Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

16 - [II]



La pila de CD's resbaló de sus manos y se dispersó por el suelo con un estruendoso ruido. Taehyung maldijo en voz baja. Ese día, parecía que nada estaba dispuesto a salir bien y todo estaba decidido a irritarlo. La luz, la música, la vida misma.

—Llegas tarde y ahora andas distraído —le reprochó su jefe sin tiempo que perder. Por supuesto, el hombre no dejaría de echárselo en cara. El pelinegro rodó los ojos mientras se agachaba para recoger ese desastre.

—Sabe que estaba en la ciudad, con mi hermano. —Oh, esa era una gran mentira. Pero no le diría a su jefe la verdad. Su coartada era perfecta y, además, el hombre no tenía que enterarse de que en realidad estaba demasiado ocupado pensando en cómo detener lo rápido que iban sus sentimientos. Si alguna vez se hubiese sentido así, no se sentiría como un novato buscando el freno de emergencia.

A veces le gustaría... no ser tan impulsivo; quizá así podría controlar esas asquerosas ganas que tenía de tocar a la puerta de Jungkook y golpearlo por hablarle como si fuera alguna clase de bicho asqueroso. ¿Pero... de verdad podía reclamarle? Ellos nunca se habían tratado particularmente... bien. ¿Ahora qué estaba esperando? ¿Flores y cartas de amor?

—Termina con eso y llévale esto a la señora Wang. No está pago, así que no olvides cobrarle. —Namjoon colocó la caja en el mostrador. Ah, cierto. La secadora de cabello. Si caminaba seis casas calle arriba cuando llegara donde los Wang, encontraría la casa de los Jeon. Pero no es como si tuviera intenciones de ir. Ese chico estaba loco si creía que iría buscándolo.

Definitivamente no iría.

Y si eso era lo que había decidido, ¿alguien podía explicarle por qué demonios su dedo estaba presionando furiosamente el timbre de la casa del contador? Ahora que estaba allí, de hecho, no había manera de que se fuera sin una explicación. Quería razones, quería una conversación bidireccional y... quería... cualquier cosa.

—Ya va, ya va. —Pero no esperaba verlo así. En cuanto Jungkook abrió la puerta, su rostro magullado hizo que Taehyung frunciera el ceño con desconcierto y preocupación. Su mano se interpuso cuando el castaño intentó cerrar la puerta en sus narices, y luego estaba irrumpiendo en la casa como el cavernícola que era.

—¿Qué demonios te pasó? —preguntó consternado, tomando su mandíbula con una sola mano. Jungkook siseó por el agudo dolor.

—Nada. Qué demonios te importa —farfulló Jungkook mirando hacia otro lado. ¿Qué haría, de todas formas?

—¿Nada? —repitió Taehyung, sin querer levantando la voz. Sus ojos iban y venían inquietos, desde su ceja hasta su labio y las costras de sangre. La nariz era otra cosa ciertamente inquietante—. ¿Te parece que esto es nada? ¿Fue Ji-ho?

—Dios, solo apártate. —Con fastidio, el castaño se zafó de su agarre dando un paso atrás. Su boca aún sabía a sangre y estaba adolorido. Lo último que necesitaba era ver al culpable frente a él. Y quería actuar fuerte y desinteresado, pero esa visita no le estaba sentando bien. ¿Por qué lo miraba así? ¿Por qué sus ojos brillaban con tanta preocupación y por qué intentaba acercarse otra vez?

En ese momento, lo odió. Tan campante, sin tener idea alguna. Realmente vivía en otro mundo, ¿no?

—Voy a matarlo —declaró el pelinegro en su propio rollo mental—. Déjame ver tu labio. ¿Le pusiste hielo?

¿Quién lo había golpeado? ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Qué quería? Cuando Taehyung volvió a tomar su barbilla para mirar la herida, solo vio la imagen desecha y cansada del castaño: ojeroso, con las lágrimas brillando en sus ojos y su pómulo colorado con la promesa de un buen moretón.

—Dime algo, Taehyung. —Quería echarse a llorar. Ojalá pudiera decir que solo era por el dolor—. ¿De verdad merezco esto? ¿Solo porque me gustan los chicos?

La pregunta cayó pesada entre ellos y el silencio que se hizo. Taehyung pensó que sería otro tipo de altercado. ¿Lo habían golpeado por eso?

—¿Qué? Jungkook, no —El pelinegro sacudió la cabeza con desespero. No estaba preparado para esas lágrimas. Jungkook siempre actuaba tan tranquilo que no se sentía correcto verlo así. Tuvo el impulso de abrazarlo, consolar esa mirada derrotada, pero nuevamente la mano del chico se interpuso, manteniéndolo lejos.

