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Capítulo 28. Negan.

- "¿Quién salvará a Los Salvadores?"

La forma en la que cita mi frase, con su profunda voz bañada en un cínico tono, eriza el vello de mi nuca.

Su perfecta sonrisa no se esfuma a pesar de recibir el silencio como respuesta.

El gran hombre chasquea la lengua y suspira.

- Ah, capullos... - dice caminando con lentitud frente a nuestros ojos. El vaho que sale de su boca por la frialdad de la noche queda iluminado por la cálida luz de los faros de coche que alumbran su figura. Una gota de ardiente sudor cae por mi frente mientras que mis pupilas no se despegan del bate apoyado en su hombro derecho. – Alguno de vosotros me dejó ese bonito mensaje. Y, antes o después, pienso descubrir quién.

Carl, a mi izquierda, me dedica una fugaz mirada de reojo.

Trago saliva para aplacar la sequedad de mi garganta.

- He de decir qué... Hay que tener un buen par de pelotas bien puestas para hacerle eso a mis hombres, lo reconozco. – admite haciendo rodar el bate por la palma de su mano. La izquierda se posa sobre su pecho. – Reconozco que estoy jodidamente impresionado. Nunca nadie me había hecho algo así, y sorprenderme no es algo sencillo, así que me quito el sombrero ante quién lo haya hecho... - añade inclinándose, haciendo una reverencia mientras finge quitarse un imaginario sombrero. – Porque repito que voy a averiguar quién ha sido. – sentencia alzando la mirada, posando sus ojos en cada uno de nosotros.

Su sonrisa era perturbadoramente inquietante.

Parecía que se lo estaba pasando en grande.

- Pero no es exactamente eso lo que me trae aquí. – dice volviendo a colocar el objeto de mis futuras pesadillas delicadamente sobre su hombro. – No es el hecho de que os hayáis cargado a muchos de mis hombres, estoy dispuesto a perdonaros eso... Solo por una única cosa. – el silencio tras sus palabras queda roto por nuestras respiraciones y algún que otro castañeo de dientes, pues la noche parecía haberse vuelto más fría de lo normal.

Incluso para mi sofocante fiebre.

- Ha llegado a mis oídos que tenéis algo muy chulo que quiero que sea mío... - sentencia enfatizando las palabras "muy chulo", inclinando ligeramente su espalda hacia atrás. – Alguien más bien. – aclara poniendo los ojos en blanco en lo que pare él es una divertida mueca, pero que a mi me provoca un temblor que empieza a invadir mi cuerpo de pies a cabeza. - ¿Una persona a la que las mordeduras de esas mierdas no le afectan? Joder, eso mola mucho. 

Mierda.

Mi mandíbula se tensa de forma involuntaria.

- ¿Nada? ¿Nadie tiene nada qué decir? – inquiere abriendo sus brazos. – Vamos, estoy siendo muy benevolente. Estoy dispuesto a olvidar la muerte de muchos de mis hombres solo por uno de vosotros. Esto me va a costar que parte de mi imagen se vaya a la mierda, y me costó un huevo llegar donde estoy. – añade intentándonos hacer comprender que nos está haciendo un favor. - Voy a permitir que un puñado de gilipollas se libren de que les esparza los putos sesos por el puto suelo.

Hasta para mi, eso era abusar del mal vocabulario.

- Mirad la oportunidad que tenéis frente vuestras jodidas narices. Os aconsejo que no la dejéis escapar.

De nuevo, el silencio inunda el bosque.

De hecho, parecía que el mundo hubiera dejado de girar durante unas horas para que cada segundo de este momento, quedara grabado a fuego en nuestras mentes.

Porque era más que evidente, que sus palabras eran mentira.

Alguien que invierte tanto esfuerzo en cazarnos, no iba a dejarnos escapar así como así.

Negan vuelve a chasquear la lengua.

Y niega con la cabeza.

- Bueno, no me dejáis alternativa... Qué conste que lo que va a pasar aquí será culpa vuestra, yo os he dado una opción... - dice en un suspiro. - Esto va a parecer una cloaca dentro de nada. – informa pasando su lengua por su labio inferior antes de sonreírnos.

Es en este momento en el que me doy cuenta, de que seguramente esto es lo que todas y cada una de las personas a las que he matado, sentían segundos antes de que yo les quitara la vida.

Parpadeo repetidas veces ante ese asqueroso sentimiento que emponzoña cada gota de sangre en mis venas.

Pero me niego a pensar que yo tengo algo que ver con el bastardo que está frente a mi.

– Y es que, no sé si esa persona se ha dado cuenta, pero, quién fuera que nos hizo esa pregunta, la formuló mal. – añade levantando el dedo índice de su mano izquierda, imitando a un profesor que intenta enseñarles la lección correcta a sus alumnos. Sus labios se curvan de nuevo en una escalofriante sonrisa. - La pregunta correcta sería: "¿Quién os salvará de Los Salvadores?"

Trago saliva una vez más.

La suave ronquera en su voz me hace cerrar los ojos unos segundos mientras asimilo sus palabras.

- Bien... ¿Cuál de vosotros, capullos, es el líder? – inquiere de nuevo. Algo había cambiado en su tono, como si lo adaptara al discurso que siempre usa al iniciar de nuevo un mismo protocolo.

Y eso me hace saber que no somos los primeros a los que tiene arrodillados.

Pero en ese momento decido jurarme a mí mismo, que sí seremos los últimos.

El tipo con pintas de ex narcotraficante señala a Rick a nuestras espaldas.

- Este. – dice sin más. – Este es.

El hombre del bate y chaqueta de cuero suspira sonriente mientras encara al padre de Carl.

- Hola. – dice tranquilamente. – Eres Rick ¿No? Soy Negan.

Mi piel se eriza al escuchar su nombre.

- Y no me gusta nada que mates a mis hombres. – añade. – O por lo menos a gran parte de ellos. Porque lo de las tres cabezas y el mensajito en sangre no parece ser obra tuya. No... - murmura mientras frota su barbilla. – Tú pareces alguien más organizado y menos visceral, pero si eres el líder, eso te convierte en responsable de lo que hagan tus hombres. – matiza volviendo a sonreír. – Te cargaste a mis hombres. – termina generalizando. - Y cuando envié a mis hombres a cargarse a los tuyos por cargaros a los míos... Mataste más de mis hombres. – el silencio nos envuelve. – Eso no me gusta. Nada. No tienes ni idea de lo poco que me gusta, pero... Creo que pronto vas a saberlo.

Los ojos de Rick observan incrédulos al hombre frente a él como si trataran de asimilar la realidad de la situación.

Su cuerpo tiembla.

No sé si de frío.

De impotencia.

O de rabia.

Incluso puede que de las tres.

Pero sus suaves escalofríos ocasionan que una gota de sudor en uno de sus empapados mechones rizados se tambalee.

Al igual que su cordura.

- Si... - susurra Negan, devolviéndome al mundo real al interrumpir el hilo de mis pensamientos. – Te vas a arrepentir de haberte enfrentado a mi, amigo.

Una mueca parecida a una sonrisa aparece en mis labios de manera efímera.

Y para mi suerte, el hombre del bate no se percata de ello.

- Si señor... - sigue diciendo. – Porque Rick, hagas lo que hagas... Lo que está mal es enfrentarse al nuevo orden, y el nuevo orden es este, y es realmente sencillo, con que, aunque seas estúpido, cosa que me parece que eres... Podrás entenderlo. – añade. - ¿Preparado? Empiezo, presta atención. – doy un respingo cuando coloca el bate a la altura del hombro derecho de Rick, muy cerca de su cara. – Dime quién es el inmune, o te mataré. – sisea con una sonrisa.

Intento controlar el febril temblor de mi cuerpo, que se desata aún más cuando contemplo la idea de que Rick pueda morir por mi culpa.

Las mejillas de Negan se contraen cuando su sonrisa se ensancha.

Y aleja el bate del padre de Carl al no obtener ninguna respuesta por parte de este.

- Hoy ha sido un gran día... - dice mientras empieza a caminar frente a nosotros. – Hemos invertido mucho en que sepáis quién soy y lo que puedo hacer. – añade con una mano en el bolsillo mientras que señala a Rick con su bate. - Ahora trabajáis para mi. Si tenéis algo... Me lo daréis a mi. Y tenéis algo. Y me lo vais a dar. – aclara sonriendo una vez más. – Ese es el trabajo. – dice. – Ya sé que esto es... Algo muy difícil de tragar. Pero tragaréis, podéis estar seguros amigo mío. – mis ojos, incapaces de despegarse de Negan, deciden obligarse a dar un fugaz vistazo a mi hermano, quién se encuentra con la mirada perdida en el hombre que nos tiene de rodillas. – Os creíais los reyes ... - mis pupilas vuelven a Negan. – Vosotros... Creasteis algo. Os creíais a salvo, lo entiendo, pero el mundo, es nuestro. Y no estáis a salvo, eso está claro. De hecho, estáis perdidos, más que eso si no hacéis lo que quiero. Y lo que quiero, además de la mitad de lo vuestro, es que me digáis un jodido nombre. – sentencia. – Ahora esa va a ser vuestra vida, y cuanto más os resistáis, mucho más dura será. Así que, si alguno llamamos a vuestra puerta, nos dejaréis entrar, porque esa puerta... Es nuestra. – sentencia con aire solemne. - Intentad pararnos y nosotros la derribaremos. ¿Lo has entendido? – inquiere mirando a Rick.

 Pero de nuevo, del expolicía no sale sonido alguno más que una temblorosa respiración.

Negan se aproxima a él y se pega la mano a la oreja izquierda teatralmente.

- ¿Qué? ¿No contestas? – dice. – No hace falta que me digas su nombre, puedes señalarlo si lo prefieres. – añade con sarcasmo. El hombre se lleva la mano a la barbilla. - No creerás que vas a salir de esta sin decírmelo ¿Verdad?

Veo a Rick tragar saliva.

Y una presión se instala en mi pecho, haciéndome difícil la sencilla acción de respirar.

- Yo no quiero mataros, quiero que quede claro desde el principio. – empieza a decir. – Quiero que trabajéis para mi, y estando muertos no podréis hacer eso ¿Verdad? – inquiere alzando las cejas con obviedad. – Pero para no mataros, tenéis que decirme quién es el inmune. Y si ya de paso queréis añadir al psicópata que me dejó el mensaje, os lo agradecería. – dice pegando de nuevo su mano libre en su pecho en un gesto de gratitud. – Para él tengo reservado algo especial.

Y el tono en el que lo dice, me hace tragar saliva.

Silencio.

Una vez más, ninguna respuesta se hace esperar.

Mis sienes laten con fuerza ante la tensión que hay en mi cuerpo ahora mismo.

Negan no parecía tener la más menor idea, de que a los hombres que buscaba, eran uno solo.

Yo.

- Me estáis obligando a daros una paliza de muerte a cada uno, hasta que alguien confiese alguno de los dos nombres. – sentencia, por primera vez, totalmente serio. – Aunque iba a ser así de todas formas.

Y no estoy seguro de cuando da más miedo, si cuando sonríe, o cuando la seriedad baña su rostro en cuestión de segundos.

Negan suspira.

- ¿Empezamos? – dice cuando una ladeada sonrisa estira su comisura derecha. El hombre rueda el bate en su mano y lo extiende sobre ambas frente a Rick. – Esta... Es Lucille.

Cierro de nuevo mis párpados con fuerza durante escasos segundos cuando le oigo.

Lucille.

Empiezo a ser consciente de que jamás olvidaré ese nombre.

 - Y os aseguro que es estupenda. – dice con una sonrisa orgullosa. – Todo esto... Todo esto es solo para elegir cuál de vosotros tendrá el honor.

Los ojos de Negan se posan en todos y cada uno de nosotros, y cuando lo hacen sobre Abraham, este vuelve a erguir su postura mostrando más valentía que cualquiera de los aquí arrodillados ahora mismo.

El portador de Lucille ríe ante ese gesto.

- He de decir que no me gustaría matar al inmune por error. – aclara mientras camina. – Tú. – mi cuerpo se envara cuando se dirige a Carl, señalándole con su bate. Negan se agacha frente a él.

Y por primera vez, le tengo muy cerca.

Sería solo cuestión de unos cuantos movimientos.

Unos cuantos movimientos, y Negan estaría ahogándose en su propia sangre.

Pero algo en mi se sacude cuando estudio la cantidad de hombres que nos rodean, y como eso sería firmar nuestra sentencia de muerte.

- Tu tenías una de nuestras armas. – dice. Mis ojos vuelan a la pistola a los pies del hombre, enseguida capto el dibujo grabado en el arma de Carl, y del cual hasta ahora no me había dado cuenta.

Un bate envuelto en alambre de espino.

- Si... Tenéis un montón de armas nuestras. – sigue diciendo. Los ojos de Negan se clavan en la pupila de Carl, quien le aguanta la mirada con fiereza y sin un ápice de miedo en ella. Veo a Negan fruncir el ceño, un tanto confuso. Pues parecía no entender como un crío no le tenía miedo. – Joder, chico... Anímate. Llora por lo menos. – el hombre de la chaqueta de cuero sonríe asombrado por el hijo de Rick, antes de levantarse y meterse el arma en la parte delantera de los pantalones. Sus ojos me observan por primera vez.

No sé de dónde saco la entereza para sostenerle la mirada, pero lo consigo a pesar de que apenas me aguanto de rodillas, con mis destrozadas manos sobre estas.

- Estás en las últimas, chico. – susurra sonriente mientras observa la decrepitud de mi rostro. Y ahora su mirada se dirige a Maggie mientras camina con lentitud hacia ella. – Ambos estáis hechos un asco. – comenta a la vez que ve como la mujer intenta contener las pequeñas convulsiones que los escalofríos le provocan. – Debería hacer que uno de los dos dejara de sufrir ya... - y cuando dice eso, alza el bate contra Maggie.

- ¡NO!

El desgarrador grito de Glenn me hace apretar los puños y tensar la mandíbula cuando un temblor sobrecogedor me recorre por el dolor que esa acción me causa en mis manos.

Dwight detiene al coreano, quien ha avanzado hacia su mujer, reteniéndole en el suelo, apuntándole con la ballesta de mi hermano tras propinarle un par de puñetazos.

- ¡No! ¡Glenn! – exclama Maggie entre llantos.

Llantos que no dejan a nadie indiferente.

Negan se vuelve hacia Glenn con las cejas alzadas.

- No... - dice mientras rasca su barba. – Devolvedle a la fila.

Un nudo oprime mi garganta cuando oigo a Glenn ser arrastrado entre gritos para colocarlo de nuevo en su posición.

Esto parecía un teatro, y nosotros una obra orquestada por alguien dispuesto a humillarnos a todos y cada uno.

Y eso que la función solo acababa de empezar.

Glenn llora mientras se arrodilla.

Y Negan ríe poniéndose en pie.

- Bien... Escuchad. – dice. – Que ninguno de vosotros vuelva a hacerlo, o le abriré la cabeza sin hacer excepciones. – aclara. – Ha sido gratis, es un momento emotivo, lo entiendo. – añade señalando a Glenn.

Este sigue llorando en silencio, al igual que Maggie.

Y los ojos del hombre del bate vuelven a Rick.

- Es un asco ¿No? – inquiere. – Acabas de darte cuenta de que no sabes nada. – susurra observando al líder postrado a sus pies. Durante unos segundos la mirada de Negan vuela a Carl.

Y de nuevo a Rick.

Para después volver a Carl.

- Es tu hijo ¿Verdad? – dice sorprendido de no haberse dado cuenta antes mientras señala al chico a mi izquierda con Lucille. Negan ríe. – Está clarísimo, es tu hijo...

- ¡YA BASTA!

El rugido de Rick rompe el silencio de la noche, inundando el bosque con el eco residual de este.

Mi corazón se acelera.

Pues sé que Rick ha llegado al límite.

- ¡Eh! – gruñe el hombre en pie hacia este. – No me obligues a matar al futuro asesino en serie. – dice refiriéndose a Carl.

Mis ojos se abren ligeramente.

¿Había visto en Carl lo que veo yo?

- No me lo pongas fácil, amigo... - dice con sarcasmo. – Tengo que escoger a alguien y todos están deseando que elija el menú de hoy...

El escalofriante silbido que sus hombres emitían minutos atrás sale de entre sus labios, erizando completamente la piel de mi cuerpo.

Una corriente sacude mi columna mientras mis ojos siguen vagamente el recorrido que hacen sus pies mientras pasea tranquilamente.

 - Y no sé por quién decidirme... - reconoce entre risas. – Tengo una idea... - dice. Y su sonrisa se ensancha, marcando unas arrugas en las comisuras de sus labios a causa de tanto sonreír. Extiende a Lucille en dirección a Rick, a escasos centímetros de sus ojos. – Una... - y aparta el bate del rostro del expolicía, para dirigirse al de Maggie. – Dola...

Mis manos tiemblan.

Tiemblan, cuando me doy cuenta.

Cuando me doy cuenta, de qué está usando una canción infantil.

Una canción infantil, para decidir a quién debe asesinar.

Eso es lo que a Negan le importa una vida humana.

Pero algo dentro de mi me llama hipócrita.

Lucille se posa frente Abraham.

- Tela... Catola... - dice está vez hacia Michonne.

Trago saliva.

- Coge... El tigre...

Un sollozo muere en mi garganta cuando señala a Daryl con el bate.

Y mi hermano mantiene la mirada del hombre frente a él, sin mostrar una pizca de miedo en sus ojos.

Un tembloroso suspiro escapa de mi.

- Por... La cola... Si... Te ruge... - dice mientras pasa de Sasha a Aaron. – Suéltalo.

Y Lucille aparece frente a mis ojos cuando dice eso.

Suéltalo.

Suéltalo.

Suéltalo.

Es lo único que se repite en mi mente una y otra vez.

Negan parece leer mis pensamientos.

Y sonríe.

- Mi madre... Me enseñó...

Y es cuando el bate aparece frente a Carl que por primera vez en mucho tiempo siento el miedo adueñarse de mi.

- A elegir... El mejor... De... Aquí...

Lucille sigue pasando frente a nuestros ojos.

Una y otra vez.

Una y otra vez.

En algo que parece una interminable pero ensayada danza, hecha para torturar a todos los presentes.

Una danza que estruja mi corazón con temor.

- Y te ha...

Miedo.

- Tocado...

Temor.

- ... A ti.

Y horror.

Todo eso es lo que siento en un torbellino de emociones que me absorbe.

Cuando Lucille se detiene.

Frente a Abraham.

- Si alguien se mueve o dice algo sacadle al chico el otro ojo y hacédselo tragar a su padre y luego seguimos. – sentencia Negan con voz ronca. 

Mis párpados se abren de par en par.

Mi cuerpo entero tiembla.

Mis pulmones deciden dejar de cumplir su función.

Mi pecho se oprime como si le fuera la vida en ello.

Y ese pitido aparece, dispuesto a hacerme estallar mis tímpanos.

- Respirad...

No.

- Parpadead...

No.

- ...O llorad.

No.

- Todos lo vamos a hacer.

Y Negan alza a Lucille contra Abraham.

- ¡NO!

 La forma en la que bramo esa única palabra hace que me duela la garganta.

Como un único rugido que emana de mi pecho.

El silencio nos envuelve cuando Negan se queda estático en su postura, con el bate alzado.

Carl me mira.

Rick me mira.

Michonne me mira.

Daryl me mira.

Todos lo hacen.

Y en las pupilas de cada uno de ellos puedo ver un firme "No lo hagas".

Pero es lo que tendría que haber hecho hace ya mucho tiempo.

- Yo soy el inmune. – gruño.

Veo como Carl suspira pesadamente, exhalando todo el aire que contiene en sus pulmones, negando con la cabeza.

Michonne contiene un gemido de dolor.

Dos solitarias lágrimas ruedan por las mejillas de mi hermano.

Y Rick cierra fuertemente los ojos, deseando que esto sea solo una horrible pesadilla de la que pronto va a despertar.

- Y yo te dejé ese mensaje. – sentencio alzando la mirada.

Hasta encontrar la de Negan.

El padre de Carl emite un bufido y pinza el puente de su nariz.

El hombre de la chaqueta de cuero baja lentamente a Lucille hasta que esta toca el suelo con el extremo opuesto al que es sostenida.

Inclina su espalda ligeramente hacia atrás y mira el oscuro cielo sobre nosotros.

Y entonces hace algo que no esperaba.

Sonríe.

- Has tardado en soltarlo. – dice mirándome con sus impenetrables ojos. – Me has hecho alargar el numerito más de lo que esperaba, eres toda una caja de sorpresas. – añade con alzando sus cejas. – Verás... Mi querido Dwight me dijo quiénes y cómo eran los dos capullos que habían estado en nuestro pueblo. – confiesa.

Sus palabras son demoledoras.

Y mi cabeza cortocircuita.

Negan observa mi cara, la cual es un extraño cuadro de confusión e incomprensión.

- Podía haber venido aquí y dejar que él os señalara, pero prefería ver como los pajaritos cantaban por sí solos. – termina diciendo mientras nos señala a Carl y a mí con su apreciado bate.

Niego con la cabeza.

- No... No... - titubeo. – Solo fui yo. Él no tiene nada que ver. – digo apoyando mi mano izquierda en el suelo, intentando concentrar mis escasas fuerzas. – Déjale fuera de esto. A él y a todos. – sentencio. – Me querías a mi, y aquí me tienes.

Negan asiente con la cabeza mientras muerde su labio inferior.

- Ya... Verás, eso no es posible. – empieza a decir. – Uno de vosotros tiene que pagar por lo que habéis hecho. – añade agachándose frente a mi. – Y no puedo mataros a ninguno de los dos. A él... - dice mientras señala a Carl con la mirada. – Porque yo nunca le haría daño a un niño. Y tú me has puesto en una encrucijada... - murmura negando suavemente. – Aparte de porque tan solo eres un crío, porque también eres la jodida gallina de los huevos de oro inmunes. – dice riendo de su propia broma. – Ah... Chaval, me has jodido la situación. Está bien jodida... - vuelve a murmurar antes de fruncir los labios.

- No... - tartamudeo mientras le veo ponerse en pie. – Yo soy el inmune, soy lo único que necesitas. – digo mientras subo mi manga derecha y muestro el vendaje que durante tantos años me había acompañado.

Para después arrancarlo.

Rompiéndolo.

Para siempre.

Los maltrechos trozos de venda negra caen al suelo.

Dejando visibles todas y cada una de mis cicatrices.

Haciéndome saber que ya no volverán a cubrir las marcas de mis heridas.

Nunca.

Jamás me había sentido tan desnudo y expuesto.

Un escalofrío me recorre.

- Me iré con vosotros. – digo en un sollozo apagado. – No opondré ninguna resistencia. Me quieres a mi y solo a mi. Deja que ellos se marchen.

Negan se carcajea.

Y yo le observo totalmente perdido.

Vuelve a negar con la cabeza.

- No... - dice mirándonos a todos. – No lo has entendido. - sus pupilas se clavan en mi desde su posición. – El inmune se iba a venir con nosotros de todas formas. El problema, es que también eres el loco que humilló a mis hombres y me amenazó. – sentencia, y sus palabras me hacen tragar saliva con temor. – Lo que quiero que entiendas... Lo que quiero que entendáis. – corrige. – Es que ha de cambiar la forma en la que me miráis. Que vuestros putos ojos se caguen de miedo al verme. Y eso no es lo que he tenido hasta ahora. ¡Habéis matado a muchos de mis hombres! ¿Y de verdad creías que os ibais a marchar así como así? – inquiere con fingida indignación, confirmándome que mis primeras cavilaciones eran correctas. Niega con la cabeza. – Quiero ver el miedo en los ojos de todos, pero especialmente en los de Rick... Y en los tuyos. – gruñe.

Un escalofriante y sepulcral silencio se hace en todo el claro.

- Te creías la segunda mano del líder... - dice. – Y yo te daré el trato que te corresponde.

Rick me mira.

Y yo le miro a él.

Sus ojos tiemblan.

- Sin desperdiciar una sola gota de tu sangre, claro. – sentencia con una pérfida sonrisa. – Creías que había llegado el fin de mi tiranía... - dice citando mis palabras. – Pues créeme, voy a disfrutar de mi trono. – añade caminando lentamente. – Pero sobre todo... Voy a disfrutar demostrándoos quién soy.

Y en tan solo una milésima de segundo.

Una milésima.

Es más que suficiente.

Para que Negan estampe su bate contra el cráneo de Abraham.

Mis ojos se abren completamente.

Al igual que las bocas de todos.

El sonido sordo que Lucille produce impactando contra el hueso, no se me olvidará jamás.

Todos ahogan sus gritos de sorpresa.

Incluido yo.

El cuerpo de Abraham cae contra el suelo por la fuerza del golpe.

Mis manos tiemblan cuando le veo incorporarse de nuevo a duras penas con un reguero de sangre cayendo por su frente.

- ¡Fijaos! – exclama Negan mientras ríe. - ¡Aguanta como un campeón!

- Chúpame... La... Polla... - las palabras de Abraham salen como si fueran su último hálito de vida.

Porque lo son.

Pero un segundo golpe del bate de Negan hacen que su cuerpo caiga de nuevo contra el suelo.

Mis hombros se encogen.

Otro golpe.

Mi cuerpo se tensa.

Otro golpe.

Y mi mente decide dejar de funcionar correctamente. 

Un seguido de golpes más convierten la cabeza del que fue un gran amigo y apoyo para mi, en un amasijo de sesos y espesa y negra sangre.

Incluso después de reducir su cabeza a la nada, Negan sigue golpeando.

- ¿Habéis oído? – pregunta él. – Ha dicho "chupamela"...

Su voz llega a mi como un conjunto de sonidos lejanos unidos de forma inconexa.

Y es que apenas oigo mis propias respiraciones.

Empiezo a sentir como cada rescoldo de cordura que quedaba en mi escapa por mis poros tan solo con el roce del aire.

Y durante esos segundos, no siento nada.

Ni siquiera la horrible fiebre que me tiene consumido.

Todo se evapora.

Se esfuma.

Como la vida, del cuerpo de Abraham.

Y un seguido de recuerdos junto al pelirrojo aparecen en mi mente como destellos fugaces.

Que ya se quedarán solo en eso.

En recuerdos.

