Capítulo 9: Gripe.
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Extra
Camino a zancadas hacia la improvisada granja donde Rick empieza a recoger las herramientas que tiene esparcidas por el suelo, finalizando su trabajo por hoy. La escena vivida minutos atrás se repite en mi cabeza como si de un bucle infinito se tratara.
Áyax ha matado a una persona.
A sangre fría.
Y sin dudar.
Un escalofrío me recorre y dirijo mi mirada a mi hermano, quién camina con las manos en los bolsillos, mirando el suelo a cada paso que da, hasta llegar tras nuestro pabellón.
Mi hermano.
Esa idea me atrapa por sorpresa. Es mi hermano pequeño quién ha matado a Zach. Ha sido ese niño inocente al que me vi obligado a dejar en un orfanato, quien ahora acaba de arrebatarle la vida a un chico de unos veinte años. Como si eso no fuera nada. Como si una vida humana no significara nada para él.
Y antes de darme cuenta, he llegado a la granja.
- ¿Qué ha pasado? – pregunta Rick mientras quita sus guantes para después mirarme con un ojo entrecerrado, pues aún nos alcanzan unos pequeños rayos de sol. Extiendo mi mano para ayudarle a salir del pequeño hoyo donde estaba metido, este la agarra y se impulsa, para colocarse a mi altura. Miro al frente y trago saliva.
- Ha matado a Zach. – sentencio. El hombre a mi lado gira bruscamente la cabeza en mi dirección. Definitivamente no esperaba esa respuesta.
- ¿Qué ha hecho qué? – responde mientras me mira y acto seguido desvía su mirada intentando buscar a Áyax con sus ojos. Pero cuando no lo consigue, su vista vuelve a mi.
- A sangre fría. Sin tan si quiera dudarlo. – afirmo mientras le miro, intentando borrar todas sus ideas de que el hecho sea posiblemente una broma de mal gusto. Pinza el puente de su nariz con el dedo pulgar y el índice mientras mantiene los ojos apretados, con su mano izquierda apoyada en su cadera.
- Porqué. – dice en un tono que parece una pregunta, pero empiezo a dudar si es así.
- Le habían mordido. En una pierna. Michonne iba a amputarle con su espada. – inhalo aire para poder proseguir con la escalofriante parte de la historia. – Pero entonces Áyax saca el arma que le había dado para que se protegiera, y le mete una bala en la cabeza. – Miro a Rick. La escena se revive en mi mente una vez más, repasando a cámara lenta cada jodido detalle. La impactante mirada fría de mi hermano al apretar el gatillo. El cuerpo de Zach cayendo inerte contra el suelo. El repulsivo ruido del caminante trepando sobre el chico para empezar a devorar parte de su cuello. Mi garganta se seca. – Cree que ha hecho bien. Piensa que le ha ahorrado un sufrimiento. Qué si Michonne le hubiera amputado la pierna, Zach sería más inútil para el grupo de lo que ya era.
Rick vuelve mirarme, con la incredulidad grabada a fuego en su cara. Su vista se dirige al frente y cierra los ojos para después soltar todo el aire que contiene en sus pulmones.
- Es mi culpa. No debí dejarle ir. – afirma.
- Si nos ponemos a buscar culpables, yo le di el arma. – respondo mirándole.
Rasca su barba sopesando ambas partes de la historia. Pero ambos sabemos que la culpa no es nuestra. Tan sólo es un desesperado intento por creer que un niño de trece años no ha asesinado a alguien.
- Esto ya lo hemos vivido antes. – dice. Sé que se refiere a Carl. También sé lo que piensa sobre su hijo. Que casi lo pierde. Pero aún no se atreve a poner en palabras esa idea.
- Cuando era tan sólo un niño, le tenía miedo a casi todo. Era bastante asustadizo. – explico con una mueca que intenta parecerse a una sonrisa. Rick me mira atentamente. Mis ojos vagan por el paisaje que tengo en frente, como si visualizara la escena frente a mi. – A las tormentas, sobre todo. – El hombre ríe levemente ante mi comentario. – Se metía bajo la cama. Y yo me metía junto a él, juraba protegerle. – continúo con una sonrisa. - Pasamos toda una noche así. Por primera vez durmió tranquilo. – miro a Rick. – Si le hubieras visto sacar la pistola y apretar el gatillo... Sus ojos daban miedo. Yo provoqué que esa dureza se creara al abandonarle.
