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XV. Anhelada Compañía

    Al llegar al restaurante del barco, el brillo de la cristalería se hizo abrumador. Era un poco temprano para almorzar, razón por la que el comedor parecía estar casi vacío, salvo unas cuantas parejas que comían en silencio. Jung Kook reconoció las cúpulas del lado derecho del comedor y las columnas del lado izquierdo. Esas habían sido las propuestas que dio a Yoon Gi para el comedor, y recuerda el primer día en que entró al barco, sentirse muy alegre y orgulloso de que él hubiese tomado en cuenta.

    No había tantas personas, pero unos cuantos meseros caminaban lentamente de un lado a otro, acomodando copas y cubiertos. Los centros florales robaron la atención del niño, quien se había adelantado para admirarlas, dejando a ambos adultos atrás.

    —Se maravilla con todo —dijo Jung Kook, al lado de Tae Hyung, quien no había parado de mirarlos a ambos—. Extraño tener su edad.

    —Me temo que no soy el mejor tutor del mundo... Casi no tenemos oportunidad para salir con él. Solemos jugar en el camarote la mayoría del tiempo. —“Así no tengo que salir de la cama, por si duele” se abstuvo en añadir—. Pero es una fortuna que hayamos podido salir hoy.

    Jung Kook asintió, mientras tomaba asiento en una mesa y llamaba a uno de los meseros para que colocara tres juegos de cubiertos en ella. De inmediato llegaron a servirles una copa de vino a cada uno de los adultos y un vaso con jugo de fruta para el niño, en lo que extendían la carta para que pudieran hacer su orden. Al cabo de un rato, les habían llevado un platillo de la especialidad del día por indicaciones de Jeon, la entrada era una pequeña cantidad de pollo a la Maryland y salsa de crema para acompañar.

    —Usted no toma vino, ¿Jung Kook?

    —Trato de evitar en la medida de lo posible el alcohol por cuestiones salud —dijo, al tiempo en que tomaba de su vaso de agua con mucho entusiasmo—. ¿Siempre come tan poco, Sir Kim?, ¿O es que la comida no ha sido de su agrado? Podemos pedir alguna otra cosa si...

    —No. La comida está bien.

    —El maestro no es de comer mucho —exclamó Ji Min con inocencia—. Eso siempre hace enojar a la Señora Mayoree, ¿no es así, maestro?

    Tae Hyung sonrió apenado, dedicando una mirada de muerte a Ji Min, quien estaba demasiado distraído con su comida como para notar su enojo.

    —Oh... —Jeon exclamó bajito sin saber qué decir al respecto.

    —Lo siento. No soy fanático de las comidas picantes... —dijo Kim con pena, incrédulo de que Ji Min fuera a echarlo de cabeza en frente de Jeon, y también otra cosa llamó su atención acerca de sus pensamientos... ¿Por qué siquiera le importaba lo que pensara Jeon de él?—. Pero no es la gran cosa, pued... puedo comerlo —dijo de inmediato tomando los cubiertos para tomar un bocado con las manos frías y nerviosas.

    —No, no —dijo Jung Kook de inmediato, llamado al mesero con un ademán firme. Fue amable en todo momento, pero por la seguridad con la que hablaba con todos, hacían notar su estatus y su contexto de vida—. Si no puede comerlo, pediremos otra cosa. ¿Qué le apetece? Salmón, langosta, caviar...

    —Gelatina —dijo Tae Hyung con determinación.

    —¿Gelatina? —preguntó Jung Kook al instante—. ¿Y qué más?

    —Nada más.

    Jeon inclinó la cabeza, en verdad confundido. Pero asintió cuando supo por la mirada de Kim que no cambiaría de opinión sin importar lo que pudiera decir al respecto.

    —Ji Min-ssi, ¿tú qué quieres?

    —¡Gelatina! —Jung Kook rio en ese instante.

    —¿No te gustaría probar la langosta o el salmón? Me sentiré mal si soy el único que come carne...

