Capítulo 15. La Terminal.
Extra
El crujido de las hojas secas que provoca cada paso que damos, es el único sonido que inunda el bosque.
Daryl parece absorto en sus propios pensamientos, al igual que yo.
Y sé de sobra en qué anda pensando.
En Áyax.
Y en la forma en la que mató a ese tío.
Un escalofrío me recorre de pies a cabeza al recordar la imagen del chico, sentado en el suelo y apoyado en el coche, limpiando la sangre seca que decoraba parte de su cara y su cuello tal y como yo había hecho antes.
Sangre que él mismo le había sacado al partirle en dos con su espada.
Un ligero temblor me sacude cuando mi mente me recuerda que no es más que un niño.
Un niño que ha acabado con la vida de una persona de la forma más despiadada y sanguinaria que jamás pudiera imaginar.
Cierto es que yo no puedo permitirme el lujo de ponerme como ejemplo del caso contrario, porque había hecho algo parecido.
Pero en el caso de Áyax, impactaba porque no era nada más que un chico, un adolescente.
Y no soy capaz de cavilar en qué momento, un alma inocente se corrompe de tal manera.
Su mirada era el reflejo del odio y el dolor, de la más absoluta locura y agresividad.
"¿Piedad?" La suavidad de su voz, el cómo agudiza el tono al repetir la misma palabra que el hombre al que destripa dice mientras se ahoga en su propia sangre, aparece de nuevo en mi mente, erizándome la piel.
Entonces es cuando caigo en algo.
Áyax da verdadero miedo.
Y cuando reconozco ese hecho, es cuando me doy cuenta de que me veo prácticamente reflejado en él.
Ese chico es la misma versión perturbadora de mi, varios años más joven.
Y eso me hace sentir seguro.
Ver como no dudó un segundo en arrebatarle la vida a ese cabrón, asegurándose de que recibiera la mayor cantidad de dolor posible, me hace sentir seguro.
Pero no por mi, sino por Carl.
Aunque sabía de sobras que mi hijo se las bastaba por si sólo. Y eso me enorgullecía. Nada me llenaba más el pecho de orgullo que ver en el hombre en que se estaba convirtiendo. Pero si tenía a Áyax a su lado en un futuro, cosa que todo parecía apuntar que sí, hacía que mi lado protector como padre suspirara aliviado un tanto más tranquilo.
Estoy seguro de qué cualquier otro padre le alejaría de una influencia como él, pero si tuviera que alejarle de alguien como Áyax, yo también tendría que desaparecer de su vida.
Un suspiro sale de mi cuando soy consciente de que los hechos acaecidos hace pocas horas han marcado un antes y un después entre todos nosotros.
- ¿En qué piensas? – pregunta Daryl, sacándome de mis pensamientos.
- Tan sólo pensaba en Carl. – respondo. – Y en Áyax. – admito.
- ¿En qué es muy evidente para todos que se gustan? – dice, usando el sarcasmo para evitar la tensión, de la misma manera que hace su hermano. Una carcajada brota de mi garganta cuando menciona eso.
- Es bastante evidente, desde luego. – afirmo. Él hombre ríe levemente.
- ¿Estás bien? – pregunta al cabo de un rato.
- Si, tranquilo. – respondo. – Ahora sí. – añado, poniendo una mano en su hombro. Él hace una mueca que interpreto como una sonrisa a modo de respuesta mientras seguimos caminando. – Y tú ¿Estás bien?
El hombre parece pensar su respuesta durante unos segundos mientras muerde sus labios.
- Si. – contesta en un suspiro. – Es... Ya sabes, he de acostumbrarme. – admite.
- ¿Acostumbrarte? – pregunto un tanto desconcertado – Pensaba que ya sabías que el mundo ya no es como antes. – digo. Él responde con una risa, lo que hace que yo también ría.
- Lo sé, y estoy acostumbrado a que el mundo haya cambiado. – dice mirándome – Pero no a que Áyax también lo haya hecho. – sentencia mientras recoloca la ballesta sobre su hombro y yo meto las manos en los bolsillos de la chaqueta.
Y entiendo a lo que se refiere, porque me pasó algo parecido con Carl.
Cuesta ver a alguien tan inocente y puro, convertirse en algo duro y frío.
- Si, sé a lo que te refieres. – reconozco. – Sé que es duro, al fin y al cabo, es mejor que ahora se haya convertido en alguien fuerte.
