Capítulo 8. Hay muchas cosas que tú no sabes.
- ¡En que coño estabas pensando! – exclama Daryl mientras pasea de un lado a otro frente a mi, como un león enjaulado. Parece que lo pregunta, pero simplemente grita en mi dirección.
Ya ha oscurecido del todo. Me encuentro sentado en una de las mesas de la sala común, en nuestro bloque. Mantengo mis pies apoyados en el banco de esta mientras que descanso los brazos en mis piernas. Sigo el camino de mi cabreado hermano con la mirada.
Ante mi tengo un escuadrón de miradas enfadadas, compuesto por Rick, Michonne y Hershel. La verdad es que me costaba ver al último enfadado.
- Tenías razón, va a matarme. – digo mientras giro la cabeza hacia Carl, quien está sentado a mi lado, en la misma posición que yo. Este intenta disimular una sonrisa mientras que yo no me escondo para sonreír de forma divertida.
- ¿Te hace gracia? – pregunta Daryl entre dientes para después apretar la mandíbula.
- Si quieres puedo llorar. – respondo encogiéndome de hombros mientras doblo mi pierna derecha y la rodeo con mis brazos. Vuelvo a aguantarme una sonrisa.
Va a utilizarme como diana para su ballesta si sigo así, lo sé.
- Áyax. – me reprocha Michonne. – Basta. – sentencia duramente. Siento la mirada de mi hermano clavada en mi.
- Es inevitable. La situación es muy divertida. Parecéis un puñado de padres enfadados. – comento intentando quitarle hierro al asunto.
- Yo no lo parezco. Soy un padre enfadado. – afirma Rick, en su habitual posición de ambas manos en la cintura. Su mirada se dirige a Carl.
"Espera... ¿Qué?"
¿Realmente pensaba que Carl también...?
No puedo evitar soltar una carcajada.
- Estás muy equivocado Rick... - digo mientras niego con la cabeza – Te aseguro que Carl no tiene nada que ver. De hecho, él ha sido el primero en avisarme de que esto podría pasar. – continúo mirando al chico. Este agradece mis palabras asintiendo levemente.
Rick relaja su postura, pero aún así no calma su enfado.
- Eres una mala influencia, es fácil pensarlo. – añade Daryl con el mismo semblante de antes. Me envaro al momento.
"¿Perdón?"
- ¿Qué coño acabas de decir? – respondo ante su acusación a la vez que me pongo en pie sobre el banco, quedando a mayor altura que él. Rick y Michonne se ponen en estado de alerta como si una alarma hubiera saltado. La última alza las cejas mientras se cruza de brazos, señalando mi no muy adecuado vocabulario.
El enfado en mi empieza a crecer un poco más a cada mirada.
Hasta que Carl me agarra del antebrazo y estira de mi para que vuelva a sentarme. No opongo resistencia y me dejo caer sentándome de nuevo. - ¿Mala influencia? – río con cinismo mirando a Daryl - ¿Sabes quién me dio mi primer cigarrillo cuando tenía cuatro años? – él me mira frunciendo el ceño, extrañado. – Merle. – sentencio con una sonrisa que hace notar mi enfado. – No te las des de protector ahora cuando te he importado una mierda en siete años.
Mi hermano abre los ojos ligeramente, sorprendido ante mi acusación.
El ambiente se vuelve tenso.
Y la furia de ambos aumenta.
- No pienso permitir... - empieza a decir Daryl mientras comienza a caminar en mi dirección. Me bajo de la mesa y voy hacia él.
- Qué. – rujo cuando ambos estamos cara a cara. Apenas le llego a la clavícula, pero eso no va a frenarme. No sería la primera vez que le estampo un puñetazo.
- ¡Basta! – exclama Rick, quien se interpone entre ambos mientras empuja suavemente a Daryl hacia atrás.
- Te estás pasando Áyax. Es tu hermano. - escucho decir a Carl en mi oído, quien está frente a mi, mientras imita a su padre, empujándome con cuidado con su mano derecha en mi pecho y ejerciendo fuerza con su cuerpo. Por extraño que parezca, su contacto me relaja y le hago caso mientras retrocedo un par de pasos, pero ni mi hermano ni yo dejamos de mirarnos fijamente a los ojos.
Él con decepción.
