10 - {II}
♡ - Sábado, 20 de marzo de 2010
Chaewon bufó con brusquedad, desquitando su molestia contra el six-pack que infructuosamente trataba de abrir. Sus uñas iban a quebrarse antes de lograrlo, pero pelear con aquella asquerosa bolsa plástica tan poco práctica era mejor que molestarse por una causa que parecía perdida y esa era discutir con Taehyung.
Un silbido llamó su atención. Pensó que se trataría del rey de Roma y preparó un grandioso insulto, pero no. Al girarse solo encontró a dos perfectos extraños; eran altos y delgados, su cara joven contrastaba casi de forma grotesca con los llamativos tatuajes que adornaban la piel que sobresalía sobre el cuello de sus camisetas. Se codearon entre sí con una expresión burlesca, sin embargo, pese a sus sonrisas, ella supo que no se trataba de un chiste.
—Es ella, es ella —Uno de ellos le dijo al otro, quien dio unos cuantos pasos, rodeándola, observándola como un depredador, como una hiena. Algo le decía que no estaban allí para tratar de conquistarla con frases baratas, y su mal presentimiento solo se hizo realidad cuando el más alto de ellos habló.
—Estabas con esos, ¿no? En la tienda. El tatuado —Él cabeceó hacia el mar, que por cierto, ahora lucía muy lejano como para considerar correr—. Vimos algo que no nos gustó. Realmente espero que haya sido obra de este bochornoso calor.
Ni siquiera hacía calor. Chaewon apretó en sus brazos el six-pack de latas. Lanzarlo a la cabeza de uno tampoco se escuchaba como una buena idea, no mientras el otro todavía pudiera ir tras ella.
—Te estoy hablando —El mismo chico le empujó un poco, alzando sus cejas—. ¿Eres sorda, muda? Vi que le repartían mercancía a un chico castaño. No estarán vendiendo en nuestro territorio, ¿no?
Se congeló. ¿Vendiendo? ¿Mercancía? ¿Repartir? ¿Chico castaño?
Regresar al parqueadero. Sí. Con Taehyung. Ahora esa era su mejor opción. Solo que, al intentarlo, el chico estiró la mano, apretando su antebrazo. Casi se le olvidó cómo respirar en ese instante.
El sonido de cristales estallando la sacó de su consternación con un respingo y todos voltearon a mirar. El alivio se apoderó de ella al ver que se trataba de Taehyung, aunque este no duró mucho. Sostenía en sus manos el cuello de una botella, ahora reventada.
—¿Qué? —El chico que acababa de empujarla dio un paso hacia él, desafiante—. ¿Qué quieres? Oh. Tú estabas con ellos también.
—Tenemos dos opciones —Taehyung se alzó de hombros mientras meneaba la cabeza con ligereza—. Cada quien se retira pacíficamente y sin malentendidos... o creamos un malentendido.
—Somos dos contra uno, charlatán. No te conviene actuar tan valiente.
—Te aseguro que uno de estos —El pelinegro levantó la botella; el vidrio brilló bajo el sol, centelleando—, duele más que un puñetazo.
Chaewon casi se ahogó en su propio suspiro cuando, después de un consenso de miradas, los chicos dieron un cabeceo para marcharse. El aire casi se negó a regresar a sus pulmones de nuevo y, aunque tal vez tenía que sentirse agradecida, en realidad estaba molesta.
—¡Tonto! —Sí, molesta. Las cosas no estaban saliendo como pensó. A este punto, no había nadie a quien culpar más que a ella. ¿Realmente fue tan ingenua como para pensar que una "salida" con aquel cuarteto de idiotas sería divertida? Un montón de pelagatos, zánganos, delincuentes—. ¿Cómo es que...? Para eso arrastraron a ese chico a esta salida, ¿no? Jungkook. ¡Solo querían venderle su porquería!
—¿Qué? Espera. Oye, ¡oye! —Taehyung apenas atrapó el six-pack que le fue lanzado; además de estar ciertamente confundido, esperaba un maldito gracias.
—Todo en casa es una mierda y solo quería relajarme y ustedes acaban de joderlo. Me largo. Si esos chicos llaman a algún grandulón —Ella señaló a los flacuchos tatuados, o más bien a la dirección en la que partieron—, no me quedaré a ver ese desastre. Dame mis llaves. ¡Me largo! —repitió iracunda—. Tú te puedes quedar con esta tanda de perdedores.
—Buen viaje —siseó el pelinegro sin muchos rodeos—. Asegúrate de llenar el maldito tanque porque no iré a tu auxilio si me llamas llorando.
