20. Las Tres Escobas
El sábado, antes de la primera prueba, dieron permiso a todos los alumnos de tercero en adelante para que visitaran el pueblo de Hogsmeade. Hermione le dijo a Harry que le iría bien salir del castillo por un rato, y Harry no necesitó mucha persuasión.
—Pero ¿y Ron? —dijo— ¡No querrás que vayamos con él!
—Ah, bien —Hermione se ruborizó un poco—... Pensé que yo podría ir con él a Las Tres Escobas y tú podrías ir con Arlina...
—Ella seguramente irá con Cedric —respondió, arrepintiéndose de haber salido de cama. Ya no tenía muchas ganas de salir—. Regresaré al...
—¡Hola!
La voz de Arlina a sus espaldas lo hizo girar con torpeza, chocando con sus propios pies. Sonrió con un brillo en sus ojos del que sólo Hermione se dio cuenta.
—Hola, Arli —le respondió Hermione, a lo que la chica le sonrió y luego miró a Harry con una ceja alzada.
Harry entendió que Hermione había hablado con Arlina anteriormente, planeando la salida.
—¿Listo para salir un poco y despejarte?
—Pero... ¿no irás con Cedric?
—No —respondió, sonriendo—. Irá con Cho Chang. Desde hace tiempo que le gusta.
Harry recuperó el ánimo más rápido de lo esperado.
—Mmm, espero que no te importe que me ponga la capa invisible.
—¿Tienes una? —preguntó, algo sorprendida— Tranquilo, no me molesta. Seguro así será mejor, para que Skeeter no te tome fotos y haga otro escándalo.
Y cuando Harry se puso la capa invisible, se atrevió a apreciar la forma en que Arlina estaba vestida. Tenía unos botines negros, unos vaqueros ajustados, un suéter blanco de cuello de cisne y un abrigo color crema. Se veía muy linda con el cabello suelto y el labial rosa.
Hermione se despidió y ellos marcharon en silencio.
Se sentía maravillosamente libre bajo la capa. Al entrar en la aldea vio a otros estudiantes, la mayor parte de los cuales llevaban insignias de "Apoya a CEDRIC DIGGORY", aunque aquella vez, para variar, no vio horribles añadidos, y tampoco nadie le recordó el estúpido artículo.
—La gente se me queda viendo —dijo Arlina con risa, cuando salieron de la tienda de golosinas Honeydukes, comiendo unas enormes chocolatinas rellenas de crema—. Creen que hablo sola.
—Lo siento.
—Está bien. Es gracioso ver sus caras de... ¡Oh, no!
Rita Skeeter y su amigo fotógrafo acababan de salir de la taberna Las Tres Escobas. Pasaron al lado de Arlina sin mirarla, hablando en voz baja. Harry tuvo que echarse contra la pared de Honeydukes para que Rita Skeeter no le diera con el bolso de piel de cocodrilo.
Cuando se alejaron, Arlina comentó:
—Están alojados en el pueblo. Han venido para presenciar la primera prueba.
Harry sintió como si el estómago se le llenara de algún líquido segregado por el pánico. Pero no dijo nada de aquello: él y Arlina no habían hablado mucho de lo que se avecinaba en la primera prueba, y Harry tenía la impresión de que ella no quería pensar en ello.
—Se ha ido —dijo, mirando la calle principal a través de Harry—. ¿Qué tal si vamos a tomar una cerveza de mantequilla a Las Tres Escobas? Hace un poco de frío, ¿no? No es necesario que hables con Ron, ni siquiera sabrá que estás ahí —añadió, interpretando correctamente su silencio.
La taberna Las Tres Escobas estaba abarrotada de gente, en especial de alumnos de Hogwarts que disfrutaban de su tarde libre, pero también de una variedad de magos que difícilmente se veían en otro lugar. Arlina suponía que, al ser Hogsmeade el único pueblo exclusivamente de magos de toda Gran Bretaña, debía de haberse convertido en una especie de refugio para criaturas tales como las arpías, que no estaban tan dispuestas como los magos a disfrazarse.
Era difícil moverse por entre la multitud con la capa invisible, y muy fácil pisar a alguien sin querer, lo que originaba embarazosas situaciones. Harry fue despacio, arrimado a la pared, hasta una mesa vacía que había en un rincón, mientras Arlina se encargaba de pedir las bebidas. En su recorrido por la taberna vio a Ron, que estaba sentado con Fred, George y Lee Jordan.
Cuando obtuvo las dos cervezas de mantequilla, consiguió llegar a la mesa y se sentó al lado de Harry, creyendo que estaba en frente de él. Se dio cuenta de su error cuando él tomó uno de los vasos y lo metió bajo la capa.
Arlina se sumió en un silencio ensimismado mientras Harry se bebía su cerveza de mantequilla, observando a la gente que había en la taberna. Todos parecían relajados y alegres. Ernie Macmillan y Hannah Abbott intercambiaban los cromos de las ranas de chocolate en una mesa próxima; ambos exhibían en sus capas las insignias de "Apoya a CEDRIC DIGGORY".
Antes, ¡qué no hubiera dado él por ser uno de aquellos que reían y charlaban sin otro motivo de preocupación que los deberes! Se imaginaba cómo se habría sentido allí si su nombre no hubiera salido en el cáliz de fuego.
Pero, luego de pensarlo unos momentos, reparó en que, si su nombre no hubiera salido, no estaría sentado con la chica más bonita, amable e inteligente de la escuela. Ella se veía contenta, aunque no estuviera haciendo nada más que beber una cerveza de mantequilla. Arlina estaba ahí, haciéndole compañía sin quejarse ni culparlo.
—Mira, son Hagrid y Moody —le dijo en voz baja.
De entre la multitud se destacaba la parte de atrás de su enorme cabeza llena de greñas (afortunadamente, había abandonado las coletas). Harry se preguntó por qué no lo había visto nada más entrar, siendo Hagrid tan grande; pero, al ponerse en pie para ver mejor, se dio cuenta de que Hagrid se hallaba inclinado, hablando con el profesor Moody. Hagrid tenía ante él su acostumbrado y enorme pichel, pero Moody bebía de la petaca. La señora Rosmerta, la guapa dueña de la taberna, no ponía muy buena cara ante aquello: miraba a Moody con recelo mientras recogía las copas de las mesas de alrededor. Probablemente le parecía un insulto a su hidromiel con especias, pero Arlina conocía el motivo: Moody prefería prepararse siempre su propia comida y bebida, porque a los magos tenebrosos les resultaba muy fácil envenenar una bebida en un momento de descuido.
Mientras Arlina los observaba, Hagrid y Moody se levantaron para irse. Harry le hizo un gesto con la mano a Hagrid, pero luego recordó que éste no podía verlo. Moody, sin embargo, se detuvo y miró con su ojo mágico hacia el rincón en que se encontraba él. Le dio a Hagrid una palmada en la región lumbar (porque no podía llegar al hombro), le susurró algo y, a continuación, uno y otro se dirigieron a la mesa de Harry y Arlina.
—¿Va todo bien? —le preguntó Moody en voz alta.
—Perfectamente —respondió ella con una sonrisa.
Moody se acercó a la mesa cojeando y se inclinó al llegar. Harry pensó que iba a comentarle algo a Arlina, hasta que le dijo:
—Bonita capa, Potter.
Harry lo miró muy sorprendido. A unos centímetros de distancia, el trozo de nariz que le faltaba a Moody era especialmente evidente. Moody sonrió.
—¿Su ojo es capaz de... quiero decir, es usted capaz de...?
—Sí, mi ojo ve a través de las capas invisibles —contestó Moody en voz baja—. Es una cualidad que me ha sido muy útil en varias ocasiones, te lo aseguro. ¿Arlina no te lo dijo?
—Lo había olvidado —confesó Arlina, encogiéndose de hombros.
Hagrid también le sonreía a Harry. Éste sabía que Hagrid no lo veía, pero era evidente que Moody le había explicado dónde estaba.
Hagrid se inclinó haciendo también como que iba a decirle algo a Arlina y susurró tan bajo que sólo pudo oírlo Harry:
—Harry, ven a verme a la cabaña esta noche. Ponte la capa. —Y luego, incorporándose, añadió en voz alta—: Me alegro de verte, Arlina. —Guiñó un ojo, y se fue.
—Moody —le habló Arlina, lo que hizo voltear al hombre con su ojo de vidrio bien atento—. Te envié una carta hace poco y no me la has respondido. ¿Todo bien?
Moody esperó unos segundos, pero finalmente asintió.
—No he tenido tiempo, Arli. Pero la responderé en cuanto pueda. ¿Era algo importante?
Ella lo miró con los ojos entrecerrados.
—No, no realmente.
—Bien.
Fue lo único que dijo antes de salir, y fue hasta que desapareció que ella miró a Harry y se inclinó un poco para susurrar:
—Me está mintiendo.
—¿Qué?
—Moody —insistió—. Nadie en mi familia me dice Arli, sólo mis amigos. Y no le he enviado ninguna carta.
—¿Segura?
—Segura —contestó con un asentimiento de cabeza—. Harry, ¿por qué tu voz tiembla?
Harry no se dio cuenta de que su voz temblaba. Sí, había sentido que su corazón se aceleraba y que un escalofrío le subía por la espalda, pero no que su voz temblaba. Y todo porque la boca de Arlina, sin que ella supiera en absoluto, estaba a diez centímetros de la suya.
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