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XIII. Disculpa Formal

© Créditos por el fanart a su respectivo autor.

    Nunca quiso ser una carga y para ser honestos, siempre pensó que Yoon Gi era más diestro para las reuniones sociales. Mentiría si dijese que tanta tranquilidad no era de hecho, abrumadora. Durante las horas de silencio, se encontró de nuevo preguntándose, ¿cómo sería aquella vida con pasiones? Y comenzaba a pensar en sí mismo como un gran despojado de talentos. Era fácil clamar el hecho de no poder respirar sin el arte, pero vivirlo era un poco más complicado que fingir ademanes vistosos ante los que se saben inexpertos. Jung Kook no era diestro con los instrumentos, si a lo mucho, alguna vez tuvo un piano enfrente, pero nunca tocó nada más allá de melodías sencillas y de fácil proceso de aprendizaje. No podía pintar, ni bailar, ni su voz resultaba melodiosa al entonar escalas. Pero sí que disfrutaba del ballet, de la pintura y de la ópera en igual medida; y aunque en serio le gustaría desempeñarse en algún ámbito artístico, también se percibía a sí mismo como alguien que no podía pasar de la frontera que traza la admiración en los hombres.

    En casa las artes siempre fueron vistas como algo por lo que se paga para apreciar. No como una actividad que uno fuera capaz de desarrollar por sí mismo.

    "¿Para qué quieres aprender piano si puedo contratarte al mejor pianista para que toque un concierto en tu presencia?" le había escuchado alguna vez a su padre decirle a su hermano mayor. Y aunque pudo jurar ver la decepción en el rostro de Yoon Gi cuando su petición de aprender fue negada, tomó esa resignación y esa negativa como algo que le daban a él también de forma indirecta. Y así, gran parte de las reprimendas que le daban a Yoon Gi, se filtraban a través de las paredes de su hogar y llegaban hasta Jung Kook.

    El arte no se hace, se admira, habría aprendido con el tiempo. Los Min y los Jeon no hacen arte, pagan por ello.

    Una disciplina artística solo iba a distraerlos de lo que en verdad les daría de comer. Y aunque trataba de aceptarlo, a veces, el hecho de saberse tan pequeño y tan mediocre, le hacía pensar que su valor no era tanto como trataba de hacerse creer a diario...

    Pero no. Jung Kook también es consciente de que las personas le aman, y que odiarse a sí mismo era también una falta de respeto para quienes le amaban. Por eso es que se levantaba todos los días, y se miraba al espejo esbozando una gran sonrisa, prometiéndose dar su mejor esfuerzo y vivir el día como el más grande de todos, pues la promesa de un día más era difusa y desconfiable. Y así, aunque no tenía exactamente la vida que quería, sí que se esforzaba para disfrutar la que tenía, tanto como sus escuetas fuerzas dieran la resistencia. Después de todo, Yoon Gi había aprendido a superar la pérdida de posibles aficiones por el bienestar de la familia, ¿quién era Jung Kook para sufrir por la pérdida de las suyas?

    Pasaron un par de días sin que supiese nada del violinista. En la sala de conciertos se escuchaba el rumor de que estaba indispuesto y por eso había suspendido sus presentaciones de la mañana y el medio día. Y Jung Kook no pudo hacer más que esperar a que todo estuviese en orden porque tampoco se había atrevido a intentar averiguar en dónde estaba su camarote e ir hasta allí. A veces veía a esa dama mayor de cabello café y vestidos rojos pulular de un lado a otro con la preocupación atorada entre las cejas, el parentesco le supo curioso; andaba todo el tiempo con el Señor Seok Jin, a quien había visto alguna vez tras el escenario desde los asientos de primera fila de los teatros... Pero de Sir Kim Tae Hyung no había señales.

    Se preguntaba si estaría bien. Si no había tenido problemas con sus familiares, porque esos dos parecían estar siempre tensos, y esperaba no haberle causado demasiados problemas.

    —¿Siempre está usted tan pensativo? —escuchó decir al hombre del cabello negro, y dio un respingo sobre su asiento, incapaz de ocultar la sorpresa. Reconoció tales orbes con una vergüenza creciente y en aumento. Y se alegró de alguna forma en haber vislumbrado un poco más de alma en ellos. Quizá fue la luz del alba revoloteando en sus mejillas trigueñas, pero se alegró de verle con una mejor compostura, así como con una voz un poco más brillante y un mejor color en las facciones. Aún lucía cansado, pero el hecho que estuviera de pie, le hacían sentir una ligera esperanza que le sabía tan ajena desde hacía tanto. Cuando bajó la mirada solo un poco, notó un par de moretones en sus muñecas que sobresalían a través de las mangas largas de su traje blanco, y se preocupó muchísimo en tan solo un instante. La sensación seguía siendo horrible... sin embargo, el buen humor que el músico parecía esforzarse en mantener, le hicieron desistir sobre sus impertinentes preguntas. No preguntaría. No sobre cosas que podrían hacerle sentir incómodo, por el contrario, estaría dispuesto a escuchar si es que el músico quería hablar—. ¿En qué trabaja con tanta diligencia?