—Asegúrate de llenarlo tú también, así te vas a la mierda sin entretiempos.
Taehyung parpadeó con incredulidad; las llaves le fueron arrebatadas y luego él estaba solo. Un suspiro de fastidio abandonó sus labios. Muy bien, un dolor de cabeza más.
Pero una excusa menos.
—Vaya, no demoraste mucho —bufó Ji-ho al verlo acercarse. Taehyung dejó descuidadamente el six-pack de cervezas en una silla y recogió su ropa y sus llaves; de mala gana también tomó el vestido de Chaewon al notarlo en la silla junto a Hoseok—. ¿Qué pasa?
—Lo que ves. Chaewon se irá. La acompañaré —respondió Taehyung sin dar muchos detalles—. Se enojó.
—Vaya, te compraré una correa con brillitos —silbó Hoseok, sonriendo a medias—. ¿Vieron a Jungkook? Dijo que les...
—No —Taehyung tosió mientras abrochaba sus pantalones sobre la pantaloneta húmeda—. Unos tipos rodearon a Chaewon y ella enloqueció, así que nos vamos. Cuidado. —Con ese último aviso, arregló su camisa y sus zapatos para partir.
Hoseok rascó su barbilla, observando la silla donde el pelinegro había dejado el pack de latas de cerveza. Jungkook dijo que les llevaría cervezas.
[♥]
El sol brillaba inclemente sobre ellos cuando Jungkook le hizo señas para que detuviera la motocicleta en la bahía de una gasolinera.
Confundido, Taehyung cambió de carril y frenó, cuidadoso del asfalto agrietado que le daba la bienvenida al lugar; poco inmutado por los múltiples avisos y advertencias, el trabajador de la estación fumaba un cigarrillo a unos pasos de la única bomba en funcionamiento y hablaba ruidosamente por teléfono, inadvertido de sus nuevos potenciales clientes.
—Iré a la droguería —Anunció Jungkook desabrochando el casco bajo su barbilla—. ¿Qué? —preguntó con diversión al ver la mirada inquisidora del pelinegro—. Realmente no creerás que cargo todo conmigo a todas horas, ¿no?
—No —farfulló Taehyung, deshaciéndose de su propio casco. Luego lo pensó mejor y consideró que no sería bueno entrar a una farmacia junto a un tipo que compraría a) preservativos b) lubricante c) todas las anteriores y no, no era un maldito examen de selección múltiple—. Te espero aquí.
Taehyung vio al castaño partir y un suspiro abandonó sus labios sin ser plenamente consciente. Estando solo y sin más pensamientos que ocuparan su mente, no podía deshacerse de la pesada sensación en su estómago y aquellos aflorantes nervios que lo ponían un poco inquieto. No era realmente miedo, pero no los describiría como emoción (incluso si lo fuese, en el hipotético caso, claramente).
El susodicho apareció de nuevo en su campo de visión. Para ser honestos, él no lucía como alguien de otro mundo. Un tipo casual, de aspecto tranquilo, una mirada oscura y serena; nada particularmente especial. Aun así, Taehyung no podía evitar sentir que estaba pisando arenas movedizas; no saber si su siguiente paso lo hundiría hasta el infierno era tan aterrador como... llamativo. Solo un poco.
—Ten —Le extendió la bolsa de compras con una sonrisa y Taehyung echó un vistazo adentro, sintiéndola inusualmente pesada; casi se ahogó con su propia saliva, recordando ese pequeño detalle—. Trae instrucciones pero seguro sabes cómo usarla.
—Vámonos —resopló con vergüenza.
Una suave risa dejó la garganta de Jungkook mientras subía de nuevo a la motocicleta. Resulta que el hijo de puta sí podía sostener la parrilla y no morir en el intento.
[♥]
—¿Cuál es el precio de la habitación por noche?
Ponerse quisquillosos y buscar un motel no era una opción. Ni siquiera estaban seguros de que, bueno, les permitieran la entrada a uno de esos. Simplemente buscaron un hostal, fingiendo ser trágicos turistas en busca de un lugar para dormir. El elegido fue uno bastante modesto, de paredes beige y de apenas un piso, aunque podía tener al menos veinte habitaciones que se extendían hacia el interior, según su criterio.
La chica de la recepción se los quedó mirando cuando preguntaron por las habitaciones, sin responder. Taehyung viró la mirada hacia otro lado. No quería autodiagnosticarse con un delirio paranoico, pero mientras los ojos pardos escondidos tras las gafas los reparaban de pies a cabeza, Taehyung comenzó a impacientarse.