- No sé si fuerte es la palabra adecuada. – sugiere Daryl. – Pero, de todas formas, en mi cabeza tengo dos imágenes totalmente diferentes del mismo Áyax. Y el primero es tan sólo un recuerdo que ya no existe. – dice mientras apunta con su ballesta, y yo sigo con la mirada hacia donde él parece haber visto algo. Una ardilla.
- Ese chico sigue existiendo, estoy totalmente seguro. – le confieso.
- Puede que tengas razón. – responde mirándome. – Pero ha cambiado, y es mejor que lo asuma cuanto antes. – dice para después disparar la ballesta, haciendo que una flecha salga directa hacia el animal, y para nuestra mala suerte, este huye. El hermano de Áyax baja sus hombros y bufa.
- No ha cambiado, Daryl. – digo mientras empezamos a caminar en dirección hacia la flecha fallida para que este pueda volver a cogerla. – Ha evolucionado.
- ¿Evolucionado? – pregunta arqueando una ceja mientras agarra la flecha del suelo y vuelve a colocarla en su ballesta.
- Exacto. – respondo. – Se ha adaptado a la nueva vida que le rodea. Es la única forma de sobrevivir.
Y el hombre parece sopesar esa idea.
- Tienes razón. – admite, repitiendo las mismas palabras que le dije a Áyax cuando asesinó a ese hombre y entendí su teoría.
- Mató por supervivencia. Al igual que yo. – digo. Daryl asiente ante mis palabras.
Entonces alza la vista.
- ¿Y cuándo mató a Zach? – pregunta, clavando sus pupilas en las mías, para que segundos después yo no tenga más remedio que apartar la mirada.
Porque para eso, no tengo justificación alguna.
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La imagen de la Terminal, alzándose imponente ante nuestros ojos, es lo primero que me encuentro cuando saltamos la valla, acompañada de un escalofriante silencio que no presagia nada bueno.
Rick saca el arma que se había guardado a la vez que Michonne desenvaina su espada y ambos se mantienen en guardia.
Caminamos en una fila encabezada por Daryl, manteniendo la formación hasta llegar a una puerta de emergencia que se encuentra abierta, aprovechando ese hecho para entrar tras ella.
- Sigan las vías hasta el punto en el que todas se cruzan. En las intersecciones hay mapas para ayudarles en su viaje. Santuario para todos. Comunidad para todos. Los que llegan sobreviven. - el eco de una voz femenina que repite lo mismo una y otra vez llega hasta nosotros mientras que entramos en esa enorme sala. Rick se adelanta a nosotros, seguido de Carl.
- Hola. – dice el primero. La mujer que decía el mensaje por lo que identifico como una radio, se detiene asustada. – Hola. – vuelve a repetir más alto, esta vez en dirección hacia el otro grupo que trabaja en unas mesas.
- Vaya, seguro que Albert está de guardia. – dice uno de los chicos para después caminar hacia nosotros. - ¿Venís a robarnos?
- No. – responde el padre de Carl con voz firme. – Queríamos veros antes que vosotros a nosotros. - admite mientras avanza un par de pasos.
- Es lógico. – reconoce el chico. – Hacemos esto en el cruce de vías. – menciona antes de caminar hacia nosotros, acto seguido extiende los brazos. – Bienvenidos a La Terminal. Soy Gareth. Parece que habéis hecho un largo camino.
Y la forma en la que lo dice, hace que el vello de mi nuca se erice.
- Así es. – sentencia el expolicía. – Rick. Y estos son Carl, Áyax, Daryl y Michonne. – dice presentándonos. El tal Gareth nos saluda con la mano.
- Estáis incómodos, todos llegamos igual. – explica intentando aliviar la tensión. – Vinimos buscando refugio. ¿Es a lo que venís?
- Si. – contesta Rick.
- Bien. Ya lo tenéis. – responde como si nada. – Eh, Álex. – dice mientras llama a un compañero, el cual empieza a caminar hacia nosotros. – Esto es más feo que la parte de delante, no tenemos nada que ocultar, pero la bienvenida es más agradable. – continua hasta que llega el otro chico. – Álex os hará unas preguntas. Pero antes... Queremos ver las armas. Por favor, todas al suelo.
Y eso hace que esto me guste menos aún.
Totalmente desconfiados, nos miramos entre nosotros sin saber muy bien qué hacer, pero no es hasta que Rick actúa, que el resto le seguimos.
