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XII. Placebos Finitos (ii)

    Lo primero que Sir Kim hizo si bien despertó, gracias al efecto secundario del medicamento, fue vomitar.

    Y aunque sin duda esa no era la mejor manera de comenzar el día, no se quejó cuando sintió a Seok Jin sobándole la espalda con suavidad, justo después de entregarle un balde para contener todo su malestar dentro y que el camarote no se hiciera un desastre todavía más grande. Habían abierto las cortinas, lo sabía por el calor en el lado izquierdo de la cama, en donde los rayos del sol arremetían contra los algodones y las brisas chocaban contra los cristales, eufóricos. Se extrañó de no tener el cabello en la cara. Sentía los ojos picar, (pues había llorado mucho) y los músculos adoloridos, quizá por la fuerza con la que se contrajeron en el ataque.

    Fue una suerte que la suit tuviese baño privado, de esta manera no tenía que compartirla con Madame y Ji Min, lo que hacía más cómodas las mañanas como estas en las que solo necesitaba un rato para volver a ser persona. El barco constaba de 39 suits destinadas únicamente para quienes pagaran los más altos precios, ni siquiera era un monto accesible para la primera clase. Pero la herencia que había obtenido Tae Hyung era increíblemente grande (si tomábamos en cuenta que al morir Sir Kim, el padre de su esposa, le había dejado toda la herencia a su “única hija”. Y que al morir esta, todo había terminado a nombre de Tae Hyung como su marido legítimo); y aunque era cierto que el dinero disminuía con el pasar de los años, los contratos que conseguía el Señor Seok Jin solían ser muy ventajosos gracias a un talento innato para la diplomacia y un título que le había costado el sudor de su frente y la vista aguda también, al estar leyendo a tan altas horas de la noche con la luz de la vela como única compañía.

    Seok Jin lo ayudó a levantarse y lo ingresó en el baño sosteniéndole de los hombros, mientras verificaba la grifería. A diferencia de los camarotes de la primera clase, las suits contaban con agua potable en lugar de agua salada. No estaba caliente, pero el día parecía agradable para una ducha. El aroma de los jabones era agradable y el sonido de las olas siempre resultaba relajante. Le dio una señar con las cejas, como invitándolo a despertar, a desperezarse de todo y empezar de cero; La higiene personal era vista como la pureza, la moralidad, y si Tae Hyung quería comenzar a sentir que tenía un valor, debía empezar con darle un valor a su propio cuerpo. Seok Jin tomó el jabón de Valencia, una pasta de aceite, sebo y lejía, y le ayudó con el cabello dando suaves tirones de tanto en tanto. Y cuando terminó, se enjuagó las manos para dejarle en su privacidad a que terminara con el resto del cuerpo. Le pasó el agua de rosas con un ademán suave y no comentó nada al respecto cuando se retiró.

    Tae Hyung pudo jurar que lo escuchó bostezar. Y con el cansancio de su amigo en la mente, se obligó a respirar profundo y terminar con su tarea, restregándose aún más fuerte la cara. Se deshizo de su ropa interior y adentró su cuerpo a las regaderas dejando que el agua dulce se llevara todos los malos olores de su cuerpo, las lágrimas en sus pieles, la saliva seca en sus labios, así como la pesadez de sus malos pensamientos; el agua fría arremetió con sus pieles cálidas y el contacto fue estremecedor al inicio. Siempre era estremecedor iniciar después de una noche así. Tanteó con dedos trémulos su costado. Era increíble como a veces el miedo se apoderaba de la mente humana. Porque sus costillas ya no estaban fracturadas pero a veces podía jurar que dolían justo como ese día.

    Se vistió con lentitud, sintiendo su cuerpo un poco pesado. Y cuando por fin estuvo vestido, a punto de tomar el gozne en la puerta del cuarto de baño, algo lo detuvo.

    ¿Qué era lo que tenía planeado para el día de hoy?, ¿qué era lo que realmente quería hacer con su vida?, ¿volver a llorar y tirarse al suelo, lamentando y maldiciendo a la vida por la mente que le había dado?, ¿por el pasado que le había tocado?, o quizá y solo quizá... algo no tan complicado. Algo no tan...

    —¿Salir a tomar el sol? —susurró para sí mismo. Sintiéndose un poco satisfecho con su propia respuesta.

    —Un paso a la vez —exclamó Seok Jin cuando por fin salió de la pequeña habitación y se encontró de nuevo en la parte principal del camarote—. Creo que esta pieza podría buena, Tae Hyung —exclamó Seok Jin con el rostro serio, pero amable—. Escríbela compás por compás y pude que termines creando algo que en verdad te guste...

    Y diciendo estas palabras, Kim le entregó la partitura manchada de tinta en la esquina de la hoja. Tae Hyung enrojeció de la vergüenza, y presionó los labios como un niño. Asintió al segundo en que Seok Jin puso la enorme mano en su hombro y dio un par de palmadas a manera de ánimos.

    —Seok Jin, yo... —su voz gruesa y gentil salió amortiguada por una profunda pena. Estaba un poco desesperado por clamar disculpas que, honestamente, Seok Jin no necesitaba ni quería escuchar.

    —Si me disculpa, maestro... —Esa era la señal que usaba para decirle que no estaba dispuesto a hablar en ese momento, porque de nuevo trazaba esa línea autoimpuesta del trabajo, el servicio y los deberes que le ayudaban a guardarse todas sus preocupaciones para sí mismo. Y en aquel momento, Tae Hyung se sintió muy lejano a Seok Jin—. Muero de sueño. Si necesita algo puede... decirle a Madame, ¿de acuerdo?

    “Lo siento” se vio incapaz de exclamar.

    —S-sí. No te preocupes, Jinnie... —dijo en cambio, esforzándose en llegar hasta él, lejos de los límites que los habían separado con el tiempo gracias a sus actitudes desastrosas y autodestructivas. Había pasado tanto tiempo rompiendo sus conexiones con su propia familia que no se había dado cuenta de cuándo exactamente se habían alejado tanto—. Muchas gracias.

     Un gracias que no podía ser pronunciado con la magnitud que su corazón sentía en ese momento. Y pensó que, si en verdad mejoraba, ya tendría tiempo para ofrecer todas las disculpas pertinentes a Kim, ¿no?

    “Un paso a la vez”.

    Entonces se vio solo en medio de la habitación, con las mejillas rojas y frescas (un poco adoloridas y cansadas, pero frescas, a fin de cuentas). Agradecía no tener moretones visibles. Eso era una ganancia. Observó el océano brilloso azul cielo en las partes despejadas y lapislázuli bajo las sombras de las nubes. Los sonidos que emanaban del mar y del barco abriéndose paso en él, eran increíblemente imponentes.

    Respiró el aire con gran esfuerzo.

    ¿Qué podía ser entonces un primer paso?

     Se removió en el camarote disfrutando la sensación de su ropa limpia sobre la piel, y tomó asiento en el tocador frente al espejo. Con el cabello recogido en una coleta no se veía tan terrible, ¿o sí? Puso ambas palmas a los lados de su rostro y estaba a punto de golpearse con mucha fuerza cuando recordó que no sería buena idea para sus manos. Entonces solo se limitó a darse suaves palmaditas en las mejillas, esperando que el impacto les diera color, al notar que no daba resultado, se pellizcó un poco sintiéndose más satisfecho cuando sus pieles pálidas se tintaron de rojizo. Así hasta parecía bastante vivo. Ardió un poco, pero funcionó y eso era lo importante. Giró la cabeza hacia un lado y hacia otro, ese día se sintió... Lindo. Bien, había cicatrices que no se podían borrar, como su peso insanamente bajo y las ojeras en su rostro, pero pensó que podría cambiarlo si hacía las cosas correctas, con paciencia. No debía distraerse con las partes negativas, eso era todo.

    “Un paso a la vez” se repitió.

    ¿Y el siguiente paso?

    Si se fija con detenimiento, sus pulmones son saludables, entonces... ¿Qué le impedía tomar una gran bocanada de aire hasta sentirse desfallecer? Y así, con ese pensamiento entre las sienes, infla las mejillas disfrutando del paso del aire fresco a través de sus fosas nasales.

    “Pierdes tu tiempo, Tae Hyung” reconoció la voz de su propio verdugo al instante.

     Y entonces soltó el poco aire que pudo porque se sintió atacado. Tosió un poco y después suspiró amplio y raudo.

    El demonio no le había tocado, pero mantenía sus manos cerca de las suyas como amenaza. Tae Hyung tembló ligeramente por la sorpresa. Entonces ya no parecía un hombre con deseos de tener una mañana alegre, sino un gato asustadizo con el pelaje erizado y las defensas levantadas hasta el cielo. Con miedo cerró los ojos y respiró hondo, armándose de valor para observar de nuevo el espejo, y al levantar la mirada... No había nada.

     “Respirar profundo. Un paso a la vez”.

    “Solo uno”.

    —Seok Jin no durmió en toda la noche por mi culpa. Su desvelo no será en vano, ¿me escuchaste? —reprendió a su reflejo, quien le dedicaba los mismos orbes enfurecidos— Mañana puedes hacerme doblar en dolor si quieres —exclamó al tiempo en que tragaba saliva con dureza—, pero hoy no.

    —¿Quién no durmió en toda la noche, sobrino? —preguntó Madame desde el dintel de la puerta, distraída con el tornillo de su abanico que se había zafado de camino al camarote. Estaba recién arreglada y perfumada. Llevaba su cabello negro levantado en un tocado suave, decorado con una rosa roja muy pequeña; la frescura de su apariencia contrastaba con el desconfiado mohín que le dedicó si bien entró en la habitación y conectó con sus orbes alterados que trataban de reprender a su propio reflejo en el espejo—. ¿Cómo estás hoy, mi niñ...?; Válgame, ¡Tae Hyung, por fin has conocido para lo que sirven los cepillos y los listones! Mira tu cabello —exclamó efusivamente con una amplia sonrisa que Tae Hyung se vio incapaz de no devolver. La efusividad típica de Madame lo distrajo justo a tiempo—. Luces guapísimo.

    Sus grandes ojos azules lo auscultaron de un lado a otro. Lo tomó de la muñeca con mucha suavidad y lo incitó a darse la vuelta. Sus ropas azules y blancas lo hacían lucir fresco y luminoso. Un pantalón de corte suave, más parecía un pijama que un traje de etiqueta, pero eso no importaba porque lucía limpio y radiante. Llevaba el saco sobre los hombros, sin meter sus brazos porque no quería más presiones de las necesarias con la ropa.

    —Gracias, Madame... —exclamó él con suavidad. Sonrió sin separar los labios, desviando los ojos a los costados con un poco de vergüenza.

    —¿Estoy soñando, TaeTae? —dijo al fin, olvidándose de su abanico y dejando caer por accidente el pequeño tornillo. Con sorpresa miró hacia abajo por un brevísimo instante, pero no pudo importarle menos, pues era la primera vez en meses que veía a Tae Hyung de ese modo, tan... Vivo. Su sobrino estaba vivo.

    —No estoy seguro de... —exclamó con bastante nerviosismo. La mujer no era de gran estatura, pero el porte y la apariencia autoritaria que había heredado de Lord Kim, el abuelo de Tae Hyung, la hacían lucir increíblemente intimidante. Sin embargo, en ese rostro mayor y compasivo, solo había comprensión—. No estoy seguro de poder cumplir con su ultimátum en el tiempo estipulado, pero... Quiero que sepa que haré todo lo posible por demostrarle que soy un hombre digno de su confianza. Me esforzaré al máximo en los próximos días.

    Madame Manoban arrugó la nariz al tiempo en que una sonrisa tierna y gigantesca surcó su rostro. Luego fingió recuperar la compostura y con una voz cantarina y sobreactuada, exclamó:

    —Confío en que usted es un hombre de palabra, joven Kim —pero para lo siguiente que exclamó, no fingió en lo absoluto—: Justo como lo fue su padre, y justo como lo fue su abuelo, en paz descansen.

    —Así será, Madame.

    —Bien, bien. Ese es mi muchacho —dijo ella, increíblemente embelesada con su sueño. Había tomado asiento en la silla del escritorio en donde componía, y recargó el brazo dejando caer una de sus mejillas sobre sus guantes de bordado blanco y transparentes, sin notar el desastre que el tintero había ocasionado la noche anterior—. ¿Y cómo dormiste anoche, corazón? —En ese momento, Ji Min entraba a la habitación con un vaso de agua que Seok Jin le había mandado llevar a Tae Hyung y la sorpresa de ver a Madame hablando con su maestro lo puso increíblemente inquieto, pues las imágenes de la noche anterior se repetían en su memoria a manera de alarmas—. ¡Ji Minnie, mi amor, buenos días!

    —B-buenos días, Señora Mayoree —exclamó Ji Min con nerviosismo. El niño parpadeó varias veces y levantó las comisuras de sus labios en una tierna sonrisa—. Buenos días, maestro. El señor Seok Jin le envía agua para que se mantenga hidratado antes de que traigan el desayuno por el servicio —Fue hasta la mesa al otro lado del cuarto y sirvió el agua en el vaso antes de extenderlo a Tae Hyung, esforzándose en todo momento por no mirar a Madame a los ojos.

    —¿Por qué el señor Kim no está cumpliendo con sus deberes él mismo? —preguntó la Señora Mayorée al instante.

    —Eh... Está indispuesto, Madame —interrumpió Ji Min de inmediato—, dijo que le dolía mucho la cabeza y que dormiría un poco más. Me... ha mandado a decirle que retornará a sus deberes al medio día, antes de la práctica del maestro hoy.

    —¿Seok Jin está enfermo? —dijo Manoban de inmediato con genuina preocupación—, ¿está él bien?

    Por su parte, Tae Hyung rascó con un poco de vergüenza su brazo, cabizbajo. Seguro estaba muerto de sueño por su culpa, y si él mismo tenía energía el día de hoy, en parte era porque Seok Jin había dado de la suya para cuidar de él y... No, no. No debía dejar que los malos pensamientos arruinaran sus esfuerzos de nuevo. Si en verdad se sentía culpable, al menos tendría que hacer un esfuerzo porque los cuidados del representante Kim valieran la pena. Cerró los puños con suavidad y después soltó los dedos, dispuesto a repetir la acción las veces que fueran necesarias para sentirse mejor. El niño le estaba extendiendo el vaso de agua, y Tae Hyung usó la acción para distraerse. Sí necesitaba el agua, con urgencia. Necesitaba toda el agua del mundo.

    —Sí, madame. N- No se preocupe. Me comentó que solo necesita unas horas de descanso, verá, anoche una fuga en las tuberías de su camarote no le dejó dormir y... —exclamó Ji Min, sin poder mirar a su maestro a la cara, con las manos sudando y el jarrón de agua aprisionado entre sus manos nerviosas al clamar sus mentiras con maestra improvisación—. Y dice que necesitará unas cuántas horas más de descanso.

    —Válgame... Qué desafortunado —Madame torció un poco la boca en una mueca de pena. De inmediato dedicó una mirada preocupada a su sobrino—. Tae Hyung, cariño, planeaba quedarme contigo el resto de la tarde, pero sabiendo que el señor Seok Jin se encuentra indispuesto, me sentiría terrible si el pobre se la pasara solo todo el día encerrado en la habitación resolviendo crucigramas —Tae Hyung bebía del agua con rapidez. Regresó el vaso al niño y asintió soltando un enorme suspiro causado por beberse el agua toda junta sin darse tiempo para respirar. Estaba decidido—. Revisaré si necesita algo, ¿estarás bien solo, no es así?, ¿puedo... puedo confiar en ti?

    El joven Kim tomó la mano enguantada de Madame entre su mano derecha y depositó un suave beso en el dorso, poniendo todo su esfuerzo en no temblar para otorgarle seguridad. Entonces se permitió mirarla con mucho amor.

    —Puede, Madame —exclamó con firmeza. La profundidad de su voz demostró gentileza, pero también una determinación inesperada que terminó por dar a Madame la seguridad que necesitaba para irse. Entonces no hizo más que asentir y tomar las faldas de su vestido para encaminarse al camarote del señor Kim, dejando a Tae Hyung con una promesa que planeaba cumplir a cualquier costo.

    Se retiraba felizmente, hasta que pareció recordar algo justo antes de salir.