—Hey. ¿Estás escuchando? —Agitó la mano frente a ella con molestia.
—¡Sí, lo siento! Estas son las tarifas —La chica de la recepción les extendió el folleto y luego tecleó furiosamente en el teclado; Taehyung frunció el ceño, un poco indignado mientras veía la cantidad de sobrevalorados ceros—. Oh. Tenemos un problema.
—¿Qué? —espetó Taehyung. Además del maldito precio.
—Solo hay... Uhm, no tenemos camas simples. Solo quedan dos habitaciones familiares y una de cama matrimonial.
—Qué tragedia —Jungkook se arrimó hacia el mostrador, sonriendo sutilmente.
—Hay alto flujo de turistas; en estas épocas los tiquetes son baratos —murmuró la chica como disculpa—. ¿Está bien si les asigno una habitación familiar?
Taehyung apretó los dientes.
—¿Con ese precio? Ni jodiendo. ¿Viene con algún tesoro o...?
—Perdónalo —El castaño lo codeó duramente y lo empujó—. Son tiempos difíciles. Tomaremos la habitación matrimonial en aras de la economía. Pagaremos en efectivo.
—Claro, lo siento —farfulló ella, balbuceando un poco. En realidad era tierna, con esas gafas enormes y su corta estatura; si tan solo el ogro de Taehyung no espantara a todos con su hermosa actitud—. ¿Cuál es el motivo de su estadía?
—Estamos de visita —respondió el castaño con una sonrisa, deslizando la cantidad exacta de dinero para una noche. Taehyung empezaba asquearse de su actitud tan hipócritamente cordial y lamebotas, así que, fastidiado, tomó la llave que la recepcionista deslizó sobre el mesón.
—¿Al menos tendré agua caliente? —rezongó Taehyung, enredado la mano en sus rizos—. El agua salada tostó mi cabello.
Y aunque la chica respondió, el pelinegro ya estaba demasiado lejos como para escucharla. Tampoco planeaba quedarse toda la noche, así que ese idiota mejor se bajaba de la nubecita en la que estaba montado.
La habitación no estaba tan mal. Salvo por la colcha de la cama, de un horrible verde pistacho, y la silla de madera que más hacía estorbo, pues Taehyung no podía quejarse. El baño podría estar mejor; la ducha era ridículamente pequeña pero al menos tenía pequeños tarritos de jabón y champú, sellados. Al menos.
—Me bañaré ahora —avisó deshaciéndose de su chaqueta. Sus pantalones estaban húmedos después de ponérselos sobre la pantaloneta con la que se había metido al mar; su ropa, la que Chaewon le había obligado llevar "por si acaso", estaba en el carro de la susodicha; en consecuencia no tenía ni siquiera un bóxer consigo, así que tendría que esperar a que todo se secara antes de volver a ponérselo.
—Bien. No olvides esto —dijo Jungkook, lanzándole la bolsa de la farmacia con una sonrisa burlona. El pelinegro la atrapó con un gruñido y luego cerró la puerta con un estruendo.
Justo entonces, el celular de Jungkook vibró dentro de su bolsillo. La sonrisa desapareció de inmediato, por unos segundos. Era increíble cómo una persona podía llevar su ánimo al último círculo del infierno con su sola existencia.
«Mingyu dice que te vio en la ciudad. Cerca del hospital.»
«Escuché que vendrías.»
Era tan descarado. ¿Por qué estar al pendiente de él? ¿Por qué no podía enterrar todo? ¿Por qué estaba ensimismado en seguir sobre él como una sombra? Casi podía imaginarlo. Podía imaginar su sonrisa malvada mientras escribía el mensaje y mientras esperaba la respuesta. No la tendría. No cuando el dolor seguía allí, latente, en la superficie.
—Necesitamos toallas. Pídelas en la recepción. —El estrépito de la puerta lo hizo respingar y virar la mirada. Taehyung lo miraba con el ceño fruncido.
Jungkook parpadeó hacia él.
—Sí, cariño, con gusto haré el favor.
—Pues voy yo —gruñó Taehyung en su berrinche. Ante los ojos incrédulos de Jungkook, con solo la pantaloneta de baño, dejó la habitación sin siquiera zapatos, y al regresar, lo peor, es que solo trajo una maldita toalla.
Luego la puerta del baño volvió a cerrarse.
Huh. Qué chico tan exasperante.
—Y ya te dije que dejes de llamarme así, imbécil —se quejó Taehyung desde el interior del baño. No recibió respuesta y eso lo desconcertó un poco. Al abrir la puerta, solo para dejarle en claro que la próxima vez que escuchara la palabra cariño saliendo de su boca iba a patearle los huevos, lo encontró ensimismado en su teléfono. Solo miraba la pantalla con una expresión indescifrable y apagada. Interrumpirlo se sintió erróneo en el momento, así que tuvo que tragarse su sarta de maldiciones y regresar a lo suyo.
Se quitó la pantaloneta y la dejó tirada. Solo había estado unos cuantos minutos en el mar, pero tenía arena en lugares antes inexplorados. Antes. Ahora incluso dejaba que un tipo comprara, uh..., una pera para él, y eso lo decía en letras muy chiquitas.
El pensamiento atacó su ego masculino en el punto más débil. Cuando terminó con sus asuntos y solo quedó su reflejo en el vidrio empañado, demoró mucho en salir. Tal vez demasiado.
—No le des tantas vueltas. —El suave susurro en su oído lo hizo estremecerse. Por el reflejo vio a Jungkook, sin siquiera saber en qué momento abrió la puerta. Taehyung giró su cabeza para mirarlo; había una sonrisa divertida en sus labios antes de que se inclinara a encontrarse con los suyos, primero lentamente, sin apuro, una cachetada para los pensamientos que antes rondaban su cabeza—. Prometo ser gentil.
El toque sobre su espalda baja lo llevó a girarse y sus caderas tocaron la fría porcelana del lavamanos; eso hizo que respingara un poco y se acercara más a Jungkook, gimoteando por la sorpresa. La tela de su camiseta barrió las gotas de agua sobre su pecho.
—No digas esas estupideces —musitó Taehyung en un gruñido—. Se escucha vomitivo. A lo que vinimos.
El castaño se inclinó y sonrió contra sus labios, como si en serio aquello fuera divertido; y sí, tal vez le parecía un poco cómica aquella actitud.
—Lo que digas —Riendo, tomó el dobladillo de su camiseta y la sacó por encima de sus hombros, arrojándola a un lado con descuido. Sus manos se apoyaron en el lavamanos y se inclinó hacia Taehyung, conectando sus labios lascivamente en un juego tonto, de tira y afloja, que no tardó en desquiciar a Taehyung. El pelinegro puso la mano sobre su nuca y tiró de él más cerca, empujando la lengua entre sus labios, mientras las manos ajenas se aferraban a sus caderas. Luego, Jungkook tomó las manos de Taehyung y las llevó a su torso, sobre su cintura, para completa sorpresa del pelinegro. —Dijiste que querías tocarme. La idea me resulta llamativa.
Apenas se separó para murmurar aquello. Taehyung gimoteó desde su garganta, liberado y contrariado. Sí, eso quería, pero demonios, su inexperiencia lo hacía temblar de los nervios. Dejaron el baño a pasos torpes y no pudo hacer mucho por sí mismo: sus manos rozaron la piel desnuda bajo sus palmas y los músculos firmes, tan diferentes a las suaves curvas de Chaewon.
Su mano se encajó entre la cintilla del bóxer y su piel. Ni siquiera llevaba una pantaloneta de baño; parecía que su intención nunca fue disfrutar del mar. En cambio, mientras sus dedos se deslizaban camino abajo, notó la piel suave y depilada de su pubis. Oh, realmente ese hijo de puta nunca planeó darse un chapuzón. ¿Tan seguro estaba de que terminarían así? Pero la queja nunca dejó la punta de su lengua; de inmediato, su mano se encontró con su miembro. Estaba ligeramente duro y se sentía suave. Era una sensación foránea; casi jadeó de sorpresa, alejándose de los labios del castaño. Jungkook abrió los botones de su jean, eliminando todo obstáculo, y Taehyung pudo ver la escena a la perfección: su mano, cerrada sobre su pene, que se endurecía segundo a segundo. Luego, miró a Jungkook. La clase de mirada de alguien que está a punto de echarse a correr.
—Tranquilo —murmuró el castaño, enganchando su dedo en el nudo de la toalla en la cintura de Taehyung. Este se soltó sin más y la toalla cayó a sus pies, desabrida—. Lo haremos juntos, entonces.
La mano del chico acarició bajo sus testículos y Taehyung tembló, cerrando sus ojos. Jungkook le transmitía una absurda sensación de confianza, y que su tacto fuera tan cuidadoso era un punto a favor.
