—Yo digo que lo beses y salgas corriendo —Glenn sugirió.

— ¿Cómo es que conquistaste a mi hermana? —pregunté.

—No querrás saberlo —se rascó la nuca con incomodidad.

—Maggie ya me lo contó —puse una mano sobre su hombro y reí—, así qué... ¿la farmacia?

—Oh dios, no puedo creer que ella haya hecho eso.

—Nos contamos todo querido cuñado —sonreí.

—Las odio por eso.

—Nos amas —dijo Maggie entrando a la casa —. ¿Arreglaste las cosas con Carl? —preguntó dirigiéndose a mí.

—No —negué—, y no lo haremos hasta que él pida disculpas primero.

— ¿Qué sucedió? —Glenn preguntó algo desorientado.

—Ella se puso celosa por Enid —respondió Maggie por mí.

—En mi defensa, estaban demasiado cerca.

— ¿Por eso? —el coreano rió.

—Estarías igual que yo si hubieras encontrado a Maggie como yo encontré a Carl.

—Bueno, ahí tienes un punto —Glenn sonrió.

—Maggie, Glenn —Rick entró a la casa junto a Michonne—, yerna —me miró con una sonrisa burlesca.

—Suegro —respondí de la misma manera—, y debería decir... ¿suegra? —miré a Michonne. La morena rodó los ojos bajó la atenta mirada de nuestros tres acompañantes.

— ¿Pasó algo? —preguntó mi hermana.

—Oh, sí —asintió Rick—, la caravana está lista para irnos.

Los cinco salimos y nos dirigimos a la caravana. Para evitar a Carl me senté junto a Rosita con quién comencé a hablar enseguida mientras llegábamos al Hilltop.

— ¿Podríamos hablar? —Carl se acercó mientras esperábamos que Maggie cerrara un trato con el ''líder'' de la comunidad.

—Oh ¿ahora? Tal vez quieras hablar con tú amiguita Enid —dije con sarcasmo. Daryl que se encontraba a nuestro lado rió.

—Malinterpretaste todo —suspiró.

—No lo creo, estaban demasiado cerca.

—Estoy contigo desde hace bastante tiempo, jamás te haría daño —tomó mi mano—, menos engañándote. Te quiero demasiado _____________, en serio no me gusta estar así como estamos —bufó.

—Ya, a mí tampoco pero a veces eres un idiota.

—No lo niego —rió suavemente—, pero no puedes negar que me quieres así.

—Dios, ustedes son demasiado adorables —Daryl se quejó mientras se alejaba.

—Bueno sí, te quiero demasiado —confesé. Carl sonrió.

—Entonces ¿estamos bien?

—Sí, Carlangas estamos bien.

—Realmente odio que me digas así.

—Bueno, tú odias que te diga así y yo odio a tus amiguitas —me encogí de hombros—, ¿estamos a la par o no?

Carl rió y se acercó para dejar un beso en mis labios.