36. Clases de Defensa Contra las Artes Oscuras
Los cortes que Harry y Arlina tenían en las manos todavía no se habían curado, y a la mañana siguiente volvían a sangrar. Ninguno se quejó durante el castigo de la tarde, pues estaban decididos a no dar aquella satisfacción a la profesora Umbridge, y a no preocupar al contrario.
Arlina escribió una y otra vez "No debo ser insolente" sin que un sonido escapara de sus labios, aunque el corte iba haciéndose más profundo con cada letra, mientras la frase "No debo decir mentiras" continuaba rayándose en su mano cuando Harry la escribía en el pergamino.
Era casi medianoche cuando salieron del despacho de la profesora Umbridge. La mano le sangraba tanto a cada uno que se les habían manchado los pañuelos (que Arlina había llevado en el bolsillo de su túnica) con los que habían envuelto las heridas.
—Estuve investigando y finalmente encontré una cura —dijo Arlina mientras sacaba una pequeña botella de vidrio llena de un líquido amarillo una vez que llegaron a la entrada de la Sala Común de Hufflepuff—. Es una solución de tentáculos de murtlap pasteurizados y escabechados. Garrett me envió los ingredientes y Greg la preparó para mí. No te preocupes, funcionará, él tiene mucho talento en Pociones. Ponte unas gotas antes de dormir, pero sólo después de lavarte. El olor no es agradable, pero aliviará el dolor al instante y cicatrizará la herida con el tiempo.
—Gracias —dijo Harry reconfortado—. Ron y Hermione siguen pensando que deberíamos quejarnos de esto —comentó en voz baja.
—Greg piensa lo mismo —contestó Arlina cansinamente. Luego, arqueó las cejas al entender a qué quería llegar Harry—. Lo has considerado...
—Bueno, la profesora McGonagall se pondría furiosa si supiera...
—Sí, es lo más probable —admitió Arlina—. Pero ¿cuánto crees que tardaría Umbridge en aprobar otro decreto diciendo que cualquier profesor que se queje de la Suma Inquisidora será inmediatamente despedido?
Harry despegó los labios para responder, pero no articuló ningún sonido, y al cabo de un momento volvió a cerrarlos, derrotado. Había tenido la esperanza de convencerse de que hacer conocer la forma en que Umbridge los castigaba era una buena idea, porque de esa forma el castigo se detendría y Arlina dejaría de sufrir las consecuencias.
—Es tarde, será mejor que descansemos y nos pongamos el remedio cuanto antes —dijo, levantando su mano para enfatizar.
Harry asintió, pero no se sentía feliz dejándola ir; quería seguir con ella, platicar más, decirle todo lo que pensaba y le preocupaba.
—¿Pasa algo, Harry?
—¿Qué? No. No, nada.
Lo miró con sospecha, arqueando una ceja.
Harry la miró embobado, le parecía una chica tan guapa y le encantaba cuando hacía eso con su ceja en forma de suspicacia, como si ya supiera todo, pero quisiera confirmar sus teorías con un sutil interrogatorio.
—¿Estás seguro?
Harry tragó saliva y se balanceó con sus talones, nervioso.
—Ayer, en el desayuno, me quedé pensando —empezó a decir en voz baja—... sobre nosotros.
—Oh.
Las emociones de sospecha de Arlina se borraron, y se mostró tan sorprendida como él estaba nervioso.
—Me di cuenta de que ni siquiera hemos tenido una cita oficial —explicó, dirigiendo su mirada a la punta de sus zapatos—. Y me preguntaba si... si te gustaría... Claro, si no estás ocupada o no tienes planes, si tú...
—Si yo...
Arlina sabía lo que iba a preguntarle, pero quería escucharlo de él, por lo que esperó y lo animó con una pequeña sonrisa, conteniendo su emoción.
—Siquisierasiraunacitaconmigo.
A pesar de que Harry habló demasiado rápido y muy atropellado, Arlina logró comprender su invitación, así que agrandó su sonrisa.
