fue más un impulso. He aprendido a controlarlo mejor desde entonces, pero no mucho —explicó—. Y en cuanto a tu pregunta, ése fue el encantamiento estupefactor. Deja inconsciente a la víctima y detiene objetos en movimiento. Estaba pensando que... bueno, es uno de los hechizos que podríamos enseñar...

—Ah, las clases —dijo Harry, apagando su voz. Suspiró, dejando caer sus hombros con pesadez—. No lo sé.

—Harry, si realmente te sientes muy incómodo, podemos cancelarlo. No estamos obligados. Aunque... le dije todo a mi tío sobre el asunto. Claro que le pedí que mantuviera el secreto —se apresuró a aclarar—. Y él me dijo que era una idea brillante. Sé que puede ser temperamental e impulsivo, pero confío en su juicio.

—¿En serio dijo eso? —preguntó, arqueando sus cejas con inevitable asombro.

—Sí, y me ha dado una lista de hechizos que debemos dominar, porque son sorprendentemente útiles, y no muy complicados si se practican —añadió—. Dijo que era algo arriesgado, pero inteligente. Hermione tiene razón. Voldemort se hace cada vez más fuerte, necesitamos saber defendernos y que los que no están de su lado también sepan hacerlo. Y si Umbridge no nos enseña, ¿quién mejor que la persona que lo ha enfrentado más de una vez, aunque fuera con ayuda? —se adelantó a decir apenas lo vio abrir la boca para protestar.

Harry se dio cuenta de que Hermione tenía razón, y no pudo evitar darse cuenta de que no lo había aceptado hasta que lo escuchó viniendo de Arlina. Ahora veía cuánta influencia tenía ella en él.

De repente se encontraron hablando de cómo harían la dinámica de las clases e intercambiaron conocimiento sobre hechizos, encantamientos y defensa contra las artes oscuras, comentando sobre el hechizo estupefactor y el encantamiento patronus.

Bebieron una cerveza de mantequilla cada uno y salieron del bar para tener una caminata por Hogsmade, hasta que el aire se tornó demasiado frío y decidieron volver al castillo, llegando justo a tiempo para la cena.

—Le prometí a Greg que cenaría con él esta noche —comentó al llegar a las puertas del Gran Comedor—. ¿Nos vemos mañana?

—Sí, mañana.

Arlina sonrió, y él la imitó. Se miraron por unos segundos a los ojos, sintiendo como una soga los unía, queriendo obligarlos a seguir juntos. La habían pasado tan bien en su primera cita, que ninguno quería que se acabara.

—Tal vez —habló Harry, apresurado, cuando la vio a punto de dar la vuelta para dirigirse a la mesa de Hufflepuff—, si no estás cansada, podríamos vernos en las cocinas después.

Con "después" Arlina sabía que se refería a más noche, cuando todos estuvieran en sus camas y sólo los profesores y prefectos estuvieran en los pasillos del castillo. Para ninguno era difícil llegar a las cocinas, porque la Sala Común de Hufflepuff estaba muy cerca y Harry tenía una capa de invisibilidad.

La sonrisa de Arlina se ensanchó.

—No comas postre en la cena.

Harry comprendió que esa era una respuesta afirmativa, así que asintió y se dirigió a la mesa de Gryffindor, donde estaban Ron y Hermione, con una enorme sonrisa que le provocó un dolor de mejillas más tarde.

o

Después de desayunar, Arlina y Greg formaron una fila delante de Filch, quien comprobó que sus nombres aparecían en la larga lista de estudiantes que tenían permiso de sus padres o tutores para visitar el pueblo, y siguieron salieron a la escalera de piedra y a la fría y soleada mañana.

Pasaron entre los altos pilares de piedra coronados con sendos cerdos alados y torcieron a la izquierda por la carretera que conducía al pueblo. El viento los despeinaba y el cabello les tapaba los ojos.