- No es tu culpa, Daryl. – dice Rick con una mirada acusatoria. – Hiciste lo mejor que podías hacer. Por su bien.
- Su inocencia, su miedo... Eso quedó atrás. – sentencio.
- Sigue siendo un niño. – responde. – Al igual que Carl. – murmura. Coge aire y mira al frente mientras pone sus manos en su cadera. – Hay que hablar con él. Hacerle saber que lo que ha hecho no es lo correcto. – dice determinado. Asiento en modo de respuesta.
- Iré a buscarle, pero primero tengo que hablar con Beth. – digo. Pone una mano en mi hombro intentando reconfortarme. Suspiro para después mirarle. – Alguien ha de hacerlo.
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Rick, Carl y yo caminamos hacia la granja del patio. A pesar de seguir algo tocado por lo que ha ocurrido, los tres evitamos hacer comentarios al respecto. Y lo agradezco profundamente. En el camino nos encontramos a Michonne, que lleva amarrado el caballo tras de si.
- Ten cuidado. – le advierte Rick mientras camina.
- Siempre lo tengo. - responde ella con autosuficiencia. - ¿Algún encargo? ¿Libros? ¿Cómics? ¿M&M's pasados? – pregunta mientras dirige su mirada hacia Carl y hacia mi, esperando respuesta ante el último ofrecimiento. Río ante su ocurrencia.
- Esos sólo te gustan a ti. – le responde Carl sonriente.
- Intentaré traer unas bolsas. – contesta mientras continua su camino. Niego la cabeza con una sonrisa asomando por mis labios. – Buscaré cosas de las que os gustan. – dice mirándonos a ambos para después dirigirse a Carl. - ¿Por qué ya no llevas el sombrero?
- No es de granjero. – contesta él de forma evidente. - ¿Cuándo volverás? – pregunta deteniendo su marcha, cosas que yo también hago, mientras que Rick sigue caminando.
- Muy pronto. – afirma ella con convicción. Ambos nos despedimos y seguimos caminando hasta la granja.
Rick mete diferentes hierbajos con lombrices en el cubo que Carl sostiene, mientras que yo estoy sentado en el suelo, con los antebrazos apoyados en mis rodillas, observando atentamente, intentando aprender las labores de granjero que me van a tocar hacer a partir de ahora.
No puedo quejarme, me lo he ganado a pulso.
Carl observa los caminantes que empiezan a amontarse en las verjas que rodean la prisión.
- Ayer sólo acabaron con unos pocos. – le comenta a su padre. – Necesitan más gente... Hoy. Podríamos ayudar. – sugiere el chico un tanto esperanzado. Alzo la vista hacia Rick, quién está concentrado en su faena.
- Yo tengo otros planes. – responde el hombre. – Que incluyen tierra y calabacines. Y gente a la que alimentar. – dice mientras continua.
- Bueno, si tu no quieres... - titubea Carl – Podría ir yo. - Entonces mi mirada se dirige a él, consciente de que lo que está sugiriendo no es para nada una buena idea. No después de que yo haya metido la pata hasta el fondo. Rick sostiene un puñado de tierra y lo observa detenidamente. - ¿Puedo?
El hombre se levanta para después mirar a su hijo.
- Tenemos otros planes. – sentencia. – Es lo que hay.
Suelto todo el aire que tengo en mis pulmones y miro a Carl. Este me mira a mi, intentando que no me sienta culpable. Pero se queda en un intento.
Me levanto y ambos seguimos a Rick, quien empieza a echarle la comida de los cubos a los cerdos. Carl entra en el improvisado recinto con otro cubo en sus manos, mientras que yo me quedo fuera, apoyando mis antebrazos en las maderas que lo construyen.
- Papá... Lo siento. – dice su hijo. Y de nuevo, no puedo evitar sentirme culpable. – Lo he intentado.
- Si, lo sé. – responde el padre. – Y estoy orgulloso. – dice mirando a su hijo, para después mirarme a mi. Sus ojos se me clavan como un aguijón y agacho mi mirada.
No puede decir lo mismo de mi.
- Papá... - habla Carl de nuevo, cogiendo aire. - ¿Cuándo me devolverás mi arma?