—¡Sí! —contestó más fuerte de lo esperado. Carraspeó, controló su sonrisa y agradeció que fuera de noche, por lo que su sonrojo no era tan visible— Sí, me encantaría —respondió con voz más calmada.
Harry sonrió y asintió, llevándose las manos a los bolsillos de su pantalón, y dio un paso atrás.
—Genial —dijo, demasiado feliz para pensar en otra cosa que decir.
Lo único en lo que pensaba era en ir con Ron y saltar en la cama de su dormitorio y gritar que Arlina había aceptado ir a una cita con él. Le dolía el pecho de tanta emoción contenida.
—Genial —repitió Arlina, escapándosele una risa suave—. Te... te veré mañana.
—Sí —asintió—. Descansa.
—Tú también.
Y apenas Arlina llegó a su dormitorio, se tiró sobre la cama con una enorme sonrisa que ocultó contra la almohada. Iba a tener su primera cita. Claro, ya lo había besado más de una vez, por lo que realmente no debería sentirse tan nerviosa, pero no podía evitarlo. Harry sacaba montones de sentimientos alegres y dulces en ella.
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—Esa mujer es repugnante —afirmó Hermione en un susurro cuando Arlina llegó a sentarse—. Estaba diciéndole a Ron y a Harry... que tenemos que tomar cartas en el asunto.
—Yo propongo que la envenenemos —sugirió Ron con gravedad.
—No me opongo a esa idea —bromeó Arlina.
—No, en serio... Tendríamos que decir algo sobre lo mala profesora que es y sobre el hecho de que con ella no vamos a aprender nada de Defensa —propuso Hermione.
—Pero ¿qué podríamos hacer nosotros? —le preguntó Arlina— Es demasiado tarde. Ya le han dado el empleo, y ahora no se va a marchar. De eso se encargará Fudge.
Por suerte, la biblioteca se encontraba casi vacía. Habían quedado en reunirse a esa hora de la tarde para hacer el extenso trabajo de Pociones que Snape les había dejado, con el fin de que Arlina ayudara a Harry a subir su calificación, y Hermione ayudara a Ron.
—Bueno —aventuró Hermione—, se me ha ocurrido —Miró con cierto nerviosismo a Harry y luego a Arlina—... Se me ha ocurrido que a lo mejor ha llegado el momento... de que actuemos por nuestra cuenta.
—¿De que actuemos por nuestra cuenta? —repitió recelosamente Harry, que estaba escribiendo su nombre en la esquina superior derecha del pergamino.
—Me refiero a... aprender Defensa Contra las Artes Oscuras nosotros solos —aclaró Hermione.
—¿Pretendes hacernos trabajar aún más? —preguntó Ron, insultado— ¿No te das cuenta de que Harry y yo volvemos a tener los deberes atrasados y sólo llevamos dos semanas de curso? Y justamente estamos haciendo la tarea de Snape.
—Pero ¡esto es mucho más importante que los deberes! —protestó Hermione.
Harry y Ron la miraron con los ojos desorbitados. Arlina, impresionada, levantó la mirada del libro de Pociones.
—Vaya, para que tú digas eso, debe ser serio —comentó Arlina—. Ahora siento curiosidad.
—¡No sabía que en el universo hubiera algo más importante que los deberes! —exclamó Ron.
—No seas tonto, claro que lo hay —replicó Hermione, y Harry percibió atemorizado que de pronto la cara de su amiga denotaba aquel tipo de fervor que la P.E.D.D.O le solía inspirar—. Se trata de prepararnos, como dijo Harry en la primera clase de Umbridge, para lo que nos espera fuera del colegio. Se trata de asegurarnos de que verdaderamente sepamos defendernos. Si no aprendemos nada durante un año...
—No podremos hacer gran cosa nosotros solos —repuso Ron con desánimo—. Sí, podemos buscar embrujos en la biblioteca e intentar practicarlos, supongo...