Mientras sus puntos nobles eran debidamente atendidos, Taehyung relajó la mano y dio rienda suelta a sus curiosos dedos, deslizándose por su longitud sin celeridad. Sus labios se encontraron de nuevo, esta vez lento y profundo, húmedo, un beso entrecortado por los sonidos que se escapan mientras ambos se tocaban mutuamente.
El castaño agarró su barbilla y se retiró, suspirando con media sonrisa.
—Arrodíllate.
Taehyung zafó su barbilla del agarre con una risa suave; su mano libre tomó la mandíbula del chico y con sus ojos señaló al suelo.
—Tú lo harás primero.
—La moneda vuelve a caer parada. Puede ser al tiempo, si quieres.
—No —musitó Taehyung inmediatamente—. Dios, lo detesto. No porque seas hombre —aclaró en una verborrea—, aunque debo admitir que lo que estoy imaginando ahora mismo podría, bueno, ahogarme, pero... Soy un poco egoísta. Me gusta tomarme mi tiempo en ti, así que espero lo mismo de tu parte.
Jungkook sonrió a medias y colocó ambas manos en sus hombros, acariciando sus clavículas con el pulgar. Le empujó hacia el colchón suavemente y colocó una mano junto a su cabeza, apoyándose antes de caer.
—Tú eres un caprichoso.
—Pues sí —El pelinegro se sostuvo en sus codos, acercando sus narices; su sonrisa ligera era desquiciante—. Nunca nadie me ha negado lo que pido. Diría "ninguna chica me ha negado lo que pido", pero incluso tú has caído.
—¿Será por tu amabilidad al pedirlo? —preguntó Jungkook sarcásticamente. Al hablar, sus labios rozaron los ajenos y Taehyung dio un vistazo rápido, lamiendo los suyos.
—No lo sé. Contesta tú mismo. Pero después de dármelo, cariño —se burló de forma despiadada. Y aunque se sentía como el rey del mundo en ese momento, fueron interrumpidos por el ruidoso timbre del teléfono. Taehyung tardó en darse cuenta de que era el suyo y, aunque en realidad iba a ignorarlo, Jungkook dio un vistazo a la pantalla y se echó a reír.
—¿A quién tienes guardado como "Desgraciado"?
Fue eso lo que lo hizo respingar. Ese vendría siendo su padre, y eso no era bueno.
—El idiota de mi padre —murmuró levantándose. Su ceño se frunció tanto que Jungkook sintió un bajón de adrenalina.
—¿Pensé que lo odiabas? —O que, al menos, no era tan relevante en su vida como para interrumpir su maldito polvo solo por atender la llamada.
—Sí. Discutimos la última vez que nos vimos. Es que —Taehyung lamió sus labios, aún viendo el teléfono; la llamada murió en su mano—. Me mandó al infierno y dijo que no volvería a verlo nunca; dijo que... que solo me llamaría para el funeral de mi madre porque ni siquiera estaba invitado al suyo. Es decir —Se echó a reír, incrédulo, pero la expresión en su cara lo delataba—, ¿cuáles son las malditas posibilidades?
Cuando volvió a sonar, no dudó en contestar.
—¿Qué mierda quieres? —Escupió sin ganas—. Más te vale que sea algo serio o haré que te metas las palabras por el... —Se detuvo y Jungkook vio su cara palidecer. No escuchó la respuesta del otro lado del teléfono, pero seguro que no se trataba de una broma—. ¿Al hospital? ¿Ahora mismo? Joder, estoy en Busan. ¡No es un chiste! —bramó Taehyung airado; prácticamente empujó a Jungkook y fue por su pantalón, que estaba sobre el respaldar de la silla—. Voy en camino, maldición.
—¿Qué sucede? —preguntó Jungkook al fin; dadas las circunstancias, también se había estirado por su ropa interior. Taehyung, afanado y desenfrenado, trataba de empujar sus piernas dentro del jean todavía húmedo.
—Byeong. Mi hermano —explicó a groso modo, con la voz temblorosa—. Está intoxicado, como Jennie; pero se... y-y... Necesito ir.
—Iremos —declaró Jungkook con voz firme; tomó sus hombros y lo trajo de regreso al mundo real como una bofetada—. Iremos, ¿bien?
Taehyung tragó en seco y largó un suspiro, asintiendo.
—Bien.
Hola de nuevo, después de tanto tiempo. Gracias si leyeron hasta aquí.
Las cosas realmente están horribles y muy difíciles; lamento si me ausento tanto. No sé si tal vez quieran un live este fin de semana, maybe el sábado, maybe 8 pm(?
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