- De acuerdo. – dice mientras se arrodilla para dejar su arma. Con un bufido exasperado, desabrocho el arnés de mis katanas y me lo quito para a continuación dejarlas en el suelo, acompañadas de la pistola que guardo en la parte trasera de mi pantalón, la cual me ha dado Rick antes de esconder la bolsa del todo, mientras veo como Michonne, Carl y Daryl hacen lo mismo con sus respectivas armas.
Ese tal Álex se acerca a nosotros para empezar a cachear a mi hermano.
- No querría ser el otro. – dice a modo de broma al ver su ojo morado.
- No lo dudes. – añade Rick.
El chico se acerca a mi y yo doy un paso atrás.
- Ni me toques. – escupo cada palabra en un gruñido.
- Áyax. – me regaña el padre de Carl, le miro y veo como su mirada se clava en mis pupilas. Vuelvo a bufar con hastío y me coloco en mi posición otra vez con las manos alzadas, dejando que ese chico busque algún arma en mi.
- Lo lamento. – dice Álex cuando saca el cuchillo en mi cinturón dejándolo en el suelo, para después observar la escasa sangre que queda en mi cara.
- Espero que no tengas que hacerlo. – sentencio mirándole. Puedo sentir los ojos de mi hermano y los de Rick clavarse en mi cuello. El chico ríe y da por terminada su labor, acercándose esta vez a Carl mientras que yo bajo los brazos.
Y respiro aliviado cuando me doy cuenta de que la daga en mi bota ha pasado inadvertida.
- ¿Se lo merecían? – dice al ver la sangre seca en la cara de Carl.
- Si. – sentencia el chico sin dudar. Y la firmeza en su voz hace que un escalofrío me recorra por completo. Veo como Rick mira a su hijo, un tanto turbado por sus palabras, pues era evidente que Rick creía haberle asustado, y sin embargo acaba de comprender que no ha sido así en ningún momento. El chico quería que eso pasara. Su padre observa el lugar con la mirada perdida hasta Gareth, quien era el encargado de comprobar si Rick llevaba armas escondidas.
- Aquí no somos gente violenta, pero tampoco somos estúpidos. – dice Gareth. – Así que no intentéis nada estúpido.
"Y vosotros tampoco" respondo yo en mi mente. – Si tenéis eso claro no habrá problemas. Solo soluciones – continúa diciendo. – Muy bien. – sentencia antes de irse.
Álex empieza a devolvernos las armas a cada uno y veo como Daryl le impide que toque su ballesta, cogiéndola él con recelo. El chico mira mis katanas y luego a mi, muestra una pequeña sonrisa y se dirige hacia el arma de Carl para devolvérsela, mientras que yo cojo las mías.
- Seguidme. – dice después de devolverle la pistola a Rick, y todos hacemos lo que el chaval nos dice.
- ¿Cuánto hace que existe esto? – pregunta mi hermano una vez que salimos al exterior.
- Casi desde el principio. – explica mientras caminamos. – Al invadir los campamentos la gente empezó a llegar aquí. Creo que por instinto ¿Sabes? Seguían las vías. Algunos se dirigían a la costa, otros al oeste o al norte, pero acababan aquí. – continua hasta que llegamos a un patio donde se encuentran varias mesas, y una mujer al frente de una pequeña barbacoa.
A cada paso que doy, este sitio parece gustarme menos. Nadie ofrece lo que tiene a cambio de nada, y menos en un mundo como este. No imaginaba este sitio como nuestro futuro hogar.
- Hola. – dice la mujer, con una amable sonrisa. – Habéis llegado por detrás, muy listos. Encajaréis aquí.
- Eh, Mary ¿Quieres ponerle un plato a los nuevos? – dice Álex mientras señala la carne en la parrilla. Empiezo a observar con sutileza lo que me rodea y a los pocos minutos me doy cuenta de que no soy el único. Rick y Daryl también lo hacen.
- Por qué lo hacéis. – dice Mich en un tono que aparenta ser una pregunta. – Dejarnos entrar. – aclara.
- Cuantos más seamos más fuertes seremos. – explica el chico mientras coge el plato que le tiende la mujer. – Por eso pusimos carteles, invitando a venir.
Pero durante su discurso, mi mente se pierde al divisar a lo lejos, sentada en las mesas, una chica con el poncho que Daryl usaba en la prisión.
Disimulo todo lo que puedo mi sorpresa y como si la conversación no fuera conmigo, deambulo cerca de nuestro grupo, sonriéndole a Carl y dándole un toque en el hombro con el puño, a lo que este me devuelve la sonrisa, ajeno a lo que está pasando, mientras sigo caminando con las manos en los bolsillos de la sudadera. Unas gotas de sudor bajan por mi sien por la tensión creciente en mi que nadie parece notar, y me detengo al lado de Rick. Me mira fijamente igual que yo a él.