—No, estoy de acuerdo contigo: ya hemos superado esa etapa en la que sólo podíamos aprender cosas en los libros —dijo Hermione—. Necesitamos un profesor, un profesor de verdad que nos enseñe a usar los hechizos y nos corrija si los hacemos mal.
—Si estás pensando en Lupin... —empezó a decir Harry.
—No, no, no estoy pensando en Lupin —dijo Hermione, y le echó un vistazo a Arlina—. Él está demasiado ocupado con la Orden.
—¿Estás pensando en Garrett? Porque, créeme, aunque es muy buen instructor conmigo, no tiene nada de paciencia y no dudaría en convertir a cualquiera en un gusano sólo por mover mal la varita.
—No —negó Hermione—. Él también está muy ocupado con la Orden y su trabajo. Además, sólo podríamos verlo los fines de semana que fuéramos a Hogsmeade, y eso no sería suficiente.
—Entonces, ¿quién? —preguntó Harry con el entrecejo fruncido.
Hermione suspiró profundamente.
—¿No lo han captado? —se lamentó— Podrían hacerlo ustedes dos.
Hubo un momento de silencio. Una ligera brisa mañanera hacía crujir los cristales de las ventanas y el fuego ardía con luz parpadeante.
—¿Podríamos hacer qué? —se sorprendió Arlina.
—Enseñarnos Defensa Contra las Artes Oscuras.
Harry dirigió la vista hacia Ron, dispuesto a cambiar con él una de aquellas miradas de exasperación que compartían cuando Hermione les salía con algún descabellado proyecto como la P.E.D.D.O. Sin embargo, para desesperación de Harry, Ron no parecía nada exasperado, y, después de reflexionar unos instantes, dijo:
—No es mala idea.
—¿Qué es lo que no es mala idea? —le preguntó Harry.
Arlina seguía callada, mirando a Hermione con la cara en blanco.
—Que nos enseñen.
—Pero si —Harry sonrió, convencido de que sus amigos estaban tomándole el pelo—... Pero si yo no soy profesor. Yo no puedo...
—Escucha. Tú y Arlina son los mejores de nuestro curso en Defensa Contra las Artes Oscuras —le recordó Hermione—. Diría que Arlina es incluso mejor que tú, pero hay hechizos que tú sabes y ella no.
—¡Oye! —Arlina reaccionó, casi ofendida.
—Tranquila. Es viceversa. Tú sabes más hechizos que Harry.
—De acuerdo, lo entiendo perfectamente de Arlina, pero ¿yo? —dijo Harry, sonriendo más abiertamente— No soy el mejor ni después de Arlina. Tú me has superado en todos los exámenes que...
—No, Harry —aseguró Hermione cortante—. Tú me superaste en tercero, el único curso en que ambos hicimos el examen y tuvimos un profesor que sabía algo de la asignatura. Pero no estoy hablando de resultados de exámenes, Harry. ¡Piensa en todo lo que has hecho!
—¿Qué quieres decir?
—¿Sabes qué? No estoy seguro de querer que me dé clases alguien tan estúpido. Mejor sólo Arlina —le insinuó Ron a Hermione con una sonrisita. Luego miró a Harry, imitando a Goyle cuando se concentraba—. Vamos a ver... En primero salvaste la Piedra Filosofal de las manos de Quien-tú-sabes...
—Pero no gracias a mi habilidad —explicó Harry—, sino porque tuve suerte.
—En segundo —lo interrumpió Ron— mataste al basilisco y destruiste a Riddle.
—Sí, pero si no llega a ser por Fawkes...
—En tercero —prosiguió Ron, subiendo el tono de voz— ahuyentaste a más de un centenar de dementores de una sola vez...
—Sabes perfectamente que eso fue por suerte. Si el giratiempo no hubiera...
—El año pasado —continuó Ron ya casi a voz en grito— volviste a vencer a Quien-tú-sabes...
—¿Quieren hacer el favor de escucharme? —saltó Harry casi enfadado porque Ron y Hermione lo miraban sonriendo— Escúchenme. Dicho así suena fabuloso, pero lo que pasó fue que tuve suerte, yo ni siquiera sabía lo que estaba haciendo, no planeé nada, me limité a hacer lo que se me ocurría, y casi siempre conté con ayuda...