    —Ah, es cierto, Ji Min —Él se mantuvo nervioso y quieto en su sitio, con el miedo de soltar las palabras equivocadas. No debía decir nada, aún si ella lo interrogaba y le torturaba. ¡No delataría jamás a su honorable maestro! Madame se acuclilló hasta su altura y le tomó de los hombros. Ji min se puso nerviosísimo, así que infló las mejillas jurándose a sí mismo mantener la boca sellada a cualquier costo. No. Él no había visto a su maestro caer en una de sus peores crisis en los últimos meses, porque entonces él también se sentiría avergonzado y Madame pensaría que no podía cuidarle y se lo llevaría lejos. Y nadie se opondría a una orden de Madame... Nadie le preguntaría si él estaba o no de acuerdo con la facilidad con la que manejaban su vida—. Ayer nosotros terminamos enojados —dijo en cambio—, lamento mucho mi comportamiento de hace unos días... —dijo con sinceridad—. No debí gritarte.

    Ji Min no pudo ocultar su sorpresa y parpadeó varias veces. Entonces ella no sabía... Ella... Oh. Su terror se disipó en ese instante.

     —N-no hay cuidado, Madame. Yo también lamento haber sido grosero con usted que me ha dado tantas atenciones desde siempre. —El niño inclinó trémulamente la cabeza—. Cuidaré los modales que tanto se ha esforzado en inculcarme.

    Al conectar la mirada con su maestro al fondo, este le sonrió suavemente y eso hizo sentir genuinamente feliz a Ji Min, tenía que comportarse de manera impecable si quería seguir a su lado.

    —¿Quieres venir conmigo hoy? —ofreció la Señora Mayoree, en uno de sus tantos intentos por ganarse al niño—, tenemos una partida de ajedrez pendiente.

    —De hecho, madame —interrumpió Tae Hyung con suavidad— para su tranquilidad, hoy quiero llevar a Ji Min a un paseo en la cubierta.

    —¿¡En serio?! —exclamó el niño con mucha alegría. Tae Hyung asintió de inmediato. ¿Hacía cuánto tiempo que el maestro no lo llevaba de paseo como cuando era más pequeño? Madame asintió satisfecha y se marchó, dejando solos a los dos hombres en la habitación. (O bueno, hombre y niño)—. ¿Qué es lo que haremos hoy maestro?, ¿quiere hacer yoga?, ¿jugar ajedrez?, ¡podríamos estrenar el juego de damas chinas que me obsequió Madame en navidad!, es preciosísimo y tiene...

    —En realidad —interrumpió Kim con suavidad—, pensaba en otra cosa. Ji Min —exclamó Tae Hyung esbozando una sonrisa tan amplia y agradable que casi no se le notaban las ojeras—, vamos a ver a un nuevo amigo.

    Park ladeó la cabeza sorprendido, pero asintió de igual forma, mientras ambos caminaban a la salida del camarote. Y una vez estando fuera, comenzaron a conversar alegres, sobre lo increíblemente gigante que era ese barco y como Ji Min ya había recorrido gran parte de él en sus ratos libres, después del estudio. Unos pasos más adelante, Tae Hyung recordó su instrumento.

     —¡Mimi!

    —¿Qué sucede, maestro?

    —¡El violín! No lo estamos trayendo con nosotros.

    Y Ji Min enrojeció en ese instante.

    —¡Lo traigo en un segundo!

    Al regresar al camarote, lo primero que vio fue el estuche en medio de la cama. Lo abrió para verificar que todo estuviera en orden y cerró con mucho cuidado de las correas, sonriendo con dulzura al ver a la gacela al borde del estuche, justo antes de ponérselo tras la espalda y salir de allí rumbo hacia en donde estaba Tae Hyung. Pero cuando estaba a punto de salir, algo lo detuvo. Su mirada yacía clavada en la mesita de noche al lado de la cama, apretó los labios y tragó saliva con dificultad. Entonces se aproximó a pasos suaves y muy lentos, indeciso. Abrió la pequeña compuerta y observó el frasco hasta la mitad del medicamento, pensando con mucho detenimiento: ¿Debería... llevarlo por si acaso?

22032022 | Love, Sam 🌷

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