    —Entonces salmón —respondió el niño, sin pensarlo demasiado.
Al cabo de un rato, dejando atrás el tema de la comida, estaban platicando sobre muchas cosas en general. La plática se desenvolvía de forma amable, porque Jung Kook era bueno hablando en voz alta, y la vocecita animada de Ji Min alentaba a Tae Hyug a no ser tan callado y a demostrar su mejor ánimo. Sin darse cuenta, los tres estaban riendo ante las anécdotas que contaba Jung Kook acerca de su hermano mayor y el amor incondicional que le tenía a Cornelia, la yegua que había criado desde muy temprana edad; o cómo habían deseado construir y diseñar maquinarias desde que eran muy jóvenes. Tae Hyung escuchaba atentamente, deseoso de saber un poco más acerca de Jeon.

    —Su hermano suena como un hombre maravilloso  —dijo Kim, mientras bebía un poco del vino en su copa—. Debe quererlo mucho.

    Tae Hyung se limitaba a añadir comentarios a sus anécdotas, no porque no quisiera llevar la conversación con entusiasmo, sino porque realmente no era bueno con las palabras y no sabía muy bien cómo continuar. Lo que hacía una preciosa ventaja, el hecho de que Jeon no se callara nunca y siempre buscara algo para añadir o comentar de manera alegre y animada.

    —Es un gran hombre, por supuesto... —E iba a continuar, hasta que vio al niño cabecear y dio una señal a Sir Kim para que lo notara también. Sin darse cuenta, el sol comenzaba a esconderse tras el horizonte, a Jung Kook no le debía quedar demasiado tiempo libre, pero había disfrutado tanto esa tarde de charlas, que se sintió con la energía para trabajar sin descanso por los siguientes diez días. Recargó la mejilla en una mano, mientras dejaba que los meseros se llevaran los cubiertos y no pudo evitar notar que Sir Kim ni siquiera había consumido la mitad de la gelatina, (que era de por sí de una porción bastante pequeña). Entonces empezó a imaginarse cosas.

     Pero quizá tan solo le apenaba comer en público, ¿no es así? El violinista tenía fama de ser muy tímido y retraído ante los desconocidos, y no era como que llevaran hablando tanto tiempo, pensó Jung Kook. Así que sonrió de nuevo cuando sintió que Sir Kim lo estaba mirando, se limpió los labios con su pañuelo y se preparó para levantarse en cualquier momento en que sus acompañantes estuvieran listos.

     —¿Tienes mucho sueño, Mimi? —preguntó Sir Kim a su pupilo con el rostro brillante y amable. La luz anaranjada entraba a través de los entramados en las ventanas. Los colores claros de las paredes y la tenue luz, hacía lucir a Sir Kim como un gentil sueño del que Jung Kook  no quería despertar.

    —No —exclamó Ji Min con la energía escueta y el rostro pegado al brazo. Estaba más dormido que despierto y eso hizo sentir nervioso a Tae Hyung, pues necesitaba que despertase ya que él no podría cargarlo en brazos, al menos no sin ocasionar un desastre. Tragó saliva con dificultad y parpadeó en nerviosismo—. Si usted quiere quedarse yo me quedo... No tengo sueño.

    Tae Hyung torció la boca.

    —Ya es tarde, pequeño. Debemos regresar o Madame se preocupará. Debes despertar, yo no puedo, eh... —cerró la boca al instante en que recordó que Jeon estaba allí también y tragó saliva con dificultad—. Has crecido mucho este último año —se excusó al instante—, me temo que ya no puedo cargarte como antes —exclamó con muchísima vergüenza.

    —Ah, yo puedo llevarlo —ofreció Jung Kook al instante en que terminaba de dar las gracias al mesero que se llevaba todos los cubiertos de nuevo—. Si no les molesta y si usted está de acuerdo, Sir Kim. No lo parece, pero hago trabajo pesado de tanto en tanto en el astillero, me gusta ser yo mismo quien pruebe las maquinarias nuevas que llegan a las fábricas.

