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11 - {IV}




—¿Cuál era tu nombre, preciosa? —preguntó Ji-ho, rozando la nariz contra su mejilla. Su brazo se sentía pesado y su agarre demasiado apretado como para intentar soltarse.

—Mai —murmuró apenas, largando un suspiro de alivio cuando el chico la dejó ir solo para sentarse en el sofá junto a ella. Quedó apretujada entre el cuerpo del rubio y Taehyung, quien apenas hizo un casto intento para alejarse una pulgada.

—Mai. ¿Qué quieres de tomar? —preguntó Ji-ho con esa sonrisa. Mai miró la mesa ratona frente a ellos. Solo había cerveza y una botella chaparra de color marrón que, para ser honestos, no sabía lo que era.

También miró a su lado, hacia Taehyung. Fue inevitable. Él la había mirado y luego fue como si no existiera. Volvió a su mundo con aquella otra chica y con el espacio del sofá reducido por su presencia, ahora ella tenía una de sus piernas sobre el muslo de Taehyung, mientras la mano del pelinegro apretaba la piel bajo su falda.

—Dije que qué quieres tomar —repitió Ji-ho, dejando caer pesadamente su brazo sobre su hombro. Su mano empujó la mejilla de Mai, obligándola a mirarlo.

—¿Agua? —Para liberarse de esa sensación de sofoco que iba a ahogarla.

—¿Agua? —repitió el chico con gracia, sonriendo ampliamente—. Nena, no seas aburrida. No te vas a divertir con un vaso de agua.

—Está bien, uh, entonces una cerveza —dijo aún con duda. Él le guiñó el ojo y se levantó prometiendo que volvería con ella. Bueno, su hermana se lo había dicho antes. Si no veía de dónde había salido, entonces no bebería de ella.

Sin Ji-ho, aprovechó para girarse y entablar una conversación con Taehyung, pero la realidad la golpeó de frente al ver solo su lengua enrollándose con la de aquella desconocida. Bien, bueno. Ella tenía melones por senos y ella... pues otro par de naranjas. Seguro que le resultaba más atractiva. Con incomodidad, volteó a mirar a otro lado, hacia Yunha, pero su amiga parecía íntima colega del otro chico que acompañaba a Taehyung. Su nombre era Han Bin, si mal no recordaba.

Mai mordió su labio mientras trataba de bajar un poco el dobladillo de su falda. Su piel escocía un poco después de pasar la cuchilla tan seguido. Allí donde la pierna de Taehyung rozaba la suya era especialmente molesto. Pero... incluso con el jean, el calor de su piel traspasaba la tela. Como una niña tonta, acercó su rodilla a la de él, rozándolo; quería llamar su atención.

Y entonces, como un baldado de agua, la rodilla de aquella chica terminó encima de su pierna. Las manos de Taehyung estaban sobre su cintura y la habían llevado hacia su regazo de un tirón, ¡aún sin despegar sus bocas! Bueno, ¡que la disculparan! Señor y señora expertos, decidiendo que respirar no era una necesidad básica.

—Oh, lo siento —dijo esa voluptuosa y definitivamente muy linda mujer. Taehyung gruñó con fastidio, tomando la barbilla de su anfitriona para acaparar su atención. Decidió que iba a ignorar a Mai. Esa niña fastidiosa no entendía su lugar. Tres años antes la había rechazado y las cosas no cambiarían tres años después. La relación con su hermana, Lalisa, era como con Jennie. Las apreciaba, fueron compañeros de clase, fueron buenos amigos en su momento. Así que Mai podía dejar de insistir de una vez por todas porque no iba a pasar en esta vida.

No le prestaría atención. Incluso cuando aquella espina de incomodidad estaba chuzando su nuca mientras escuchaba a Ji-ho hablándole ahora que había regresado. Ji-ho podía ser bastante pesado e impredecible, y la verdad, Taehyung no tenía ganas de lidiar con él. Las cosas con el tatuado estaban bastante tensas, y ahora que Hoseok no estaba alrededor no había nadie que calmara las aguas.

—Hey —Mucho menos Han Bin, quien agitó frente a sus caras una bolsa hermética—. ¿Alguien quiere rayar? Yo invito.

Con algo de horror y sorpresa, Mai vio cómo desocupaban la mesa ratona frente a ellos. ¿Aquello era cocaína? Ella compartió una mirada con Yunha y se alivió al saber que ambas pensaban lo mismo. No, definitivamente no.

—¿Segura? —preguntó Ji-ho en su oído—. Te deja una buena sensación, ya sabes.

Cuatro líneas fueron preparadas. La chica que estaba con Taehyung también lo haría y, por supuesto, ellos tres. Ji-ho fue el primero en hacerlo. Enrolló el billete rápidamente y esnifó la primera línea tan rápido que Mai ni siquiera pudo verlo.

Él lanzó un grito escandaloso y sacudió su cabeza como un perro, volviendo a su lado de inmediato, pero Mai no pudo preocuparse por sus inquietas manos o sus brazos de pulpo. Fue el turno de Taehyung y ella tuvo unas incontenibles ganas de tirar de su cabello hacia atrás para evitarlo, pero tal como la primera línea, la de Taehyung desapareció en un suspiro. Un gruñido dejó su garganta mientras se echaba hacia atrás con los ojos cerrados, sin tanto escándalo como Ji-ho. Mai desconoció al chico frente a él.

—Ow, ¿qué esa cara, princesa? —preguntó Ji-ho, tomando de nuevo su barbilla con una mano—. No pareces estar pasándola bien. ¿Acaso quieres ir a otro lado?

¿Qué era eso en su pecho? Mai sintió la viva decepción haciendo un hueco en su pecho. Tal vez se imaginaba a Taehyung como un príncipe en su cabeza. Fue por eso que asintió. Quería salir de allí.

Cuando Taehyung abrió los ojos, pasado el ardor en su nariz, solo vio a Han Bin con la otra chica, y a su ligue de esa noche tomando su línea de cocaína. No vio a Mai o a Ji-ho.

—Han Bin —masculló—. ¿Dónde están?

—Viejo, seguro en el segundo piso —respondió su amigo arrastrando un poco las palabras—. Ya sabes cómo es Ji-ho. Dijo que cuando la viera otra vez...

No necesitaba escuchar más. Recordaba aquella conversación. Olvidándose de la chica con la que estaba, se levantó apurado del sofá. Su corazón latió rápido y se sintió mareado, pero de todas formas no le importó empujar a quien se atravesara para buscar las escaleras. Las habitaciones de algunos trabajadores estaban en el segundo piso. Si deslizabas un billete a la persona correcta, seguro podrías usar una.

Llegar a Mai fue cuestión de segundos y zancadas pero para Taehyung se sintió como una eternidad. En medio del pasillo, el pelinegro tomó su brazo con fuerza y tiró de ella lejos de Ji-ho, para sorpresa de ambos.

—¿Qué mierda? —espetó Ji-ho, iracundo—. ¿Qué crees que haces, imbécil?

—Ella tiene diecisiete años —escupió Taehyung en la cara del rubio—. Me la llevo a la guardería de la que se escapó.

—T-Tengo dieciocho —aclaró Mai, sintiendo su brazo siendo destrozado por el agarre de Taehyung. Este se hizo más fuerte, al punto de hacerla chillar, pero seguro por su cabeza nunca pensó que las heridas que Ji-ho dejaría en ella iban más allá de lo físico, que eran de esas que se quedaban en el alma.

—Cierra la puta boca —ordenó Taehyung fuera de sí, empezando a tirar de ella escaleras abajo.

—¡Oye! ¡Me lastimas! Solo íbamos a tomar aire —recalcó Mai detrás de él.

—¿En una maldita habitación? Este lugar no tiene una azotea, idiota.

¿Oh? Ella se quedó callada. Mientras Taehyung pensaba lo que haría después, al llegar al primer piso, vio a alguien conocido en la entrada. Nunca pensó que estaría tan aliviado de ver aquella ridícula camisa de cuadros sobre esa insulsa camiseta blanca.

—Oye —lo llamó. Como si fuera alguna clase de costal, prácticamente la arrojó a sus brazos—. Llévatela.

—¿Qué? —dijo Jungkook, escéptico. De verdad, ni un saludo. Ni debería molestarse.

—Yo puedo ir sola a mi casa —dijo Mai. Jungkook no entendía qué estaba pasando. Solo había terminado allí después de que la chica en la casa azul detrás de la iglesia le había dicho que Mai dormiría en casa de su amiga. Seguro. Dormir en la casa de una amiga.

—Mira —Y Taehyung se veía fuera de sí, maniaco. Era de mal genio, seguro que sí, pero su expresión airada estaba teñida de ira—. No me hagas perder la paciencia, Mai. Ji-ho va a... Jungkook, por favor —pidió.

Solo por la mención de ese nombre, Jungkook entendió lo que Taehyung trataba de decir. Él le dio una mirada pesada a Mai, instándola a salir del bar. De todas formas, asumió que las llaves estaban en la casa de la fugitiva.

—Debo ir por Yunha primero —masculló Mai. Taehyung no vio a Ji-ho en el sofá, así que la dejó ir.

—Mejor que te apures —dijo Jungkook. Tenía que regresar al trabajo cuanto antes. Ella tropezó para salir de en medio, sintiendo que tanta testosterona iba a comérsela viva. Ellos dos eran intimidantes; aunque era solo un poco más baja que ellos, se veían como robles con miradas impasibles, ojos fríos y molestos taladrando su espalda a medida que se alejaba hacia Yunha.

—Taehyung, tú también deberías volver a casa —sugirió Jungkook.

¿Por qué? Sus ojeras, la mirada cansada que le daba, los hombros caídos, sus manos temblorosas. Sus movimientos se veían demasiado bruscos, como si no pudiera controlarlos.

—Jungkook —Taehyung sonrió—. No tengo una casa a donde volver.

El castaño lo miró detenidamente. Estaba drogado y todas sus defensas estaban abajo. Lo vio peor que nunca: como si estuviera destrozado, desolado y perdido.

—Sabes a lo que me refiero, maldita sea —gruñó—. No importa cuántas porquerías te metas en los próximos quince minutos. Los siguientes quince te van a arrastrar al infierno del que quieres salir.

—Vale —dijo Taehyung. Sí. Vale. Como un niño—. En los siguientes quince me preocuparé por eso.

Porque a nadie le importaba realmente. Eso pensó Taehyung, girándose para regresar con Han Bin. Tenía cervezas, a una chica esperándolo y sí, todas las porquerías que quisiera.

Si alguna podía borrar aunque fuese por un minuto esa sensación en su pecho, entonces funcionaría para él.

—Taehyung —Sin embargo, su cuerpo dio un trompicón hacia atrás cuando Jungkook empuñó su camisa, deteniéndolo—. No es lo que quieres. Lo haces porque es lo que esos inútiles te han enseñado.

El pelinegro volteó a mirarlo sin decir nada por largos segundos, pero él no se estaba alejando.

—Y además —continuó—, lo siento mucho por la muerte de Jennie. Sé que debe ser duro para ti.

Taehyung no se movió, no dijo nada, pero su cara parecía decirlo todo. ¿Alguien a su alrededor había pronunciado esas palabras en todo el día? Nadie. Ni uno solo. Escucharlas terminó por sacudir su interior, las últimas fibras sensibles de su cuerpo. Su nariz se sintió caliente y una gota de sangre se deslizó hacia sus labios conforme las emociones crecían en su interior y amenazaban con desbordarse. No iba a llorar. No iba a llorar.

—Eres un desastre —suspiró Jungkook, cansado, y lo atrajo hacia su cuerpo. Lucía como si necesitara un abrazo en esos momentos, antes de romperse, antes de que el nudo en su garganta se transformara en un río de lágrimas que estaba tratando de contener inútilmente.

—Tengo miedo —admitió Taehyung a media voz; su garganta estaba cerrada, dolía, y sus ojos estaban cristalizados—. ¿Y si mi hermano...? —Él se aferró a Jungkook con un sollozo escapando de su garganta y el castaño asintió varias veces, comprensivo. La música del club seguía sonando y las luces se movían inquietas por todo el lugar, apáticas, sin consideración por nadie. Era el último lugar en el que debería estar.

—Vamos al autoservicio; al menos puedo gastarte ramen —sugirió Jungkook dando un paso atrás. Mai caminaba de regreso de la mano de la pelirroja. Ya no tenían asuntos allí.




[♥]




El sonido del microondas sacó a Taehyung de su ensoñación. La noche era silenciosa como siempre y ninguno de los dos había dicho algo en todo el camino.

La taza de ramen estaba abierta frente a él, a la espera del agua caliente que ahora Jungkook le extendía. Taehyung la vertió sobre los fideos sin muchas ganas. Finalmente Jungkook tenía razón: se sentía peor, con el sudor frío humedeciendo cuello y una sensación helada en los huesos. De haberse quedado en el bar, habría aceptado más de lo que Han Bin le ofrecía, y luego más, hasta desmayarse.

—¿Planeas ir a visitar a tu hermano? —Jungkook rompió el silencio, recostándose junto a él con los codos apoyados en el mesón del pequeño cuarto junto a la oficina de Min que les servía de comedor a los empleados. Solo había un microondas, una cafetera y los cajones donde guardaban sus maletines.

—El sábado —murmuró el pelinegro en respuesta. Pensaba que podía regresar antes de que el autocinema abriera. Podía ir a la ciudad el domingo y quedarse allí todo el día, sin preocupaciones, pero por el angustiante sentimiento en su pecho prefería verlo cuanto antes.

Jungkook repiqueteó su dedo mientras asentía. Siempre había sido hijo único, así que no tenía a nadie que se preocupara por él de esa manera.

—Lamento haber dicho que Jennie solo era una conquista —susurró—. Como te podrás haber dado cuenta, no tengo amigos en los cuales confiar. He dejado de creer en esa palabra.

—Seokjin lucía como un buen tipo para mí. —Aunque tuviera que admitirlo a pucheros, recordando esa amarga experiencia.

—Buen tipo —repitió Jungkook en un bufido—. Me acosté con su hermano, me enamoré como un idiota de su hermano, ¿y nunca mencionó que Yugyeom tenía pareja?

Taehyung chuzó sus fideos con los palillos descuidadamente para ahorrase la respuesta. No, eso no se escuchaba como un buen tipo. Pero él no era quien para juzgar.

—Todos lo sabían —El castaño cerró los ojos, negando con una sonrisa triste en sus labios—. Yugyeom me utilizó y barrió el suelo conmigo, ¿pero sabes qué fue lo peor? Lo que hice después de enterarme —dijo mirándolo—. No hice nada. Lo dejé continuar.

Bueno, vaya. Taehyung revolvió los fideos apretando sus labios. No era lo que esperaba de alguien como Jungkook. Pero después de lo ocurrido en casa de Seokjin el domingo, pues no le sorprendía tanto.

—Incluso su pareja sabía —continuó Jungkook—. Seguro yo era un chiste para él. Fui ingenuo y pensé que me elegiría a mí al final. Él daba clases en la universidad y sí, nos encontraron. Entonces todo estalló y pensé: mierda, qué importa. Busqué la ayuda de Yugyeom y bueno —Tomó aire profundamente—, me dijo que no confundiera las cosas. Que no éramos amigos y que solo pedía diversión. Que si no podía entenderlo entonces no tenía sentido. Eso fue lo que sucedió.

Esa era la versión corta de los hechos. Decirlo en voz alta era lamentable. Si no hubiera pasado por eso, y alguien estuviera contándole aquella historia, seguro estaría burlándose para sus adentros. Por eso miró a Taehyung con los ojos temerosos, esperando su sentencia pacientemente.

En cambio, el pelinegro enganchó sus dedos en el cuello de su camisa, tirando de él para acercarlo. Sus ojos opacos conectaron una mirada con los suyos, luego miró su boca, y atrapó sus labios en un beso tranquilo y corto.

—¿Uhm? ¿De qué vas ahora? —preguntó Jungkook, mordiendo su labio inferior—. ¿Eso es un obsequio de lástima?

Taehyung relamió sus labios y volvió a inclinarse. Esta vez no lo tomó por sorpresa, y fue correspondido. Su boca encajó con la ajena, la piel tierna de sus labios se sintió suave mientras su lengua los delineaba. Jungkook tomó la barbilla del pelinegro y sus lenguas se encontraron, con los vestigios del alcohol colándose en sus papilas. Su respiración se perdió en un suspiro pesado y para Taehyung ese beso, en el cuarto de empleados de un autoservicio, terminó por llevarse un pedazo de su alma. No era por lástima, sino más bien autocompasión. Es que todos buscamos ser elegidos.

—Oh —Con un chasquido de sus bocas y la campana en la puerta del local anunciando un nuevo cliente, Jungkook dio un paso atrás—. Trabajo.

—Uhm, sí —Sintiendo la mano que empuñaba la camisa de Jungkook demasiado pesada, Taehyung la dejó caer, con reticencia—. Suerte.

—¿Dónde pasarás la noche? —preguntó Jungkook antes de dejar el pequeño cuarto.

—Pues... En el hostal de pueblo, como normalmente lo hago.

El castaño arrugó la nariz con desagrado.

—Ese lugar es uno de los círculos del infierno.

Taehyung sonrió a medias.

—Todo este maldito pueblo lo es.




Nunca les he preguntado qué piensan de la historia, o de Jk y Th juntos y por separado, me gustaría leerlos, don't forget to smile~

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