Capítulo 16. Presa y depredador.
- Entonces... ¿Dices que él sabe algo de una cura? – pregunto al pelirrojo, quién se había identificado como Abraham.
He de reconocer que el hombre empezaba a caerme bien.
- Eso es. – afirma. – Eugene dice que en Washington está la solución, y nuestra prioridad es llevarle allí. – dice, observo al extraño hombre que menciona, totalmente estático mientras el resto crean sus propias armas con lo que pueden y tienen al alcance. - ¿Te interesa la misión? – me pregunta el hombre.
¿Una cura?
¿Una posibilidad de dejar de estar sentenciado a muerte?
¿De dejar de agradecer cada día que sigo aquí, sin que la infección decida despertar?
Por supuesto que me interesaba.
Pero antes de que pueda responder, alguien lo hace por mi.
- No, no le interesa. – sentencia Daryl pasando por mi lado, dedicándole una rápida mirada al pelirrojo. Bufo con desesperación y pongo los ojos en blanco antes de dedicarle una fulminante mirada a mi hermano. – No irás a ninguna parte. Y menos sin mi.
- ¿Es que no te das cuenta de lo necesario que soy para su misión? – pregunto con hartazgo. Sé que intenta protegerme, pero en este caso, está siendo contraproducente y egoísta.
Podría salvarme a mi mismo.
Y lo más importante, podría salvar al resto de la humanidad.
- ¿Y en qué podría servirnos un crío? – dice Abraham. Le miro vacilante.
- Estoy infectado. – sentencio mientras señalo el vendaje de mi brazo derecho. El hombre retrocede un paso atrás, acompañado de ese tal Eugene, y de las dos chicas nuevas. Una carcajada sale de mi garganta al ver sus reacciones. Veo como Daryl intenta esconder una sonrisa.
- ¿Y cómo es qué no te han pegado un tiro aún? – pregunta el pelirrojo.
- Oh, no. Créeme que lo han intentado. – respondo, mirando a Rick, Daryl y Carl, quienes ríen brevemente al recordar la cantidad de veces que me han apuntado con un arma.
- Él es inmune. – aclara Maggie. Sonrío levemente al igual que la chica.
- ¿Inmune? – pregunta con incredulidad una de las chicas, la que estaba con el Gobernador.
- Por más que me muerdan o me arañen, no me afecta. - explico mientras rompo la hebilla de mi cinturón, colocando entre mis dedos los tres hierros en punta que quedan, a modo de puño americano, mientras enrollo la correa en mi mano, sujetándola firmemente. – Las heridas cicatrizan y yo nunca llego a transformarme.
- ¿Es en serio? – pregunta la de las coletas y la gorra esta vez.
- Llevo infectado desde los once o los doce años... Nunca he sabido muy bien qué edad tengo. – confieso para mi mismo mientras frunzo el ceño. Daryl ríe. – Así que tú me dirás. – respondo.
- Inmune... Mola. – dice Tara sonriendo, alza su mano en un puño y yo la miro un tanto extrañado, pero pasados unos segundos sonrío y choco mi puño izquierdo con ella. Esta chica me agradaba.
Veo como el tal Eugene sigue en una distancia prudente hacia mi, a pesar de que el resto ya se han relajado, observándome fijamente.
- Eh tú, el de la melena ¿Puedes dejar de mirarme como si fuera un bicho raro? Me estás agobiando. – comento de manera borde, mirándole. El hombre aparta la mirada de mi un tanto asustado.
- Entonces... Si muerdes a alguien ¿Puedes infectarle? – pregunta Abraham. Tras un silencio por mi parte, respondo.
- Tío, no soy un vampiro. – le digo. Veo como Carl y Michonne muerden sus labios hasta convertirlos en una fina línea, evitando así que se les escape una carcajada ante mi respuesta.
- Qué dices Eugene ¿Crees que el chaval pueda servirnos de ayuda en Washington? – le pregunta el pelirrojo al hombre. Este parece sopesar su idea durante unos segundos.
- Técnicamente, si él es inmune quiere decir que algún componente en su sangre impide que la infección avance, y si esa teoría fuera cierta, podría extraérsele y crear un suero a partir de ahí. – explica con su extraña y correcta forma de hablar.
Un silencio invade el vagón en el que nos encontramos. Le miro detenidamente.
Mi corazón se acelera ante esa idea.
- Es... ¿Es eso posible? – pregunto esperanzado, intentando que mi voz no se quiebre al terminar la frase.
- Lo he teorizado, luego es posible. – añade.