Pero no es eso lo que hace que el fuego líquido en mis venas se desate.

Es el llanto de Rosita.

El de Eugene.

Y el de Sasha.

A mis oídos siguen llegando los golpes que Negan da con Lucille al ya destrozado cráneo de Abraham, quien está inerte en el suelo.

Cierro los párpados lentamente.

Haciéndome sentir las lágrimas caer por mis mejillas.

Y mi respiración se vuelve lenta y profunda.

Si alguna vez fui una persona cabal... Eso acababa de terminar.

Aquí.

Y ahora. 

- ¡Qué pasada! – exclama eufórico admirando la sangre impregnada en su bate. - ¡Mirad esto! – dice a la vez que sacude el arma con la que acaba de arrebatarle la vida a un hombre inocente.

Y cuando lo hace, parte del espeso líquido salpica en mi rostro.

El enfermizo olor a hierro inunda mis fosas nasales mientras comprimo mi rostro en una mueca de dolor.

Sus risas llegan a mi mientras siento la sangre aún caliente de Abraham rodar por mi cara.

Uniéndose a mis lágrimas.

- ¡Fijaos! – grita. - ¡Mirad que chica tengo! – añade orgulloso, casi como si la situación le excitara.

Y eso me hace sentir enfermo.

Los jadeos de Negan a causa del esfuerzo son lo único que se oye en la oscuridad de esta eterna noche.

Hasta que mis ojos captan como le acerca el bate a Rosita.

- Cariño... Echa un vistazo a esto. – la mirada de la chica se pierde entre el alambre ensangrentado que le ha quitado la vida al hombre que ama. – Oh... Joder... ¿Es que estabais juntos? Qué faena... Pero si es así quiero que sepas... Que esto no es culpa mía. – dice con convicción. – Os habéis empeñado en... Defender y ocultar a ese chico. – añade mientras me señala con el manchado bate. – Y tu amigo pelirrojo ha muerto por su culpa.

Tenso mi mandíbula, e involuntariamente, mis músculos también lo hacen.

Antes de que pueda siquiera intentarlo, esas palabras ya se han grabado en algún rincón de mi mente.

Y tan solo puedo sentirlas como únicas y verdaderas.

Si yo hubiera hablado antes, quizá Abraham no hubiera sido asesinado.

Aprieto tanto mis dientes que temo que en cualquier momento puedan romperse.

Pero algo inesperado pasa.

Algo que hace que mi posición se vuelva estática.

Algo que hace que mi corazón deje de latir.

Algo que convierte mi fuego interno en hielo.

Y ese algo, es Daryl levantándose y asestando un puñetazo a Negan en su barbilla.

- ¡NO! – vuelvo a bramar por segunda vez en la noche.

Daryl se ha atrevido a hacer lo que nadie ha hecho hasta ahora.

Pero mi alma, si es que la tengo, se encoge al ver como le reducen en el suelo mientras este se retuerce violentamente.

Porque solo puedo pensar en las consecuencias.

- ¡Daryl! – exclama Rick desde su posición.

Y de forma involuntaria, intento incorporarme hacia mi hermano.

- ¡NO! – ruje Negan mirándome mientras señala al padre de Carl con Lucille bañada en sangre. – Oh, vaya... Eso no se hace...

- Suelta... A mi hermano... Hijo de puta. – gruño entre temblores en mi posición.

 Todas las miradas se dirigen a mi.

Incluida la de Daryl, reducido en el suelo.

Negan arquea una ceja.

- ¿Qué coño acabas de decir? – inquiere con sarcasmo. Su mirada de superioridad se dirige a mi hermano. – Devolvedlo a la fila. – dice con desprecio. Sus ojos se clavan en mi mientras camina hasta agacharse. - ¿Qué has dicho?

El calor me recorre.

Las lágrimas caen por mis mejillas.

Haciéndome notar la sangre de Abraham secándose en ellas.

Mi piel se eriza.

Negan sonríe frente a mi cuando su cara se encuentra a mi altura.

- Vamos, no llores. – dice con sorna.

Alzo mis ojos hasta él.

El silencio se hace.

La imagen frente a mi tiembla.

Y dejo, que esta vez, sea el monstruo el que hable.

- No lloro por mi. – susurro. – Ni por Abraham. – añado en un ronco tono de voz. – Lloro por ti. – unas sobrecogidas respiraciones son lo único que se oye tras mis palabras. Una ladeada y para nada cuerda mueca similar a una sonrisa, tira de mis labios. – Pienso en todo lo que voy a hacerte. Y eso me hace llorar. – siseo a la vez que caen más lágrimas. – Me asusta.

El rostro de Negan cambia.

Pasa de mirarme con una divertida sonrisa.

A observarme con ligero orgullo, admiración y sorpresa.

Pero no le doy tiempo a más.

Porque me abalanzo sobre él sacando mi daga de la bota en el proceso.

Su espalda resbala un par de metros por el suelo de tierra debido a mi impulso, conmigo sobre él.

Oprimo su cuello con mi mano izquierda y con la derecha aprieto la afilada hoja del arma en su garganta, ignorando el dolor que eso me ocasiona.

Decenas de exclamaciones de ambos bandos se alzan rompiendo el monótono silencio del ambiente, pero la tensión hace que este vuelva a hacerse presente.

- Podría rajarte la puta garganta ahora mismo. – gruño a escasos centímetros de su estúpida cara. – No vuelvas... A tocar... A nadie... ¡DE MI FAMILIA! – grito en su rostro.

Silencio.

Tensión.

Y más silencio.

Y lo que parecen segundos, pasan como si fuesen horas.

La expresión del hombre bajo mi se vuelve seria durante unos momentos, pero cuando parece que he saboreado la victoria.

Se queda solo en eso, en un parece.

La mano izquierda de Negan se deshace con facilidad de mi débil agarre y vuela hacia mi derecha, apretando con fuerza sobre mi ensangrentado vendaje.

Un grito de dolor sale de mi garganta cuando un severo espasmo me recorre, haciendo que la daga caiga de mis manos por si sola al sentir las miles de invisibles agujas clavarse en ella, provocándome un enfermizo hormigueo que me sube hasta el hombro.

- No quiero hacerte daño, pero me estás obligando... - gruñe alejando mi destrozada mano de su cuello. - ¿¡Es que no has entendido nada!? – exclama antes de apartarme de él de un empujón tras asestarme un rodillazo en el estómago, el cual me roba el poco aire que albergaban mis pulmones.

Ruedo por el suelo y dado mi patético estado, sus fuerzas me sobrepasan, obligándome a quedarme hecho un ovillo, asimilando el dolor que aún me sigue sacudiendo.

- En el fondo me caes bien... - susurra mientras se pone en pie. Veo como se limpia un pequeño hilo de sangre que sale de su cuello. Después de todo, sí que había conseguido hacerle una pequeña herida. – Pero sigo sin conseguir que entiendas quién soy.

Sus palabras me hacen tragar saliva.

Porque significaban la más cruda de las realidades.

Que cada acción tenía consecuencias.

Levanto la vista cuando me semi incorporo en el suelo, aún arrodillado, con mi mano derecha encogida en mi pecho, como si así pudiera mitigar su dolor, mientras que intento sostenerme apoyando la izquierda en el suelo.

Y lo único que veo, desde mi posición en el centro, es a todos los miembros del grupo.

A toda mi familia.

A toda mi vida.

En fila frente a mis ojos.

Mi mirada se alza hacia Negan, quien, colocado a mi izquierda, me mira como si yo fuera un perro a sus pies.

- Lo que ha hecho tu hermano... - dice en algo similar a un gruñido. – Lo que tú acabas de hacer... No se hace. – sentencia. – ¡Aquí no se permite ninguna gilipollez! – exclama mirándonos a todos. Pero de repente su mirada brilla, y por sus labios cruza la más malvada de sus sonrisas. Y sus ojos se clavan en los míos. – Tengo una idea... - susurra. – Oh... Sí, esto sí que te hará aprender.

Sus palabras opacan el sonido de mis jadeos debidos al sobreesfuerzo que he hecho.

Su mano se posa en mi pelo para tirar de el hacia arriba cuando se agacha a mi altura, haciéndome levantar la cabeza.

Una mueca de dolor y rabia baña mi rostro.

- Elige al siguiente. – sisea en mi oído antes de soltarme con desprecio.

Mis ojos se abren con temor.

Y le miro.

Le miro como si no creyera lo que está diciendo.

Negan arquea sus cejas mientras sonríe.

- ¿Qué? No te esperabas esa jugada ¿Verdad? – inquiere con sarcasmo, regodeándose en su superioridad.

Una vez más tenso mi mandíbula y le miro con odio.

Levanta a Lucille y señala con ella a todas y cada una de las personas que están arrodilladas frente a mis ojos.

 - A pesar de haber intentado matarme, cosa que admiro, te estoy dejando elegir quién será el próximo del que beba esta muñeca. – dice volviendo sus ojos a mi. – No me negarás que eso es ser buena persona ¿Eh?

Empiezo a boquear como un pez fuera del agua cuando me doy cuenta de que su amenaza va totalmente en serio.

- No... No puedo hacer eso... - tartamudeo clavando mi mirada en el suelo.

- ¡Sí que puedes! ¡Claro que puedes! – exclama Negan de manera efusiva. – Porque si lo hago yo, te aseguro que no tendré ningún tipo de contemplación. – afirma con convicción.

Mi labio inferior tiembla ante las expectantes y rojizas miradas de todos.

Pues en su mayoría, todos contenían las lágrimas, teniendo sus sentimientos a flor de piel.

- No... No... Yo no... - murmuro sintiendo como las mías empiezan a acumularse de nuevo en mis ojos.

Y estos se clavan en el cuerpo estático de Abraham.

Mi boca se seca.

- ¡No puedo! – grito cerrándolos, apoyándome con ambas manos en el suelo.

- ¡SI PUEDES! – brama Negan con enfado. Entonces el hombre se agacha a mi lado. – Esto es muy sencillo. – dice mientras levanto mi vista hacia toda mi familia. – O eliges. – añade. – O mueren.

Y cuando dice eso, todos y cada uno de los Salvadores de Negan, encañonan sus armas hacia todos los miembros de mi grupo.

Miro la escena con la boca abierta.

Una sinuosa lágrima rueda por mi mejilla en un camino más que veces recorrido por ella.

Las miradas de todos están opacas.

Perdidas.

Vacías.

- No pasa nada, Áyax... Tranquilo... - dice Maggie entre susurros que más que eso, parecen sollozos. – No importa...

Negan alza su dedo índice, mandándola a callar.

- No, sí que importa... ¿Áyax, cierto? – inquiere mirándome. Ni si quiera me atrevo a responder. – Tienes chulo hasta el nombre. – comenta dándome un leve toque en el hombro con su puño de manera divertida. De mi extraviada mirada sale otra lágrima más. – Importa, porque estarías siendo un jodido egoísta. - empieza a decir. – Importa, porque sus vidas para mi, no. Entiéndelo. En este punto, puedo encontrar gente nueva que trabaje para mi en algún que otro momento, pero no alguien que sea inmune, y eso mola mucho. Y quiero que sea mío. – añade. – Lo que quiero decir, es que el único que me interesa que siga con vida, eres tú.

Es entonces cuando todos sus hombres quitan el seguro de sus armas.

Mi cuerpo se encoge.

- Así que decide. – sentencia. – Porque si lo hiciera yo, me daría igual que fuera tu hermano...

Y cuando dice eso, mis ojos vuelan a Daryl.

- Que fuera tu madre...

Miro inconscientemente a Michonne.

- ... O a tu padre.

Mis pupilas se clavan en Rick.

Y este último, consciente del recorrido que mis ojos han seguido, cierra los suyos durante un segundo, dejando escapar una lágrima.

La primera que veo de él en toda mi vida.

Tiemblo.

- O el jodido Espíritu Santo. – termina diciendo.

Mi vista se alza al cielo, en un burdo intento por pedir ayuda.

- No puedo elegir... - digo en un amargo sollozo, devolviendo mi mirada al suelo. – Son mi familia... - susurro cuando más y más lágrimas caen.

Negan, aún agachado a mi lado, pone una mano en mi nuca y empieza a acariciar mi pelo.

Mis músculos se tensan ante su contacto.

- Eh... Vamos... - dice con voz suave, como si fuera un padre consolando a su hijo. – No todos son tu familia, seguro que tienes tus preferencias. – añade sin más encogiéndose de hombros, como si hablara de la buena noche que ha quedado.

Negan sonríe con cinismo e inocencia mientras me ve llorar en silencio y negar con la cabeza.

Tenso la mandíbula y sacudo mi cabeza, alejando su mano de mi.

- No pienso hacerlo. – gruño ocultando un gemido de dolor.

Negan suspira.

- Eres terco como una mula ¡Dios! – dice entre risas. – Cada vez me caes mejor. – sentencia. – Escoge.

Trago saliva.

Niego de nuevo.

- No.

Más lágrimas.

- Hazlo. – dice el hombre a mi lado mientras se pone en pie.

Mi corazón se acelera.

- No... - sollozo.

- Estoy empezando a cansarme... - gruñe con seriedad e impaciencia.

- ¡No puedo! – grito abrazándome a mi mismo, inclinando mi torso hacia adelante.

- Quizá algo de motivación te venga bien. – añade.

Y sus hombres colocan el cañón de sus armas en las cabezas de toda mi familia.

Un jadeo sale de mi garganta.

- ¡NO! – exclamo. - ¡NO PUEDO HACERLO! ¡POR FAVOR! – apoyo mi mano derecha en el suelo.

Cada grito.

Cada exigencia.

Cada sollozo.

Parecía robarme más y más de mi mismo.

- ¡Por supuesto que puedes! – grita Negan, quien empieza a caminar a mi alrededor. – Seguro que hay alguien con quien tienes menos afinidad. Alguien que sobra. Alguien del que su vida te importa una mierda. ¡Decide!

- ¡NO! – cada vez que hablo, mi voz suena más rota. - ¡LO ENTIENDO! ¡LO ENTIENDO!

Negan suelta una carcajada.

- No, lo dices, pero realmente no lo piensas. – responde. - ¡Escoge!

Mi llanto se ha vuelto un sonido de agonía.

Veo a mi hermano llorar.

Carl contiene las lágrimas.

Michonne llora sin consuelo.

Y Rick tiembla.

- Tic, tac, tic, tac... - canturrea el hombre que deambula en círculos a mi alrededor.

- No... - gruño antes de morder mis labios.

- Vamos. – sisea.

- ¡No!

- ¡VAMOS!

- ¡NO!

- ¡HAZLO! – exclama sacando el arma que le había quitado a Carl para después apuntarle a él.

- ¡AARON! – rujo.

 Un imponente y asfixiante silencio se hace en la noche.

Mis ojos vuelan al mencionado.

Y este me mira antes de cerrar los suyos durante unos segundos.

Las lágrimas bajan libremente por su rostro.

Con la mirada intenta decirme que lo entiende.

Pero yo no lo creo.

Negan sujeta a Lucille con el codo.

Y empieza a aplaudir lentamente.

Y todos sus hombres le siguen.

Mis ojos tiemblan perdidos.

- Hostia... Puta ¡Lo has hecho! – exclama antes de reír. – Te juro que... - sus risas le cortan la frase. – Te juro que no pensé que fueras a hacerlo. – el hombre bufa sorprendido. – Bueno, Aaron... Ya sabes lo que opina este jodido psicópata de ti. – sentencia carcajeándose mientras mira al elegido por mi.

Mi mirada se clava en el suelo.

Trago saliva con real dificultad.

Varios escalofríos erizan mi piel.

Negan me estaba probando.

Me estaba llevando a límites desconocidos para mi.

Estaba estirando mi cordura hasta el extremo.

Pero mi cordura era como una goma elástica.

Y si tirabas mucho de ella, podía darte en la cara.

- ¡BASTA DE JUEGOS! – grito. – Psicópata hijo de perra... - gruño en su dirección.

Negan ralentiza sus aplausos hasta que deja de hacerlo.

Vuelve a agarrar a su amado bate.

Y suspira relajando sus hombros.

- Ah, no, Áyax... - dice caminando con calma. – Pensé que lo habías entendido. – murmura asintiendo. – Que lo habíais entendido. – sisea. – La cosa no va así. Creo que ya os lo dije amigos. – dice señalándonos a todos con el bate. – El primero es gratis. ¿Pero qué más dije? ¡Dije que acabaría con eso! Sin excepciones. – añade. – Pensé que esto os haría entender, pero veo que sois duros de mollera. No sé con qué clase de chalados cuentistas habéis tratado antes. – su ladeada sonrisa pone mi piel de gallina. – Pero soy un hombre de palabra. – sentencia. – La primera impresión cuenta... Y quiero que me conozcáis. Así que...

Mi mente desconecta cuando sujeta a Lucille conlas dos manos.

Y la estampa en la cabeza de Glenn.

El suministro de aire se corta en mis pulmones ante la impactante e inesperada escena.

El sollozo desgarrador de Maggie penetra en mis oídos, dispuesto a quedarse en ellos durante una buena temporada.

Y para volver todo aún más bizarro, Glenn se incorpora con erráticos movimientos.

Mi cuerpo entero tiembla al ver como su ojo izquierdo está casi fuera de su cuenca, y una horripilante brecha deforma su cabeza de una manera muy poco natural, exponiendo parte de su reventado hueso.

La sangre baja sin cesar por su rostro.

Un llanto llega a mi, obligándome a mirar a su dueño.

Carl.

Pero la voz de Negan devuelve mi vista a Glenn.

- ¿Amigo sigues ahí? – dice sonriente, inclinándose sobre lo que queda del marido de Maggie. – No sé yo... Parece que intentas decir algo ¡Pero te he dado una leche bestial! ¡Te he partido el cráneo de tal forma que se te ha salido un ojo! ¡Das un asco de la hostia! – exclama riendo.

La voz de Glenn sale como unos suspiros apagados, casi sin voz.

- Maggie...

Más lágrimas no hacen esperar a mis mejillas.

- ... Te buscaré...

Ahogo un gemido de dolor.

Maggie llora.

Igual que lo hacemos todos.

- Oh... Joder... - dice Negan mirando a la mujer. – Está siendo muy duro para todos... - tenso mi mandíbula. – Lo siento... Os lo aseguro, de verdad. Pero os lo dije... ¡No hay excepciones!

Y el cráneo de Glenn recibe un segundo y brutal impacto.

Que nos sobrecoge a todos.

El cuerpo de Glenn cae tendido al suelo.

Y el sangriento sonido de cada golpe, seguido de otro golpe, no se hace de rogar.

Los llantos de Maggie quedan por debajo de ese escalofriante sonido que quedará grabado para siempre en nuestras memorias.

Maggie llora.

Michonne llora.

Rosita llora.

Sasha llora.

Daryl llora.

Eugene llora.

Aaron llora.

Carl llora.

Rick llora.

Y yo lloro.

Todos lo hacíamos por Abraham.

Pero ahora, también por Glenn.

Este no era el final que los dos merecían.

Nadie merece que su vida sea arrebatada de esa forma.

Excepto aquel que la arrebata.

Mi tristeza cumple el cupo máximo permitido por un día.

Y tal vez por años.

Pues dos vidas, de dos grandes hombres que nos acompañaron desde casi el inicio, acababan de ser segadas de este mundo.

Pasando a ser dos cifras más. 

Un grotesco charco de sangre se alza cada vez que el bate de Negan impacta en la ya más que destrozada cabeza de Glenn.

Pero lo que verdaderamente me hace apartar la mirada, es ver como el cuerpo de Glenn sigue moviéndose por los espasmos de dolor que aún reciben sus extremidades.

Y esa macabra escena me atrapa.

Me obliga a reconocer que, este día, aquí y ahora, quedará firmado como el día en el que comenzó mi infierno en la Tierra.

Porque si existía algún infierno, era un lugar muy parecido a este.

- Lucille... Tiene sed... - dice ese bastardo hijo de puta cuando deja de golpear el cadáver de Glenn. - ¡Es un bate vampiro!

Y entonces ríe por su propia broma.

Negan se encamina con lentitud hacia Rick, y es cuando me doy cuenta de que un trozo de piel bañada en sangre está clavado en el alambre de espino que rodea el bate.

Contengo una arcada ante esa violenta imagen.

Pero justo en ese momento caigo en algo que mis ojos no habían terminado de advertir.

Y es que Rick había dejado de llorar.

Mi sangre se congela cuando veo la neutralidad de su rostro empapado en sudor.

En su mejilla derecha también tiene parte de la sangre salpicada de Abraham.

Su mirada no tiene vida alguna.

Sus ojos son más parecidos a los de un muerto que a los de un vivo.

Pronto me doy cuenta de que eso es lo que es en este momento.

Un muerto en vida.

- Qué pasa... ¿Tan malo era el chiste? – inquiere Negan sonriendo.

Rick no parece si quiera haber oído sus palabras.

Contemplo su impasible silueta.

Y es que, a pesar de estar arrodillado, el expolicía no parecía haberse doblegado ante el mandato del hombre que le hablaba en ningún solo momento, incluso después de todo lo que este había hecho.

Más bien, parecía que eso le había infundado la fuerza suficiente para devolverle el golpe.

Porque tal vez no había que medir a un hombre por cómo se arrodillaba.

Sino por cómo se levantaba después.

Sus ojos se alzan hasta encontrarse con los míos.

Y su mirada.

Su mirada había cambiado.

Había cambiado por aquella que siempre me hacía sonreír.

Y eso es justo lo que mis labios hacen en este momento.

- Voy a matarte. – sentencia en un susurro.

Pero más que a susurro, suena como una firme promesa.

Negan se agacha frente a él.

- ¿Qué? No te he oído, vas a tener que hablar más alto. – dice este con sarcasmo.

Los ojos de Rick se clavan en Negan.

Y mi piel se eriza ante ese simple gesto.

Rick traga saliva y agacha la cabeza durante unos segundos antes de volver a levantar la mirada.

- No será hoy... - sisea. - ... Ni mañana. – sentencia. – Pero te voy a matar.

Un sonido parecido a una desquiciada risa sale de mi garganta.

Y Negan se gira ligeramente a mirarme.

- Quién salvará a Los Salvadores. – susurro dichas palabras como un mantra, de tal forma que consigo poner mi propia piel de gallina.

El hombre chasquea la lengua por décimo sexta vez en toda la noche mientras niega con la cabeza.

Suspira.

Y vuelve sus ojos a Rick.

- Joder... – dice. – Simon. – y el tío con pintas de ex narcotraficante al que ahora ya le pongo nombre, responde al llamado de su amo. - ¿Qué llevaba este? ¿Un cuchillo?

- Una hachuela. – contesta el perrito faldero.

- ¿Una hachuela? – inquiere Negan con sarcasmo.

- Es como un hacha. – aclara.

Negan ríe.

- Simon es mi mano derecha. – dice mirando de nuevo al padre de Carl. – Hay que tener un segundo de abordo ¿Por qué sino qué es lo que tienes? ¡Un huevo de trabajo! – explica. Entonces sus ojos se clavan en mi. – Tú ya tienes uno. – afirma. Mi mirada de odio hace que el hombre frente a Rick vuelva a chasquear la lengua de nuevo. – Ya... Vale. Dame su hacha.

Y es lo que Simon hace.

El sonido del bosque queda roto por las pisadas de este.

Negan coge el hacha y se la cuelga del cinturón una vez se ha puesto en pie.

Y mi respiración se detiene cuando agarra a Rick de su chaqueta y tira de él para arrastrarle frente a todos de una forma más que humillante.

- Ahora vuelvo. – dice Negan mientras tira del expolicía.

Mi corazón se encoge cuando veo al hombre revolverse intentando ponerse en pie para terminar con semejante degradación.

- Puede que Rick vuelva conmigo, sino siempre podemos descuartizar a su gente ¿No? – añade el hombre del bate.

Rick me mira consternado cuando pasa cerca de mi y yo me muevo en mi sitio intentando incorporarme.

Pero Negan adentra al padre de Carl en el interior de la caravana como si fuera un jodido perro.

Y su feroz mirada se clava en la mía.

Su mano izquierda me agarra del pelo con fuerza y me estampa contra la caravana después de ponerme en pie.

Es entonces cuando envuelve mi cuello con sus dedos.

Una sensación ardiente inunda mis vías respiratorias cuando la falta de oxigeno se hace presente.

Parecía que en ellas hubiera fuego en vez de aire.

Con mis destrozadas manos agarro su antebrazo.

Y me separa de la caravana.

Para volver a golpearme contra ella. 

- También me llevo a Áyax de paseo con Rick. – les dice a sus hombres. Estos ríen cuando se refiere a nosotros como dos mascotas. – Les vendrán bien nuevas perspectivas a ambos. Hay cosas que aún deben de comprender. – añade. – A los perros, hay que educarlos. – gruñe a escasos centímetros de mi cara.

Y de un fuerte empujón, me adentra en la caravana.

Mi cuerpo impacta contra el de Rick, quién no tarda un solo segundo en acogerme entre sus brazos intentando amortiguar el golpe.

Cuando Negan entra en el vehículo y cierra de un portazo, un escalofriante silencio se hace en el interior de este.

Un fuerte sonido metálico lo rompe, y mis ojos se detienen en la recién clavada hacha en la mesa.

El hombre en pie nos mira con enfado antes dirigirse al asiento del piloto.

Rick, con cuidado, intenta ponerme en pie cuando un pequeño temblor causado por la fiebre se apodera a mi.

- Eh, eh... - dice Negan desde el asiento, mirándonos a través del espejo retrovisor. Cuando sus ojos se posan en los míos, sonríe al ver mi más que decrépito aspecto.

- Está enfermo. – sisea Rick.

El hombre al volante ríe.

- No lo ha parecido hasta ahora. – responde con sorna. – Adelante, que se siente. – añade sin más apartando sus ojos de mi.

Y entonces el padre de Carl me ayuda a acomodarme en los asientos de la mesa frente al hacha.

- Joder, esto es una chatarra... - gruñe intentando arrancar el motor de la caravana. Sus pupilas se posan en Rick, arrodillado a mi lado. – Con qué "voy a matarte". – dice imitando su voz de una forma ridícula. Entonces vuelve a mirarme a mi. – Y "quién salvará a Los Salvadores" ¿Eh? – el hombre ríe. - ¿Estáis de coña? ¿No habéis visto lo qué ha pasado? ¿Lo qué acabo de hacer? – Negan suspira. – Lo que deberíais hacer... Es levantaros, coger esa hacha y abrirme la cabeza con ella. – durante unos segundos, mis ojos echan un fugaz vistazo al arma frente a mi y calculo las posibilidades que tengo de que eso sea factible. – A ver si alguno lo logra. – dice jactándose. – Seguid haciéndoos los duros, adelante. Coged la puta hacha...

Y las palabras de Negan se cortan cuando me pongo en pie de golpe a la vez que Rick.

Este se adelanta a mis movimientos y coge el hacha.

Pero antes de que nos demos cuenta, el hombre frente a nosotros se a puesto en pie y nos apunta con un subfusil.

Y entonces ríe.

- Con que enfermo. – dice mirándome mientras enarca una ceja. Su mirada vuela a Rick. Frunce el ceño. – Suéltala. – susurra.

Y el padre de Carl, muy a su pesar, obedece.

Llevándose un puñetazo que lo dobla en el suelo por parte de Negan.

Convierto mis manos en puños, omitiendo el gruñido de dolor que sale de mi, cuando la rabia me recorre.

El hombre del bate niega con la cabeza.

- Siéntate. – dice, de nuevo, sonriendo, como si lo que tuviera frente a sus ojos fuera un perro y no una persona.

Y al verme sin alternativa, es lo que hago.

Y sus palabras confirman mis pensamientos.

- Buen chico. – dice con una victoriosa sonrisa.

La rabia me inunda de un segundo a otro.

- No volváis a hacer que me levante. – nos sisea mirándonos con superioridad. – Vaya... Fijaos. – añade mirando por las ventanas. – Ya amanece ¡Llega un nuevo día! - El hombre ríe mientras se sienta frente al volante otra vez. – Quiero que penséis en lo que podría haber pasado, en lo que ha pasado, y, sobre todo, en lo que aún podría pasar.

Y la caravana arranca. 

Mi mirada se extravía en los primeros rayos que despuntan del alba, dando por finalizada esta eterna noche.

Comenzando así un eterno día.

Y mi mente se pierde en sus palabras.

Y es que tanto Rick como yo, habíamos tensado demasiado la cuerda, y eso había hecho que, por primera vez en nuestra vida, tuviéramos que lidiar con las consecuencias de nuestros actos.

Habíamos podido con todos nuestros adversarios, pero toda esta noche me había demostrado que Negan no era alguien cualquiera.

Los desfigurados rostros de Abraham y de Glenn aparecen en mi mente.

Como si fueran el único recuerdo que tengo de ellos.

Cierro los ojos, dejando escapar una lágrima en el proceso, y froto mis párpados, como si así pudiera borrar esas horribles imágenes de mi cabeza.

El padre de Carl, aún en el suelo, se incorpora ligeramente para sentarse en los asientos de la mesa, frente a mi, dándole la espalda a Negan.

Nuestras miradas están igual de perdidas.

Como nuestra cordura.

La caravana se detiene.

Mis ojos intentan divisar dónde nos encontramos, pero una espesa capa de algo que identifico como humo blanco nos rodea, haciéndome imposible saber dónde diablos estamos.

Negan se pone en pie y se dirige con lentitud hacia nosotros.

El hombre se sienta en los asientos a mi derecha, observándonos a ambos con una sonrisa, mientras estira sus largas piernas con comodidad, cruzando una sobre la otra.

- Tengo un millón de preguntas al respecto... - dice mirando mi antebrazo derecho, totalmente libre de vendajes. Los golpes de los caminantes rodeando la caravana se hacen eco entre nosotros. – Greggory me contó las pocas cosas que tú le contaste a su médico. – tenso la mandíbula cuando oigo el nombre de ese cabrón. – Ese tío vendería a su madre solo por salir bien parado... - añade. – Nunca me dijo tu aspecto, yo le pedí que no lo hiciera, quería oír a la persona confesar, pero no me imaginaba que sería el mismo... Bueno, ya sabes... - dice mientras señala su sien con su dedo índice, moviéndolo en círculos. - ... Loco que hizo lo que les hizo a mis hombres. – termina diciendo. – Pero ahora sé que he tenido suerte... Ahora lo veo. – murmura para sí mismo, cavilando en sus propios asuntos que ciertamente me aterra saber. – A lo que voy es... Si el virus está en tu sangre... Si yo te saco de esta caravana ahora mismo... ¿Eso cabrones te notarán? – inquiere señalando a sus espaldas con su pulgar a la vez que enarca una ceja.

Trago saliva.

Miro a Rick.

Y en sus ojos veo un firme "no digas nada".

Niego con la cabeza con lentitud.

El expolicía frente a mi cierra los ojos.

- ¡La hostia! – exclama Negan. – Eres una jodida caja de sorpresas, desde luego... - susurra frotando su barbilla. – El caso es que quiero explicaros un concepto a ambos, y quiero que estéis en igualdad de condiciones... - murmura poniendo sus antebrazos en sus rodillas, acercándose a nosotros. – Lo que quiero que os quede claro... Es que sois míos. – sentencia con cierta dureza, tratándonos como si fuéramos objetos. Haciéndonos sentir como tal. Mis ojos siguen clavados en la madera de la mesa frente a mi mientras me siento patéticamente pequeño. – Todas esas personas... Son mías. – sigue diciendo. - ¿Esto? – añade poniéndose en pie y clavando el hacha nuevamente en la mesa, causando un respingo en Rick y en mi. – Es mío.

Mis ojos se alzan hasta el hacha que me separa del padre de Carl.

- El primero que me la traiga, se lleva una agradable recompensa.

Y mi mirada y la de Rick se encuentran repentinamente.

Le veo tragar saliva, y automáticamente, yo también lo hago.

Mi cuerpo tiembla y el expolicía aparta la mirada.

- Aquí es dónde encaja el hecho de que estéis en igualdad de condiciones. – añade apoyando ambas manos en las esquinas de la mesa, dejando a Lucille frente a nosotros, al lado del hacha.

Y cuando sus ojos observan su bate, su mirada se ilumina.

El hombre vuelve a erguirse.

 - Rick, quiero que llenes su cara de la sangre que mi preciosa ha bebido de vuestros amigos, es humana y nos viene perfecta. – el padre de Carl me observa fijamente mientras balbucea algún intento de frase que se queda en nada. Un tembloroso suspiro sale de mi. – Así esos te verán como uno más ¿Verdad?

Tenso la mandíbula.

Negan cambia el semblante de su rostro por uno más serio cuando ve a Rick quedarse estático.

- Hazlo. – gruñe.

El padre de Carl traga saliva y parpadea un par de veces.

Sus temblorosas manos se acercan al todavía ensangrentado bate frente a nosotros, y con cuidado de no herirse a si mismo, impregna sus manos de sangre.

De la sangre de Glenn y Abraham.

La consternada mirada de Rick me perturba.

Y un suave sollozo escapa de mi cuando una solitaria lágrima brota de sus rojizos ojos.

Las ásperas yemas de sus dedos se sienten frías al contacto cuando se posan en mis mejillas, y poco a poco el hombre extiende por ellas la sangre en sus manos.

El inconfundible aroma a hierro y óxido me azota por completo y se convierte en el único olor que logro atisbar.

Mi labio inferior tiembla y cierro los ojos unos segundos cuando las palmas de sus manos se quedan quietas a ambos lados de mi cara.

Veo como el expolicía intenta que este horrible y humillante momento, quede opacada por un gesto paternal por su parte, como si intentara pedirme perdón en el proceso.

Pero no puedo perdonarle nada, porque no es él quien tiene la culpa.

Mi mirada vuela a Negan cuando Rick separa sus manos de mi.

Y este, muestra la más cínica de sus sonrisas.

- Perfecto. Listo para la fiesta. – dice antes de coger el hacha.

El hombre del bate abre la puerta y tira el arma sobre el tejado de la caravana, ocasionando un leve repiqueteo sobre nosotros.

- Vamos. Traedme mi hacha. Y que gane el mejor. – añade haciéndose a un lado, dejándonos la puerta libre.

Una gota de sudor caer por mi caliente frente mientras trago saliva, intentando aliviar el asfixiante dolor en mi garganta.

Pero ahora mismo, mi estado me importaba bien poco.

Con un poco de suerte, en un día más estaría muerto.

Pero si algo he aprendido en estos días, es que en uno solo, pueden pasar muchas cosas.

- Traedme mi hacha. – sentencia con firmeza.

Su mano derecha me coge por la nuca y me saca de un tirón de la caravana en tan solo un abrir y cerrar de ojos.

Y detrás mío, sale Rick.

La puerta se cierra tras nosotros, dejándonos en una abrumadora marea de humo blanco y gruñidos.

Mis párpados se abren de par en par cuando un par de caminantes se dan cuenta de mi presencia, haciéndome saber que el truco de Negan ha funcionado.

La falsa niebla me impide ver al padre de Carl con claridad y tan solo distinguir su figura, pero antes de que uno de esos seres se abalance sobre mi, el hombre tira de mi brazo alejándome del lugar hasta llegar a la parte trasera de la caravana, atrayendo a más muertos por el camino.

Ayudo a Rick a subir por la escalera anclada a la caravana mientras, como puedo, alejo con empujones a los caminantes que empiezan a acercarse.

Cuando el expolicía llega a la parte de arriba, intento subir por la escalera, pero mis destrozadas manos me impiden agarrarme bien, y mi corazón se acelera con nerviosismo, pues nunca me había visto tan expuesto e inutilizado.

El hombre sobre el tejado extiende su mano hacia mi, y subiendo un par de peldaños, Rick me coge por el antebrazo izquierdo, subiéndome prácticamente a pulso.

Ambos caemos sobre el techo del vehículo por la fuerza de Rick en el último impulso.

Y en el momento en el que nos vemos el uno frente al otro.

En el suelo.

Demacrados.

Cansados.

Asustados.

Humillados.

Y manchados en la sangre de nuestros amigos.

Es cuando todo se detiene.

Me quedo sentado en el suelo, totalmente derrotado.

Totalmente vencido.

Y el estado de Rick no está lejos de ser similar al mío.

Porque cuando nuestros ojos se encuentran, es cuando somos conscientes de ello.

Más lágrimas salen, en un llanto silencioso por parte de ambos que no tiene intención de cesar.

Pero ya no es por Abraham.

O por Glenn.

Por lo menos no del todo.

Sino porque hemos perdido.

Hemos fracasado.

Por primera vez en nuestra vida, alguien nos había superado.

Y yo apenas me veía con fuerza de tan siquiera volver a levantarme ante semejante golpe.

Ya eran demasiados a nuestras espaldas, y este era más que fuerte como para pensar en sacudirte el polvo y volver a levantarte.

Porque es lo que hemos hecho.

Y ha muerto Abraham.

Lo hemos vuelto a hacer.

Y detrás se nos ha esfumado Glenn.

Y por consecuencia, Maggie en vida, quien se quedaba sola con un hijo en su vientre.

Un hijo o una hija que jamás conocería a su padre.

Y todo eso, en cuestión de minutos.

Continuas ráfagas y ráfagas de recuerdos aturullan mi mente hasta el punto de sentirla colapsar.

Froto mis ojos con el dorso de mis manos envueltas en destrozados vendajes.

Y lo hago con tanta fuerza que me hago daño.

Unas manos sujetan mis antebrazos, intentando detenerme.

Y un destrozado y perdido Rick aparece en mi campo de visión, ocupándolo completamente.

Le veo llorar en silencio.

Y eso es lo que más me asusta y perturba, porque jamás le había visto así.

Sus ojos lucen tristes y apagados, toda la vida que tiempo atrás rezumaba de ellos, parece haberse escapado como si nunca antes hubiera existido en el interior de los mismos.

Los movimientos del hombre eran más similares a los de un autómata que a los de un ser humano con vida y pensamiento propio.

Pues hasta eso, parecía haber sido arrancado de lo más profundo de sus entrañas.

Y es que no parecía quedar atisbo del Rick que conocí en la prisión.

De aquel imponente hombre que se erguía sobre sus malgastadas botas de policía, encañonándome con su revólver, porque a pesar de mi edad, estaba convencido de que yo no era alguien de fiar.

De ese hombre que había luchado contra viento y marea, no había rastro en la derrotada persona que se encontraba ante mis tristes y cansados ojos.

Pero sé que algo de él sigue ahí dentro.

Sé que algún día, ese brillo en sus ojos volverá a aparecer.

Y cuando eso ocurra, todo esto habrá merecido la pena.

Su mano derecha cubre su boca, intentando ocultar un sollozo, que por mucho que lo impida, llega a mis oídos, devolviéndome a la vida real.

Y en un único y desesperado acto, envuelvo entre mis brazos al hombre al que siempre he tenido como un padre.

Es entonces cuando su desconsolado llanto se desata, liberando el mío en el proceso.

Un opresor nudo en la garganta me ahoga, dificultándome la respiración, casi como si unas manos rodearan mi cuello.

Como las manos de Negan momentos atrás.

Pero esta vez no es él quien lo hace, sino lo que ha provocado.

Miedo.

Ansiedad.

Pérdida.

Y fracaso.

Un escalofrío me recorre cuando el hombre frente a mi me devuelve el abrazo, y me dejo caer en esta vorágine de espesa amargura, que me hace imposible pensar con claridad.

Que me consume, como una vela apunto de que su fuego se extinga.

Que me hace sentir como un candente hierro asfixia y quema mi cuello sin pretensión de detenerse.

Esta es la más dolorosa de mis torturas vividas.

Pero también la más real. 

- Tiene que haber algo que podamos hacer... - susurro con rabia mientras más lágrimas salen.

Le veo tragar saliva.

- Empiezo a no estar seguro... - murmura mirándome fijamente.

Le observo con ligera sorpresa que intento no mostrar, puesto que no me acostumbro a verle sin esperanza.

Y es que, siendo realistas, no la hay.

Pero me negaba a que fuera así.

Un canturreo sarcástico llega a nuestros oídos desde el interior de la caravana.

- Quiero mi hacha...

Ahora soy yo el que traga saliva.

Parpadeo un par de veces.

Pues ahora uno de los dos tenía que entregar y traicionar al otro.

- Esto es lo que haremos... - digo mirando al derrotado hombre frente a mi. – A mi no me hará nada, ya lo ha dicho antes. – añado. – Entrégale tú el hacha.

Rick alza bruscamente su mirada, y sus ojos se clavan en mi.

- No pienso dejarte en manos de ese loco. – gruñe.

Pinzo el puente de mi nariz con desesperación.

Y suspiro.

- Me va a llevar con ellos igualmente, no es algo que podamos detener. – susurro conteniendo mis lágrimas, pues empezaba a ser consciente de que no volvería a ver a mi hermano, a Michonne, a Carl y al hombre frente a mi. – A mi no me hará daño, me quiere vivo. – repito. – Si tu le das el hacha, lo entenderá como un acto de sumisión por tu parte. – Rick tensa la mandíbula cuando digo eso. – Y no me podrá hacer nada. De todas formas, sea lo que sea, podré aguantarlo. – murmuro desviando la mirada, porque ni yo mismo me creo mis propias palabras. Dos nuevas lágrimas escapan de mis ojos. – Prométeme que no permitirás que Carl o Daryl hagan alguna locura. – sentencio.

Las pupilas de Rick vuelven a mi por segunda vez.

El hombre suspira temblorosamente.

- No te vas a ir... No pueden... No puedo fallarte así... - balbucea agachando su cabeza mientras niega con ella, totalmente devastado, perdido en su propia mente.

Su propia locura empezaba a devorarle, y no podía permitir ver como un gran hombre como era Rick Grimes, caía en las trampas de su misma mente.

Ahogo un sollozo en mi garganta, intentando mantenerme firme frente al padre de Carl.

Fallidamente.

Lo único que quedaba de mi.

Lo único que me hacía mantenerme con vida a estas alturas, era que Rick y el grupo, siguieran adelante.

Ese era mi último anhelo, pues ya nada más me quedaba por pedirle a la vida después de todo lo que esta me ha dado.

Y en un impulso de locura, intento devolverle la vivacidad que siempre vi en él.

Paso mi mano izquierda tras su nuca.

Y uno su frente a la mía.

- Eres mi padre, Rick. – sentencio como única verdad. El expolicía llora, en silencio, puesto que no tiene fuerzas para más. Y porque tampoco piensa darle el lujo a Negan de que le oiga tan destruido. – Y nunca podrías fallarme. – añado. Concentro mi mente en infundirle toda la cordura y fuerza que puedo, puesto que, si uno de los dos se hunde, prefiero ser yo el que lo haga. – Solo quiero que me prometas que cuidarás de todos... - susurro amagando un jadeo provocado por el llanto. – Y que si algún día... Tienes la oportunidad... Le matarás. – digo en un murmullo. Sus ojos me miran impasibles. – No será hoy, ni mañana... - siseo. Una mueca parecida a una sonrisa cruza sus labios, igual que en los míos. – Pero le matarás.

Los hombros de Rick se tensan ligeramente.

- Y tú conmigo. – dice con firmeza, como si estuviéramos sellando una promesa.

Parpadeo un par de veces intentando disipar las lágrimas.

- Bueno... Con algo de suerte, pasado mañana ya estaré muerto. – el hombre me mira como si viera un fantasma.

- No... Eso no va a pasar...

Niego.

- Si pasa o no, no importa. – respondo, para conseguir que Rick no se centre en ese pensamiento. – Prométeme que seguiréis adelante. Sobre todo, Carl. – añado en voz baja. El padre de este vuelve a mirarme como si se me hubiera ido totalmente la cabeza. – O que harás lo que esté en tu mano para que lo haga, sé que es muy terco. – comento con una suave risa.

Pero Rick no ríe.

Porque sabe que me estoy despidiendo.

- ¡Mi hacha! – ruje una voz bajo nosotros.

Un escalofrío me sacude.

- No hay tiempo... - susurro. – Cógela y baja, después iré yo. – una sinuosa y solitaria lágrima baja por la mejilla izquierda del hombre mientras asiente.

Rick me abraza.

Puede que por última vez.

- Todo saldrá bien. – murmura en mi oído.

Y quiero creerle.

Le veo bajar con dificultad por las escaleras, el provocado humo dificulta mi visión.

Oigo como mata a unos cuantos caminantes con el hacha en sus manos, pero dejo de escuchar cuando mis ojos observan el poco visible entorno que me rodea.

Levanto la vista cuando unos gruñidos se oyen sobre nosotros.

Y la sorpresa me sacude cuando veo al hombre ahorcado por Los Salvadores en el puente.

Y entonces entiendo que este humo era por los troncos llameantes de hace unas horas.

Pero no puedo evitar fijarme en algo.

"¿Quién salvará a Los Salvadores?" era la frase que seguía rezando el cartel que colgaba de su cuello.

Una risa amarga emana de mi garganta mientras abrazo mis rodillas y cierro los ojos, dejando que un par de lágrimas más bajen por si solas.

Nunca me habían hecho tragar tan dolorosamente mis palabras. 


Pasado un minuto exacto, del cual he contado cada segundo en mi mente, bajo de la caravana, aprovechando que los muertos que se agrupaban se habían rezagado rodeando el vehículo.

Pero tardan poco en aparecer de nuevo, y la única forma que tengo de deshacerme de ellos es alejándolos de mi a empujones, puesto que no tengo ningún arma.

Y tampoco fuerzas.

Pero el verdadero peligro reside en lo poco que me importa la mortalidad de su cercanía.

Abro de un tirón la puerta de la caravana y cierro con fuerza, dando un portazo.

Apoyo mi frente en la puerta, observando como las sombras de unas manos golpean el traslúcido cristal.

- Has tardado bastante... - murmura Negan a mis espaldas.

Veo a Rick sentado en los asientos al lado de la puerta, donde minutos atrás estaba nuestra mayor pesadilla sentada tranquilamente.

Cojo aire.

Carraspeo.

Que empiece el último acto.

- Es lo que tiene que hubiera caminantes y yo no tuviera con qué defenderme. – gruño. – Lo bueno se hace esperar ¿No? – digo vacilante antes de sentarme en los asientos a los lados de la mesa, frente al hombre del bate.

El padre de Carl se queda quieto cual estatua en su asiento, consciente de que todo esto no es mas que un papel.

Pero me dedica una fugaz mirada de incomprensión.

Y es que, si este iba a ser el final de la obra, pensaba pasármelo en grande.

Negan arquea las cejas.

- O sea que no solo no traes el hacha, cosa que yo confiaba que hicieras... - reconoce dejándome un tanto perplejo. – Sino que encima me hablas así. – dice con una sonrisa, uniendo sus manos y cruzando sus dedos, apoyando su barbilla en ellos.

Una sonrisa ladeada aparece en mis labios.

- Siempre fiel a las viejas costumbres. – sentencio mientras que con el pulgar rasco mi barbilla, llevándome algo de la sangre seca de mis amigos en el proceso.

El hombre delante de mi frunce los labios y asiente con orgullo.

Intento evitar mostrar mi confusión respecto a ese gesto.

Pues debería enfadarse, no estar contento.

El dueño de Lucille sonríe.

- Definitivamente, serás una pieza fundamental en Los Salvadores. – sentencia.

Mis ojos se abren de par en par fugazmente.

¿Qué?

El hombre se pone en pie y se dirige al asiento del piloto, mientras escucho como arranca nuevamente la caravana, Rick me mira con la interrogación pintada en su rostro.

Por alguna extraña razón el camino de vuelta se hace más corto que el de ida, pero no por ello la tensión en el ambiente se hace menos asfixiante.

Cosa que Negan aprovecha para tararear y silbar un par de burdas canciones bajo la asesina mirada de Rick.

Y de la mía.

El vehículo se detiene exactamente en el mismo lugarque al principio de la noche, y un escalofrío me recorre cuando recuerdo elgrotesco escenario que me espera fuera.

- Hemos llegado. – dice el hombre del pañuelo rojo en el cuello cuando se pone a nuestra altura.

Me encantaría reventar su estúpida sonrisa de un solo puñetazo.

Y sé que podría hacerlo.

El ceño de Negan se frunce cuando ve de la forma en la que le estoy mirando después de apartar sus ojos de Rick.

- Resulta duro ¿Verdad? – dice tras reír mientras rebusca algo en los estantes superiores de las alacenas de la caravana. – Porque habéis sido los reyes del mambo tanto tiempo... Perder dos de los vuestros así. – dice chasqueando los dedos de ambas manos frente a nuestros ojos. – Que os los quiten así, primero uno, luego otro... Y delante de tu hijo. – añade mirando a Rick.

Pero el que traga saliva cuando menciona a Carl, soy yo.

- Es toda una putada que te cagas. – termina diciendo mientras sigue buscando algo. Hasta que lo encuentra. Un trapo y una botella de alcohol para desinfectar. – Bien... - susurra antes de coger la ensangrentada hacha. – Estabais al mando... - dice, y cuando observa la hoja sucia del arma, decide limpiarla en mi polvorienta y destrozada sudadera negra, pasándola contra mi hombro, impregnando la sangre en ella. Aprieto los dientes y miro para otro lado con rabia antes de ver como Rick tensa su mandíbula ante lo que hace Negan. – Hasta os habíais hecho adictos a mandar. Y no me extraña, eres muy joven... - incluye señalándome antes de sentarse delante de mi. – Y eso dice mucho de ti. – añade mientras comienza a desinfectar el hacha, ganándose mi atención.

Porque Negan no hacía nada porque sí.

- ¿Cuántos años tienes? ¿Diecinueve? – inquiere con curiosidad a la vez que limpia el arma.

- Diecisiete. – gruño mirándole fijamente.

El hombre silba.

- Lo que yo decía... Toda una caja de sorpresas. – murmura. – Un líder muy joven...

- Yo no soy el líder. – respondo en el mismo tono que antes.

Negan alza sus ojos hasta los míos.

- Oh, no, por supuesto que no. – dice. – Y menos ahora. – matiza con una sonrisa. – Pero tienes madera para serlo. – sigue diciendo mientras me señala con la ya limpia hacha. – Serás un gran segundo de abordo a mi lado, ya tienes experiencia... - vuelve a decir dando una rápida mirada a Rick, quien le observa como si no creyera lo que está diciendo. – Simon ya está un poco cascarrabias ¿Sabes? – dice sin más mientras observa el hacha entre sus manos.

¿Qué demonios estaba insinuando?

- No pienso ser nada de ti. – contesto cuando mi corazón se acelera.

Negan ríe y deja caer sus manos en la mesa, junto con el hacha, para después echar la cabeza hacia atrás.

- ¿Cómo haces para aguantarte las ganas de matarlo ante tanta rebeldía? – pregunta mirando a Rick mientras me señala con el pulgar, como si estuviera hablando con un viejo amigo. El padre de Carl ni si quiera pestañea. – Te aseguro que me entran ganas de clavarte la jodida hacha en el cráneo.

Río con sorna.

- Pues hazlo. – sentencio.

De la garganta de Negan sale una carcajada.

- Te he subestimado. – reconoce. Y su mirada y la forma en la que dice esas palabras, erizan mi piel. – Pensé que, al ser un crío, sería mucho más fácil doblegarte, pero veo que la cosa no funciona así. Fallo mío. – aclara alzando la mano derecha como si estuviera haciendo algún tipo de juramento. – Siempre hay que tener un as en la manga ¿No?

Trago saliva.

Mi garganta se queja ante ese gesto y me castiga con dolor.

Sus ojos se clavan en los míos.

Y entonces me entrega el hacha.

- Toma, la vas a necesitar. – sentencia con una sonrisa.


Mis manos tiemblan, con el hacha en la izquierda sujetándola como puedo, cuando Negan abre la puerta de la caravana y me empuja de bruces contra el suelo.

Una mueca de dolor tiñe mi rostro cuando mis huesos impactan contra el arenoso y duro suelo bajo mi cuerpo.

El hombre saca a Rick del vehículo de igual manera y lo arrastra por el suelo como si fuera un maldito saco, hasta encontrarse en el centro, frente a la fila.

Negan se vuelve hacia mi.

Y da un silbido.

Todos mis músculos se tensan de rabia por ello.

El hombre ríe y vuelve a silbar, mientras da un leve toque en su pierna, indicándome que vaya a su lado.

Los ojos de todos me observan.

Expectantes.

Asustados.

Y sorprendidos.

Pero enseguida caigo en que no solo me miran a mi, sino a la sangre seca que baña mi rostro.

La mirada de Carl no tiene nombre.

Le veo parpadear repetidas veces, asimilando la imagen frente a él.

Negan alza las cejas, y como puedo, me pongo en pie, ligeramente encorvado, abrazándome a mi mismo con mi brazo derecho.

Y cuando llego a su altura, el hombre pone su mano derecha en mi nuca y vuelve a postrarme bruscamente contra el suelo de un seco empujón.

Desvío mi mirada, igual que Rick, intentando no encontrarme con los ojos de nadie en el camino.

Nuestras mentes ya habían soportado bastantes humillaciones por hoy.

- Ya estamos aquí. – dice Negan sonriendo.

Mi corazón se acelera.

En el suelo, con las manos y rodillas apoyadas en este, obtengo el valor suficiente para mirar el escalofriante escenario que me rodea.

Y con la luz del día, es todavía más bizarro.

- Dime una cosa, Áyax... - empieza a decir el hombre en pie, pasando por detrás de mi. - ¿Sabes por qué hemos hecho los tres esa excursión?

Un tembloroso suspiro sale de entre mis labios.

Porque acababa de darme cuenta.

Habíamos sufrido una humillación en privado.

Era hora de hacer una pública.

- Cuando se te hable contesta. – dice en mi dirección sin apenas alterarse.

Asiento con temor.

- Vale... vale... - susurro con la mirada perdida.

Pues todo mi alarde de valentía se había quedado en el interior de la caravana una vez la realidad me había vuelto a golpear.

- La hemos hecho por la forma en la que me mirabais. – empieza a explicar. Mis ojos vuelan a Rick quien me observa sin comprender mientras su labio inferior tiembla. – Quería que cambiaran, quería que lo comprendierais. – añade. – Rick parece empezar a comprenderlo... - aclara echándole un rápido vistazo al hombre. Y entonces me mira a mi. – Pero tú aún sigues mirándome del mismo modo, joder. – sentencia con una sonrisa. – Como si me hubiera cagado en tu desayuno y eso no me gusta. Así que... - dice agachándose a mi lado. – Te daré otra oportunidad.

Una opresión en mi pecho se hace presente ante esa idea de que el juego volvía a empezar.

Cierro los ojos.

- Si, si... Si... - susurro sin entender muy bien que será lo que me depare ahora.

Negan palmea mi espalda antes de ponerse en pie.

- Muy bien... - dice colocándose detrás de mi. – Vamos allá. ¡La última partida! – exclama teatralmente. – Lo que hagas ahora, decidirá si tu día de mierda se convierte en el último día de mierda, o solo en un día de mierda más. – un silencio se hace tras sus palabras. – Apuntadles a todos a la nuca.

Mis ojos se abren de par en par.

Mis pupilas pasan por todos y cada uno de los miembros de mi grupo.

De mi familia.

A quienes tengo arrodillados frente a mi.

- Bien, ahora a la altura de la nariz, para que al disparar... - y Negan hace un burdo gesto, simulando que su nariz explota a causa de una ficticia bala. – ... Queden hechos todo un asco.

Y la imagen no puede ser más macabra.

- Si, lo sé, hemos hecho esto antes. – dice recordándome el momento vivido horas atrás. – Pero la diferencia... Es que ahora, es verdad. – sentencia mirándome antes de sonreír.

Mi piel se eriza ante ese hecho.

Pero todo en mi se rompe cuando los ojos de Negan vuelan hacia Carl. 

- Chico. – dice llamándole. Carl le mira impasible sin mover un solo músculo. El hombre del bate le señala con su dedo índice mientras le indica que vaya hacia él. – Ven aquí. – añade.

Pero el hijo de Rick, demostrando su entereza y frialdad una vez más, no hace la más mínima intención de moverse.

- Chico, ahora. – vuelve a repetir con un tono de voz más firme y duro.

Y tragando saliva, veo como Carl se pone en pie.

Eso sí, sin tan siquiera agachar la mirada.

Intento articular palabra cuando veo a Negan sacarse su cinturón.

- ¿Eres zocato? – inquiere cuando termina por quitárselo.

- ¿Si soy qué? – responde Carl sin entender el absurdo humor del hombre.

- Qué si eres zurdo. – aclara el dueño de Lucille.

Y mi sangre se hiela cuando comprendo lo que el hombre quiere hacerle.

Pero me niego a creerlo.

 - No. – responde Carl de manera altiva y con frialdad.

- Bien... ¿Te duele? – pregunta cuando envuelve el brazo de Carl con el cinturón.

- No. – vuelve a repetir el hijo de Rick en el mismo tono.

- Debería... - contesta el hombre. - Es para eso. – aclara terminando de colocarle su cinturón. – A ver, échate al suelo chico... Junto a tu novio.

Mi boca se seca.

Carl y yo nos dedicamos una fugaz mirada antes de volver nuestros ojos hacia él.

Negan arquea las cejas, sorprendido.

- ¿Pensabais que no me daría cuenta? – dice alternando su mirada en ambos. – He visto como has intentado protegerle antes de que matara a tu amiguito pelirrojo. – aclara. – Sherry me contó el resto.

Y cuando menciona ese nombre, siento como un ligero mareo me atiza.

Este momento, era la personificación de mi mundo entero viniéndose abajo.

Columna a columna.

Pieza a pieza.

- Hacéis una buena pareja, por cierto. – dice mientras le quita a Carl su sombrero y lo tira a sus propias espaldas. – El futuro asesino en serie junto con el futuro líder con tendencias psicópatas... Si señor ¡Menuda pareja! – exclama después de silbar. - ¿Por eso eras su segundo al mando? ¿Querías ganarte a tu suegro? – añade con sarcasmo a la vez que obliga al chico a tumbarse en el suelo. – Simon ¿Tienes un rotu?

El perrito faldero se extraña de la pregunta de su amo mientras yo intento que mi respiración vuelva a su ritmo normal.

 - Si... - dice antes de palpar sus bolsillos en busca de un rotulador. Cuando lo encuentra, se lo lanza a Negan.

El hombre a mi lado destapa el rotulador con la boca y se agacha.

- Lo siento, chico... - dice a la vez que sube la manga de la camisa de Carl. – Esto estará tan frío como los huevos de un brujo, como si se sacara el escroto y lo frotara contra tu antebrazo. – añade con su humor estúpido mientras dibuja una línea en el brazo de Carl. – Eso es. Esto te equilibrara. – termina diciendo. – Rick, sujeta el brazo de tu hijo, así evitaremos algún problema.

Las lágrimas se agolpan en mis ojos cuando es más que evidente lo que Negan pretende.

- Por favor... - susurro mirando al hombre cuando veo al expolicía cerrar los ojos no sin antes dejar escapar una gota de ellos, sujetando con cariño el brazo estirado de su hijo. – No... Por favor...

Negan me mira con una divertida mueca.

- ¿Qué? – dice con voz suave.

- Has dicho... - murmuro. – Has dicho que no hacías daño a los niños...

El hombre asiente.

- Y no voy a hacerle nada. – dice con consideración. Pero el brillo en sus ojos cambia. – Por eso se lo vas a hacer tú. – sentencia dando una rápida mirada al hacha en mi mano izquierda.

Ahogo un jadeo de dolor.

La garganta me quema, pues el invisible alambre de espino que la envuelve me aprieta con más fuerza que nunca.

Negan se pone en pie.

- Áyax, quiero que cojas mi hacha... Y le cortes el brazo a tu chico, por esa raya. - dice sin más.

Mi cuerpo se congela.

Durante unos segundos, todo en mi se paraliza.

Mi respiración.

Mi corazón.

La sangre en mis venas.

Todo se detiene.

Lo único que no deja de moverse, son mis ojos.

De un lado a otro.

Frenéticamente.

Como si intentaran buscar una salida.

Y es que mi mente, a pesar de estar increíblemente colapsada, no dejaba de trabajar a cien por hora, queriendo encontrar una solución.

- Ya, lo sé, tienes que pensártelo un momento. Es lógico. – dice queriendo sonar comprensivo. – Pero, necesito que lo hagas, o todas estas personas morirán. Y luego morirá Carl, y luego toda la gente que queda en vuestro pueblo. – añade. Y a cada palabra, mi cuerpo más tiembla. – Pero tú no. Tú no morirás. Te vendrás con nosotros de todas formas, y recordarás esto para siempre.

Mi mirada se alza hacia Michonne cuando esta habla.

- No es necesario que haga esto. – dice sollozante. – Lo entendemos, lo entendemos...

- ¡Tú lo entiendes! – exclama Negan. - ¡Si! Pero no sé si Áyax lo entiende... Quiero un corte limpio, justo por esa raya. Ya sé que es una putada pedirte eso, pero quiero que sea como si cortaras salami. – dice de nuevo a modo de broma. – Un corte limpio a cuarenta y cinco grados... Para poder coser el muñón, tenemos un buen médico, sobrevivirá. – aclara. -Probablemente.

Mis ojos, abiertos de par en par, paralizados, miran a Rick.

Como si así esto fuera a dejar de ser menos real.

Pero su mirada es igual que la mía.

- Áyax... Tienes que hacerlo ya... Rapidito. – diceagachándose a mi lado. Entonces pone a Lucille cerca de la cabeza deCarl. – O, le destrozaré el cráneo al chaval yo mismo.  


Y es justo en ese momento.

Cuando empiezo a llorar.

Y no me importa quien pueda verme.

O lo que puedan pensar.

Lo único que me hiere en el alma.

Lo único que me preocupa.

Es la integridad de Carl.

Y esta se va a ver mermada por mi culpa. 

- No puedo... Lo que sea... Házmelo a mi... - susurro entre temblores mientras más lágrimas caen. – Haré lo que sea...

- No... - responde Negan. – Es la única salida. – sentencia. – Áyax, coge el hacha.

Mi corazón se acelera.

Un doloroso jadeo sale de mi.

- No puedo... hacerlo. No puedo hacerlo. – mi voz se quiebra al final de la frase.

Negan vuelve a chasquear la lengua.

- Vamos, antes has sido capaz de vender a uno de tus amigos. – recuerda. – Y era para matarle, esto es solo cortar un brazo. Será una putada para Carl ser tuerto y manco... - el chico en el suelo se tensa con ira. – Pero no será nada que no pueda aguantar. Hazlo.

- No... - sollozo. – Por favor... Lo siento, por favor, déjale... - ruego agachando la cabeza, llorando desconsoladamente.

- No tomar una decisión, es una importante decisión. – dice el hombre. - ¿De verdad quieres ver morir a toda esta gente? Lo harás, y verás cada horrible detalle.

Mi mente se pierde en una bruma de dolor.

Y el llanto se apodera de mi.

- No me jodas... ¿Me vas a hacer contar? – pregunta, demostrándome que esto iba totalmente en serio.

No era un farol.

Ni una broma.

Esta era la jugada maestra que Negan se estaba guardando.

- Vale, Áyax, tú ganas. Voy a contar. – gruñe con hartazgo.

Mi destrozada mano derecha se acerca lentamente al rostro de Carl.

Y entre temblores, le acaricio su mejilla, como si así me disculpara por lo que estaba a punto de hacer.

- Uno...

Un gemido de dolor escapa de mi garganta.

- Por favor... No, no... - ruego. – No le hagas esto...

Mi corazón se encoge ante la cariñosa mirada de Carl, en el suelo, quien intenta hacerme creer que nada importa.

Todo a mi alrededor se vuelve borroso.

Y rápidamente comprendo que son las lágrimas las que tapan mi campo de visión.

- ¡Dos! – grita Negan.

- ¡POR FAVOR! ¡HAZMELO A MI! – bramo.

Y estallo en un llanto desconsolado.

- Por favor...

Mis manos tiemblan.

- Por favor...

La realidad se hace más presente y tangible que nunca.

- Por favor...

Negan me coge por la barbilla para obligarme a mirarle a los ojos.

- Se acabó. – gruñe antes de soltarme.

Apoyo mi frente en el antebrazo de Carl cuando un espasmo provocado por el llanto me sacude.

Un hilo de saliva escapa de mis labios hasta el suelo.

Siento mi estómago contraerse con violencia.

El amago de un grito que destila pura rabia muere al principio de mi garganta.

Y mi mano izquierda coge el hacha.

- Perdóname... Por favor, lo siento... - digo.

Pero esta vez, mirando a Rick.

El hombre llora amargamente mientras sujeta el brazo de su hijo, deshaciéndose en cada caricia que le dedica a la mano del chico, pues no puede hacer más.

Rick me mira, niega con la cabeza y llora.

- Perdóname por esto, por favor... - sollozo.

La mano de Rick se posa en mi nuca con cariño y acaricia mi pelo.

Entonces se aproxima a mi y deposita un beso en mi sien.

- No importa... No importa... - titubea.

Pues el ataque de ansiedad que ahora mismo tiene, no le permite hablar con naturalidad.

Más y más lágrimas salen de mi.

Y mi llanto crece con desespero.

- Áyax... Tú solo hazlo... No pasa nada, todo estará bien. – dice Carl, mirándome con amor.

Vuelvo a acariciar su rostro y esta vez pego mi frente a su sien.

- Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento... - susurro una y otra vez en su oído.

Cojo el hacha con la poca firmeza que puedo, y la levanto.

Lo siento.

Lo siento.

Lo siento.

Lo siento.

Lo siento.

Y cuando bajo el brazo con todas mis fuerzas.

Con toda mi pena.

Mi rabia.

Y mi dolor.

Una mano me detiene sujetándome por el antebrazo.

Negan.

- Áyax. – dice llamándome.

Mis ojos le miran como si vieran a un fantasma frente a ellos.

El hombre suelta mi mano y se agacha entre Rick y yo.

- Respondéis frente a mi. – sentencia con firmeza. – Trabajáis para mi. – dice mirándonos a ambos. Y entonces sus pupilas se clavan en mi. - Tú me perteneces. – gruñe. – Eres mío. ¿Verdad?

Las lágrimas caen por mis mejillas cuando mis ojos le observan con temor.

Y asiento temblando.

- ¡Responde cuando yo te hable! – grita con fiereza volviéndome a coger por la barbilla, a escasos centímetros de mi rostro. - ¡Respondéis ante mi! ¡Trabajáis para mi! – brama esta vez cogiendo a Rick por su nuca con la mano derecha, mientras que con la izquierda me coge por la mía.

Un desconsolado lloro sale de mi.

- Trabajo... Para ti... - susurra Rick intentando que su llanto le deje hablar.

- ¡Tú me perteneces! – exclama ferozmente mirándome.

Asiento con la cabeza agachada, temblando.

Pues temo mirarle a los ojos.

Y trago saliva, para decir aquello que jamás pensé decir.

- Yo... Te pertenezco... - susurro con la mirada perdida.

Mi voz suena casi artificial.

Como si no fuera yo el que hablara.

Porque este, no era yo.

Y es aquí cuando comprendo, que Negan tiene razón.

Se acabó.

Nuestro mandato.

Nuestra forma de actuar.

Quienes éramos.

Todo lo que habíamos hecho a lo largo del camino.

Se había acabado en este momento.

Ya nada importaba.

Porque nuestro presente y nuestro futuro, eran Negan.

Unas pesadas e invisibles cadenas me atan al suelo bajo mis rodillas, haciéndome ceder.

Obligándome a ceder.

A doblegarme.

A humillarme.

A reducirme a un número más.

Un trabajador más.

Un objeto más.

Bajo el mando de Negan.

Mi intento de nuevo mundo se esfumaba en este momento, dejando paso a un lúgubre y gris futuro.

En el que yo no era nadie.

Ni era nada.

Tan solo un objeto, del que extraer la inmunidad.

Un soldado más.

Una pieza más del tablero.

Trago saliva con dificultad ante esa nueva realidad.

Cuando por primera vez en mi vida nada pasa.

No veo nada.

No oigo nada.

No siento nada.

No me siento nada.

Porque eso era lo único que pasaba a ser ahora.

Nada.

- Esa... - oigo decir a Negan. Mis ojos se encuentran durante breves segundos con los suyos, pues enseguida los aparto. - ... Es la mirada que quería ver. – dice al fin mientras se levanta, dejándome arrodillado en el suelo entre temblores.

Mi mirada vuela durante unos momentos hacia mi hermano.

Y veo como me mira con pena y dolor, llorando.

Y me encantaría ir corriendo a abrazarle.

Pero no quería hacer enfadar más a Negan.

Este se pone en pie. 

- Lo logramos. – dice con aire solemne, mirando a sus Salvadores. – Entre todos. Todos juntos, incluidos los que han palmado aquí, debería darles una medalla póstuma al esfuerzo. – añade. – Hoy ha sido un día productivo, sin duda. Ahora espero, por vuestro bien, que lo entendáis, que comprendáis como son las cosas. – termina diciendo. – Todo ha cambiado. Todo lo que teníais hasta ahora... Eso, se ha acabado.

Sus ojos vuelan a mi.

- Dwight... Cárgalo. – dice refiriéndose a mi como si yo fuera una jodida caja.

El hombre del rostro quemado se acerca a mi y me pone de pie de un tirón cuando me coge por mi brazo derecho, mientras sus hombres abren la negra furgoneta de donde al principio de la noche habían salido Daryl, Michonne y Rosita.

Y Glenn.

- ¡No!

Las voces de Daryl y Carl llegan a mis oídos.

Una rápida mirada me hace percibir como Carl se semi incorpora en el suelo, sorprendido.

Negan bufa hastiado.

Sus ojos me observan, sabe que he comprendido el mensaje.

Y entonces sonríe.

- Dime ¿Quién eres? – dice señalando a Dwight con su bate.

Frunzo el ceño, extrañado.

Pero no soy el único, pues toda mi familia está igual.

- Soy Negan. – sentencia el rubio hombre a mi lado con aire solemne.

El mencionado sonríe.

- ¿Y tú? – dice esta vez apuntando a Simon.

- Soy Negan. – repite este alzando la barbilla con orgullo.

Lucille señala a otro hombre desconocido para mi.

- Soy Negan. – responde este también.

Y a cada hombre que Negan señala, responde lo mismo.

Entonces se dirige a mi.

- Y tú. – dice con una ladeada sonrisa en sus labios. - ¿Quién eres?

Trago saliva.

¿Quién era yo?

Y las invisibles cadenas que me atan al suelo, se tensan como respuesta.

Me sentía como si estuviera en el mar y unas fuertes manos me hundieran bajo el agua.

Cada esfuerzo.

Cada movimiento.

Cada cosa que hiciera por luchar para salir a la superficie en busca del aire que empezaba a faltarme.

Me hundía más y más bajo el agua.

Pero yo seguía queriendo salir.

Seguía intentando nadar.

Seguía queriendo sacar la cabeza, aunque fuera por una última vez.

Deshacerme de esa agónica sensación durante unos segundos.

Y volver a ser yo.

Aunque todo en mi había sido arrebatado.

Ahora tenía las manos de Negan en mis hombros, hundiéndome bajo el agua por décimo quinta vez.

Porque mi mente parecía no haber aprendido la lección.

Por mucho que ahora sintiera que un puñado de arena tenía más valor que yo.

Incluso sintiéndome tan pequeño.

Tan patético.

Tan ridículo.

Tan nada.

Esa pequeña lucecita dentro de mi oscuridad sigue brillando.

Débil.

Blanquecina.

Casi apagada.

Y antes de apagarse del todo, decide tomar el control una vez más.

Mi mirada se alza ante Negan.

- Soy Áyax. – sentencio. – Áyax Dixon.

Y lo único que mis ojos llegan a ver, es la sonrisa orgullosa de Carl Grimes.

Antes de que Dwight me estampe un puñetazo en el estómago, robando el aire en mis pulmones.

- ¡Dwight! – brama Negan con enfado.

Parpadeo repetidas veces, y no sé si por disipar las lágrimas o por confusión ante la reacción del hombre del bate.

- No se le pega. No a él. – gruñe.

Mi ceño se frunce.

Por dolor y por incomprensión.

Negan se acerca a mi. 

- Esa era la respuesta que esperaba. – dice con una sonrisa ante mis perdidos ojos. – Es mío. Se viene conmigo. – añade mirando a todos y cada una de las personas que tiene arrodilladas. - Qué suba. – termina diciendo mirando al hombre de la cara quemada.

Quien no pierde un segundo en meterme en el maletero de la furgoneta de un empujón mientras otro hombre me apunta con la ballesta de mi hermano.

Haciéndome sentir un completo animal.

- Os dejaré un vehículo. – la voz de Negan resuena con fuerza por el claro. – Usadlo para transportar todo lo que vais a encontrar para mi. – dice mientras da la espalda al devastado grupo en el suelo. - Volveremos a por el primer tributo en una semana. Hasta entonces... -aclara marchándose. Y entonces les habla por última vez. - Adiós.

Lo último que mis ojos ven.

Es a todos los miembros de mi familia sentados en el suelo.

Abatidos.

Sus perdidas miradas no se mueven de la tierra frente a sus agachadas cabezas.

Pero como si algo los llamara, sus ojos se alzan.

Todos en una misma dirección.

En mi.

Daryl llora, desconsolado. Mostrándose como nunca antes se ha mostrado frente a mi.

Ni frente a nadie.

Pero llora.

Llora, igual que lo hace Michonne, mirándome, como si no quisiera perder un solo detalle de mi demacrado rostro.

Las pupilas de Rick se clavan en mi.

Sus rojizos ojos desgarran cada parte de mi ser.

O de lo que queda él.

Pues el imbatible Rick Grimes, estaba tirado en el suelo.

Sucio.

Cansado.

Derrotado.

Nada quedaba ya de él.

Ni de mi.

Y Carl se pone lentamente en pie, quedándose como una estatua en su sitio.

No hace nada.

No llora.

No habla.

No se mueve.

Un único gesto se gana mi atención.

Un gesto que hace que mis lágrimas comiencen a brotar de nuevo.

Lleva su mano derecha a su pecho.

A su corazón.

Y sobre él, su dedo índice y corazón se cruzan.

Muerdo mis labios, impidiendo que un quejido de dolor salga de entre ellos.

Todo eso es lo último que mis ojos ven.

Antes de que dos Salvadores cierren las puertas del maletero de la furgoneta, dejando que la oscuridad y soledad del vehículo me atrape.

Y durante unos segundos, el inquebrantable silencio, parece transportarme a otro mundo lejos de aquí.

Un mundo donde no tuviera que asimilar la realidad.

Un mundo diferente.

Donde todos vivíamos en armonía.

Donde no había muertos con los que luchar.

Donde no había vivos a los que temer.

Pero esta utopía se disipa.

Se esfuma.

Cuando esos dos mismos Salvadores se suben a los asientos del piloto y del copiloto respectivamente.

Pero mi corazón se encoge, cuando en el tercer asiento que queda libre al lado de ellos, se sienta Negan.

- Pero señor... Usted no acostumbra a acompañarnos... - inquiere el hombre en el asiento del piloto, ligeramente sorprendido.

- Cállate y conduce, Anderson. – espeta antes de recorrer de arriba abajo al hombre con desprecio en sus pupilas. - Esto es una putada, chico. Lo sé. – dice cuando se vuelve en su asiento para mirarme. – Pero tu nuevo hogar te encantará, estoy seguro. – añade sonriente y convencido, igual de contento que un niño que en la mañana de Navidad observa su nuevo y recién abierto juguete, mientras uno de sus hombres arranca el motor.

Apoyo mi espalda a la pared a mi derecha del interior del vehículo y encojo mis piernas hasta pegar mis rodillas a mi pecho.

Y me abrazo a mi mismo, escondiendo mi cabeza.

Deseando que esto sea una pesadilla.

Y que, si lo es, acabe pronto.

Siento mi garganta arder con fiereza cada vez que trago saliva.

A estas alturas, una capa de caliente sudor cubría mi cuerpo.

Froto mis ojos con mis cansadas manos, intentando que estos se acostumbren a la poca luz que entra por la luna delantera del coche, junto con las dos ventanas.

Una vez que mi cuerpo se había relajado ligeramente, empezaba a ser consciente de mi horrible estado, y de las probables horas que me quedaban de vida.

Era ahora cuando todo mi malestar se volvía a hacer presente una vez parte de la tensión acumulada se había desintegrado de mis músculos.

Y la fiebre se había vuelto asfixiante.

Suspiro cuando seco mi frente con la manga.

Mis ojos se percatan de como Negan observa mi deplorable estado.

- Acelera. – le dice a su conductor mientras baja la ventanilla a su lado, haciendo así que algo de aire frío llegue a mi.

Mis ojos se entrecierran.

¿A qué cojones había venido eso?

El tiempo pasa con demasiada lentitud para mi gusto, pero teniendo en cuenta que como mucho me quedaría un día, tampoco tenía prisa por llegar a ninguna parte.

Lo único que quería, era salir de esta odiosa oscuridad. 

Porque en ella solo atisbaba a ver las desfiguradas cabezas de Abraham y Glenn.

Y es que la horrible noche se repetía en mi cabeza en un amargo bucle que no parecía querer darme un respiro.

La película que mi cabeza me exponía era una tortura muy estudiada, demasiado castigo hasta para mi.

Ni yo, que había hecho auténticas atrocidades, creía merecer esto.

Mi cabeza se levanta de golpe cuando la furgoneta frena en seco.

Y mi corazón se acelera.

El silencio se hace presente, pero extrañamente, este no me hacía sentir mal.

De hecho, hasta lo agradecía.

Pues había dejado de pensar.

Mis ojos observan la imagen que se encuentra fuera del vehículo.

Los restos de una abandonada, imponente y gigantesca fábrica se alzan frente a mi.

Un alto y cúbico edificio preside al resto, siendo este decorado por unas maltrechas y polvorientas cristaleras que sustituyen algunos trozos de pared. Una oxidada y alta escalera de emergencia se encuentra al lado izquierdo de la cristalera central, y tres enormes chimeneas de diferentes tamaños, colocadas en escalera, coronan el edificio.

Doy un respingo cuando la ronca voz de Negan se abre paso en la débil oscuridad del maletero, rompiendo el mutismo en el interior del vehículo.

Y sus ojos se clavan en los míos.

- Bienvenido a El Santuario. – sentencia con una ladeada sonrisa. 

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