Bajaron por la calle principal y pasaron por delante de la tienda de artículos de broma de Zonko; luego dejaron atrás la oficina de correos, de donde salían lechuzas a intervalos regulares, y torcieron por una calle lateral al final de la cual había una pequeña posada. Un estropeado letrero de madera colgaba de un oxidado soporte que había sobre la puerta, con un dibujo de una cabeza de jabalí cortada que goteaba sangre sobre la tela blanca en la que estaba colocada. Cuando se acercaron a la puerta, el letrero chirrió agitado por el viento y los tres vacilaron un instante.

Aquel pub no se parecía en nada a Las Tres Escobas, que era un local limpio y acogedor. Cabeza de Puerco consistía en una sola habitación, pequeña, lúgubre y sucísima, donde se notaba un fuerte olor a algo que podría tratarse de cabras. Las ventanas tenían tanta mugre incrustada que entraba muy poca luz del exterior. Por eso el local estaba iluminado con cabos de cera colocados sobre las bastas mesas de madera. A primera vista, el suelo parecía de tierra apisonada, pero cuando Arlina caminó por él, se dio cuenta de que había piedra debajo de una capa de roña acumulada durante siglos.

Lo primero que notaron, ya que era lo que más resaltaba en el pub, fue a Ron, Harry y Hermione, sentados en la mesa más apartada de la barra.

—Llegaron temprano —comentó Arlina, tomando asiento entre Harry y Greg, quien saludó brevemente con una media sonrisa antes de ir a la barra a pedir una cerveza de mantequilla para él y otra para Arlina.

—Bueno, ¿quién dijiste que iba a venir? —le preguntó Harry a Hermione con nerviosismo.

—Sólo un par de personas —repitió Hermione. Consultó su reloj y miró ansiosa hacia la puerta—. Ya deberían estar aquí, estoy segura de que saben el camino... ¡Oh, miren, deben de ser ellos!

La puerta del pub se había abierto. Un ancho haz de luz, en el que bailaban motas de polvo, dividió el local en dos durante un instante y luego desapareció, pues lo ocultaba la multitud que desfilaba por la puerta.

Primero entraron Neville, Dean y Lavender, seguidos de cerca por Parvati y Padma Patil con Cho Chang y una de sus amigas. Luego entró Luna Lovegood, sola y con aire despistado, como si hubiera entrado allí por equivocación.

A continuación, aparecieron Katie Bell, Alicia Spinnet y Angelina Johnson, Colin y Dennis Creevey, Ernie Macmillan, Justin Finch-Fletchley, Hannah Abbott y Susan Bones; Anthony Goldstein, Michael Corner y Terry Boot, los tres de Ravenclaw; Ginny, seguida por Zacharias Smith, un miembro del equipo de quidditch de Hufflepuff, y, cerrando la marcha, Fred y George Weasley con Lee Jordan.

—¿Un par de personas? —dijo Harry con voz quebrada— ¡Un par de personas!

—Herms, incluso vienen de mi casa ¡y yo no les dije nada! —jadeó Arlina con asombro, empezando a sentir nervios por la idea de enseñarle a tantas personas.

—Bueno, verán, la idea tuvo mucho éxito... —comentó Hermione alegremente.

Los recién llegados fueron sentándose en grupos de dos y de tres alrededor de Greg, Arlina, Harry, Ron y Hermione. Algunos parecían muy emocionados, otros, curiosos; Luna Lovegood miraba en torno con ojos soñadores. Cuando todos tuvieron su silla, fue cesando el parloteo. Todos miraban a Harry.