- No he entendido nada, pero me vale. – sentencio con convicción.
- No podremos ir a ninguna parte hasta que no salgamos de aquí. – dice Rick, en un tono totalmente serio tras unos segundos de silencio.
Y es cuando, como si la realidad me hubiera dado un rodillazo en el estómago, mi mente me trae de vuelta al presente, alejándome de las fantasías acerca de mi salvación y la de la humanidad, recordándome que estamos atrapados en un vagón de tren por culpa de unos psicópatas.
- A ver... - dice Daryl mirando a través de la ranura de la puerta. – Cuatro de esos capullos vienen.
- Sabéis lo que hay que hacer. – explica Rick, todos nos ponemos en pie cuando vemos que él se levanta y se aproxima hacia la puerta. – Primero tiraos a los ojos, luego a la garganta. – dice, todos nos ponemos en guardia, mirando hacia la puerta. La tensión en el ambiente no hace más que crecer a cada segundo. La idea de una posible cura se había anclado en mi mente y no pensaba moverse de ahí, por lo que ahora tenía otro motivo más para que saliéramos de aquí.
Pero cuando todo parece ir a nuestro favor, la vida suelta una carcajada haciéndonos saber que no es así.
Y el techo sobre nosotros queda abierto.
Justo lo que menos esperábamos.
Una pequeña botella metálica cae desde la apertura.
- ¡Apartaos! – ruje Abraham antes de que todos saltemos en direcciones diferentes.
Una gran cantidad de humo empieza a salir de la pequeña botella, invadiendo completamente el vagón, arrancándonos una fuerte tos a todos, puesto que puedo sentir como el gas inunda mis pulmones, haciéndome casi imposible el poder respirar con naturalidad.
Tan sólo noto como alguien me agarra de los brazos y tira de mi hacia fuera del vagón, estampando mi cabeza contra el suelo cuando me suelta. Apoyo mi frente en este cuando una fuerte tos me sacude violentamente contra el pavimento. Alzo mis ojos lentamente, totalmente perdido y desorientado, me encuentro con la perturbada mirada de Gareth.
- A ti también te ha tocado un premio. – dice, repitiendo las palabras que yo le dije a su amigo Álex antes de matarle, para después estamparme la suela de su bota en la cara, dejándome casi inconsciente.
Alguien tira de mi y mis pies se mueven en modo automático.
El espeluznante sonido de carne siendo destripada por una motosierra me da la bienvenida a ese oscuro lugar que mis ojos no acaban de enfocar.
Hasta que estampan mi pecho en una superficie metálica, haciendo que esta me devuelva el reflejo de mi imagen. La sangre baja por mis sienes y mi nariz, llegando hasta un trapo que amordaza mi boca impidiéndome hablar, mientras noto como atan con bridas mis muñecas y mis tobillos, dejándome sin movilidad alguna, y pronto me doy cuenta, de que estoy apoyado en una especie de abrevadero de hierro, donde al final se encuentra un desagüe.
Un repulsivo escalofrío me recorre cuando entiendo que es lo que me va a pasar, cuando mi cabeza empieza a unir las piezas del puzle y ato cabos.
Van a degollarme para después comerme.
Pero el temblor que ha dejado el escalofrío en mi, aumenta cuando ladeo la cabeza, y veo a Rick a mi lado derecho.
Su pelo está totalmente empapado en sudor, haciendo que varios rizos se le peguen en la frente, y sus ojos me miran desorbitados, con ese brillo de nuevo en ellos.
Y sé qué, igual que a mi, la ira empieza a consumir sus sistemas.
La situación empeora, cuando Daryl aparece a mi lado izquierdo, moviéndose agresivamente, intentando deshacerse de sus agarres, pero su actitud cambia bruscamente cuando se da cuenta de que estoy a su lado. Las lágrimas amenazan con brotar sin freno de sus ojos y yo cierro mis párpados, apretándolos con fuerza, porque no sabía cómo impedir que ninguno de nosotros fuera a morir asesinado con tal brutalidad.
Un par de hombres colocan a Glenn al lado de mi hermano, y este nos mira aterrado, igual que nosotros a él. Igual que Bob nos mira, cuando termina colocado al lado derecho de Rick.
Por primera vez en mucho tiempo, comienzo a sentir miedo de verdad.
Cuatro desconocidos son colocados al principio de este abrevadero metálico, y mis ojos pican al saber que ellos van a ser los primeros en morir, porque la formación que Gareth ha elegido es totalmente estratégica, dejándonos a Rick y a mi para el final.
Obligándonos a ver cómo va a morir cada uno de ellos.
Incluido mi hermano.
Un hombre a nuestro lado, con un delantal de plástico, manchado en sangre, empieza a afilar lo que creo que es un cuchillo con la hoja curvada, mientras que otro, igual vestido, hace estiramientos con un bate de béisbol completamente de hierro.
Y no sé si la poca cordura que me queda va a soportar esta situación.
- Ya está. – dice el del cuchillo una vez ha terminado de afilarlo. Ambos empiezan a caminar hacia el chico rubio del principio hasta posicionarse tras él.
Y por unos segundos empiezo a rezar, pensando que ojalá no sean capaces de hacer lo que pienso que van a hacer.
Pero todo se va a la mierda cuando el tío del bate le asesta con él en la nuca, dejándole completamente noqueado, para que a continuación el otro hombre raje totalmente su cuello de extremo a extremo con el cuchillo, haciendo que la sangre salga a borbotones de este.
La horrible escena se queda grabada a fuego en mi mente, repitiéndose una y otra vez, haciendo que apoye mi frente en el borde del abrevadero, cerrando los ojos y respirando con dificultad, intentando aguantar, intentando no dejarme llevar por la macabra escena, mientras que el chasquido que provoca la sangre contra el metal inunda mis oídos, junto con los quejidos y sollozos del compañero del chico ya inerte.
Y no sé hasta qué punto agradecer la cordialidad del hecho de que antes de degollar a la persona, la noquean con un bate.
La escena no tarda en repetirse de nuevo, y yo no puedo evitar dejar de mirarla. Veo como otro río de sangre cae con fuerza del cuello del segundo hombre.
Y así con un tercero.
El espeso líquido rojizo empieza a llegar hasta el desagüe a la vez que yo lucho lo imposible por que las lágrimas no salgan de mis ojos.
Y es con el cuarto, el hombre antes de Glenn, cuando cualquier atisbo de cordura escapa totalmente de mi.
Mi garganta se seca y con mis dientes aprieto la mordaza en mi boca.
Ese molesto y ensordecedor pitido se instala en mi cabeza, avisándome de que la locura está empezando a tomar el control.
Y para su mala suerte, Gareth aparece por la puerta frente a nosotros.
- A ver, cuántos disparos. – dice, con una libreta en mano.
- Treinta y ocho. – responde el del bate, antes de noquear al tío al lado de Glenn. El hombre del cuchillo rasga el cuello del cuarto hombre y yo miro totalmente impasible la escena, repitiendo cada segundo, cada imagen, cada sonido, una y otra vez en mi cabeza.
Los hombres se ponen detrás de Glenn.
Y mi corazón se acelera durante unos segundos.
- Eh. – los llama Gareth. – Disparos. – dice.
- Joder, lo siento. Era mi primera redada. – se disculpa el tío del cuchillo.
- Cuando acabes aquí vuelve a tu puesto y cuenta los casquillos. – dice Gareth. – Kelly no los recogerá hasta mañana. – continua. Entonces nos señala. – Cinco del A y cuatro del D. – añade, omitiendo las llamadas de Bob hacia él. – Qué. – pregunta al hombre antes de quitarle la mordaza.
- No haga esto. – dice Bob. – Lo arreglaremos.
- De eso nada. – sentencia Gareth.
- ¡No tiene que hacerlo! – exclama el hombre al lado de Rick. – Le dijimos que había una solución. Sólo tiene que arriesgarse. Tenemos a un hombre que sabe pararlo, tiene una cura. Solo hay que llevarle a Washington. Esto no hace falta, haremos que el mundo vuelva a ser como antes. – dice.
Pero ese bastardo le mira incrédulo.
- Imposible, Bob. – afirma antes de ponerle la mordaza de nuevo.
- ¡Es verdad! ¡No hace falta hacer esto! – dice este una vez amordazado.
Gareth, ignorándole completamente, se acerca hasta Rick y se agacha frente a él, para después quitarle el trapo que amordaza su boca. El expolicía a mi lado le dirige una mirada totalmente asesina.
- Fuiste al bosque con una bolsa. – empieza a decir Gareth. – Y saliste sin ella. Tuve que traer a mis hombres antes de ir a buscarla. – añade. - ¿Qué hay dentro? – Rick no responde palabra alguna ante su pregunta, y Daryl y yo miramos al hombre agachado frente al padre de Carl. – La escondiste ¿Verdad? Por si acaso. – inquiere. – Muy listo. Daremos con ella. Pero salir ahora mismo es muy peligroso. – dice mientras saca un cuchillo de su cinturón, pone una mano en la nuca de Bob y lo atrae hacia él, acercando el cuchillo al ojo del hombre. - ¿Qué había dentro? – pregunta. – Soy curioso. Y era una bolsa muy grande. – A pesar de la tensión, Rick parece no inmutarse ante la amenaza del hombre frente a él. - ¿Vas a dejarme hacerlo?