   De inmediato Jeon escondió el cuaderno tras su espalda y dedicó una amplia sonrisa al violinista.

    —No es nada importante, eh... —balbuceó—. Nada que requiera talentos demasiado impresionantes —dijo con modestia.

    Se encogió de hombros y se sentó correctamente en la banca blanca del pasillo.

    —Hey... Pero si son bastante buenos —afirmó con amabilidad el músico, mientras con un ademán agraciado, tomaba el cuaderno por su propia voluntad. Sus nudillos estaban también rojos, Jung Kook parpadeó nervioso, ¿estaría todo bien con él, o solo era el frío de las mañanas?—. Muy buenos, de hecho. ¿Y dice usted que no requiere talentos demasiado impresionantes?

    La imagen serena del músico parecía esforzarse por traer calma a Jung Kook, mientras respiraba hondo convenciéndose de que no tenía por qué preocuparse demasiado.

    —Tantos como para hacer perder el tiempo a un profesor de arte... Me temo que no —dijo a manera de broma. Eso pareció relajarlo bastante y recuperar su bienestar. Sí, todo estaba bien. No tenía que pensar demasiado en temas que no son de su incumbencia.

    —Es curioso no parece que trate de ser humilde por cortesía —escuchó clamar a Sir Kim—. ¿Realmente piensa que no es bueno? —Se había desecho de los trajes formales. Llevaba ahora un pantalón holgado y una chaqueta larga con un diseño muy extraño, supuso que se trataba de alguna moda italiana. Lo cierto era que el azul pastel combinaba a la perfección con sus ojos. Y el blanco de la camisa hacían ver aún más negros a sus cabellos, que si lo observaba con atención, se le veían de maravilla recogidos en esa media coleta.

    Observar. Jung Kook había aprendido a ser muy bueno observando... A esa distancia, las facciones del músico no parecían tan temibles ni tan intimidantes... Ahora que se fijaba, tenía los ojos un poco pequeños, como si hubiera llorado la noche anterior y...

    —No lo pienso. Lo sé —dijo, en un intento de restarle importancia al asunto de los dibujos y por qué no, al hecho de que lo había estado auscultando con mucha minuciosidad, como si no pudiese desprenderse de sus figuras luminosas e irreales—. ¿Cómo ha ido su día? Le veo con más color en la cara y... si me permite opinar al respecto, me alegra muchísimo... pero aún le veo un poco cansando.

    Kim pareció dudar en qué responder.

    —He tenido una charla... difícil, con mi adorable tía —respondió con una gran sonrisa. Parecía omitir una pequeña parte de la historia por la manera en la que desviaba la mirada de vez en cuando, pero lo dejó ser aguardando en silencio por sus explicaciones—. Me hizo pensar, entre otras cosas por supuesto, en que debo agradecerle a usted por mentir a mi causa.

    Jung Kook abrió más los ojos de la sorpresa, y luego sonrió suavemente, en tanto torcía un poco la mueca sin entender del todo.

    —¿La mentira ha servido de algo? —preguntó con el semblante fresco, pero con las cejas preocupadas y altamente apenadas.

    —En realidad no —exclamó Kim, llevando las comisuras de sus labios hacia arriba con bastante buen humor. Estaba sonriendo también. Y todo pareció desbordarse en el horizonte. Jung Kook pudo jurar que le escuchó reír, de esas risas que vienen desde el fondo del pecho, pero que se frenan en automático cuando no se está acostumbrado a hacerlas... Aún así, no parecía estar en tan mal estado—. Pero creo que me han dado otra oportunidad para hacer las cosas bien.

    El murmullo de los demás pasajeros iba y venía en conjunto con el oleaje del mar, al igual que el viento de las mañanas continuaba haciendo estragos en sus cabellos cortos que le picaban las mejillas de tanto en tanto, así como con el flequillo del músico.

    —¡Eso es maravilloso, Sir Kim! —exclamó Jeon con el rostro iluminado por la genuina felicidad.

    —Me imagino que lo es. Quiero decir... —Tae Hyung no sintió deseos de explicar que tomar esa oportunidad estaba causándole mucho dolor también. No porque siguiera sintiéndose tan mal, sino porque el miedo a recaer seguía latente, al acecho y eso solo lo llenaba de inseguridad—. Yo no... No quería que usted guardara esa imagen de mí para siempre —Tae Hyung tragó saliva, profundamente apenado—. Quiero creer que aún no soy esa clase de hombre... —Y allí se encontró de nuevo, dudoso en si seguir hablando o no. Sin embargo, de nuevo la mirada de Jung Kook le invitaba a hablar, a decir lo que sentía, a expresarse con la seguridad de que Jung Kook no iba a escandalizarse con nada de lo que le dijera y eso le hizo sentir... confianza—. No sabría si adjudicarlo a la valentía o a la cobardía, pero... Quiero decir... —se apresuró en explicar—, estaba desesperado. Repentinamente comencé a pensar demasiado y sentí que a donde fuera que corriese no habría nada diferente —Tae Hyung tragó saliva con dureza—. Al final me vi al borde del barco, sin tener más por dónde correr y no se me ocurrió nada mejor, yo... Le ofrezco formalmente una disculpa, por dar un espectáculo tan desagradable de mí mismo.

    Tae Hyung inclinó la cabeza hacia Jung Kook con profundo respeto y gran arrepentimiento.

    —No tiene por qué disculparse, su dolor no es un espectáculo. —Jung Kook posó suavemente la palma de su mano sobre la de Tae Hyung en un intento por otorgar confort, después apartó las manos con la misma suavidad—. Al contrario, soy yo quien debe agradecerle por no ignorarme, a pesar de tanto malestar. Creo que pudo ser una fortuna para ambos el encontrarnos allí, no puedo ni imaginarme como sería el mundo sin usted en él —dijo sin pensar mucho en sus palabras. Cuando fue consciente de ellas, sintió que se sonrojaba desde las mejillas hasta las orejas de la vergüenza. Después trató de fingir que no había dicho lo que dijo—. Tocó el violín antes de observar la posibilidad del océano... ¿Puede recordar por qué lo hizo?

    —Mhm... —musitó Tae Hyung con algo de vergüenza—. Pensé que si tocaba las cosas se acomodarían en mi mente como siempre lo hacían. Pero empezaron a dolerme y... —dijo con suavidad, mientras entrelazaba sus propias manos con pena, recordando el incidente de la noche anterior. Ese dolor era peligroso, porque era tan grande que a veces lo orillaba a hacer cosas que quizá no quería hacer realmente. Jung Kook apartó por completo sus manos de la cercanía de Tae Hyung con miedo a que su toque pudiera lastimarle, es cierto, no debió tocarlo sin saber... Eso había sido demasiado atrevido de su parte. ¿Y si por sus imprudencias terminaba lastimando al violinista?—. Ya no pude seguir —se limitó Tae Hyung en añadir sin despegar la mirada del océano—, no lo divulgue, Jung Kook, pero mi carrera como músico tiene también los días contados.

    —¡No diga esas cosas, Sir Kim! Le sorprenderían los avances que ha tenido la medicina en estos tiempos, estoy seguro de que algo se podrá hacer —dijo de inmediato, sacando a flote esa personalidad efusiva en la que nunca se dejaba ganar de nada. La abrumadora positividad de Jung Kook resultó curiosa y llamativa en Tae Hyung, quien de pronto se veía a sí mismo incapaz de dejar de observarle—. ¿Qué les sucede a sus manos?

    —Yo no... —mintió, en tanto se recordaba a sí mismo siendo destrozado por sus propias alucinaciones. Por los fantasmas del fuego y por la culpa también—. No lo sé.

    —¿Reuma?

    —Quisiera, Jung Kook... He visto pacientes de reuma recuperarse más rápido —dijo con cierto resentimiento hacia la vida. Cuando se dio cuenta de que quizá estaba siendo demasiado lamentable en público, esbozó una sonrisa que más resultó una mueca de lo forzada que se tintó en su rostro. También agradeció que Jung Kook no dijese nada al respecto y después añadió—: Debería estar agradecido de que no estoy muriendo, pero ¿sabe?, es estresante que te repitan a cada segundo...

    —Que todo está en tu mente. —La mirada expectante de Jung Kook fue un poco abrumadora para el músico. Fue casi como si se viera en un espejo y, la imagen que este le devolvía, era un poco intimidante. Tae Hyung soltó un gran suspiro. Un segundo después, estaba asintiendo con poca efusividad. No estaba seguro, pero podría jurar que era la primera vez que hablaba de esa forma con alguien y también era la primera vez que no se recriminaba el sentir lo que sentía—. Y también sé lo molesto que puede ser que a uno le nieguen sus dolores, que los insinúen falsos, o que los minimicen. Incluso he pensado algunas veces, ¿es el dolor quien me causa el miedo? —dijo Jung Kook, sin abandonar el tonito cantarín y demandante—, ¿o es el miedo el que me hace sentir dolor? Disculpe si mis palabras no tienen sentido —se interrumpió a sí mismo—, solo quiero decir que... Que no creo que su malestar deba ser tomado a la ligera. Aún si todo está en la mente, bueno, esta también nos pertenece, ¿no?; Se puede aprender a controlarla.

    Tae Hyung omitió la parte de sus visiones, la de sus pesadillas. Pues por la manera tan racional con la que hablaba Jeon, le hicieron sentir que sería tomado por loco. Pero la palabra que había dicho le hizo pensar en algo, qué pasaría si... Es decir, en todo este tiempo, pensó que el diablo dentro de su mente le aplastaba las manos hasta romperlo. Que en realidad había una fuerza sobrenatural que se volvía tangible y lo tomaba para herirlo y hacerle sentir un intenso dolor como castigo. Pero... ¿Qué pasaría si era el dolor lo que le hacía inventar historias de nuevo?, ¿cómo podía asegurarse de que se trataba de uno u otro?

    —Controlar aquello que la misma vida te ha otorgado roto... —exclamó Tae Hyung en voz alta—. No parece un panorama tan placentero de observar. Esta vida parece más difícil de vivir de lo que me gustaría.

    El chico recargó una mejilla en la palma de su mano, pues su brazo descansaba ya sobre el cuaderno de dibujo en su rodilla cruzada y le apeteció mucho mirar con detenimiento las expresiones de Kim.

     —Ah... Es que la vida es de por sí difícil, Sir Kim —aseguró Jung Kook con un notable y sereno buen humor—. Pero las melodías que usted toca también son difíciles de ejecutar y yo me imagino que vale la pena aprenderlas para interpretarlas, ¿o no? De no ser así, no podríamos escuchar piezas tan excepcionales de su parte.

    Las palabras de Jung Kook hicieron sonrojar a las pieles morenas del músico. Y después de un momento breve de silencio, vergüenza y caos dentro de su corazón, Tae Hyung reaccionó pensando en su respuesta y dijo:

    —¿A usted le minimizan sus dolores?

    Jung Kook sonrió amablemente en consecuencia.

    —El incidente de la otra noche, verá... —¿Cómo podría explicarlo y que le entendieran?—. Mis pulmones son saludables, mi cuerpo en general lo es, pero... al ver un rayo, o escuchar un trueno, algo hace pensar a mis huesos que moriré en ese instante, el paso del aire a mis pulmones se corta. Y la sensación es aterradora en cada ocasión —exclamó con profunda honestidad—. No minimizan mis malestares, Sir Kim, pero ha habido uno que otro atrevido que ha insinuado que los finjo. —El semblante dulce de Jung Kook desapareció para dar paso a una expresión frívola y temible. Resentida. Lo notó al momento en que su quijada se tensó profundamente y el brillo de sus orbes desapareció—. Para llamar la atención, para frenar discusiones que no me benefician. Incluso uno que otro imbécil me ha dicho a la cara que lo hago para controlar a mi hermano. —La mirada asesina en sus ojos compasivos y dulces descolocaron a Tae Hyung en ese instante. Su voz seguía siendo serena, pero ahora solo demostraba el más puro y profundo rencor. Pero no me importa porque yo sé que mis emociones son reales, en cada ocasión. Sin importar nada.

    Y Tae Hyung pareció recordar las palabras de la primera noche en la que lo conoció, con un increíble reproche que no se borraría de la mente nunca más. Se puso muy nervioso en consecuencia.

    —¡Discúlpeme, Jeon! —balbuceó en ese instante—, no quise ser grosero, ni mucho menos insultarle. No estaba pensando con... no estaba pensando. Yo le dije de las maneras más descaradas que sus malestares eran un embauco, la noche en que... nos conocimos —finalizó, titubeante—. He sido un idiota, lo lamento.

    Jeon volvió la mirada hacia el violinista y frunció en ceño.

    —No me refiero a usted, Sir Kim —exclamó con amabilidad. Esbozó una sonrisa amplia y las mejillas se le picaron rojizas y esponjosas. Estaba riendo de vergüenza otra vez. Otra vez volvía a ser el chiquillo dulce, caprichoso y demandante de siempre—. Siempre le agradeceré el haberse quedado sin hacer más preguntas. No tiene ni idea de lo mucho que me han ayudado sus acciones. Es usted una persona compasiva... —Tae Hyung no supo que decir ante palabras tan amables, quizá porque no estaba tan acostumbrado a recibirlas—. Y sé que no me ha preguntado, pero... yo creo que usted tampoco merece que minimicen sus dolores.

23032022 | Love, Sam 🌷

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