—Esto —empezó Hermione hablando en voz más alta de lo habitual debido al nerviosismo—... Esto..., bueno..., hola. —Los asistentes giraron la cabeza hacia ella, aunque de vez en cuando las miradas seguían desviándose hacia Harry—. Bueno..., esto..., ya saben por qué hemos venido aquí. Verán, Harry y Arlina tuvieron la idea..., es decir —Harry y Arlina le había lanzado una mirada furibunda—, yo tuve la idea de que sería conveniente que la gente que quisiera estudiar Defensa Contra las Artes Oscuras, o sea, estudiar de verdad, ya saben, y no esas chorradas que nos hace leer la profesora Umbridge —de repente la voz de Hermione se volvió mucho más potente y segura—, porque a eso no se le puede llamar Defensa Contra las Artes Oscuras —"Eso, eso", dijo Anthony Goldstein, y su comentario animó a Hermione—... Bueno, creí que estaría bien que nosotros tomáramos cartas en el asunto. —Hizo una pausa, y miró de reojo a Arlina antes de proseguir—. Y con eso quiero decir aprender a defendernos como es debido, no sólo en teoría, sino poniendo en práctica los hechizos...

—Pero supongo que también querrás aprobar el TIMO de Defensa Contra las Artes Oscuras, ¿no? —la interrumpió Michael Corner.

—Por supuesto. Pero también quiero estar debidamente entrenada en defensa porque... porque —inspiró hondo y terminó la frase—... porque lord Voldemort ha vuelto.

La reacción de su público fue inmediata y predecible. Terry Boot dio una especie de respingo involuntario; Padma Patil se estremeció y Neville soltó un extraño chillido que consiguió transformar en una tos. Todos, sin embargo, miraban fijamente, casi con avidez, a Harry.

—Bueno, pues ése es el plan —concluyó Hermione—. Si quieren unirse a nosotros, tenemos que decidir dónde vamos a...

—¿Qué pruebas tienen de que Quien-ustedes-saben ha regresado? —preguntó Zacharias Smith.

—Bueno, Dumbledore lo cree... —empezó a decir Hermione.

—Querrás decir que Dumbledore le cree a él —aclaró Zacharias señalando a Harry con la cabeza.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó Ron con brusquedad.

—Zacharias Smith —contestó él—, y creo que tenemos derecho a saber qué es exactamente lo que os permite afirmar que Quien-tú-sabes ha regresado.

—Mira —intervino Arlina con rapidez, comprendiendo las intenciones que tenía Smith—, ése no es el tema de esta reunión...

—Déjalo —dijo Harry, que acababa de comprender por qué había acudido tanta gente a la convocatoria.

Pensó que debería haberlo previsto. Algunos de sus compañeros, quizá incluso la mayoría, habían ido a Cabeza de Puerco con la esperanza de oír la historia de Harry contada por su protagonista.

—¿Quieres saber qué es exactamente lo que me permite afirmar que Quien-tú-sabes ha regresado? —preguntó mirando a los ojos a Zacharias— Yo lo vi. El año pasado, Dumbledore le contó al colegio en pleno lo que había ocurrido, pero si tú no lo creíste, no me creerás a mí, y no pienso malgastar una tarde intentando convencer a nadie.

El grupo en su totalidad había contenido la respiración mientras Harry hablaba. A continuación Zacharias dijo desdeñosamente:

—Lo único que nos contó Dumbledore el año pasado fue que Quien-tú-sabes había matado a Cedric Diggory y que tú habías llevado el cadáver a Hogwarts. No nos contó los detalles ni nos dijo cómo habían matado a Diggory, y creo que a todos nos gustaría saber...

—Si has venido a oír un relato detallado de cómo mata Voldemort, no puedo ayudarte —lo interrumpió Harry.

Su genio, que últimamente estaba siempre muy a flor de piel, volvía a descontrolarse. No apartó los ojos del agresivo rostro de Zacharias Smith, y estaba decidido a no dejar que desanimaran a Arlina con la mención de la muerte de Cedric.

—No voy a hablar de Cedric Diggory, ¿de acuerdo? De modo que si es a eso a lo que has venido aquí, ya puedes marcharte.

Y entonces lanzó una airada mirada a Hermione. Ella tenía la culpa de aquella situación; ella había decidido exhibirlo como si fuera un monstruo de feria (por eso todos habían ido a comprobar lo descabellada que era su historia) y abrirle la herida a Arlina. Pero ninguno de sus compañeros se levantó de la silla, ni siquiera Zacharias Smith, aunque siguió contemplando a Harry.