- Te llevaré hacia dónde está. – responde el expolicía. El tono ronco de su voz me hace saber que al igual que yo, su cordura se ha esfumado totalmente. Y su mirada me lo hace saber aún más. – Así lo verás. – sisea vacilante.
- No lo haré, pero esto sí. – dice Gareth acercando el cuchillo a Bob.
- Había armas. – le interrumpe Rick apresuradamente. – AK 47, Magnum 44, armas automáticas con infrarrojos... Y hay un arco de poleas y... – empieza a enumerar las armas de la bolsa, mirando hacia arriba y fingiendo recordar con total tranquilidad. – Un... Un machete con el mango rojo. – dice. – Que es el que usaré para matarte. – sentencia.
Una carcajada escapa de mi pecho ante la vacilada de Rick.
Cierro los ojos y empiezo a reírme todo lo que la mordaza me permite, mientras que me inclino hacia adelante.
Gareth me mira.
Y no es el único.
Daryl, Glenn y Bob también lo hacen.
Gareth pone la mordaza a Rick para después acercarse a mi. Tira de mi pelo y alza mi cabeza antes de quitármela de la boca.
- ¿Y tú de qué te ríes? ¿No tienes miedo? – pregunta con una sonrisa cuando suelta mi pelo y me enderezo.
- ¿Te digo la verdad o lo que quieres escuchar? – respondo. Él borra la sonrisa de su cara, haciéndome creer que así va a infundirme algún tipo de miedo.
- Por qué coño te ríes. – dice a modo pregunta.
Me acerco hasta tener su cara a escasos centímetros de la mía.
- Porque estás muy jodido. – sentencio en un susurro antes de soltarme a carcajadas.
- ¿Ah sí? – dice él - ¿Y eso por qué? Adelante, ilumíname.
Detengo mis risas para sonreír de lado.
- Porque Rick es un hombre de palabra. – digo, veo como el padre de Carl a mi derecha sonríe todo lo que la mordaza le deja, antes de echarme una breve mirada y negar con la cabeza. – No sabes las ganas que tengo de ver cómo te revienta el cráneo a machetazos. – gruño escupiendo cada palabra con ira.
El hombre frente a mi cambia su semblante a uno más serio ante mis palabras, y veo como su mirada está totalmente desquiciada al ver que empiezo a reír de nuevo.
Gareth se pone en pie y rodea el abrevadero para llegar hasta mi y me agarra de ambos brazos, enderezándome y empezando a tirar de mi. Veo como mi hermano y el padre de Carl se mueven bruscamente intentando levantarse.
- ¡Sujetadlos! – grita en su dirección a los dos hombres del bate y el cuchillo, quiénes impiden a Rick y Daryl moverse. – Verás no solemos hacer esto con niños ni adolescentes. – empieza a explicar, hasta que llegamos a una enorme mesa de hierro, donde un cadáver despiezado se encuentra. – Pero no has parado de tocarme las narices desde que has llegado, así que contigo haré una excepción. – dice antes de tirar al suelo el cuerpo sobre la mesa de un empujón. Tardo en darme cuenta, de que ese cuerpo desmembrado era el de Álex. - ¡Ven aquí! – grita a uno de sus hombres. El del bate viene hacia nosotros. Gareth corta la brida que sujeta mis muñecas y mis tobillos, para después agarrarme del cuello. De un momento a otro, estampa mi espalda contra la superficie de metal impregnada en sangre ajena, tumbándome en la mesa. Contraigo mi rostro en una mueca de dolor a causa del daño que el impacto me ha causado. Antes de que pueda hacer nada, el tío del bate me inmoviliza, agarrándome del brazo izquierdo y ejerciendo presión sobre mi pecho. Gareth rodea la mesa, estirando mi brazo derecho en la superficie y cogiendo un cuchillo. – Como ya he dicho, no es de nuestro agrado hacer esto con gente que no sea adulta, pero es cuestión de supervivencia. – comienza de nuevo a explicar. Empiezo a forcejear contra ellos, notando como a cada movimiento, más de la sangre humana sin coagular que estaba en la mesa empieza a mancharme. – No es más que un simple hecho. Los animales lo hacen. Los más altos en la cadena alimenticia son siempre los que sobreviven. O eres carnicero o eres ganado. Es cuestión de que tú establezcas quién es el depredador y quién la presa. – dice. – Y adivina quién de ellos eres tú. – añade cínicamente mientras sus pupilas se clavan en mis ojos.
Oigo como Rick, Daryl, Glenn y Bob empiezan a gritar desesperadamente que no lo haga cuando ven como Gareth alza el cuchillo.
Con intención de cortarme el brazo derecho.
Miro hacia el vendaje de este.
Y río como si no hubiera un mañana.
- ¡Adelante! – exclamo - ¡Córtame el brazo y cómete su carne! ¡Espero que la disfrutes! – grito, riéndome de manera histérica.
Totalmente descolocado, Gareth me mira, sin entender muy bien de qué coño me río.
- Eso haremos. – gruñe antes de bajar el cuchillo a toda prisa.
- ¡NO! – Oigo claramente como grita Daryl.
Y durante una fracción de segundo, el tiempo se detiene, porque sé que no voy a ser capaz de soportar esto, ni física ni mentalmente.
Pero a pesar de ello, sigo riéndome.
- ¡Espera! – grita el tío del bate. - ¡Su brazo! – dice este señalando mi vendaje negro.
Gareth se detiene con el cuchillo a escasos centímetros de mi hombro y observa el vendaje, para después mirarme a mi.
Le miro.
Y sonrío de lado.
- Estoy infectado, imbécil. – gruño.
- ¿Qué...? – dice Gareth. Rodea la mesa, incrédulo, hasta posicionarse tras el hombre del bate, mirándome, sin saber qué hacer.
Miro sutilmente hacia Rick, y veo como este saca mi daga del bajo de su pantalón, para después asentir levemente. Sonrío al ver ese brillo perverso en sus ojos.
Ambos hombres me miran y el del bate afloja su agarre.
Grave error.
La imagen se vuelve borrosa ante mi y ese molesto pitido en mis oídos vuelve a aparecer, la rabia convierte la sangre en mis venas en fuego líquido que me recorre de pies a cabeza, dejándome en claro que se ha liberado al monstruo en mi.
Y antes de que se den cuenta, agarro al tío del bate por la nuca.
Y muerdo su cuello.
Llevándome una gran parte de este conmigo al estirar.
El hombre cae de espaldas entre agónicos alaridos de dolor.
Me bajo de esa especie de mesa metálica en la que me tenían tumbado y escupo el trozo de carne del cuello de ese tío.
El viscoso tacto y el sabor del hierro de la sangre inundan mi boca. Tan solo siento la gran cantidad del líquido carmesí bajando por mi barbilla y por mi cuello e impregnándose en mi ropa.
El hombre convulsiona unas cuantas veces más antes de morir entre chillidos de dolor.
Y sonrío.
Gareth trastabilla con sus propios pies al ver tal escena y cae de espaldas contra el pavimento.
Y sonrío aún más.
Éste se arrastra por el suelo, ayudándose de sus pies, y cada vez que se aleja, yo avanzo un paso hacia él.
Acaricio mi labio inferior con el dedo corazón de mi mano derecha, limpiándome la sangre ajena.
La sangre humana.
Para después besar la yema de este, lamiendo los restos del rojo y espeso líquido que han quedado en él.
- Y dime Gareth... ¿Quién es ahora la presa y quién el depredador? – siseo con la voz ronca.
Pero una fuerte explosión hace que el suelo bajo nosotros se sacuda con violencia y el edificio tiemble.
Cosa que ese bastardo cobarde de Gareth aprovecha para escapar por la puerta donde ha venido.
Y antes de que el tío del cuchillo abra la boca, Rick le apuñala en el cuello con mi daga sin dudarlo un segundo, haciéndome ver lo fácil que ha sido para él liberarse de su agarre.
- Lamento el espectáculo, una vez más. – digo cogiendo el cuchillo que Gareth ha tirado para después desatar a Daryl. Este se pone en pie, mirándome. – Yo, de verdad... No sé qué me ha pasado.
- Eh. – dice con una mano en mi hombro. – No importa, lo entiendo. El mundo ha cambiado y tu también. – añade hablando a toda prisa. – Tú lo dijiste una vez, el que no mata, muere. Y no sabes cuánto me alegro de que seas del primer grupo. Y a pesar de que a veces seas un psicópata, eres mi hermano y estoy orgulloso de ti. – sentencia antes de darme un abrazo.