Y sus ojos me dicen que el también ha visto algo que no encaja.
- A tus diez, la chica en las mesas. – susurro mientras juego con la pulsera que Carl me ha regalado. Rick mira disimuladamente hacia donde le digo. Sus ojos se abren ligeramente y sonríe mientras agacha la cabeza. - ¿Te resulta familiar? – pregunto mientras me giro de nuevo, quedándome a su lado, mirando hacia nuestro querido amigo Álex, quien reparte un par de platos entre Carl y Michonne. Pero algo brillante destaca de sus pantalones.
El reloj de bolsillo que Hershel regaló a Glenn.
Y tenso la mandíbula.
Sabía que este sitio no era de fiar.
Y por un momento, el recuerdo del anciano aparece en mi mente. Porque de entre todas sus muchas enseñanzas hacia mi persona, en su afán por construir algo bueno de mi, enseñándome a leer, a escribir, a ser mejor persona cada día, me enseñó una lección muy valiosa: Aprendemos por ensayo y error.
Una vez más, habíamos tropezado con la misma piedra dos veces, confiándonos ante unos extraños, bajando la guardia, pero por suerte, yo llevaba esa idea por bandera, lo que me hacía sentir que no le defraudaba, y que su muerte no había sido en vano. Siempre honraría la memoria del hombre que tanto me ayudó.
Con esa idea en mente, salgo del letargo en el que me encontraba en esta fracción de segundo, y sintiéndome asqueado por la idea de que un bastardo manche el único recuerdo que tenemos de Hershel, la ira me invade de un momento a otro.
Rick y yo nos miramos mutuamente para luego volver nuestra mirada hacia el chico.
El expolicía se encamina decidido hacia Álex y cuando este le ofrece un plato, Rick lo tira de un manotazo al suelo para después sacar el reloj del bolsillo, escudarse con el cuerpo del chico, rodeando su cuello con el codo y apuntándole la sien con su pistola. Daryl reacciona y le apunta con su ballesta y todos nos echamos un paso atrás, mientras que Mich desenvaina su espada, Carl saca su arma y yo hago lo mismo con la mía.
- De dónde has sacado este reloj. – gruñe Rick al oído de ese capullo. - ¿¡De dónde coño has sacado ese reloj!?
- ¿¡Quieres respuestas!? – responde Álex alterado e histérico. - ¿¡O quieres algo más!? ¡Pues las tendrás cuando dejes el arma!
- Veo a tu amigo en el tejado, armado con un fusil ¿Tiene buena puntería? – sisea el expolicía. – De dónde lo has sacado. – vuelve a preguntar. - ¿¡DE DÓNDE LO HAS SACADO!?
- ¡No hagas nada! – dice el chico a su amigo en el tejado. - ¡Yo me encargo! ¡Deja ese fusil! ¡Deja el fusil! – exclama, y entonces el hombre baja su arma. – Oye amigo, escúchame, aquí somos muchos.
- De donde sacaste el reloj... - dice Rick, con cada vez menos paciencia en sus palabras.
- Se lo quité a un muerto. Ya no lo necesitaba. – responde con dificultad al hablar.
- ¿¡Y el equipo antidisturbios!? ¿¡Y el poncho!? – sigue preguntando el expolicía.
- El chaleco lo llevaba un poli muerto. – contesta Gareth a nuestras espaldas, lo que hace que todos nos giremos hacia él. – Y el poncho estaba tendido.
- Podemos esperar... - sugiere el chico.
- Cállate, Álex. – contesta el otro.
- Tú háblame a mi. – dice Rick.
- ¿Qué quieres que te diga? – pregunta. – Veo que no os fiais.
- Gareth... Gareth, por favor. – sigue diciendo Álex.
- Cierra. El pico. Tranquilo. – responde el mencionado mientras alza una mano. – Rick ¿Qué queréis?
- Y nuestros amigos. – dice el hombre en tono de pregunta.
- No has contestado. – sentencia Gareth. Su mano se cierra en un puño y todos empiezan a disparar. Álex, en manos de Rick, se escapa, a lo que en una fracción de segundo detengo su huida con mi cuerpo, asestándole una patada en la mandíbula que le hace caer de espaldas al suelo y presiono mi bota en su pecho impidiendo que se levante.
- Piedad... - susurra el chico, al borde del llanto.
- Enhorabuena. Eres el segundo hoy que me pide eso. Aquí tienes tu premio. – digo antes de borrarle la cara de un balazo. – Te dije que esperaba que no tuvieras que lamentarlo. – sentencio. - ¡Larguémonos! – rujo.
- ¡CARL! – grita el padre de este. - ¡Larguémonos de aquí! ¡YA! – dice mientras que todos echamos a correr. Pero pronto una ráfaga de balas a nuestros pies nos detiene el paso, por lo que tenemos que ir camino a otra dirección. Nuestra carrera se ve frustrada cuando entramos en lo que parece un garaje y la puerta frente a nosotros comienza a cerrarse, obligándonos a salir por una puerta hacia el otro lado del patio.
Y las cosas se ponen peor, cuando nos adentramos a una sala totalmente llena de velas encendidas.
- Qué coño es este sitio... - dice Daryl, observando a su alrededor, totalmente perplejo.
- Os dije que esto no me gustaba una mierda. – sentencio.
- Esa gente... No creo que quieran matarnos. – aclara Michonne, mirando de la misma manera el lugar.
- No, disparaban a los pies. – añade Rick, con su vista clavada en un mensaje en la pared.
Y mi sangre se hiela al leerlo.
"Nunca más confíes. Nosotros primero siempre."
- ¡Por ahí! – grita Carl señalando una puerta, pero cuando nos acercamos a esta, es cerrada completamente.
- Ahí. – dice mi hermano señalando otra, y esta vez no dudamos un segundo en salir corriendo tras ella.
De nuevo en el patio, tras una lluvia de balas, nuestros pies se detienen frente a la verja, cuando vemos a varios tíos armados justo delante.
Dejándonos sin salida.
- Soltad las armas ¡Ahora! – dice ese bastardo de Gareth desde un tejado.
Con el corazón a mil por hora y la respiración agitada, nos miramos entre nosotros, y con absoluta frustración, nos vemos obligados a obedecer, dejando mis katanas, el cuchillo y la pistola en el suelo.
No me importaba mi vida, pero no me perdonaría jamás que alguno de ellos muriera por cualquier movimiento en falso. – El líder. – dice hablándole a Rick. – Ve hacia la izquierda. Hacia ese vagón ¡Venga! Si lo haces, el crío irá contigo, sino lo haces, morirá. Y tu acabarás ahí dentro igual. – añade.
Mi cuerpo se tensa cuando se refiere a Carl, haciendo que ambos nos miremos. Sé que con su mirada intenta tranquilizarme, pero no lo consigue. Seguidamente, su padre nos echa un vistazo a todos y por último a su hijo. Tras una feroz mirada de Rick a Gareth, el primero se encamina vacilante hacia el vagón. - ¡Ahora el arquero!
Giro mi cabeza en dirección a Daryl y este asiente levemente en mi dirección, con la misma intención que Carl tenía en su mirada. Aún con reticencia, mi hermano echa a andar siguiendo los pasos del expolicía. - ¡Y ahora la samurai!
A cada mención a cada uno de ellos, mis músculos se tensaban más y más. Pero no por miedo.
Si no por rabia.
Michonne tarda unos segundos, pero obedece de igual manera tal y como Rick y Daryl han hecho. - ¡Quedaos en la puerta! El líder, el arquero y la samurai. En ese orden.
- ¡Mi hijo y el chico! – ruje Rick desde su posición, reclamándonos a Carl y a mi. Gareth nos mira, primero al chico, y luego a mi. Sonríe.
- El hijo. – dice mirándole, consiguiendo que Carl le mire. – Ve.
Michonne, Rick y Daryl se miran entre ellos.
- ¡Mi hermano! – grita Daryl esta vez, dispuesto a romper la fila en la que estaban, frente a las escaleras que conducían al interior del vagón. Mis ojos se clavan en los suyos, rogando porque no haga nada estúpido.
- El hijo del líder. – vuelve a decir Gareth con una sonrisa de suficiencia. – Ve. – repite. Carl le mira fijamente para luego mirarme a mi y negar con la cabeza.
- No sin él. – sentencia el hijo de Rick, con una seriedad asombrosa tiñendo cada una de sus palabras. Ese tono de voz haría que le temblaran las piernas de terror a cualquiera.
- Él irá, pero primero tú. – dice el cabrón sobre el tejado. Carl vuelve a observarle y de nuevo, luego a mi.
- Carl, por favor. – suplico en un susurro. El chico hace caso omiso a mis palabras. Varios hombres recargan sus armas y vuelven apuntarnos. - ¡CARL! ¡POR FAVOR! – rujo. Veo como muerde sus labios con rabia, y después de recorrerme con la mirada, asiente levemente y echa andar en dirección al resto. Cuando me quedo solo en mitad del patio, Gareth vuelve a hablar.
- El asesino. – dice refiriéndose a mi. Alzo la mirada hacia él. – Pequeño y duro hijo de... - añade. Noto cuatro pares de ojos clavados en mi persona, observando la tensa escena, dispuestos a actuar, pero no pienso permitir que eso suceda. No con sus vidas de por medio. – Has matado a uno de los nuestros... Y eso lo pagarás. – dice. – Ve con ellos. – sentencia. Tras asesinarle con la mirada, comienzo a andar hacia el resto del grupo, con el corazón a punto de salir por mi boca. - ¡El líder, abre la puerta y entra!
- ¡Sólo entraré cuando él llegue hasta nosotros! – grita Rick mirándole, para después mirarme a mi.
- No nos hagas matarle ya. – responde Gareth. El hombre me mira y yo asiento levemente con la cabeza, entonces mira hacia el frente y abre la puerta para después entrar al vagón, seguido de Daryl y Michonne. Carl me espera un par de metros, pero le hago un gesto con mi cabeza diciéndole que entre, haciendo que el chico bufe y suba los escalones. Una vez entro, Daryl pasa su brazo derecho sobre mi hombro, atrayéndome hacia el, semi abrazándome, haciendo que mi respiración se tranquilice a pesar de la rabia que me devora y me consume por dentro.
Pero todo cambia cuando un ruido en el fondo del vagón nos alerta y hace que nuestros ojos se claven en la oscuridad de este.
Mi pulso se acelera al ver que algo se acerca.
Y no por qué, si no por quién.
- ¿Rick? – pregunta Glenn, seguido de los pasos de Maggie, de Sasha, y de Bob.
- ... Estáis vivos. – dice Rick en un susurro, representando el estado de shock de todos nosotros con sus palabras. – Estáis aquí. – añade. Sus ojos vuelan hacia las otras personas desconocidas que los acompañan. Un hombre robusto y pelirrojo, una chica con coletas y gorra, un hombre con un poco de melena y un tanto relleno, y otra chica de pelo corto.
Ella me sonaba.
- Estabas con el Gobernador. – le digo, observándola fijamente.
- Si, pero ahora son amigos. – responde Maggie. La convicción en sus palabras hace que asienta conforme. Cuanta más gente, mejor. Y la chica parecía alguien más noble y aterrado, que algún capullo de la banda de aquel loco. – Nos ayudaron.
- Ya... - dice mi hermano. – Ahora lo son nuestros.
- Durante el tiempo que dure esto. – responde el hombre pelirrojo.
El expolicía empieza a caminar lentamente por el vagón, hasta acercarse a la puerta de este.
- Rick. – digo llamándole, el hombre me mira. Quedando de espaldas al grupo y frente al padre de Carl, apoyo mi bota derecha sobre uno de los hierros salientes de la puerta del contenedor. Y de ella saco mi daga. La hago rodar en mi mano hasta que queda el mango hacia fuera. – Toma. – añado, ofreciéndosela. El hombre me mira con cierto asombro en sus ojos, al igual que el resto del grupo, pues no sabían que yo la había estado escondiendo todo este tiempo. – Sé que la vas a necesitar.
Coge la daga entre sus manos, acariciándola como si fuera el trofeo más preciado de su vida, para después poner una mano sobre mi hombro, asintiendo levemente con la cabeza, en señal de agradecimiento.
- Se sentirán muy estúpidos cuando se den cuenta. – dice el hombre observando por la ranura de la puerta.
Veo como en sus ojos empieza a crecer ese brillo que ya le había visto anteriormente.
Ese destello de la más absoluta y destructora locura que hace tan solo unas horas había aparecido en ellos de nuevo.
- Cuenta de qué. – inquiere el pelirrojo.
Rick y yo nos miramos, una maquiavélica sonrisa se instala en los labios de ambos.
Giro mi cabeza hasta mirar sobre mi hombro al grupo restante.
- De que no saben con quién se han metido. – sentencio en un siseo.
No.
No lo sabían.
Y se lo íbamos a demostrar.
Capítulo en homenaje al actor Scott Wilson, "Hershel" en The Walking Dead.
Nunca te olvidaremos, Scott.
Gracias por tanto y por todo, Hershel.
<3
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