—Bueno —saltó Hermione con voz chillona—. Bueno..., como iba diciendo..., si quieren aprender defensa, tenemos que decidir cómo vamos a hacerlo, con qué frecuencia vamos a reunimos y dónde vamos a...

—¿Es verdad —la interrumpió Hannah Abbott, mirando a Harry— que puedes hacer aparecer un patronus?

Un murmullo de interés recorrió el grupo y Arlina le sonrió a Hannah, agradecida de que cambiara el tema.

—Sí —contestó Harry poniéndose a la defensiva.

—¡Caramba, Harry! —exclamó Lee, que parecía muy impresionado— ¡No lo sabía!

—Mi madre hizo prometer a Ron que no lo contaría —intervino Fred dirigiéndole una sonrisa a Harry—. Dijo que ya atraías suficiente atención.

—Está en lo cierto —murmuró Harry, y un par de personas rieron.

—¿Y mataste un basilisco con esa espada que hay en el despacho de Dumbledore? —inquirió Terry Boot— Eso fue lo que me dijo uno de los retratos de la pared cuando estuve allí el año pasado...

—Pues sí, es verdad... —admitió Harry.

Justin Finch-Fletchley soltó un silbido; los hermanos Creevey se miraron atemorizados y Lavender Brown exclamó "¡Ahí va!" en voz baja. A Harry empezaron a entrarle calores.

—Y en primero —dijo Neville dirigiéndose al grupo— salvó la Piedra Filosofal de Quien-ustedes-saben.

Susan Bones tenía los ojos redondos como galeones.

—Por no mencionar —intervino Cho Chang— las pruebas que tuvo que superar en el Torneo de los Tres Magos el año pasado: se enfrentó a dragones, a la gente del agua, a las acromántulas y a todo tipo de cosas...

Los impresionados asistentes emitieron un murmullo de aprobación que recorrió la mesa. Harry se moría de vergüenza e intentaba controlar la expresión de su rostro para que no pareciera que estaba demasiado satisfecho de sí mismo.

—Miren —dijo sobreponiéndose, y todos callaron al instante—, no... no quisiera pecar de falsa modestia ni nada parecido, pero... en todas esas ocasiones conté con ayuda...

—Con el dragón no —saltó Michael Corner—. Aquello fue un vuelo excepcional...

—Sí, bueno... —cedió Harry creyendo que sería una grosería no admitirlo.

—Y tampoco te ayudó nadie a librarte de los dementores este verano —aportó Hannah Abbott.

—No —reconoció Harry—. De acuerdo, ya sé que algunas cosas las conseguí sin ayuda, pero lo que intento hacerles entender es...

—¿Intentas escabullirte y no enseñarnos a hacer nada de eso? —sugirió Zacharias Smith.

—Por Merlín. Si no tienes nada bueno que decir, sólo no hables —le dijo Arlina con una falsa sonrisa, antes de que Harry pudiera contestar.

Greg y Ron no contuvieron las risas, sin ninguna vergüenza, y Smith se ruborizó y se defendió diciendo:

—Hemos venido aquí a aprender de él y ahora resulta que en realidad no puede hacer nada...

—Harry no ha dicho eso —gruñó Fred.

—¿Quieres que te limpiemos las orejas? —le preguntó George sacando un largo instrumento metálico de aspecto mortífero de la bolsa de Zonko.

—O cualquier otra parte del cuerpo. De verdad, no tenemos manías —añadió Fred.

—Sí, bueno —los interrumpió Hermione—... Siguiendo con lo que decíamos... Lo que importa es: ¿estamos de acuerdo en que queremos que Harry y Arlina nos den clases?

Hubo un murmullo general de aprobación. Zacharias se cruzó de brazos y no dijo nada, aunque quizá fuera porque estaba demasiado ocupado vigilando el instrumento que Fred tenía en la mano.

—Muy bien —dijo Hermione, que pareció aliviada al comprobar que al menos se habían puesto de acuerdo en algo—. Entonces, la siguiente pregunta es con qué frecuencia queremos reunimos. Creo que, como mínimo, deberíamos reunirnos una vez por semana...

—Un momento —terció Angelina—, tenemos que asegurarnos de que esto no interferirá con nuestros entrenamientos de quidditch.

—Eso —coincidió Cho—. Ni con los nuestros.

—Ni con los nuestros —añadió Zacharias Smith.

—Estoy segura de que podremos encontrar una noche que le vaya bien a todo el mundo —afirmó Hermione impacientándose un poco—, pero piensen que esto es muy importante, estamos hablando de aprender solos a defendernos de Vo-Voldemort y de los mortífagos...

—¡Así se habla! —bramó Ernie Macmillan. A Harry le sorprendía que hubiera tardado tanto en hablar— Personalmente creo que lo que intentamos es muy importante, con seguridad lo más importante que haremos este curso, más incluso que los TIMOS. —Miró a su alrededor con gesto imponente, como si esperara que los demás gritaran "¡No exageres!". Pero como nadie dijo nada, continuó—. Personalmente no me explico cómo el Ministerio nos ha endilgado una profesora tan inepta en este periodo tan crítico. Es evidente que no quieren aceptar que Quien-ustedes-saben ha regresado, pero ponernos una profesora que intenta deliberadamente impedir que utilicemos hechizos defensivos...

—Creemos que la razón por la que Umbridge no quiere entrenarnos en Defensa Contra las Artes Oscuras —explicó Hermione— es que se le ha metido en la cabeza la idea de que Dumbledore podría utilizar a los estudiantes del colegio como una especie de ejército privado. Cree que podría movilizarlos para enfrentarse al Ministerio.

Aquella noticia sorprendió a todos.

—Bueno, a mí una vez por semana no me parece mal —opinó Lee Jordan, volviendo al tema principal.

—Bueno, la otra cosa que queda por decidir es dónde vamos a reunirnos...

Aquello era mucho más difícil, y el grupo se quedó callado.

—¿En la biblioteca? —propuso Katie Bell tras un largo silencio.

—No creo que la señora Pince se ponga muy contenta si nos ve haciendo hechizos en la biblioteca —comentó Arlina.

—Bueno, ya buscaremos un sitio —dijo Hermione—. Cuando tengamos el sitio y la hora de la primera reunión os enviaremos un mensaje a todos. —Rebuscó en su mochila, sacó un rollo de pergamino y una pluma y vaciló un momento, como si estuviera armándose de valor para decir algo—. Creo que ahora cada uno debería escribir su nombre, para que sepamos que ha estado aquí. Pero también creo —añadió inspirando hondo— que todos deberíamos comprometernos a no ir por ahí contando lo que estamos haciendo. De modo que si firman, se comprometen a no hablar de esto ni con la profesora Umbridge ni con nadie.

Fred cogió el pergamino y, decidido, firmó en él, pero Harry se fijó enseguida en que varias personas no parecían muy dispuestas a poner su nombre en la lista.

—Eh —empezó Zacharias con lentitud, y no cogió el pergamino que George intentaba pasarle—... Bueno..., estoy seguro de que Ernie me dirá cuándo es la reunión.

Pero Ernie tampoco parecía muy decidido a firmar. Hermione lo miró arqueando las cejas.

—Es que... ¡somos prefectos! —dijo Ernie— Y si alguien encontrara esta lista... Bueno, quiero decir que... ya lo has dicho tú misma, si se entera la profesora Umbridge...

—Acabas de decir que haber formado este grupo es la cosa más importante de este curso —le recordó Harry.

—Sí, sí —repuso Ernie—... Y lo creo, pero...

—Ernie, ¿de verdad piensas que voy a dejar esta lista por ahí? —le preguntó Hermione con irritación.

—No. No, claro que no —contestó Ernie un poco aliviado—. Yo..., sí, claro que firmo.

Después de Ernie nadie puso reparos, aunque Harry vio que la amiga de Cho la miraba con reproche antes de escribir su nombre. Cuando hubo firmado el último, Zacharias, Hermione cogió el pergamino y lo guardó con cuidado en su mochila. En ese momento, el grupo experimentaba una sensación extraña. Era como si acabaran de firmar una especie de contrato.

—Bueno, el tiempo pasa —dijo Fred con decisión, y se puso en pie—. George, Lee y yo tenemos que comprar unos artículos delicados. Ya nos veremos más tarde.

Los demás estudiantes se marcharon también en grupos de dos y de tres.

—Bueno, creo que ha ido muy bien —opinó Hermione alegremente unos momentos más tarde, mientras ella, Arlina, Greg, Harry y Ron salían de Cabeza de Puerco a la intensa luz de la mañana.

—Ese Zacharias es un cretino —dijo Ron mirando con rabia a Smith, que iba delante de ellos, apenas distinguible en la distancia.

—Y eso que no tienes que soportarlo en las prácticas de quidditch —refunfuñó Greg, frunciendo el ceño—. Bueno, Arlina —habló, mirándola—, ¿nos vamos?

—Claro —Arlina le sonrió antes de dirigirse a Ron, Hermione y Harry—. Nos vemos después.

Se despidió, sacudiendo la mano, antes de voltearse y seguir otro camino con Greg. Le había prometido que pasarían la tarde juntos para tener un momento de amistad, como los que solían tener cuando iban a Hogsmade con Cedric.

—No quiero desanimarte, Arli, de verdad, pero quiero que sepas que... si él estuviera aquí, estaría muy orgulloso de ti —comentó Greg, pasando su brazo por encima de sus hombros para acercarla en un cálido abrazo.

—¿En serio lo crees?

—No lo creo. Lo sé —confirmó Greg, sonriendo—. Y también diría que acabamos de perderte, porque realmente has caído por Potter, ¿eh?

Arlina rió y le dio un leve codazo amistoso en las costillas.

—Oh, calla —le dijo, pero no pudo controlar los colores que se le subieron a la cara.

Greg siguió mirándola con burla.

—Esa cara —señaló, entrecerrando los ojos—... Has hecho algo, Arlina Winchester, y quiero que me digas ahora mismo.

—Ah, ya suenas como mi tío.

—Tal vez, pero tu tío lo diría de forma sobreprotectora. Yo lo digo por pura hambre de secretismo. Vamos, ¡dime!

Arlina lo pensó, pero no se resistió. La verdad era que había estado muriendo por contárselo a alguien, así que lo soltó.

—Anoche... cuando Harry y yo fuimos a las cocinas, después de la cena... bueno..., él...

Arlina terminó de quitarle la crema batida de la tarta de calabaza que Harry se había embarrado en la barbilla al darle una mordida a su rebanada, sonriendo divertida, sin darse cuenta de que él la miraba fijamente, absorto. Cuando dejó la servilleta y volvió a mirarlo, se encontró con sus ojos, claros y brillantes frente a la luz de la fogata de las cocinas.

—Tienes ojos muy bonitos —murmuró.

—Siempre me dicen que tengo los ojos de mi madre.

Arlina se preguntó si ella tendría los ojos de su padre, porque su madre no tenía los ojos color miel, al igual que su tío Garrett y su abuelo Oliver. A pesar de su curiosidad, nunca le preguntó a su tío al respecto. Él se molestaba cuando le hablaba de su padre, diciendo que lo único que necesitaba saber es que la había abandonado a ella y asu madre.

Arlina le sonrió levemente y, con curiosidad, le quitó los lentes con cuidado y se los puso, mirando a través de ellos.

—Vaya. Ojos muy bonitos, pero con muy mala vista, Harry —se burló, soltando una risa mientras miraba todo a su alrededor, sin distinguir nada por el aumento.

Harry rió, sin decir nada, y Arlina se quitó las gafas, pero no se las regresó. Lo observó con detalle y se dio cuenta de lo diferente que era sin los anteojos. Nunca antes lo había visto sin ellos.

—¿Puedes verme desde aquí?

—Eh..., no.

Sobre la banca del comedor en la que estaba sentada con una pierna en cada lado, quedando frente a frente con Harry, se deslizó un poco más, acercándose sin hacer ruido.

—¿Y de aquí?

—N-no...

Entrecerrando los ojos con sospecha y sonriendo de lado, lo miró sin creerle mucho, y se acercó un poco más.

—¿Ahora?

—Tampoco...

Sus rodillas acababan de tocarse, y notó cómo Harry colocó las palmas de sus manos sobre su pantalón y las frotó, dejándole claro que se estaba secando el sudor por los nervios. Arlina sonrió complacida.

—Detenme cuando me veas.

Arlina alzó sus piernas sólo lo suficiente para ponerlas encima de las de Harry, y se acercó tanto que sólo quedaban treinta centímetros de espacio entre ellos. Harry ni siquiera pensó en decirle que podía verla bien, quería que se siguiera acercando, tenerla lejos le resultaba casi doloroso al saber que podía tenerla tan cerca. Su piel quemó cuando tuvo contacto con la de Arlina, y no pudo contenerse más. Se inclinó y la besó, moviendo sus labios e incitando a los de ella a seguirle.

Arlina sintió un calor abrasador que no provino de la chimenea, sino de su mismo interior, cuando Harry la tomó por las piernas, acomodándola mejor en su regazo. Llevó sus manos a su nuca y las entrelazó en el cabello azabache, y él respondió ante las caricias con un deslice de su lengua por su labio inferior, casi pidiéndole permiso para más. Arlina abrió más su boca y lo dejó que explorara su boca; se sintió desfallecer. Era todo tan cálido y placentero, cada toque y cada agarre.

Deslizó las manos por debajo de su blusa y acarició la curva de su espalda baja. Arlina sintió un escalofrío por toda su columna y Harry trató de ahogar un gemido cuando la sintió mover sus caderas arriba de él. Eso fue más que suficiente para que Arlina se diera cuenta de lo que estaba haciendo. Rompió el beso y se separó, formando un poco distancia que le pareció prudente.

Las mejillas de Harry estaban enrojecidas y sus labios hinchados. Arlina se sentía igual, y en realidad lo estaba. Entonces, escucharon la manecilla del reloj dando las doce. Tenían que volver a sus dormitorios para tratar de dormir, ya que los nervios por la reunión en Cabeza de Puerco probablemente les impediría descansar bien.

—¿Él...?

—Me besó... Bueno, nos besamos.

—¿Y?

—Y... Bueno, ya sabes...

—¡Arlina Winchester! —casi gritó, a lo que Arlina saltó exaltada y le cubrió la boca con vergüenza por la atención que habían atraído. Lo arrastró lejos de la gente, en una zona más solitaria, y lo soltó— Dime que sigues siendo virgen.

—¡Greg! —gritó ella, dándole un manotazo en el brazo que apenas consiguió hacerlo quejarse un poco— En primer lugar, eso es privado. En segundo lugar, sí, sí lo soy. Y en tercer lugar, ¡la próxima vez sé más discreto!

Greg sonrió quisquilloso.

—Tú eres quien debería ser más discreta. Te fuiste a las cocinas a media noche para besuquearte con Potter —se burló.

—Bueno, al menos eso fue en privado —le dijo, cruzándose de brazos con una mirada acusatoria—. Mientras que tú besas a todas tus conquistas frente al lago.

—Es un lugar romántico —se excusó con una sonrisa ladina y triunfal, encogiéndose de hombros—. A las chicas les fascina. ¿Quién soy yo para romper sus ilusiones?

Arlina rodó los ojos con una sonrisa.

—Ah, ¡menos mal que eres todo un caballero! —le respondió con sarcasmo

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro