18. ¡Potter apesta!
Arlina entendía la actitud de los de Hufflepuff (aunque no le hiciera ninguna gracia) porque ellos tenían un campeón propio al que apoyar. Le daba tristeza ver cómo de repente casi todos los alumnos de Hogwarts se volvían en contra de Harry Potter.
Y el hecho de que Cedric quedaba mucho mejor que él como campeón arruinaba a Harry un poco más. Cedric era extraordinariamente guapo, con la nariz recta, el pelo rubio moreno y los ojos grises, y aquellos días no se sabía quién era más admirado, si él o Viktor Krum. Arlina frunció tanto el ceño que le dolió la cara cuando presenció cómo las mismas chicas de sexto, que tanto interés habían mostrado en conseguir el autógrafo de Viktor Krum, le pedían a Cedric que les firmara las mochilas.
—De verdad que no es tan difícil, Harry —le decía Hermione para animarlo, al salir de la clase. Ella había logrado que los objetos fueran zumbando a su encuentro desde cualquier parte del aula, como si tuviera algún tipo de extraño imán que atraía borradores, papeleras y lunascopios—. Lo que pasa es que no te concentrabas.
—¿Por qué sería? —contestó Harry con amargura.
En ese momento pasó Cedric charlando con Arlina, quien no se veía contenta con que un numeroso grupo de tontitas estuviera siguiendo a su amigo. Arlina reparó en la presencia de Harry y le sonrió, de repente viéndose contenta. Y Cedric, notando aquello, miró sobre su hombro, y se rió cuando vio a Harry Potter sonriéndole bobamente a su mejor amiga.
Después de comer, Arlina y Cedric salieron del Gran Comedor, hablando sobre la clase que éste había tenido con Moody, de quien ella estaba preocupada, ya que lo actuaba más raro de lo normal.
—Tengo clase. ¿Nos vemos después?
Cedric aceptó y se fue por otro lado mientras Arlina se dirigía a las mazmorras para la clase de Pociones, donde alcanzó a Harry y Hermione y esperó con ellos para entrar a la clase. Ahí también encontraron a los de Slytherin que iban saliendo de Pociones, cada uno con una insignia bien grande en la pechera de la túnica.
Por un momento, Arlina tuvo la absurda idea de que eran insignias de la P.E.D.D.O. Luego vio que todas mostraban el mismo mensaje en caracteres luminosos rojos, que brillaban en el corredor subterráneo apenas iluminado:
CEDRIC DIGGORY:
¡EL AUTÉNTICO CAMPEÓN DE HOGWARTS!
—¿Te gustan, Potter? —preguntó Malfoy en voz muy alta— Y eso no es todo, ¡mira!
Apretó la insignia contra el pecho, y el mensaje desapareció para ser reemplazado por otro que emitía un resplandor verde:
POTTER APESTA
Los de Slytherin berrearon de risa. Todos apretaron su insignia hasta que el mensaje POTTER APESTA brilló intensamente por todos lados. Arlina notó que él se ponía rojo de furia.
—¡Ah, muy divertido! —le dijo Hermione a Pansy Parkinson y su grupo de chicas de Slytherin, que se reían más fuerte que nadie—. Derrochan ingenio.
Arlina vio a Ron, apoyado contra el muro con Dean y Seamus. El pelirrojo no se rió, pero tampoco defendió a Harry.
—¿Quieres una, Granger? —le dijo Malfoy, ofreciéndosela— Tengo montones. Pero con la condición de que no me toques la mano. Me la acabo de lavar y no quiero que una sangre sucia me la manche.
Pansy Parkinson rió tontamente.
—Ya es suficiente, Malfoy —espetó Arlina.
—Ah, Winchester —dijo Draco, mirándola como si le tuviera estima—. ¿Quieres una también?
—Una ¿qué?
—Pues una insig... ¡Ah!
El origen del grito agudo y horrorizado de Draco fue por cómo su insignia se prendió en fuego vivo y ardiente, junto con todas las demás, y los gritos de los que las portaban tan orgullosamente le acompañaron.
Draco chilló y, al igual que los demás, logró apagarse la llama con la manga de su túnica tras golpearse el pecho con fuerza varias veces. Todos lograron apagar el fuego, pero las insignias ya estaban maltrechas y medio derretidas.
La ira que Harry había acumulado durante días desapareció por un momento, y sonrió con verdadero ánimo, hasta que vio a Draco mirar a Arlina (con seguridad de que ella había causado aquel desastre) y sacar su varita mágica para apuntarle.
Todos los que estaban alrededor se apartaron y retrocedieron hacia el corredor cuando Harry se puso frente a Arlina y sacó la varita, apuntándole directamente a Malfoy.
—¡Harry! —le advirtió Hermione.
—Vamos —los desafió Malfoy con tranquilidad, también sacando su varita—. Ahora no tienes a Moody para que te proteja. A ver si tienes lo que hay que tener...
Se miraron a los ojos durante una fracción de segundo, y luego, exactamente al mismo tiempo, ambos atacaron:
—¡Furnunculus! —gritó Harry.
—¡Densaugeo! —gritó Malfoy.
De las varitas salieron unos chorros de luz, que chocaron en el aire y rebotaron en ángulo. El conjuro de Harry le dio a Goyle en la cara, y el de Malfoy a Hermione. Goyle chilló y se llevó las manos a la nariz, donde le brotaban en aquel momento unos forúnculos grandes y feos. Hermione se tapaba la boca con gemidos de pavor.
—¡Hermione! —Ron se acercó a ella apresuradamente, para ver qué le pasaba.
Harry se volvió y vio a Ron, que le retiraba a Hermione la mano de la cara. No fue una visión agradable. Los dos incisivos centrales superiores de Hermione, que ya de por si eran más grandes de lo normal, crecían a una velocidad alarmante. Se parecía más y más a un castor conforme los dientes alargados pasaban el labio inferior hacia la barbilla. Los notó allí, horrorizada, y lanzó un grito de terror.
—¿A qué viene todo este ruido? —dijo una voz baja y apagada. Acababa de llegar Snape.
Los de Slytherin se explicaban a gritos. Snape apuntó a Malfoy con un largo dedo amarillo y le dijo:
—Explícalo tú.
—Potter y Winchester me atacaron, señor...
—¡Arlina no hizo nada! —gritó Harry.
—... y le dio a Goyle. Mire...
Snape examinó a Goyle, cuya cara no hubiera estado fuera de lugar en un libro de setas venenosas.
—Ve a la enfermería, Goyle —indicó Snape con calma.
—¡Malfoy le dio a Hermione! —dijo Ron— ¡Mire!
Obligó a Hermione a que le enseñara los dientes a Snape, porque ella hacía todo lo posible para taparlos con las manos, cosa bastante difícil dado que ya le pasaban del cuello de la camisa. Pansy Parkinson y las otras chicas de Slytherin se reían en silencio con grandes aspavientos, y señalaban a Hermione desde detrás de la espalda de Snape. Arlina tuvo deseos de prenderle fuego a su cabello.
Snape miró a Hermione fríamente y luego dijo:
—No veo ninguna diferencia.
Hermione profirió un gemido y se le empañaron los ojos. Dando media vuelta, echó a correr por el corredor hasta perderse de vista.
Tal vez fue una suerte que Harry y Ron empezaran a gritar a Snape a la vez, y también que sus voces retumbaran en el corredor de piedra, porque con el alboroto le fue imposible entender lo que le decían exactamente. Pero captó la esencia.
—Muy bien —declaró con su voz más suave—. Cincuenta puntos menos para Hufflepuff y Gryffindor, y Weasley, Winchester y Potter se quedarán castigados. Ahora entren, o tendrán que quedarse castigados una semana entera.
Fue entonces cuando Harry volteó a ver a Arlina para disculparse por haberla metido en problemas, pero ella ya había corrido en la misma dirección que Hermione para buscarla.
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