    Tae Hyung titubeó durante un segundo, pensando en la manera que tenía Jeon de desarmarlo con su alegría y su amabilidad. Asintió mientras se alejaba del asiento de Ji Min, tomando su brazo izquierdo con suavidad, agradecido, pero también profundamente avergonzado. ¿Algún día sería capaz de arreglar su propio cuerpo?

    Y ya iba a empezar a pensar cosas horribles, cuando el cuerpo de Jeon se levantó con el niño en brazos y le hizo una expresión graciosísima.

    —Uff, tiene razón —dijo Jeon con el rostro sonrojado—. Sí pesa.

    —Lo voy a despertar —exclamó Tae Hyung al instante.

    —¡No, qué va! No se preocupe. Creo que no hice suficiente trabajo pesado en el astillero —dijo a manera de broma. Y eso hizo reír a Tae Hyung, quien había aprovechado el tiempo para reacomodar su silla y tomar el violín en el asiento de Ji Min. Al ver la mesa vacía y a Jeon esperarle al otro lado, pensó... que esa había sido una tarde agradable.

    A lo lejos, la mirada recelosa de Jung Ho Seok, quien habría llegado para cenar junto a algunos amigos más, no podía despegarse de la plática tan animada que estaba teniendo Jung Kook con el músico, lo que significaba que Yoon Gi le había ignorado por completo. Empujó la parte interna de su mejilla con la legua y torció los ojos en una mueca hastiada. ¿Es que ninguno de los dos hermanos quería entrar en razón?

    —¿Qué tanto miras, Jung? —Preguntó uno de sus amigos. Ho Seok no tuvo que contestar porque el chico que estaba junto a él entendió la imagen de la que los ojos de Jung no podían separarse—. ¿El violinista de la muerte? —le escuchó decir con asombro—. ¿Quién diría que los servidores del diablo también comen? —exclamó con total burla—. Lo bueno es que se está marchando. Olvídalo, Hobi, vamos a comer. No dejes que su presencia nos arruine la noche.

    Jung mantuvo el ceño fruncido, sin saber qué sentir al respecto de la escena frente a sí, y volviendo los ojos con fastidio, decidió unirse a sus amigos de nuevo.


    Caminaban a paso sereno. Disfrutando de la suave brisa y de las estrellas que se vislumbraban en el cielo despejado.

    —Entonces... La Señora Manoban se enoja seguido con usted.

    —No repare en las palabras del niño. Es un pequeño imprudente.

    —A mí me parece más como... honesto. Los niños suelen ser un reflejo de sus padres.

    —Quisiera poder llamarme el padre de este niño —Tae Hyung levantó la mirada hacia el cielo, tomando con un poco más de fuerza la correa de su estuche—. Pero me temo que la etiqueta me queda muy grande, yo... trabajo en eso.

    —Es lindo —dijo Jung Kook con anhelo en la voz—. Que aliente sus sueños. No muchos adultos hacen eso con sus hijos. Independientemente de si usted puede o no puede ser padre... Creo que si acomodara un poco sus sentimientos en torno a usted mismo, podría hacerlo muy bien.

    Jeon no pudo notarlo, por estar concentrado en el camino, pero los ojos de Tae Hyung brillaron increíblemente radiantes en ese instante.

    —¿Usted cree, Jung Kook?

    Jeon asintió.

     —¿En dónde está su camarote? —dijo cuando sintió que Kim caminaba más lento.

     —Está unos cuantos pasos adelante. Ji Min duerme con la Señora Mayoree. Seok Jin tiene muchos papeles que odiaría que desordenen y yo... tengo mucho trabajo también. Puede pasármelo —dijo Kim extendiendo los brazos para que le diera al niño. Entre la charla no se dieron cuenta de que ya habían llegado.

    —¿Está seguro?

    —Sí, no se preocupe.