—En serio, apártate. No te quiero cerca.

—Solo dime quién fue. Te juro que dejaré su cara como un puré. ¡Mierda! —Con ira, pateó el sofá y lo movió de su sitio—. Es que voy a matarlo. ¿Fue Hoseok?

Lo que de verdad se estaba sintiendo como una puñalada a las putas tripas para Jungkook era pensar que toda esa heroica perorata era falsa. Incluso si había sido su amigo, estaba seguro de que no haría nada.

—Oh, sí, hazlo; quiero ver si te atreves —dijo Jungkook con ironía, moviendo sus manos con dramatismo—. Porque quien hizo esto fue tu padre. ¿Me puedes explicar por qué el viejo cree que yo soy el único maldito maricón entre los dos?

—¿Mi padre te golpeó?

—¡Ah, sí! ¡Porque al parecer soy una muy mala influencia para su lindo bebé! Y antes de ir a la maldita cárcel por romperle su senil cara —Porque no había manera de que sucediera una segunda vez—, prefiero que te vayas a la puta mierda.

Puntuó su frase picándole el pecho con su dedo índice y Taehyung atrapó esa mano.

—No puedo creer que dejaste que te golpeara. El hombre tiene reemplazo de cadera, Jungkook, maldición, un empujón y no se levantaría.

La carcajada de Jungkook salió al tiempo que un sollozo. Y luego otro más. Él se llevó las manos a la cara, frustrado.

—¡Ese no es el maldito problema! —gritó exasperado—. El problema eres tú. Desde que llegaste a mi vida todo es un desastre; solo hay caos. ¿No puedes verlo?

Sus palabras hicieron que Taehyung retrocediera un poco, como si lo hubiese golpeado de alguna manera. Mentiría si dijera que no dolieron.

—¿Por qué soy yo el problema? —preguntó en voz baja, esperando una respuesta real—. ¿Alguna vez te obligué a algo?

Jungkook no respondió.

—Tú fuiste el que dijo que sí a todo lo que te pedí. No una, no dos veces. Pensé que... aceptarías todo mi caos. Todo mi desastre.

Como si el viejo Min no lo hubiera dicho un millar de veces. Taehyung era un lío andante y de todas maneras allí estaba él, como un buen estúpido, de cabeza.

—Supongo que otra vez tengo yo la culpa de todo —dijo Jungkook descubriendo su cara. No aprendía, ¿no? Primero Yugyeom, ahora Taehyung. Bueno, venga. Que alguien trajera su nariz de payaso para otro capítulo en el circo de su vida.

—No te estoy culpando de nada —dijo el pelinegro. Con ambas manos acunó la cara de Jungkook y ambos pulgares limpiaron las lágrimas en sus mejillas—. Pero... por favor deja de confundirme. Si quieres más de mí, ¿por qué siempre estás apartándome?

—¿Cómo puedes preguntarlo con tanto cinismo si ya conoces la respuesta?

Taehyung juntó su frente con la de él.

—Quemaría todo este maldito pueblo si tuviera que hacerlo.

Se inclinó solo lo suficiente para rozar sus labios y luego dio un paso atrás, dejando a Jungkook con una sensación de vacío.

—Es tu momento de decirme si de verdad quieres que me aparte. Saldré por esta puerta y te juro que no volverás a verme —prometió Taehyung listo para partir. Si nadie estaba dispuesto a arriesgar nada, ¿entonces cuál era el punto?

Jungkook tragó con fuerza, sintiendo la cabeza estaba a punto de estallarle.

—Necesito tiempo. Si contesto ahora siento que me arrepentiré de la respuesta.

El pelinegro sonrió con tristeza. De verdad habría preferido que lo mandara a la mierda una vez más. De esa manera no habría sentido esa horrible cosa a la que llaman esperanza, aunque fuera un instante.

—Seguro. —Con un cabeceo como despedida caminó hacia la puerta para poder salir. Una vez allí, tomó una honda respiración y decidió que no quería pensar en eso. Solo subió a su motocicleta y dejó que el ruido del motor llenara su cabeza.

Por supuesto, eso no terminaría ahí. Namjoon iba a matarlo por demorarse tanto entregando una simple caja, pero ahora había algo que tenía que hacer. Fue un alivio encontrar la patrulla de su padre estacionada frente a su casa. Aunque ya no podía decir que era suya.

La puerta estaba abierta; realmente el alguacil del pueblo poco tenía que tener. Apenas la empujó, el olor a quemado inundó su nariz. Su hermana estaba en el comedor; le alegró saberla bien, pero también lamentaba que justo se encontrara allí en esos momentos, porque cuando vio a su padre salir de la cocina refunfuñando, supo que no podría controlarse mucho.

—¿Qué haces aquí? —espetó su padre después de un instante de silencio. Taehyung mordió el interior de su mejilla; sus pensamientos iban demasiado rápido y no sabía cuál expresar primero.

—¡Tae! —Feliz, la gemela se levantó de la mesa para abrazarlo. Su madre no estaba por ningún lado. Supuso que estaría acompañando a su hermano.

—Papá, no debiste hacerlo —musitó Taehyung acariciando la cabeza de su hermana. Sin necesidad de palabras, su padre supo a qué se refería.

—¿Y qué harás? ¿Vas a defenderlo? —increpó el hombre dejando la sartén en la mesa. La pequeña trastrabilló hacia atrás con un chillido cuando Taehyung se abalanzó hacia el florero en la mesa, mandándolo a volar hacia la pared.

—¿Por qué no intentas golpearme a mí? —preguntó empuñando el cuello de la camisa, con la respiración pesada y errática porque realmente estaba tratando de no cometer una locura.

—¡Suelta a papá! —chilló la pequeña Sihyun aferrándose a su chaqueta. Taehyung apenas era consciente de ella.

—¡Pues también debería! ¡Para que se te quiten esas estúpidas ideas de la cabeza! —respondió su padre embravecido. Viejo y todo, su primer reflejo fue tomar la sartén y estamparla contra su cabeza; el calor de la comida hirviendo contra su mejilla lo hizo soltar un alarido de dolor. Por inercia soltó al hombre, llevándose las manos a la cara mientras jadeaba de incredulidad.

—¡Papá, no! —Con espanto, Sihyun vio cómo su padre tomaba una de las pesadas sillas de madera del comedor y la levantaba contra su hermano. El pelinegro tuvo el tiempo suficiente para detenerlo y su fuerza terminó venciendo la del hombre, quien tropezó en el forcejeo y acabó en el suelo, mirando furioso a su hijo. Con la silla en sus manos, Taehyung estuvo seguro de que la haría añicos sobre su cabeza.

—¡Tae! ¡Por favor, no! —Pero Sihyun se abrazó a su cintura, sollozando ruidosamente, y fue como si alguien presionara el interruptor de apagado. Taehyung respiró de forma pesada, sin romper el contacto visual con su padre. Su cara ardía y sentía su cuello y cabello pegajosos.

—No te le vuelvas a acercar a Jungkook. —Arrojó la silla a un lado y se quitó de encima a su hermana como si fuera una muñeca de trapo antes de salir de allí, enardecido y habiéndose olvidado del trabajo al que debía regresar.

Su fiel compañera, la motocicleta, lo esperaba para llevarlo ahora a su nuevo destino. La tormenta de pensamientos en su cabeza lo tenía mareado pero no podía detenerla y ahora sí estaban apoderándose de él. Quería gritar, quería reír, quería... llorar.

Por poco estrella la vieja Dodge de Hanbin cuando se detuvo frente a la vieja bodega, la cual tenía días o semanas enteras sin pisar. Su conocido desastre de autopartes y chatarra le dio la bienvenida como si nunca se hubiera ido. Las tres caras de sus amigos viajaron entre la confusión y la sorpresa al verlo después de tanto tiempo.

—Viejo, ¿qué demonios? ¿Qué te sucedió? —preguntó Hoseok viendo el pegajoso guiso en su cabello. Su mejilla estaba alarmantemente roja.

—Nada en particular. Ah, cosas familiares —respondió dejándose caer en el sofá junto a Ji-ho. El rubio le extendió un cigarro sin mucho interés y Taehyung le dio una honda calada mientras Hanbin miraba a Hoseok con desconcierto.

—Tengo nueva mercancía, si te interesa —ofreció Ji-ho agitando una papeleta de polvo blanco frente a él. Fue Hoseok quien le apartó con un manotazo.

—Escuché que necesitaban dinero, chicos —dijo Taehyung y los tres se miraron en consenso mientras este le daba otra calada al cigarro—. Sería una lástima que alguien tuviera un Chevy del 64 en el estacionamiento del kilómetro cuatro vía Seúl. Qué tragedia si de repente desapareciera.

Taehyung lanzó el humo al techo y dejó su cabeza hacia atrás. Lo que pasara de ahora en adelante no era su problema.

Ja.

Qué perra era la vida.

Justo cuando estaba dispuesto a entregarse, el universo le recordaba que lo mejor siempre sería ser un hijo de puta.





Unpopular opinion but the real problem here is Jk, idk man 

Sonrían (:

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro