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11 - {II}




—¡Jungkook, hay que surtir!

El castaño vio las incontables cajas en la bodega con una expresión sufrida en el rostro y suspiró.

Extrañaba el turno de la noche, no lo iba a negar. Sencillamente no llegaban pedidos para surtir las vitrinas.

Con cansancio, tomó la caja más próxima a la puerta después de revisar su contenido y la levantó con un gruñido.

También le gustaba porque era menos ruidoso y además, Min no estaba sobre él para decirle lo que hizo o no hizo.

Por suerte para él, la persona prometida ya estaba en la registradora, asintiendo diligentemente mientras Min le explicaba cómo funcionaba la vieja caja. Era otra chica, pero mucho más joven que Jennie. Tal vez tenía dieciocho años y su nombre era Mai. No quería ser cínico, pero comenzaba a notar que los clientes, en especial los hombres mayores, muchas veces llegaban al autoservicio para ver a una mujer en la caja. Muchos preguntaron por Jennie en su ausencia, de hecho, y a varios dejó de verlos mientras él estuvo en el cargo.

Y ahora su jefe arrojaba la chica de ojos de cordero a los lobos.

Los clientes de la noche eran mayoritariamente jóvenes; eso concluyó sacando los paquetes de gasas y algodón de la caja. La mayoría buscaba alcohol, comida chatarra o dulces, y otros —pensó, mientras veía la familiar caja negra de detalles neón en el fondo— condones. Algunos actuarían como si se tratara de un secreto de estado, harían el ridículo frente a él con tal de negar lo innegable, y otros simplemente llegarían como amos y señores del lugar a estampar la caja de preservativos frente a él, muy orgullosos de su hazaña.

Eso hizo que irremediablemente pensara en Taehyung por unos instantes.

No lo veía desde el domingo. No es como si tuviera algo que decirle, de todas formas. Tal vez el chico tenía demasiadas cosas en mente y una de ellas era su hermano. Algunos vecinos del pueblo seguían hablando del asunto, y de Jennie, como si fuera un tema trivial. Solo podía escuchar cómo pobreteaban a las familias, como si eso fuese a solucionar algo.

También había escuchado que se plantarían frente al ayuntamiento para protestar. Todo prometía convertirse en un desastre.

—Señor Min, hay que tirar esto —Se dio cuenta de que una de las cajas de preservativos tenía el sello de seguridad rasgado. Tal vez se había dañado en el trasteo, pero las posibilidades eran muchas así que solo la sacaría. Su jefe volteó a mirarlo a media explicación; Mai seguía asintiendo como un soldadito. Fue entonces cuando la campana de la puerta resonó bullosamente y esa conocida voz se hizo escuchar.

—Hay un puto ratón muerto junto a la puerta.

—Más respeto —siseó Yoongi, sin prestarle mucha atención al recién llegado y más a la caja que el chico le tendía; básicamente se la rapó de las manos, puesto que Jungkook se había congelado un segundo al ver a Taehyung. ¿Qué había pasado? Lucía sacado de un bote de basura. Ojeroso, despeinado, desarreglado. Ni siquiera llevaba su chaqueta de cuero o sus botas. Andaba en una sudadera gris que más parecía una pijama. Él también lo miró un instante. Y luego ambos estaban apartando la mirada.

—¡Bienvenido! —dijo apresuradamente Mai. Demasiado alegre para la vibra que Taehyung tenía encima. El pelinegro la miró de forma ácida, con los ojos rojos, como si quisiera saltarle a la yugular, y Jungkook decidió que eso era extraño: ¿Taehyung perdiéndose la oportunidad de sonreírle a una chica? Eso sí que era nuevo.

—¿Tienes que ser tan ruidosa, Mai? —preguntó él. Oh. Se conocían. Jungkook se sintió como un estúpido después de llegar a esa conclusión. En un pueblo de escasas quinientas personas, resultaba bastante obvio que todos se conocieran.

Las facciones de la chica se tiñeron con tristeza y decepción, de inmediato bajando la mirada mientras Taehyung pasaba de ella sin mucho interés.

—Oye —Jungkook agarró su saco, deteniéndolo—. No tenemos que soportar tu mal humor. Discúlpate con ella.

Los ojos enojados y cansados de Taehyung se posaron en él. El castaño casi sintió que sería su yugular la siguiente en ser destrozada, pero entonces, Yoongi habló.

—Jungkook tiene razón. Además, apestas a cigarrillo, Taehyung, ¿qué es esto? —le reprochó el hombre, luciendo como un padre enojado—. Eres un desastre.

—Solo vengo por un maldito ramen. ¿Puedo comprarlo? —preguntó Taehyung en un tono cargado de fastidio. Chasqueando su lengua, se respondió a sí mismo—. Da igual, puedo comprarlo en otro sitio.

Sin más demora, dejó el autoservicio a pasos lentos y pesados. Jungkook soltó el aire que no sabía que estaba reteniendo, y todos allí parecieron hacer lo mismo. Mai miraba con ojos de cachorro hacia la puerta; sus facciones aniñadas estaban teñidas de tristeza y Yoongi no se quedaba atrás. Su jefe se veía profundamente preocupado.

—¿Sabes lo que es ver crecer a estos niños y luego sentir que los pierdes por completo y no puedes hacer nada? —masculló el hombre con tono amargo, hacia él. Ni siquiera podía llamar a sus padres, porque para empezar, eso había dejado de funcionar años atrás.

—¡Quizá está así por su hermano! —se apresuró a decir Mai, muy decidida en defenderlo. Jungkook la miró con cierta lástima, uniendo el rompecabezas en su mente, y de nuevo fue Yoongi quien habló.

—Escucha, Mai. Será mejor que te mantengas alejada de él. Es buen chico —dijo, dudoso—, pero no necesitas los problemas que va a traerte.

Jungkook miró hacia afuera. Taehyung aún seguía allí, recostado a su moto a unos pasos de la entrada, dándoles la espalda. Sí, a él también le hubiera gustado una advertencia de esas, para ser honestos, porque en esos momentos no entendía la impetuosa necesidad de acercarse y preguntarle si necesitaba ayuda.

—En fin —Yoongi suspiró, entregándole a Jungkook la caja dañada—. Tíralo en la papelera del baño y luego lleva la bolsa atrás para quemarla.

"Atrás" era una cortesía. En la bodega había una segunda puerta que daba hacia algunos matorrales, pero estaban a un costado del autoservicio, donde los camiones de los pedidos bajaban las cajas. Hacia la maleza había un barril de hojalata teñido de hollín que el viejo Min utilizaba para desaparecer algunas cosas, porque bueno, quemar una bolsa más, una bolsa menos, pues no iba a contribuir con el calentamiento global, ¿no?

Desde allí podía ver a Taehyung, quien aún no se había movido de su sitio. No quería ser quisquilloso, pero nunca imaginó que le agradara fumar. Tal vez la imagen que tenía de Taehyung en su cabeza no calzaba con el sabor amargo y ácido del cigarrillo, y bueno, de nuevo podía estar equivocándose.

Vertió un poco de gasolina en el tanque para encenderlo dejando caer un fósforo. La llamarada llamó la atención de Taehyung, quien volteó a mirar en esa dirección viéndose atraído por la ráfaga de luz. Su mirada conectó con la de Jungkook por largos segundos. ¿Qué podía estar pensando él? Jungkook no podía saberlo.

Y desde donde estaba no podría, así que decidió que iría hasta él. Lo vio inquietarse mientras más se acercaba, de hecho llegó a pensar que solo subiría a su moto y lo dejaría como un payaso, pero no lo hizo. De alguna manera. Taehyung se quedó en su sitio hasta que solo estuvieron a un paso de distancia.

—Lamento lo que pasó el domingo —dijo Jungkook. Si es que eso tenía que ver con su estado de ánimo. Lamentaba haberlo llevado con Yugyeom y haberlo puesto en esa situación.

El pelinegro sonrió a medias y osadamente exhaló la bocanada de humo justo sobre su cara, asfixiándolo en una nube de alquitrán.

—No lo lamentes —dijo con picardía—. Créeme, habría matado a ese hijo de puta si no hubiera sido por ti, y entonces que estarías lamentándolo. Seokjin también —añadió en un bufido, antes de llevarse el cigarrillo a la boca. Lo sostenía entre su meñique y su dedo anular, como si no lo quisiera.

Jungkook tosió una última vez, disipando la humarada con su mano. Ahora más o menos entendía lo que Yoongi había dicho allí dentro. Taehyung estaba frente a él y de alguna manera se sentía un millar de metros más lejos.

—No lo digas a la ligera —masculló Jungkook, sintiéndose algo incómodo. Matar a alguien, nada menos.

—¿Crees que estoy bromeando? —El pelinegro golpeó el cigarro con su índice para deshacerse de la ceniza—. Nunca me había sentido tan humillado y tan asqueado. Maldita sea, iba a matarlo.

—Taehyung...

—¿Y sabes qué? Dejé la habitación sin seguro esa noche. Estúpidamente pensé —dijo, moviendo su mano en vagos ademanes—, que querrías quedarte conmigo. Pero te quedaste en el sofá. Quiero decir, ¿siquiera te quedaste en el sofá?

—Claro que me quedé en el jodido sofá —siseó Jungkook. No le gustaba lo que estaba insinuando—. ¿Cómo iba a saber que...? Si me lo hubieras pedido, habría entrado a la habitación contigo.

—Si realmente hubieras querido alejarte de él, habrías entrado a la maldita habitación —concluyó Taehyung, dándole una mirada pétrea—. En cambio te quedaste a su completa merced en la sala.