Alzo la vista bruscamente y miro a Carl. No esperaba esa pregunta. No después de lo que ha pasado. Rick le mira estupefacto, y acto seguido vuelve a mirar la comida a sus pies.
- No creo que sea una buena idea, Carl. – respondo yo desde mi posición, con la vista clavada en mis manos, hablando por primera vez en todo este rato. Le miro y veo como él me mira a mi, reprimiendo un suspiro. Rick deja ver una leve sonrisa ante mi respuesta, dándome la razón, y devuelve su mirada al comedero. Carl comienza a caminar en su dirección llevándole el otro cubo.
- Las lombrices les darán más proteínas. – comenta el hombre cambiando de tema. Pero justo al acabar la frase, un par de disparos que provienen del pabellón nos alertan y hacen que los tres giremos la cabeza alarmados por el ruido. Rick camina decidido y semi agachado. – No os apartéis. – dice de forma rápida.
- ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Por favor venid! – escucho que grita una niña, a quien reconozco como Lizzie.
- ¿¡Pabellón!? – pregunta Maggie en un grito desde la torre de vigilancia en la que se encuentra.
- ¡No lo sé! – responde Rick de igual manera para dirigirse a nosotros. - ¡Subid a la torre con Maggie! ¡Sin discutirlo! ¡Corred!
Carl coge una madera y le ayudo a cerrar la verja del recinto. Veo a Rick correr y adentrarse en el patio. Un silbido hace que Carl y yo giremos la cabeza en dirección a Michonne, quien nos llama para que podamos abrirle la puerta.
Con el corazón a mil, ambos corremos en su dirección para estirar con todas nuestras fuerzas de la cuerda que abre las puertas, haciendo que la mujer a caballo pueda entrar, junto con un par de caminantes. La mujer baja rauda del caballo y ambos caminantes se le echan encima.
- ¡Aguanta! – grita Maggie desde la torre para después bajar por el interior de esta. Carl desaparece de la escena y yo abro la verja y me adentro donde se encuentra Michonne, en el suelo, forcejeando con esos bastardos que intentan morderla.
Saco una daga que llevo escondida en el interior de mi bota derecha, empujo de una patada al primer caminante, y la clavo en el cráneo de el más cercano a Mich. Ella me mira asombrada alternando sus ojos en mi y en la daga.
Evidentemente, nadie sabía de la existencia de ese cuchillo y de que yo lo había mantenido escondido siempre conmigo.
Pero un disparo tras de mi nos alerta y giro bruscamente mi cabeza al ver como se desploma el otro caminante.
Carl le ha descerrajado un tiro en la cabeza con un fúsil desde su posición.
Le miro asombrado.
Maggie entra en escena ayudando a Michonne a levantarse, la cual está gritando de dolor por la torcedura de tobillo que se ha hecho al caer. Pasa el brazo izquierdo por el hombro de la chica y el derecho por el mío, ayudándola a caminar. Carl se encarga de meter al caballo en el interior.
¿Qué nos han prohibido? Usar armas. ¿Qué acabamos de hacer? Yo he revelado que llevaba una daga escondida y Carl acaba de disparar nada más y nada menos que un fusil.
Me doy una palmadita mental en la espalda ante ese hecho.
Carl ocupa el lugar de Maggie, la cual ha ido corriendo a averiguar qué está pasando. Ambos ayudamos a Michonne a caminar por el patio, pero nuestra marcha se detiene cuando el chico suelta delicadamente a la mujer al ver a su padre y corre hacia él.
- Eh, mejor no os acerquéis. Carl... – advierte Rick alzando el brazo para intentar detener a su hijo, pero este hace caso omiso y se lanza a abrazarlo.
- Papá... Lo siento. – murmura entre lágrimas apoyando la cabeza en su pecho. Rick intenta calmarle. – No te veía salir...
- Ya estoy aquí... Estoy bien. – dice continuando calmarle. – Pero apártate. – informa alejándole con sumo cuidado.
- Usé una de las armas de la puerta. – explica Carl mientras da unos pasos atrás, aún llorando. – Te juro que no quería... - termina diciendo.
Las lágrimas amenazan con salir de mis ojos al ver que el chico intenta disculparse por haber cogido un arma, puesto que no soy el único que siente haberles fallado.
Michonne me apreta más contra su costado, intentando abrazarme, para después limpiar una lágrima que recorre mi mejilla y depositar un beso en mi pelo. Rick me mira, y acto seguido sus ojos vuelan hacia la ensangrentada daga que llevo en mi mano izquierda. Cierro los ojos y agacho la cabeza.
Mi sensación de culpa no me permite hacer mucho más.
- Iba a volver a entrar, y me caí. – responde Michonne a la extrañada mirada de Rick. – Salieron a ayudarme.
- ¿Estás bien? – pregunta el hombre un tanto turbado por las palabras de su hijo y la situación. La mujer asiente en modo de respuesta.
- ¿Qué ha pasado ahí dentro? – pregunto aún sin creerme lo que acabamos de vivir en tan sólo unos minutos. Una mujer sale del pabellón con un cuerpo envuelto en mantas. Todos la seguimos con la mirada.
Me lo tomo como una respuesta de que algo malo ha debido de pasar. Algo muy malo.
- Patrick enfermó anoche. – explica Rick, con dificultad para hablar de los hechos. – Parece una gripe. Se extiende muy deprisa. Creemos que murió y atacó a los del pabellón. - Mis ojos se dirigen a Carl, quien se ha quedado como una estatua al oír la noticia. – Oye, ya sé que era amigo tuyo y lo siento, era un buen chico. – Continúa el hombre al ver como su hijo empieza a respirar un tanto agitado. – Hemos perdido a muchos amigos... - Termina diciendo el hombre en un intento por consolar a su hijo. – No debéis acercaros a nadie que haya estado expuesto, al menos durante algún tiempo.
Carl vuelve a acercarse a nosotros y entonces caigo en algo.
Alzo la vista hacia Rick y un leve escalofrío me recorre ante ese pensamiento.
- ¿Y Daryl? ¿Está bien? – pregunto dando un paso a pesar de que Michonne me retiene y el padre de Carl alza una mano en mi dirección advirtiéndome para que no lo haga. El hombre asiente.
- Tranquilo, está bien. – responde. Y es ahí cuando siento como si me hubieran quitado de encima una mochila rellena de piedras. Asiento.
– Que tenga cuidado, por favor. – digo en un intento por mantener mi voz firme. Rick contesta con el mismo gesto con el que le he respondido anteriormente, para después empezar a caminar unos pasos atrás hacia el pabellón mientras que tanto Carl como yo volvemos a ayudar a Mich a caminar.
Después de dejar a Michonne en una de las celdas para que le echaran un vistazo a su torcedura de tobillo, miro a Carl, absorto en sus pensamientos. Así que le ofrezco salir al patio, en un intento desesperado para que respirara aire limpio de ese agobio que producía la situación. Pero la mujer a quién ahora estaban vendando el pie, detiene nuestro camino.
- Áyax... Ya sabes lo que tienes que hacer. – dice a mis espaldas. Suspiro y dejo caer mis hombros.
No me iba a librar, era evidente.
Carl pone una mano en mi hombro, animándome a hacerlo.
Su amigo muere y es él quién me anima a mi. Aún no sé qué clase de persona soy.
Giro sobre mis talones y pongo mi bota derecha sobre los hierros que forman la barandilla a los pies de la cama donde se encuentra sentada la mujer. Saco la daga del interior y la hago girar sobre mi mano, quedando el mango en dirección a Michonne. Apoyo el codo sobre mi rodilla ofreciéndosela. Ella sonríe y la coge. Da un leve toque a mi bota para que la aparte de ahí y río para retomar mi marcha, siguiendo a Carl hacia fuera.
- Nunca se me ha dado bien consolar a la gente. No sé qué decir, siempre la fastidio con mi bocaza. – Suspiro. - Lo siento, supongo. – digo mientras me rasco la nuca.
Nos encontramos sentados en las gradas del patio, frente a la pequeña pista de básquet de la prisión. Mi cuerpo mira en su dirección, con la pierna izquierda flexionada mientras que la derecha me cuelga hasta descansar el pie en el siguiente escalón de la grada. Sin embargo, él se mantiene sentado hacia el frente, con sus antebrazos sobre las rodillas y sus pies en el escalón bajo nosotros.
- ¿Por qué lo sientes? – pregunta mientras me muestra una leve sonrisa, mirándome. Me encojo de hombros.
- Es lo que se dice ¿No? – respondo enarcando una ceja. Ríe a la vez que niega con la cabeza.
- No importa Áyax, no necesito consuelo. – dice volviendo la vista al frente. Le miro extrañado.
- ¿No te afecta? Parecías muy cercano a Patrick. – pregunto un tanto perdido. Él suspira mientras sigue mirando al frente.
- Lo era. Pero no me afecta. O no tanto como debería. Ya no. – contesta – La muerte ya no me afecta. – dice para después de mirarme, intentando explicarse mejor. – Nos rodea, mires donde mires, hay muerte. Terminas acostumbrándote. Te haces insensible a ello. – explica.
De manera nerviosa, empiezo a jugar con los cordones de mi bota izquierda.
- Sé a lo que te refieres. – digo para después mirarle. – Pero de todas formas, es una visión un poco pesimista.
- Eras tú el que decías que el mundo se ha ido a la mierda ¿No? – dice mientras se cruza de piernas, con una sonrisa.
- Oye, no uses mis propias palabras en mi contra. – contesto mientras le doy un leve golpe con el puño en el hombro. Él ríe por mi gesto.
- Es agradable tener a alguien que te entiende a la perfección. – habla mientras mira sus manos, como si fuera lo más interesante del mundo. – Alguien que sea igual que yo.
- Pero la versión guapa y mejorada. – digo con una sonrisa antes de recibir el impacto de su puño contra mi hombro, tal y como yo he hecho, pero con un poco más de fuerza. Él ríe.
- Maldito imbécil... - dice mientras sus ojos azules me miran divertido.
- Yo te he dado más flojo, niñato. – respondo con una sonrisa mientras me froto la zona afectada por el golpe. Él vuelve a reír. – Por lo menos te he hecho reír.
Sonríe.
Y como siempre, por acto reflejo, cada vez que él sonríe, yo también lo hago.
- Siempre lo consigues. – responde visiblemente menos afectado por lo que nos rodea. Aunque él lo niegue, sé que le ha dejado un tanto tocado.
- Bueno, no siempre. A veces también se me da bien fastidiarla. – digo mientras abrazo mi rodilla izquierda contra mi pecho y apoyo la barbilla en ella.
A lo lejos veo como Daryl camina hacia la parte izquierda de la prisión, dónde empieza a cavar lo que interpreto como unas tumbas, mientras algunas personas salen del pabellón con cuerpos envueltos en mantas.
- Pero está en tu mano arreglarlo. – dice Carl siguiendo con la mirada la escena que presenciamos a lo lejos. – Sé que no te gustaría que algo pasara y no hubieras podido solucionarlo. Nunca sabes cuando puede ser nuestro último día.
A pesar de que esa frase me estremece, sonrío.
- Bueno, yo estoy sentenciado. – respondo mientras alzo el brazo derecho, mostrando mi vendaje. Él cambia su semblante a uno más serio. Intuyo que mi broma no le ha hecho mucha gracia. Se posiciona frente a mi y sujeta delicadamente mi muñeca, estirando mi brazo, observándolo.
Ese simple gesto me provoca una pequeña corriente eléctrica allá por donde pasa las yemas de sus dedos.
Él no parece ser consciente de lo que provoca, y antes de darme cuenta, he bajado mi pierna y he vuelto a mi posición original.
Empieza lentamente a desenvolver el vendaje y le dejo hacer observándole fijamente. Cuando lo retira, lo deja sobre sus piernas y estira delicadamente mi brazo, sujetando mi mano con su mano izquierda, empezando a recorrer con los dedos de su mano derecha cada una de las cicatrices en forma de mordedura.
Si antes me había sentido expuesto, ahora cien veces más.
Mi corazón empieza a acelerarse y por primera vez en mi vida, le rezo a todos los dioses que conozco con tal de que él no perciba mi estado.
- No dejes que esto te detenga Áyax. – la forma en la que dice mi nombre pone mi piel de gallina. – ¿Nunca pensaste que esto podría ser la salvación?
Trago saliva.
- ¿Salvación? – es lo único que atino a decir, repitiendo su última palabra como si fuera subnormal.
- Siempre lo has visto como algo malo. Piensas que tu sangre podría transformarnos. Que eres un monstruo más, de aquellos que se amontonan en las verjas. – dice. Desvío mi mirada hacia el bosque, porque sé que tiene razón. Me conoce demasiado. – Pero nunca has mirado más allá. – Vuelvo mis ojos y su mirada se clava en mis pupilas. – Y si tu sangre pudiera salvarnos. Y si en ti estuviera la salvación de todos nosotros. – sentencia a modo de pregunta, pero con una convicción aterradora.
- Me crees demasiado especial. – le respondo haciendo alarde de mi, ahora parece ser, poca autoestima.
- Lo eres. Eres especial. – vuelve a decir convencido.
- Es la forma más sutil que he oído para llamarme idiota. – digo con una leve sonrisa, intentando quitarle hierro al asunto.
- Bueno, eso también lo eres. – dice sonriendo. Pero su semblante se vuelve serio. – La vida te ha dado una segunda oportunidad Áyax. – continúa. Gira su cabeza en dirección a Daryl, quién parece haber enterrado ya a un par de personas y se dispone a cavar un tercer agujero. – No la desaproveches.
Sus palabras aún resuenan en mi cabeza. Haciendo que cada célula que me compone se estremezca.
Jamás lo había pensado así.
Jamás alguien había visto tanto bueno en mi.
Y eso me hace sentir de una forma extraña que desconozco.
Sacudo mi cabeza en un intento por serenarme y mantener intacta mi fachada, como si sus palabras y sus gestos no me hubieran trastocado como lo han hecho.
Mis ojos vuelven a ponerse sobre Daryl, quien emboza su cara bajo el pañuelo que le protege de la extraña gripe que nos ha afectado y sigue cavando. Cojo el vendaje del regazo de Carl y me lo empiezo a poner para después bajar de las gradas de un salto. El chico sonríe.
- Tienes razón. – digo mirándole con una sonrisa.
- Siempre la tengo. – responde alzando levemente la barbilla. Río y le enseño el dedo de en medio mientras camino en dirección a Daryl. Escucho una carcajada a mis espaldas y una sonrisa vuelve a asomar por mis labios.
Camino hasta donde se encuentra mi hermano y a pesar de no saber que decirle, no me detengo.
Alza la mano en mi dirección cuando se percata de mi presencia, impidiendo que avance un paso más. Deja de cavar y descubre su cara bajando el pañuelo, dejándolo en su cuello.
- Quédate ahí, podrías contagiarte. – me dice. Sonrío un poco por su ya conocida sobreprotección, pero camino un par de pasos más hasta alcanzar la segunda pala que se encuentra cerca de la tumba dónde está él. La cojo y la clavo en el suelo, disponiéndome a ayudarle en su faena. Él bufa y rueda los ojos. – Gracias por hacerme caso.
- De nada. – respondo con una sonrisa. Él hace todo lo posible por resistirse a sonreír pero no lo consigue del todo. Entonces saca otro pañuelo de su bolsillo y lo tira en mi dirección, por lo que consigo cogerlo al vuelo. – Gracias... Y perdón. – él me observa intrigado a la vez que deja de cavar. – Por todo lo de ayer. La he fastidiado. Una vez más.
Niega con la cabeza mientras muerde su labio inferior.
- Si alguien ha de pedir disculpas, ese he de ser yo. No debí hacer lo que hice. – Dice mientras señala mi labio roto. Palpo con cuidado la herida, la cual por suerte había dejado de estirarse cada vez que sonreía.
- Te provoqué. Te saqué de quicio. – digo antes de anudarme en la nuca el pañuelo que me ha dado, cubriendo mi nariz y mi boca con él, para poder continuar cavando.
- Y desde luego se te da fenomenal. – responde imitando mi acción. A pesar de que el pañuelo me tapa, sé que sabe que estoy sonriendo bajo la tela.
Ambos seguimos cavando en silencio bajo el sol por lo menos durante una hora más.
Sé que no hacia falta decir perdón de manera oficial, tampoco somos muy dados a expresar lo que sentimos. Era más que evidente que las cosas volvían a ser normales entre nosotros, pero aún así, si no se lo decía, sentía que la garganta me empezaría a arder en cualquier momento.
Daryl sale de su agujero para meter al tercer cuerpo envuelto en mantas en él. Y yo le imito para ayudarle. Una vez hemos colocado delicadamente a nuestro antiguo compañero fallecido, me acerco a mi hermano.