Yo con rabia.
- Fue mi culpa, yo te dejé ir y yo voy a arreglarlo. Por el momento no volverás a salir con ningún grupo. Trabajarás en la granja con Carl y conmigo. Así podremos mantenerte vigilado. – dice Rick al lado de mi hermano. Suelto un bufido.
- ¿Y todo eso por un cigarrillo? – exclamo incrédulo mientras alzo las cejas.
- No. Todo eso por pegarle un tiro en la cabeza a un chico que estaba vivo, a sangre fría. – sentencia el padre de Carl con cierta rabia en su voz.
- ¡Puto chivato! – grito mirando a Daryl y vuelvo a avanzar hacia él. Carl vuelve a repetir la acción de antes, impidiéndome el paso con su hombro contra el mío y su mano en mi pecho.
La rabia me ciega completamente y hago caso omiso a los gestos de Carl por frenarme mientras que sigo intentando avanzar. El chico cierra en un puño la mano que tiene en mi pecho agarrándome por la camiseta, me acerca a él con un tanto de rabia y junta su frente con la mía.
- Para ya. Hazlo por mi. – dice en un susurro, entre dientes, mientras me mira a los ojos fijamente.
Cabrón.
Apreto la mandíbula, desvío rápidamente la mirada y suelto con fuerza por la nariz todo el aire que tengo en mis pulmones. Relajo mi postura.
Entonces el chico me suelta y se separa de mi.
Todos nos miran expectantes pero mis ojos se dirigen a mi hermano.
- ¿De verdad esperabas que no se lo fuera a decir? – me pregunta este con cierta ironía.
- No ayudas, Daryl. – le reprocha Rick.
- Parad ya. Los dos. – dice Michonne mientras alterna la mirada entre Daryl y yo. – Era lo más lógico Áyax. No podíamos pasar por alto algo así. Mataste a sangre fría a un chico que podríamos haber salvado. De un disparo en la cabeza.
- Y por lo que me han contado, después diste a entender que era mejor así. – añade Rick – Nadie es mejor que tú Áyax, pero tú tampoco eres mejor que nadie. – sentencia.
La vergüenza me invade ante su frase. Sé que en parte tiene razón. Asiento mientras mantengo mi mirada clavada en el suelo.
- Y después finalizas el día fumándote un cigarro. – sentencia Daryl.
- ¡Oh venga ya! – exclamo mientras suelto un bufido. - ¿Es lo que más te preocupa? ¿Qué tiene eso de malo? ¡Tú también lo haces!
- Yo soy un adulto, no un niñato. – me reprocha Daryl avanzando un par de pasos hacia mi.
- ¡No soy ningún niñato! – grito mientras le imito y camino unos metros hacia él. Volvemos a estar cara a cara, nos separa poca distancia. Esta vez nadie hace el amago de separarnos.
- Pues no te comportes como tal. – sentencia mi hermano, reprimiendo su rabia ante mi actitud vacilante.
Y sé que tiene razón. De hecho, ahora mismo me avergüenzo bastante de como me acabo de comportar.
Como un niño pequeño y repelente que cree ser adulto.
Y sé que no soy así.
- Ya hay suficiente muerte a nuestro alrededor, como para que te la busques tu sólo. – dice Hershel hablando por primera vez.
- No es sólo eso. – responde Daryl para después volver a mirarme. - Con trece años fumas y matas personas, eso sólo que sepamos. ¿Qué clase de chico de tu edad hace eso? – añade. Río cínicamente mientras niego con la cabeza.
- La clase de chico que tú creaste abandonándome. – Le reprocho. Su mirada se oscurece ante mis palabras. - Os voy a contar algo que igual no sabéis... ¡El mundo que conocíamos se ha ido a la mierda! ¿¡De verdad importa tanto un simple cigarro!? – exclamo. – He fumado cosas peores. – sentencio mientras esbozo una sonrisa y le dedico a Daryl una mirada altiva.
Todos se sorprenden ante mi confesión, pero sobre todo mi hermano, quién pone las manos en su cintura y empieza a caminar de un lado a otro, en un intento por calmarse.
- Pues eso se te acabó. – responde Rick tajantemente, cada vez más serio.
- Y no culpes a tu hermano de todos tus actos. Has de afrontar las consecuencias de todo lo que hagas. Que todo no sea como antes no significa que deba cundir la anarquía. Tenemos unas reglas, y aquí, los niños actúan como niños. – contesta Hershel. Respondo con otra risa cínica por mi parte.
"Cierra la boca" dice en mi interior la única parte sensata de mi que reprocha mi actitud.
- ¡Esta bien! Vosotros ganáis. – digo mientras alzo los brazos en señal de rendición. – Pero no me arrepiento de nada de lo que he hecho. En este mundo el que no mata, muere. Y os aseguro que Zach está mejor muerto. Ni siquiera Beth notará su ausencia. – continúo.
- Áyax. – dice Daryl, advirtiéndome de que me estoy pasando, mientras tensa la mandíbula.
"No lo hagas."
Meto mi mano derecha en el bolsillo derecho trasero de mis pantalones mientras que meto la izquierda en el bolsillo izquierdo delantero, sacando a la vez el paquete de tabaco y el mechero. Saco un cigarrillo de la cajetilla, lo pongo entre mis labios y lo enciendo. Le doy una calada. Tiro el paquete y el mechero a los pies de Daryl.
"No lo digas"
- Ahí tienes, intento de padre. – sentencio con el cigarro entre mis labios para después soltar el humo. Lo tiro y lo piso para apagarlo.
Me miran estupefactos, intentando asimilar lo que están viendo, Rick avanza un par de pasos mientras me mira enfurecido. Nunca le había visto tan enfadado.
- ¡ÁYAX! – ruge Michonne en dirección hacia mi.
- No voy a permitir que nos faltes al respeto así. – habla mi hermano entre dientes. Estoy seguro de que estaba a nada de partirse la mandíbula de tanto apretarla.
Sonrío.
"CÁLLATE"
- Que te jodan. – escupo las palabras con desprecio.
"Eres un puto genio."
Daryl me cruza la cara dándome un guantazo con la palma de su mano, partiéndome el labio y haciendo que gire la cabeza.
Y en el fondo sé que me lo he ganado.
Todos contienen la respiración y el ambiente se vuelve tenso.
Muy tenso.
El sabor a hierro de la sangre que empieza a salir inunda mi boca. Intento reprimir el dolor.
Porque ante todo va mi orgullo.
Agacho la cabeza, me limpio el labio con el dorso de mi mano derecha y la observo.
Noto como la sangre sigue saliendo sin cesar y como esta empieza a bajarme por la barbilla y el cuello.
Alzo la mirada y la clavo en sus ojos.
Su cara es un cuadro. Ni él mismo se cree lo que acaba de hacer. Incluso retrocede un par de pasos.
- Hijo de... - susurro.
Y camino hacia él apretando los puños.
Pero antes de que pueda hacer nada, Carl se abalanza sobre mi y me abraza desde atrás, aprisionándome los brazos.
- ¡Llévatelo! – grita Rick a su hijo, interponiéndose entre mi hermano y yo. Carl me arrastra prácticamente hacia la sala de las celdas mientras yo respiro agitadamente y miro con un profundo odio a Daryl, quién me observa sentado en una mesa. Su mirada está perdida en mi. Le tiembla el labio inferior.
Sé que se siente una mierda.
Y no es el único.
Yo también lo hago.
Miro las maderas de la cama superior de la litera como si fuera lo más interesante del mundo.
Estoy tumbado en la cama de debajo, en nuestra celda.
Y digo nuestra porque había pasado a compartir celda con Carl.
Desde que tuvo ese detalle por su parte de dormir en un colchón fuera de mi celda para no dejarme sólo, se convirtió en costumbre que durmiéramos así. Por lo menos por varios días. Pero no me parecía justo para él, así que pensé en que ambos durmiéramos en su celda de siempre, y a nadie le hizo gracia la idea, puesto que podría transformarme durante la noche y devorar a Carl.
Si, a veces se me olvidaba que estaba infectado.
Por lo que me ofrecí a dormir con el brazo derecho esposado a la cama.
Tampoco les convenció mucho, pero cuando demostré que esposado desde la cama inferior no alcanzaría a tocar al chico, se tranquilizaron un poco más.
Y si, a veces era un tanto incómodo tener el brazo esposado, pero quería estar con Carl.
Necesitaba estar con Carl.
Suena muy enfermizo, pero la compañía mutua se había vuelto casi necesaria para ambos. Nos entendíamos a la perfección, sabíamos lo que el otro pensaba sólo con mirarle, a veces no hacían falta ni las palabras, y en momentos como el de ahora, era reconfortante tener a alguien importante para mi a mi lado.
- No puedes dormir ¿Verdad? – escucho como dice este, rompiendo el silencio de la celda.
- Es imposible. – respondo. Él ríe débilmente.
- Lo sabía. – dice.
- Me conoces demasiado. – comento mientras paso el brazo izquierdo por detrás de mi cabeza y me recargo en él.
- Eso también lo sabía. – responde con autosuficiencia. Y aunque no le veo, apostaría mi brazo mordido a que está sonriendo. – Supongo que has tenido un día extraño.
- ¿Y en este mundo qué no lo es? – pregunto.
- Tienes razón. – contesta al cabo de unos segundos de meditar mi pregunta.
- Lo sabía. – repito con sus mismas palabras, sonriendo.
- Imbécil. – dice él riendo.
- Niñato. – le respondo dando una leve patada a su cama.
Era bastante extraña la forma en la que nos llamábamos de forma cariñosa. O eso nos decía el resto del grupo. Ninguno de los dos era muy dado a dar muestras de afecto, y esto era lo más parecido, porque fue lo primero que nos dijimos en el primer contacto que tuvimos. Yo dije que era un niñato con un arma mientras él me apuntaba, y él dijo que yo era un imbécil con dos katanas mientras la recargaba.
Si, era una forma extraña, muy extraña.
Pero tal y como he dicho, en este mundo qué no lo es.
- ¿Duele? – pregunta unos minutos después. Sé a lo que se refiere.
- Ha dejado de sangrar. – respondo evitando una respuesta concreta.
Joder que si duele.
Duele horrores, y como me sentía por como había tratado a mi hermano y al grupo, aún más.
- Hershel debería coserte la herida mañana, es profunda. – añade con cierta preocupación. No respondo a su consejo. – Áyax... - dice varios segundos después, insistiendo para obtener una respuesta.
- Lo haré. Por ti. – contesto, haciéndole recordar el momento en el que me había obligado a calmarme por él. Él ríe, ha captado la referencia. – Gracias por eso.
- ¿Por chantajearte? – pregunta divertido. Río por su ocurrencia. Y en parte tiene razón.
- Por calmarme. – aclaro – Repetidas veces. – añado riendo. Él ríe también.
- Para eso están... - hace una pausa, buscando las palabras adecuadas que puedan acompañar su frase. – Los amigos. – sentencia.
- Si. – respondo – Para eso están los amigos. – sentencio repitiendo su frase.
Y una extraña sensación me invade, haciendo que el ambiente se vuelva un tanto incómodo. De nuevo, apostaría mi brazo mordido, a que él también lo nota.
- Buenas noches, Dixon. – dice un tiempo después. Sonrío por como me ha llamado. – Estás sonriendo. ¿Verdad? – añade. Me quedo paralizado.
No me esperaba eso, y me ha pillado con la guardia baja.
- Puto niñato. – digo entre risas mientras vuelvo a dar una patada a su cama, un poco mas fuerte a la anterior.
- Imbécil. – me vuelve a llamar mientras ríe y se acomoda en su cama, haciendo que el ambiente vuelva a recuperar su estado reconfortante. – Buenas noches, Dixon. – repite de nuevo.
- Buenas noches, Grimes. – respondo con una sonrisa.
Y una vez más gracias a él, la que pensaba que sería una noche de mierda, termina haciendo que me duerma con una sonrisa.
Escucho como a lo lejos suena un despertador que alguien se encarga de apagar, acto seguido los pasos de esa misma persona, que por el sonido de sus botas reconozco que es Rick, se encaminan hacia la puerta de nuestra celda. Con suavidad abre un poco la cortina, lo suficiente como para que unos tenues rayos de luz se filtren y me den en el rostro.
- Carl, Áyax. - dice Rick con un tono bajo desde la puerta. Abro un ojo para verle y este sonríe levemente mientras carga a Judith con su brazo derecho, al ver cómo me remuevo. Su hijo, quién sé que está bocabajo en su cama porque le veo el brazo izquierdo colgando de ella, hace oídos sordos, pero sé perfectamente que le ha despertado. – Carl... - vuelve a repetir – Vamos. – añade alzando un poco la barbilla mirándonos a ambos antes de dejar caer la cortina.
Me froto los ojos con la mano que tengo libre, en un intento por desperezarme, y me levanto de la cama, sentándome en la orilla de esta. Carl baja de su cama de un pequeño salto.
- Buenos días. – me dice con cierta alegría en su voz, mientras coge algo de ropa para cambiarse. Le sonrío a modo de respuesta antes de que salga de la celda y saco de mi bolsillo la llave de las esposas para desatarme. Siempre la dejaba ahí para tener acceso a ella si algo pasaba. Me levanto de la cama y cojo mi chaleco. Por suerte cada noche tenía por costumbre, después de ducharme, irme a dormir con la ropa que llevaría durante el día siguiente. Eso me hacía estar preparado por si teníamos que salir corriendo de ahí. Para mi mente nunca estábamos a salvo.
Sujeto entre mis manos la camisa sin mangas que siempre llevo conmigo. Observo con detalle las letras en la parte alta de la espalda que componen el apellido Dixon.
Unas pocas gotas de sangre caen de algún sitio, manchándolas en el acto.
Miro hacia el techo extrañado, no sé de dónde puede haber caído eso.
Y una idea cruza por mi cabeza. Palpo la herida de mi labio con delicadeza, ignorando el fuerte dolor que eso me provoca.
Miro el pecho de mi camiseta blanca y en él veo un reguero de sangre.
- ¿Qué narices...? – digo en voz alta para mi mismo.
Parece ser que ha vuelto a sangrarme durante la noche.
Y ahora también.
La sangre que mi hermano me provoco, y que yo mismo me busqué, ahora mancha nuestro apellido.
Qué oportuno.
Cojo la camisa y salgo de la celda a paso rápido en dirección a la sala común.
Y por desgracia la primera persona con la que me encuentro es Daryl. Su mirada me recorre, sorprendido por mis apariencias. Aparto mis ojos, esquivándole como si no estuviera.
Me avergonzaba demasiado por mi comportamiento.
- ¿Qué te ha pasado? – exclama Glenn desde su sitio, después de dar un trago de lo que sea que estuviera bebiendo para a continuación dejar la taza metálica sobre la mesa y observarme detenidamente.
- Tuve un accidente. – respondo evitando mirar a mi hermano mientras me siento en una de las mesas y apoyo mis pies en el banco de esta. Pero siento su mirada clavada. Me froto los ojos. – Por capullo. – prosigo al ver la interrogación pintada en su rostro. Sigue sin entenderme, al igual que Maggie, quien está a su lado. - ¿Tenéis hilo de sutura? – pregunto intentando cambiar de tema.
- Te coseré la herida. – dice Hershel levantándose de su asiento, caminando hacia la salida.
- No. – digo haciendo que detenga su marcha para mirarme. – No es necesario, puedo solo.
- ¿Te lo vas a coser tu mismo? – pregunta esta vez Maggie, quien sigue sin comprender nada de lo que pasa, al igual que su pareja.
- El orgullo hace mucho. – comenta Daryl mirando la sala de las celdas, ignorando al resto de personas que están en la sala.
- No es eso. – contesto entre dientes. – No sé si mi sangre puede contagiaros. Soy inmune, pero vosotros no. Puede que, si mi sangre entra en alguna herida que tengáis, os infecte.
- Eso no lo sabemos. – responde el anciano.
- Es sólo una teoría. Pero prefiero no arriesgarme. – sentencio. – De todas formas, no es la primera vez que me coso una herida.
Daryl me mira ante mi confesión, pero yo evito hacerlo. Una vez más.
- Te traeré lo necesario. – afirma Hershel después de sopesar la idea por unos segundos. Michonne y Carl entran minutos más tarde por la puerta por dónde el anciano ha salido. La primera observa mi camiseta manchada y alza su mirada hacia mi labio roto.
No hace preguntas.
Y se lo agradezco.
Hershel vuelve a entrar con lo necesario en una pequeña bandeja metálica y lo deja sobre la mesa en la que estoy sentado. De esta saca un pequeño trozo de espejo y me lo extiende.
- Gracias. – digo, alzo la vista para mirarle y el me devuelve una cálida sonrisa. Reconfortaba saber que no todos me odiaban. Aunque si era si, yo era el único culpable.
- Eh, un momento. – dice Carl llamando mi atención. Tiene grabada la palabra "enfado" en su frente. – Te lo iba a coser Hershel, no tú mismo.
Suspiro.
- Tengo la teoría de que, si mi sangre entra en contacto con la vuestra, puedo infectaros con el virus, o lo que mierdas sea eso. Y como no quiero que más gente muera por mi culpa, me lo coso yo mismo. – respondo antes de alzar las cejas en su dirección. Asiente rindiéndose dándome a entender que lo ha captado. Acto seguido miro a Hershel y le ofrezco el espejo. - ¿Podrías...? – el hombre asiente mientras sujeta el pequeño trozo y enfoca en dirección a mi labio. Una vez veo mi boca reflejada en el espejo, saco el hilo de sutura con la aguja de su embalaje y me dispongo a clavarlo en el extremo de mi herida.
- Ah... Vale, no pienso ver esto. – dice Glenn mientras se levanta de su asiento. – Menos aún con el estómago vacío. – concluye su frase subiendo las escaleras. Maggie y yo reímos ante su comentario.
- ¿Puedes reventar cráneos de muertos pero esto te supera? – pregunto, y el chico ríe como respuesta antes de irse.
Clavo la aguja en mi piel.
Y un escalofrío de dolor me recorre.
Paso el hilo y noto cada centímetro de este recorrer el agujero.
Me dolió menos cada una de las mordeduras de caminante que tengo.
Repito la operación unas cuantas veces y antes de llegar al final me detengo. Respiro agitadamente.
Cierro los ojos e inhalo aire de forma profunda un par de ocasiones antes de volver a ponerme a ello.
El dolor empieza a superarme. No pensé que fuera para tanto.
- Espera. – habla Hershel deteniéndome. – Lo terminaré yo. Te dolerá menos.
- No, ya me has oído. – digo como puedo, el dolor se me hace bastante insoportable. El anciano coge un trapo de la mesa y lo pone en su mano. A continuación coge la aguja con sus dedos protegidos por el trozo de tela. Suspiro. – Está bien.
No me resisto más y dejo que termine el trabajo.
Y efectivamente, el dolor es menor ya que lo hace con más delicadeza. Unos minutos después, termina la cura poniendo un par de pequeñas tiras blancas, que cruzan verticalmente la herida y ayudan al hilo a juntar ambos extremos de carne.
- Listo. – sentencia admirando su obra. Le agradezco su trabajo. Sonrío.
Y me quejo, porque al sonreír mi labio se estira y la herida se tensa.
- Será mejor que no sonrías en un tiempo. – comenta Carl divertido.
- No será muy difícil. – digo alzando las cejas mientras reprimo una sonrisa.
Teniendo en cuenta el ambiente que hay, será bastante fácil no sonreír.
- Si estáis listos, pongámonos en marcha. – dice Rick, quien viene de la sala de las celdas. Su hijo asiente.
- Un momento. – le interrumpo. – Será mejor que quememos ese trapo. – continúo mirando a Hershel. El anciano asiente. – Todo lo que haya sido manchado con mi sangre es mejor quemarlo. Como si fuera de un caminante. El mismo trato.
- Está bien. – contesta Rick. – El mismo trato. – repite el hombre. Intuyo que ha escuchado mis teorías, teniendo en cuenta que estaba en la sala contigua no era muy raro pensarlo.
Daryl clava sus ojos en mi. A él nunca le había gustado una mierda que me comparará a mi mismo con un caminante.
- Tu camiseta. – dice Michonne, hablando por primera vez en todo el rato.
- Oh joder, es verdad. – respondo al darme cuenta de que la camiseta que llevo está manchada en sangre. Mi mirada se dirige al chaleco. La camisa de mi hermano. La cojo y la miro entre mis manos.
Observo las pequeñas gotas de sangre que manchan algunas de las letras.
- El apellido está manchado con tu sangre. – dice Daryl sin darse cuenta del significado de su frase. Y al cual no había visto acercarse hacia nosotros.
Río.
- Muy cierto ¿Verdad? – respondo mirándole a los ojos. El intenta disimular la leve sonrisa que amenaza por asomar en sus labios. Niego con la cabeza. – No puedo quemarla.
Rick asiente. Entiende lo que esa prenda de ropa significa para mi.
- La lavaré. Le quitaré las manchas. – afirma mi hermano con convicción mientras extiende su mano hacia mi camisa. Se la entrego, intentando pensar que lo va a conseguir.
- Vale, y ahora ¿Qué me pongo? – pregunto señalando mi camiseta manchada. – A penas me queda ropa limpia.
- Te dejaré una de mis camisas. – afirma Carl sonriente. Alzo los ojos al cielo mientras suspiro un "de acuerdo" y el chico sale disparado a nuestra celda. Sonrío.
Y la jodida herida vuelve a tensarse.
Doy un leve quejido y el instinto sobreprotector de Daryl hace que este avance un paso, pero al darse cuenta de que ese dolor lo provocó él, frena su camino y vuelve a su posición anterior.
Y me odio por ello.
"Si hubiera cerrado mi maldita bocaza."
Carl interrumpe mis pensamientos entrando por la sala hasta llegar a mi altura, ofreciéndome una camisa de cuadros de color blanco y azul claro.
Niego con la cabeza. Daryl reprime una risa. Sabe que todo lo que no sea color negro, se aleja de mi.
- Esto no va a salir bien. – digo mientras me rio y observo la camisa. Todos nos miran divertidos. – Es tan... Carl. – sentencio.
El mencionado sonríe.
- Eh ¿Qué problema hay con mi estilo, imbécil? – dice cruzándose de brazos.
- Ninguno... - digo reprimiendo una sonrisa intentado evitar que me duela el labio. – Niñato. – sentencio en un susurro.
- Vale, tenéis que dejar de llamaros así. – dice Michonne mientras nos señala. Rick le da la razón con una sonrisa.
Por unos segundos, parece que todo ha vuelto a la normalidad.
Pero sólo lo parece.
Las risas y el ambiente divertido se cortan en el momento en el que me quito la camiseta y muestro mi torso. Cosa que nunca antes he hecho.
Ni yo mismo me doy cuenta.
Jamás me había atrevido a hacerlo, pero supongo que por la comodidad que el entorno me ofrecía, lo he hecho sin pensar.
Todos contienen el aire y el silencio se hace presente, cuando ven las cicatrices de mi espalda.
La tensión puede notarse cada vez más y más, volviendo el aire irrespirable.
Por lo menos para mi.
Noto como Daryl clava su mirada en cada una de ellas. Alzo la vista para mirarle directamente a los ojos.
Le tiemblan.
Porque sabe quién me las hizo.
Porque él también las tiene.
Porque Merle también las tenía.
- ¿Qué es...? – balbucea Rick el intento de una pregunta. Pero se queda en eso, en un intento.
- ¿Cómo te has hecho eso? – exclama Maggie poniéndose en pie.
- Quién te las ha hecho. – dice duramente quién menos me lo esperaba, Carl.
- ¡No es nada! – escupo antes de estampar mi puño derecho contra la mesa. Cojo aire. – Son marcas de nacimiento.
- ¿Marcas de...? – pregunta Michonne.
- Si. - digo interrumpiéndole. – Si naces siendo un Dixon, las tienes aseguradas. – sentencio.
No quería hablar de ello.
Si hablaba de ello, significaba tener que recordarlo.
Y por nada del mundo quería hacerlo.
Me pongo la camisa todo lo deprisa que puedo, abotonando cada uno de los botones ante el silencio que se genera.
Vuelvo a mirar a mi hermano.
Este me mira con las lágrimas al borde de sus ojos y la boca semiabierta.
Saberlo le ha dolido más de lo que esperaba.
Una vez me he puesto la camisa que Carl me había prestado, empiezo a caminar hacia la salida.
- No lo sabía. – dice Daryl con voz temblorosa, rompiendo el silencio, haciendo que me detenga una vez he subido las escaleras.
Cierro los ojos.
Y sin poder impedirlo, una lágrima rueda por mi mejilla.
- Hay muchas cosas que tú no sabes. – sentencio mirándole, ignorando al resto.
Y empiezo a caminar hacia fuera antes de derrumbarme ante todos.
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