Ron y Hermione seguían sonriendo, y Harry se puso aún más nervioso; ni siquiera sabía con exactitud por qué estaba tan enfadado.
—¡No se queden ahí sentados sonriendo como si ustedes supieran más que yo! Era yo el que estaba allí, ¿no? —dijo acaloradamente— Yo sé lo que pasó. Y si salí bien parado de esas situaciones no fue porque supiera mucho de Defensa Contra las Artes Oscuras, sino porque..., porque recibí ayuda en el momento preciso, o porque acerté por casualidad... Pero me libré por los pelos, no tenía ni idea de lo que estaba haciendo... ¡Dejen de reírse!
Cerró el libro de Pociones de golpe y Harry se dio cuenta de que estaba de pie, aunque no recordaba haberse levantado. La sonrisa de Ron y Hermione desapareció.
—¡No tienen ni idea! ¡Ustedes nunca han tenido que enfrentarse a él! ¿Creen que basta con memorizar un puñado de hechizos y lanzárselos, como si estuvieran en clase? En esas circunstancias eres totalmente consciente de que no hay nada que te separe de la muerte salvo..., salvo tu propio cerebro o tus agallas o lo que sea, como si fuera posible pensar fríamente cuando sabes que estás a milésimas de segundo de que te maten, o de que te torturen, o de ver morir a tus amigos... Lo que se siente cuando uno se enfrenta a situaciones así... nunca nos lo han enseñado en las clases. Y ustedes dos me miran como si yo fuera muy listo porque estoy aquí de pie, vivo, y Diggory fuera un estúpido, como si él hubiera metido la pata... No lo entienden; pudo pasarme a mí, me habría pasado de no ser porque Voldemort me necesitaba para...
—Nosotros no queríamos decir eso, Harry —se excusó Ron, que contemplaba aterrado a su amigo, mientras Hermione le echaba una mirada de lástima a Arlina, que se había encogido en su lugar ante la mención de su mejor amigo—. Y no nos estábamos metiendo con Diggory, no pretendíamos —añadió, mirando con vergüenza a Arlina, y volvió a mirar a Harry—... Nos has interpretado mal —terminó mirando desesperado a Hermione, que estaba muy afligida.
—Harry —dijo ella con timidez—, ¿es que no lo ves? Por eso..., por eso precisamente te necesitamos. Necesitamos saber... có-cómo es en realidad... enfrentarse a..., enfrentarse a Vo-Voldemort.
Era la primera vez que Hermione pronunciaba el nombre de Voldemort, y fue eso más que ninguna otra cosa lo que calmó a Harry. Se sentó en la butaca, respirando agitadamente, y entonces se dio cuenta de que había herido a Arlina... otra vez. Enseguida lamentó haber mencionado a Cedric.
—Lo siento, Arlina, de verdad. No lo pensé.
Arlina formó la mejor sonrisa que pudo, aunque cerrada, y negó con la cabeza.
—Está bien, Harry. Sé lo que quisiste decir —le perdonó, y él suspiró aliviado—. Mira, Hermione, no creo ser la persona indicada para enseñarles. Ustedes lo han dicho: quien se ha enfrentado a situaciones terribles es Harry. Lo peor que he hecho yo ha sido incinerar las insignias de Malfoy.
—¿Fuiste tú? —preguntó Ron de golpe— Pero... no recuerdo que sacaras la varita.
—Porque no lo hizo —contestó Hermione—. ¿Lo ves, Arli? Eres más increíble de lo que crees.
—Eso fue un impulso, Hermione. No debí haberlo hecho. Me descontrolé —se excusó, negando.
—Bueno, piénsenlo —insinuó Hermione con voz queda—... Por favor.
Harry no sabía qué decir. Estaba arrepentido de aquel arrebato y Arlina tenía el ánimo decaído, así que asintieron sin reparar apenas en lo que estaban aceptando.
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