Me quedo estupefacto ante sus palabras y tardo unos segundos en corresponderle. Sé que aún tiene que asimilar lo que acaba de ver, y muy probablemente lo que acaba de decir, pero es inevitable que tras esas palabras una reconfortante sensación me invada.
- Gracias. – respondo sinceramente.
- Eh, hermanos Dixon. – dice Glenn una vez es soltado. – Vamos a necesitar tu puntería y tu lado perturbador, así que espabilad. – continúa diciendo, refiriéndose a mi hermano y a mi.
- Si tienen problemas es nuestra oportunidad. – explica Rick mientras termina de soltar a Bob. El expolicía se acerca a mi y me devuelve la daga. – Gracias. – dice poniendo una mano en mi hombro y ofreciéndome una sonrisa ladeada.
- No hay por qué darlas. – digo yo respondiéndole de igual manera. – Sabía que le darías un buen uso. – añado. Después miro a mi alrededor, atento a los sonidos que nos rodean. – No paran de oírse disparos.
- Parecía una bomba. – aclara el coreano mientras termina de quitar su mordaza.
- Parece una puta guerra. – añade Daryl.
- ¿Quiénes son estas personas? – pregunta Bob mientras se pone en pie después de que Rick corte sus agarres.
- No son personas. – dice mi hermano, cuchillo en mano, mientras camina hacia el cuerpo del tío del bate.
- No. – sentencia Rick. – Que se trasformen.
Salimos de la sala armados con los escasos cuchillos que había en ella, hasta que llegamos a otra, que nos da la bienvenida con una vomitiva imagen.
Cuerpos humanos totalmente despiezados nos reciben colgados de ganchos y algunos miembros puestos sobre bandejas.
El olor a sangre, carne y hierro inunda mis fosas nasales.
Y tengo que luchar contra las arcadas que están a punto de aparecer.
- Qué cojones... – digo, colocándome el dorso de mi mano derecha en la boca mientras frunzo el ceño.
- Si os cruzáis con alguno, cargáoslo. – dice Rick. – No lo dudéis. Matadlos.
Todos empiezan a cambiar sus cuchillos por los más grandes y afilados que se encuentran en las mesas.
Y a falta de mis katanas, decido armarme con uno de los machetes.
Nos acercamos hasta la ventana que está en la puerta y vemos como los caminantes empiezan a tomar posesión de La Terminal.
- Podría despejaros el paso. – sugiero.
- No, nada de separarnos. Si corremos, podemos ganar. Están distraídos. – responde Rick.
- Hay que soltar a esos. – dice Glenn mientras observa el contenedor que los muertos aporrean donde se oyen gritos de ayuda. Pero cuando ve que le miramos sin intención de hacer lo que propone, vuelve a hablar. – Hay que ayudarles... Somos así.
Nos miramos entre nosotros, para después ver como el expolicía asiente con la cabeza.
Salimos a toda prisa hacia ellos y en cuestión de segundos liquidamos a los pocos caminantes que rodeaban el contenedor, Glenn se apresura a abrir la puerta y cuando lo hace, un hombre de dudosa cordura sale disparado hacia el coreano gritando que somos como ellos, mientras que esta vez se abalanza hacia Rick. El padre de Carl lo aleja de él de un empujón y de un momento a otro, un muerto arremete contra él.
Casi mejor que se hubiera quedado dentro.
- ¡Vamos! – ruje Rick, pero Glenn, armado con un bate, revienta el cráneo del caminante, y Daryl le coge de la camiseta desde atrás para estampar su espalda en el contenedor y refugiarle tras este, cosa que hacemos todos, mientras que, con el corazón en un puño, vemos como una horda de caminantes avanza frente a nuestros ojos.
- Debemos retirarnos. – dice Bob ante tal panorama.
- El A está por ahí, si vamos hacia atrás nos perderemos. – explica Rick.
- No tenemos elección ¿Verdad? – añade mi hermano.
Pero una serie de disparos interrumpen nuestra charla.
- Esperad aquí. – dice el expolicía antes de echar a andar agachado para esconderse tras un coche.
- ¡Rick! ¡Rick! – grita Bob.
Mi hermano y yo nos miramos.
Y antes de que un caminante ataque por la espalda al padre de Carl, Daryl atraviesa el tubo entre sus manos en la cabeza del muerto y yo me agacho tras ellos. Rick nos mira y asiente con la cabeza, en agradecimiento por la ayuda.
Un grupo de personas armadas empiezan a avanzar frente a nosotros, y cuando el último de ellos pasa, el expolicía se abalanza sobre este, apuñalándole y quitándole el arma, ametrallando después al resto del grupo frente a él.
- Hay que coger las armas. – dice Daryl, pero los tres vemos como los caminantes se acercan a las personas heridas en el suelo para devorarlas.
- Es imposible. – responde Rick, viendo con impotencia la situación.
- No, no lo es. – sentencio. Camino hacia donde los muertos empiezan a comerse a sus víctimas, quienes empiezan a chillar de dolor, y observo como los primeros me ignoran y siguen con lo suyo. Cojo tres de las armas que tengo a mi alcance y giro sobre mis talones, volviendo paulatinamente hacia Rick y Daryl, quien me miran asombrados, sin recordar al parecer, que para los caminantes, yo soy uno más. – Fácil. – respondo a sus cejas enarcadas, mi hermano me mira un tanto orgulloso mientras que le doy una de las armas a él. Rick coge el tercer arma que tengo entre mis brazos.
- Ya no tenemos que retirarnos. – dice mientras se la entrega a Bob.
Corremos hasta que los músculos de nuestras piernas se quejan adoloridos por semejante carrera mientras que llenamos de balas los cuerpos de los vivos y los muertos, hasta llegar al vagón con la A pintada en blanco. Y mi corazón se acelera, por el simple hecho de saber que Carl no ha tenido que pasar por el tormento que hemos vivido hace apenas escasos minutos.
Rick abre la puerta de este - ¡VAMOS! ¡Corred hacia la verja! – grita para después disparar.
- ¡No os disperséis! – oigo como grita Abraham desde el interior. - ¡Corred, corred!
- ¡Carl! – dice el expolicía al ver al chico. Y no puedo evitar girarme en su dirección. Su hijo me mira aliviado, el azul de sus ojos brilla y en ellos puedo ver una mezcla de alegría y extrañeza.
- ¿Por qué siempre que vuelvo a verte apareces con sangre nueva? – pregunta alzando la voz para que pueda oírle en mitad del escándalo provocado por las ráfagas de disparos.
- Larga historia. – sentencio de igual manera con una sonrisa por verle de nuevo. - ¡Vamos!
Todos empezamos a correr hacia la valla más cercana, con Rick y yo armados cubriendo al grupo, mientras que estos empiezan a saltar la verja después de acabar con los caminantes frente a ellos, el expolicía y un servidor disparamos hacia los muertos que empiezan a rodearnos.
Y antes de que nos demos cuenta, Gareth y sus esbirros aparecen sobre el tejado.
Y no tardamos ni una milésima de segundo en dispararles.
Para nuestra suerte, una bala certera de Rick da en el hombro de ese capullo, aventándole de espaldas contra el tejado, haciendo que el resto huyan despavoridos.
Frente a mis ojos, veo como el hombre del bate, trasformado en caminante, y con parte de su cuello colgando camina hacia nosotros.
Observo la brutal herida que he provocado en su cuello tan solo con mis dientes y un escalofrío me recorre dejándome estático.
Pero Rick atraviesa su cráneo de un disparo, dejándole inerte en el suelo.
Le miro y asiento en agradecimiento.
- Vamos. – dice poniendo una mano sobre mi hombro. Ambos echamos a correr hacia la valla.
Aún con el pulso acelerado, caminamos por el bosque alrededor de La Terminal.
- Aquí. – dice Daryl señalando una zona cercana a un árbol, para después destapar una pala cubierta de hojas.
- ¿Qué coño hacemos aún aquí? – pregunta Abraham mientras vemos como Rick empieza a cavar.
- Armas... Provisiones... - dice – Id bordeando las vallas, y usad los rifles. Cargaos a los que queden.
- ¿Qué? – pregunta Bob con incredulidad.
- Que no sobrevivan. – sentencia el expolicía.
- Rick, escapamos. – dice Glenn tras unos segundos. – Se acabó.
- No se acabó. – responde el padre de Carl mientras recupera su revólver de la bolsa. – Hasta que hayan muerto.
- Y una mierda, ese sitio está ardiendo. Y lleno de zombies. – dice la chica de las coletas y la gorra.
- Eso no garantiza que vayan a morir. – contesto yo. – Rick tiene razón.
Y durante unos segundos, todos nos miran como si estuviéramos mal de la cabeza.
- No volveré a ese sitio de mierda. – sentencia Abraham. – Acabamos de escapar.
- Las vallas han caído. Si no huyen morirán. – dice Maggie esta vez.
- Ese es el problema. Que huyan. – respondo mientras que Rick me pasa una de las pistolas de la bolsa y yo la guardo en la parte trasera de mis pantalones.
Pero antes de que nadie diga nada, el silencio del bosque se ve opacado por el crujir de las hojas al ser pisadas.
Veo como Daryl se queda petrificando mirando tras de mi, en dirección al sonido.
Para acto seguido lanzarse a correr.
Me giro asombrado sin entender nada.
Y veo como mi hermano abraza a alguien.
A Carol.
Mi respiración se agita al compás de los latidos frenéticos de mi corazón al ver de nuevo a la mujer.
Y una enorme sonrisa se dibuja en mis labios ante tal tierna escena.
Todos nos acercamos.
Cuando la mujer se separa escasos centímetros de mi hermano, hace un gesto con su mano indicándome que también me acerque a ella.
Y con lágrimas en los ojos, no dudo en hacerlo para abrazarla también.
La mujer pone su mano derecha en mi mejilla y la izquierda en la mejilla de Daryl, observándonos con un profundo cariño a ambos. Luego acuna la cara de mi hermano entre sus manos para que este después esconda la cabeza en su cuello, llorando desconsoladamente por verla de nuevo.
Paso mi brazo derecho por la cintura de Daryl y apoyo mi cabeza en su hombro, semi abrazándole, porque a pesar de que yo le profeso un amor increíble a Carol, sé que no tiene ni punto de comparación por lo que mi hermano siente por ella, a pesar de que no quiera reconocerlo.
Y es que nunca podría agradecerle el cariño con el que nos ha querido y cuidado a ambos desde que nos conocemos.
- ¿Has sido tú? – oigo como pregunta un estupefacto Rick entre susurros. La mujer asiente con lágrimas en los ojos, y cuando nos separamos de ella, el expolicía se lanza a abrazarla como si le fuera la vida en ello.
Dejando en claro lo elemental que era Carol en nuestras vidas. En las de todos.
- Tenéis que acompañarme. – dice la mujer.
Caminamos a toda prisa tras la mujer, hasta llegar a una vieja casita de madera en mitad del bosque.
Y en la puerta de ella, vemos a Tyresse con un bebé entre sus brazos.
Judith.
Suelto todo el aire que contengo en mis pulmones en la más absoluta señal de alivio. Porque es el alivio más grande de mi vida.
Rick deja torpemente la bolsa de armas en el suelo y sale corriendo hacia ella con Carl pisándole los talones, para poder cargar a su hija.
- Judith... Estás bien. – dice el chico, acariciando la espalda de su hermanita, mientras que Rick llora y deposita besos en la cabeza de la pequeña.
Y si lo de antes me había parecido tierno, este reencuentro familiar lo sobrepasaba.
Pasados unos cuantos minutos después, me encuentro junto a Michonne, Carl y su hermana mientras el grupo descansa un rato y se recompone de lo sucedido hace unas escasas horas.
Juego con la manita izquierda de la pequeña que está siendo cargada por su hermano, hasta que ella decide enroscar su pequeña mano alrededor de uno de mis dedos.
Gesto que, inevitablemente, hace que mi corazón se derrita cuando la niña me sonríe.
- Finge todo lo que quieras, pero ese gesto te ha conquistado, tipo duro. – me dice Michonne.
Carl ríe ante la acusación y yo le devuelvo la sonrisa a la pequeña.
- Me has pillado. – confieso para después reír.
Tras unos segundos de silencio, el hermano de la niña se decide a hablar.
- Tenías razón, Áyax. – dice. Le miro extrañado ante su afirmación. – Respecto a lo de Judith. – aclara. – Tenías razón.
- Siempre la tengo ¿No? – respondo antes de dejar un beso en la coronilla de Judith. Y es que, aunque parezca atípico tanta dulzura en mi, esta niña era la única capaz de despertarme ese sentimiento.
Y para que mentir, su hermano también.
Este ríe ante mi respuesta y asiente levemente.
- Tenemos que irnos. – dice Rick después de un largo rato sin hablar.
- Ya, pero a dónde. – pregunta Daryl.
- Algún sitio lejos de ahí. – responde el expolicía, observando la columna de humo gris.
Dicho esto, con fuerzas renovadas aún sin saber de dónde han salido, nos ponemos en marcha de nuevo.
A pesar de caminar sin rumbo, lo único que me servía, lo único que nos servía, es que estábamos juntos otra vez.
Y eso me hace saber, qué si hemos salido de esta, unidos podemos con cualquier cosa.
Y si de algo nos ha servido este mal trago, es para aprender que en este mundo... No hay santuario.
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