- Perdona Daryl, no debí hacer ni decir todo eso. Lo siento. – digo después de bajar mi pañuelo.
Él me mira y muestra una leve sonrisa. Baja su pañuelo, me coge del brazo izquierdo y me atrae hacia él para envolverme en un abrazo.
A lo que respondo encantado, con una gran sonrisa. Cierro los ojos para disfrutar el momento.
Carl tenía razón, estaba en mi mano arreglarlo.
Daryl apoya su barbilla en mi cabeza y después deposita un beso en mi pelo.
Por estos breves momentos, nuestras fachadas se han ido a la mierda. Ahora mismo, nadie podría afirmar que somos los duros hermanos Dixon.
- Es una bonita estampa. – habla Rick a mis espaldas.
Ambos damos un respingo por el susto que el hombre nos ha provocado con su repentina aparición.
Me giro para verle y una gran sonrisa se dibuja en su rostro por haber visto nuestra escena.
- Ni se te ocurra mencionar este momento a nadie. – digo amenazándole mientras le señalo con el dedo índice de mi mano derecha, sin deshacer del todo el medio abrazo con mi hermano. El expolicía sonríe y alza las manos en señal de rendición mientras que mi hermano ríe.
Pasa lo siguiente, la vida es una serie interminable de desgracias con alguna breve pausa para la felicidad.
Esta había sido una de esas pausas.
Lo que significa que toca volver a nuestra programación habitual.
Parpadeo un par de veces cuando un fuerte dolor de cabeza me sacude como si me hubieran dado con un bate de béisbol en la nuca. Froto mis ojos mientras noto como mi hermano se separa lentamente de mi al darse cuenta de que algo acaba de pasar.
- ¿Estás bien? – me pregunta. Veo como Rick se envara al momento. Mi hermano pone su mano en mi frente. – Estás ardiendo.
- Es... Es el calor. – respondo intentando convencerme a mi mismo de que eso es cierto. Seco con mi antebrazo el repentino sudor que empieza a caer por mi frente.
Me alejo un par de pasos de mi hermano empezando a caer en lo que me está pasando.
Me tambaleo hasta casi caer de rodillas, apoyándome con las manos en el suelo, como puedo.
Ambos hombres dan un paso en mi dirección, pero alzo el brazo izquierdo para detenerles y eso hacen. Vuelvo a colocar la mano en el suelo, puesto que necesito todas mis fuerzas para mantenerme. Y entonces carraspeo.
Mierda.
Una fuerte tos invade mi pecho.
Intento tapar mi boca.
Pero se me hace imposible contenerme.
Y entonces, la siguiente vez que toso, es acompañado de un hilo de sangre que cae de mi boca hasta el suelo.
Parpadeo un par de veces intentando disipar las lágrimas que el esfuerzo a provocado y que me impiden ver con claridad.
- ¿Qué coño...? – tartamudea Rick. Entonces Daryl aterriza de rodillas a mi lado y levanta mi cara con su mano derecha. Sus ojos están al borde de las lágrimas. Rick se posiciona tras él, impactado por la escena.
Sigo tosiendo violentamente. Apoyo mi frente contra el suelo intentando respirar, con la mano de Daryl en mi espalda.
Caigo en algo y me incorporo en el acto.
Palpo desesperadamente el vendaje rezando por que no esté empapado en sangre.
Está seco.
Saco todo el aire que tengo en mis pulmones en señal de alivio, lo que hace que vuelva a toser, y me apoyo en el pecho de mi hermano, quién se destensa y relaja sus hombros al darse cuenta de lo que pensaba.
Entonces sus hombros vuelven a tensarse.
- No puede ser... - murmura. Alzo la vista y veo como apreta sus parpados. Miro a Rick en busca de respuestas. Pero sus palabras caen sobre mi como un balde de agua fría.
- Es... Es mejor que te alejes, Daryl. – dice el hombre antes de pinzarse el puente de la nariz con el dedo pulgar y el índice.
Me alejo de golpe cuando la realidad me atiza en la cara y me arrastro débilmente con los pies.
Miro a ambos hombres mientras respiro agitadamente. Daryl esta de rodillas en el suelo, mirándome con ojos temblorosos. Rick muerde con rabia su labio inferior para después poner su mano sobre el hombro de mi hermano.
Y es cuando una palabra aparece en mi mente como si de un disparo se tratara: Gripe.
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