    Jeon asintió tragando saliva y traspasó al pequeño Park a los brazos de Kim. De inmediato verificó la hora en su reloj, le quedaban unos diez minutos si no quería hacer esperar a Yoon Gi.

     Al llegar a la puerta del camarote de la Señora Manoban, esta estaba sentada en su sillón leyendo un libro, y se levantó de un golpe cuando vio a Tae Hyung cargando en brazos a Ji Min.

    —Muchacho, ¡qué estás haciendo, por dios! —Corrió hasta él para quitarle al niño de los brazos. No porque Tae Hyung fuera una persona débil, pero era peligroso para ambos, ya que los dolores de Kim eran intermitentes, así como impredecibles y podría ocasionar un accidente, ya sea porque el violinista se lastime aún más, o porque dejase caer al niño a su consecuencia... Años atrás había ocurrido algo parecido y desde entonces Tae Hyung tenía prohibido llevar al niño en brazos—. Dámelo.

    —Lo siento, Madame. Fuimos al restaurante y... —dijo al momento en que la mujer tomó a Ji Min en brazos y lo arropaba en la cama—. Creo que comió demasiado y eso lo hizo dormir muy temprano.

    —¿Lo cargaste desde el restaurante? —preguntó ella con asombro.

    —No, yo... Le explico luego —dijo Kim tragando saliva—. Tengo que irme.

    La señora Mayorée mantuvo el semblante confundido, mientras parpadeó varias veces auscultando a Ji Min. Todo parecía estar bien con él... Se acomodó el albornoz y salió del camarote observando como su sobrino se despedía de un muchachito joven de trajes elegantes; y allí supo... que Tae Hyung no había estado solo. Se lo veía tranquilo y bastante alegre. Y aunque eso la confundió muchísimo, suspiró tomando su corazón entre las manos con gran nerviosismo... Y cerró la puerta dejándole tranquilo. Por primera vez en mucho tiempo sintiendo que podía confiar en él.

    —¿Mi favorita? Definitivamente la Marcha Roja. —exclamó Jeon sin pensar demasiado en su respuesta—. Me gusta mucho la conexión que existe entre los compases de Marcha Roja con Invierno Andante. Porque parecen piezas diferentes, pero si pones atención, son como una continuación de la misma pieza. Es gracioso porque no parece una fuga convencional... pero la sucesión de los compases parece congeniar muy bien.

    —¿Incluso se fijó en eso?

    —No me subestime, Sir Kim. Le he dicho ya que soy un gran admirador. No entiendo mucho de armonía, pero puedo diferenciar uno que otro patrón, cuando tengo suerte —exclamó Jeon con las mejillas sonrosadas. Deseó en ese momento saber de música para poder platicar más con él.

    —Hay... Una parte en esa transición que nunca toco en público.

    —¿Se atreve a decirme tan clasificada información con tan poco tacto? —dijo Jeon a manera de broma—. Ahora estará usted obligado a tocarla para mí algún día. Lo siento, ha sido su culpa por soltar verdades de maneras tan imprudentes.

    Tae Hyung rió en ese instante. Y asintió con suavidad.

    —Yo... Cumpliré con mis obligaciones, Jeon. Un día que no vaya tan apresurado con el tiempo —dijo Kim, pues había notado desde hacía rato que Jung Kook no despegaba la mirada de su reloj de bolsillo.

    —En serio es importante... —exclamó Jung Kook a manera de disculpa, con el rostro un poco, solo un poco triste.

    —Lo sé —dijo Kim con una expresión serena—. Vaya con cuidado —Tae Hyung se paró erguido, con el estuche del violín reposando en el dorso de su pie. Su cabello largo, su traje azul y blanco... La suave luz amarilla de los bombillos le rodeaba con mucha amabilidad. Casi tanta como la que emanaba de sus orbes expresivos y serenos. Jung Kook asintió, sin verdaderos deseos de irse, añadiendo una gran sonrisa a su ademán de despedida cuando escuchó a Sir Kim decir—: Y gracias por el día de hoy.

25032022 | Love, Sam 🌷

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