—No me digas. ¿Debía entrar a la habitación y escucharte hacer un berrinche acerca de cómo compartir la cama conmigo hería tu masculinidad?

El pelinegro tiró el cigarrillo al suelo y lo pisó para apagarlo.

—¿Algo más? —apremió Taehyung, ignorando todo lo que había dicho. Jungkook suspiró con frustración. Ahora entendía por qué el chico frente a él no paraba de espetar "Jódete" en cada oportunidad que se presentaba. Esa palabra solucionaba muchas cosas y en esos momentos moría por salir de su boca.

—Eres imposible.

Él subió a su moto e hizo rugir el motor. Luego se había ido.

—Jungkook, cuando termines de surtir puedes irte a casa. Mai se quedará —le informó Yoongi al verlo entrar al local otra vez—. Mañana empezarás el turno de la noche nuevamente.

Enhorabuena.



Su búsqueda de una nueva habitación no estaba siendo muy exitosa. No conocía a nadie en el pueblo, la posada del lugar parecía un criadero de puercos y el único aviso de una habitación disponible era en realidad en la casa de su vecina. Junto a la casa de sus padres.

—Querido, llegas temprano a casa —La vieja, en su propio pórtico, se balanceaba en su mecedora en un vaivén lento y despreocupado. Sí, la misma vecina que por alguna extraña razón conocía mejor los horarios de la familia que él mismo.

—Uhm, sí... —Jungkook suspiró con desgano. Esa mujer era mejor que una cámara de seguridad. Ya entendía por qué el departamento de policía contaba escasamente con un sheriff, un oficial y un perro. Esa vieja chismosa era mejor que toda la CIA.



[♥]



¿Qué odiaba también de estar en casa?

Su madre tocando incesantemente la puerta de su habitación, solo porque estaba cerrada con llave.

Esa mujer adicta al control lo sacaba de quicio y rayaba en sus nervios. ¿Qué haría tras la puerta cerrada? ¿Colarse a un tipo por la ventana de la habitación? Porque seguramente esa era su principal preocupación.

—¿Qué sucede? —preguntó cuando fue la sexta vez que ella tocó la puerta. Esta vez se había levantado, abriéndola de un tirón.

—¿Cenarás con nosotros? —Quiso saber Minso. ¿Olvidó mencionar que prefería el turno de la noche porque así no tenía que cruzarse con su padre en horas de la tarde?

—No tengo ánimos.

—¡Espera! —Su madre puso la mano en su puerta cuando él hizo el amague de cerrarla—. Hice tu comida favorita. Por favor, come con nosotros. Voy a servir ya. Por favor.

Aquel vehemente menester de mantener unida una familia que ya no tenía salvación. Jungkook rodó los ojos internamente. Le daría el gusto de ver cómo peleaba con su padre como perros y gatos en cuanto se sentara en la mesa frente a él. Viva Jungkook, la atracción principal del circo en el que se había convertido su vida.

—Bien. Bajaré ahora.

El olor de la pasta napolitana sobre los raviolis hizo rugir su estómago. ¿Cuándo había sido la última vez que tuvo una comida decente? No chucherías del autoservicio a punto de vencerse, ramen o café.

El escenario más silencioso lo recibió. Ya habían comenzado sin él, así que solo los cubiertos sonaban. Él se sentó en su sitio habitual y tomó los suyos.

—No pongas los codos sobre la mesa —musitó su padre de inmediato. Sus ojos se movían milimétricamente sobre él, buscando más errores que recalcar. ¿Qué sería ahora? ¿Su cabello, sus orejas perforadas?

—H-Hay un autocinema en el pueblo, ¿lo sabían? —mencionó su madre alegremente—. Podemos ir a la función del sábado, si quieren.

—No estaré en el estúpido asiento trasero viendo una película —rezongó Jungkook con mala cara.

—¿Tienes que hablarle así a tu madre? —El hombre dejó los cubiertos o un suspiro de fastidio y Jungkook se alzó de hombros.

—Solo digo que...

Pero las palabras nunca fueron escuchadas. La cara de su padre se transformó en una mueca de confusión y espanto mientras trataba de ver tras él. El sonido de una motocicleta llenó el silencio y entonces, la ventana a sus espaldas estalló y los cristales se regaron por los cielos y sobre ellos. Su madre gritó escandalizada cuando el siguiente vidrio fue estrellado y su padre bramó vagas órdenes sobre esconderse bajo la mesa. Entre el caos, una figura encapuchada se alzaba en su pórtico, estrellando un bate contra las ventanas de la casa, dando una vuelta a la fachada y destrozando todo a su paso.

Luego, repentinamente, todo se detuvo. Lo último que escucharon fue el ruido de la motocicleta desvaneciéndose en la noche.



Para ser honestos no recuerdo si ya le asigné nombres a los padres de Jungkook 🤔 

¡Feliz año! 💜

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