Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

10 - {I}



♡ - Sábado, 20 de marzo de 2010



Taehyung cruzó sus brazos con un suspiro, viendo el vaho de su respiración perderse frente a él. La lluvia había cesado, pero la mañana era fría, a pesar de que los primeros rayos del sol iluminaban el cielo. El pueblo empezaba a despertar, algunos pajarillos ya se escuchaban cantar y ellos, o más bien Hoseok y Ji-ho, comenzaban a impacientarse.

El auto rojo de Chaewon se detuvo tras la vieja camioneta de Han Bin; sin embargo, aún no había rastro de Jungkook. ¿Vendría? Taehyung tenía una expresión neutra y desinteresada tatuada en su rostro, incluso cuando Ji-ho casualmente mencionó que esperarían al "chico del autoservicio", sin embargo, no podía negar que por dentro iba a morir de intriga. Por su bien, que Jungkook se apareciera.

—Vaya. No pensé que vendrías, Chaewon —dijo Ji-ho cuando la chica bajó de su auto—. Tu jodido padre está en problemas, por si no te has enterado.

La chica azotó la puerta de su vehículo y arregló las solapas de su chaqueta mientras caminaba hacia Taehyung, abrazando su torso para refugiarse del frío. El pelinegro besó su coronilla en un intento de consuelo porque sí que el gobernador Nam estaba en problemas. De hecho, Chaewon debería estar camino a Seúl para hospedarse en un hotel con su madre, pero allí estaban, de alguna manera, rumbo a Busan.

Aun así, ella dijo:

—Amor, ¿no huele como a... metiche sarnoso? ¿Acaso no se dieron un baño antes de venir?

—Pero si yo no he dicho nada —replicó Han Bin recostado contra la puerta de la camioneta. Hoseok rio entre dientes y Ji-ho tuvo que tragarse su respuesta al verla tan caprichosamente arrimada contra Taehyung. Él no estaría una de estas, así que ella debería cuidar lo que salía de su boca.

—Da igual —dijo Hoseok meneando su mano—. Entre más seamos, mejor. ¿Dónde estará nuestro nuevo amigo? Si tengo que ir a buscarlo...

Taehyung miró más allá del puente. Allí, a lo lejos, podía ver la pequeña figura de Jungkook acercándose. No podría no reconocerlo: llevaba su ridícula camisa a cuadros y las botas de sus jeans dentro de esas particulares Timberland que seguro costaban más que todo su guardarropa junto; también llevaba una mochila al hombro y caminaba como si no llevara media hora de retraso. Demasiado arrogante y tranquilo para alguien que no fue precisamente invitado.

Jungkook no tenía una excusa o algo que decir. No estaba emocionado por ir y no se apuró mucho, a decir verdad. ¿Estarían esos chicos contentos de escuchar eso? No. Así que, por su bien, se abstendría de decir algo.

—¡Al fin completos! —exclamó Ji-ho a forma de saludo—. Me alegra que hayas aceptado mi invitación. Debo ser honesto, pensé que no vendrías por mi falta de cortesía. Espero no haberte asustado. Mis disculpas.

—Discúlpame tú. En realidad, no quería venir. —Pero terminó escupiéndolo con una sonrisa tan falsa como la de Ji-ho.

—No te puedo culpar —bufó la única chica presente. Los ojos de Jungkook se posaron sobre ella y su mano extendida; la otra, la izquierda, seguía aferrada al torso de Taehyung—. Mi nombre es Nam Chaewon. Un gusto.

Mientras sostenía su mano no pudo evitar repararla con la mirada. Así que ella era la hija del gobernador y la novia de Taehyung. Era un poco más alta que Jennie y no tenía un aura dulce o tierna como podría haber estado esperando. Viéndola junto a Taehyung, Jungkook podía decir que se sentía un poco abrumado por su presencia. Ellos tenían esa mirada venenosa, tenaz y altanera que mantendría a cualquiera alejado pero cerca, aterrado pero atraído. Era la clase de chica linda y misteriosa que los idiotas en el club tratarían de conquistar a toda costa, como si se tratara de un trofeo.

—Yah, Chaewon. Será divertido, Jungkookie, te lo aseguro —declaró Hoseok—. ¿Quieres subir con Han Bin al auto o prefieres ir en motocicleta?

Han Bin golpeó el techo de su camioneta y subió al asiento del conductor. Jungkook hizo una panorámica. Hoseok, Ji-ho y Taehyung tenían sus motocicletas, y cada uno tenía un casco; el limpio, brillante y hermoso auto rojo —comparado con la vieja camioneta de Han Bin, todo era hermoso—, tenía que ser de Chaewon.

—La camioneta de Han Bin ni siquiera tiene cinturón de seguridad —rezongó Chaewon—. Puedo llevarlo conmigo, no me interesa.

—Seguro a ti no, pero conduces como un animal y queremos a Jungkook vivo —Hoseok alzó sus cejas—. Digo.

—Bueno, como sea —Ella rodó los ojos—. Tengo mi casco en el maletero. Jungkook, si no te incomoda tener orejas de gato, podrías ir con Taehyung.

Oh, sí, por supuesto, porque él conducía mejor que un animal.

—Es tu mejor opción, créeme —añadió Chaewon y no parecía una sugerencia, sino una advertencia desesperada. Taehyung, que no había dicho ni una sola palabra hasta el momento, bufó mientras miraba a otro lado.

—¿Nos quedaremos aquí toda la mañana o qué? —bramó Han Bin desde la camioneta. Jungkook terminó por alzarse de hombros. Llevar un casco con orejas de gato o morir, dadas las condiciones. No tenían que preguntárselo dos veces.

—Toma, cuídalo. —Chaewon alcanzó el casco para Jungkook unos momentos más tarde. Era blanco y sus orejas gatunas eran bastante llamativas. No era su diseño favorito, pero se las arreglaría.

La camioneta de Han Bin arrancó luego de que su motor diera una orquesta de sospechosos sonidos. Hoseok y Ji-ho colocaron sus motos en marcha detrás de este y Chaewon subió a su auto. Un vergonzoso trompicón después, ella estaba tras los chicos.

Taehyung tenía su casco puesto y la motocicleta estaba encendida, rugiendo. Con impaciencia, el pelinegro repiqueteaba su pie de apoyo y el otro estaba en el acelerador, instándolo a apurarse.

—Comienzo a pensar que realmente es una costumbre en este pueblo no saludar —dijo Jungkook alzando sus cejas—. Cinco personas y ni una sola pronunció un maldito hola.

Bah. Taehyung gruñó para sus adentros. Demasiado quejica para alguien que lo había dejado en una maldita cabina, sin siquiera dignarse despedirse. De solo recordarlo, la molestia comenzaba a bullir en su interior.

—Sube —siseó con afán. La motocicleta se movió bajo él y luego sintió el cosquilleo bajo su chaqueta; las manos de Jungkook rozaron sus oblicuos, robándole un jadeo—. Dios. —Las manos de Jungkook se cerraron firmemente por debajo de su ombligo, en su vientre bajo; sus piernas temblaron un instante por la sorpresa—. ¿Qué haces? Agarra la maldita parrilla; no me manosees.

Escuchó vagamente la risa de Jungkook en su oído. Con el casco entre ellos, su voz se escuchó un poco lejana.

—¿Y arriesgarme a salir volando en cualquier momento? No quiero tentar mi suerte.

Taehyung lamió sus labios y su garganta hizo un sonido extraño. Maldición, era incómodo. Nunca había sido tan dolorosamente consciente de que llevar a un tipo atrás significaba tener las partes nobles ajenas rozando contra su trasero. Él iba a volverse loco.

Aceleró con la motocicleta sin respetar el límite de velocidad hasta alcanzar el auto de Chaewon. Pronto, la tímida luz que iluminaba el cielo sobre ellos se convirtió en un potente sol que los obligó a hacer una parada en un pequeño restaurante de paso para tomar algo. Con las chaquetas fuera, la garganta fresca y las vejigas desocupadas, volvieron a la carretera.

Después de eso, fueron dos largas horas de viaje. Para cuando vieron el primer atisbo de mar y las fuertes olas chocando contra las rocas, Jungkook ya empezaba arrepentirse de enlistarse al improvisado paseo. Un cartel les dio la bienvenida a Busan y sus primeros anfitriones fueron los dueños de negocios locales que ofrecían sus productos y sus servicios.

Cerca a la orilla, Hoseok pagó por una pequeña tienda y todos se instalaron bajo ella. La playa no estaba tan concurrida como Jungkook podría haber pensado; tampoco hacía tanto calor, dado la época del año. Aun así, como una niña pequeña desesperada, Chaewon se despojó de sus ropas para dejar a la vista su vestido de baño. Jungkook notó cómo las miradas de todos los hombres allí presentes iban y venían entre ella y cualquier otro lugar, tratando de no ver nada y de ver tanto como pudieran, al mismo tiempo.

—¡Vamos! —Ella zarandeó a Taehyung, emocionada—. Quítate eso y acompáñame.

El pelinegro tampoco se hizo rogar demasiado. Los músculos de su espalda se flexionaron conforme la camisa hacía su salida; los hoyuelos en su espalda quedaron a la vista y la línea de sus oblicuos ligeramente marcados se perdió bajo la pantaloneta que llevaba. ¿Llevaría algo más? Jungkook miró a otro lado y cerró los ojos, decidiendo que aquel no era un buen lugar para poner en marcha su imaginación. Solo los abrió cuando la conversación de la pareja se escuchó lejana.

—Tiene un jodido tesoro ahí —masculló Hoseok con la mano en su barbilla. Él no dejaba de mirar hacia Taehyung y Chaewon. Jungkook asumió que hablaba de la chica, y esto solo lo confirmó Ji-ho cuando dijo:

—Solo quieres meterte en los pantalones de esa malcriada. —Se echó a reír en voz baja y Hoseok tosió, codeándolo.

—Cállate, bastardo. ¿Qué pensará nuestro nuevo amigo? —masculló sin disimulo alguno.

—No soy su amigo —declaró Jungkook con una sonrisa ligera. De hecho, a ese punto, dudaba que alguien fuera lo suficientemente estúpido como para llamarlos amigos. Eran como unas malditas víboras, venenosas y rastreras.

—Lo seremos —Ji-ho prometió. Han Bin suspiró ruidosamente y se levantó.

—Bueno, concuerdo con el chico. No tengo tiempo para tomar el té con ustedes —Le hizo señas a Hoseok y este hizo un además con su mano, casi como permitiéndole su partida. El chico tomó las llaves de la motocicleta de Hoseok y Jungkook no pudo evitar mirar sus espaldas mientras se alejaba, sintiendo su piel poniéndose de gallina solo por los malos presentimientos que se arremolinaban uno detrás de otro en su estómago, en especial cuando el rubio le sonrió. Lo hacía mucho y comenzaba a tornarse sospechoso.

—Jungkookie —Hoseok fue el que habló, sin embargo; era tan confianzudo, llamándolo así, como si fueran amigos de toda la vida—. Ahora que estamos solos podemos hablar.

Huh. Conveniente.

—Seremos claros contigo —empezó de nuevo al verlo rodar los ojos—. De verdad no nos conviene llevarnos mal. Eres un recurso valioso para nosotros y si cooperas con nosotros, todo irá de maravilla. Para ambos —añadió al final, riéndose un poco.

Jungkook vio algo pequeño volando hacia él, aterrizando en sus muslos después. El miedo lo invadió unos segundos al ver la pequeña papeleta y su contenido blanco. Exaltado, la lanzó de nuevo hacia ellos, como si se tratara de una papa explosiva porque bueno, maldición, ese tipo de asuntos no eran lo suyo.

—Oye, cuidado, amigo —alargó Ji-ho, ofendido—. No desperdicies mi trabajo, no sabes...

—No me interesa comprarte, vender por ti, conseguirte clientes o guardarte una mierda —escupió Jungkook, estremeciéndose internamente. Él miró hacia el mar y buscó a Taehyung con la mirada, como si él pudiera salvarlo ahora que estaban allí. Uno: vaya conversación de mierda. Dos: vaya.

—Tú no —respondió Hoseok después de largar una carcajada—. Necesitamos a tu padre.

—¿Disculpa? —Jungkook volteó a mirarlos en total desconcierto. ¿Su padre? Definitivamente no veía al hombre a las afueras de un club haciendo de camello.

—A ver —Impaciente, Ji-ho volvió a tomar la papeleta, sacudiéndola—. Realmente no creerás que hacemos de las nuestras sin ayuda, ¿no? Habrá para tu padre también si mantiene limpios los libros del pueblo. ¿Sabes? A veces necesitamos —Tosió— grandes sumas. Llámale inversión. Juro que todo regresa.

Ah.

Sí, ah. Tan decepcionante como absurdo. A decir verdad, ni siquiera le sorprendía. Solo le causó curiosidad un detalle: Taehyung. ¿Estaba al tanto de la situación? ¿O al menos Chaewon?

—Suerte con eso —murmuró alzándose de hombros—. Dudo que mi padre esté interesado en su... ambicioso proyecto.

—Lo estará —replicó Ji-ho mordiendo su labio—. Después de todo, todos tenemos algo que queremos ocultar desesperadamente y... bueno, quién sabe, la gente habla.

Jungkook volteó a mirarlo con lentitud. Maldición. Por el bien de todos allí que ese idiota rubio no estuviera refiriéndose a él. Porque entonces Troya iba a arder, y ese malnacido agujereado con piercings también.

—Haz el trabajo completo y háblale a él —escupió Jungkook—. No tengo ánimos de ser tu mandadero.

—¡Hey! —El grito animado de Chaewon interrumpió la conversación y aligeró el caldeado ambiente. Ella se acercó un poco a medio trote, mientras el agua se deslizaba desde su cabello y su cuerpo. A pesar de no haber pasado mucho tiempo en el agua, Taehyung venía detrás de ella también—. ¿Qué tal si compramos un par de cervezas?

—Iré por ellas —dijo Jungkook, levantándose. Gustosamente haría el favor, si con eso podía salir de la tensa situación en la que se había metido. Huh. Debió supone que tanta cordialidad y falsa cortesía no podían traer nada bueno.

—Oh. Está bien, gracias —respondió Chaweon, un poco risueña—. Yo iré al auto por mi toalla. Hoseok —Hizo un par de gestos hacia su bolso, instándolo—, las llaves. Están en el bolsillo de la cremallera.

—¿Aquí? Eh, qué demonios, Chaewon —masculló el chico al abrir el bolso, ofuscado—. Tienes tus toallas aquí a la vista. O tampones. ¡O lo que sea!

—Vaya, descubriste que es una mujer que menstrua a sus veintitrés años siendo perfectamente sana —resopló Taehyung, acercándose para tomar el bolso—. Dame aquí. Imbécil.

—Oh. La acompañarás —señaló Ji-ho con una sonrisa lobuna—. ¿Cuánto apostaremos esta vez?

—Lo que sus patéticas billeteras puedan poner sin desangrarse —respondió Chaewon haciendo una mofa. El chiste interno pasó desapercibido para Jungkook hasta que ellos estuvieron lejos; entonces, Ji-ho murmuró:

—Parecen jodidos conejos. Le pongo dos horas.

—¿Dos horas? —repitió Jungkook, frunciendo el ceño.

—Hasta que regresen. Empezaré a apostar por cuántos condones gastan.

Jungkook frunció su ceño aún más. Qué tipo tan desagradable.

—Iré por las cervezas. —Estiró su mano hasta que el dinero estuvo allí y partió con un gesto de fastidio en su boca. Si alguna vez Ji-ho volviera al autoservicio con un bate para invitarlo a tal fiasco de plan, lo obligaría a tragarse ese palo de madera, porque no había manera de que aceptara nuevamente, ni en otra vida.

Con tres six-packs apilados en sus brazos después de pagar, dio media vuelta para regresar a la tienda que alquilaron. Más importante aún... Taehyung. Era tal vez la única razón por la que había obligado a sus pies a moverse esa mañana. A duras penas le había dirigido la palabra y ahora... bueno, pues nada. Estaba contribuyendo a la casa de apuestas clandestinas de Ji-ho.

Jungkook sonrió un poco. Les llevaría unas cervezas, también. Solo para alegrar la fiesta.




[♥]




—Detesto a Ji-ho. Es un idiota —alargó Chaewon.

—Sí, sí —Taehyung le dio la razón sin muchos rodeos, demasiado concentrado en el nudo de su bikini como para discutir. Ella se removió sobre sus piernas en un pequeño berrinche y a pesar de que desató el lazo de su sostén, fue tan malvada como para sostenerlo en su sitio cruzando los brazos—. No me hagas esto a ahora. Vamos, déjame verlos.

—Hablo en serio. ¿Por qué sigues con ellos? —Su novia frunció el ceño y Taehyung lanzó la cabeza hacia atrás con un suave suspiro—. Realmente eres mejor que esto.

Un sermón. Lo último que necesitaba.

—Hablar de Ji-ho no me pone; olvídalo, bebé —murmuró el pelinegro colocando las manos en su cintura. El timón se clavó en sus rodillas cuando se movió un poco y una maldición dejó su garganta. Mierda, habría sido mejor los asientos traseros, pero el pensamiento llegó muy tarde.

—Hey.

La fiesta se vino abajo bastante rápido cuando dos golpes resonaron contra la ventana. Chaewon se tragó una exclamación por la sorpresa y apretó su busto con ahínco, aunque suspiró al ver que se trataba de Jungkook. No sabía mucho de él, y no sabía por qué ahora estaba con ese cuarteto de idiotas, pero quería creer que detrás de esa expresión tranquila había una buena razón, o al menos que el chico se daría cuenta tarde o temprano que lo mejor era apartarse antes de terminar arrastrado y enterrado.

—¿Qué quieres? —gruñó Taehyung—. Estamos, uh, ocupados.

Jungkook levantó el six-pack con una sonrisa y el pelinegro tuvo serios problemas para contenerse y no golpearlo. Realmente.

—No, ya hemos terminado —declaró Chaewon abriendo la puerta. Tan estrepitosamente como pudo, fastidiándolo en el proceso, pisándolo, codeándolo y casi cercenando sus huevos, ella bajó de sus piernas y salió del auto—. ¿Podrías apuntarme el sostén otra vez?

No le preguntó a Taehyung, no. El pelinegro dejó salir un sonido gutural de su garganta al ver que la pregunta iba dirigida a Jungkook. El chico, campante, dejó las cervezas sobre el auto y diligentemente ajustó el lazo para ella, dándole una sonrisa al finalizar. Taehyung cerró los ojos. Si esa no era la definición de sentir que le arrancaban los pelos más pequeños, entonces no sabía lo que podría ser.

—Muchas gracias. Ahora —Le dedicó una sonrisa a Taehyung—. Regresaré al agua, a hablarle a un percebe. Total, ellos escuchan más que tú —declaró—. No olvides cerrar con llave.

—Maldito hijo de puta —siseó Taehyung con fastidio, mientras Chaewon se alejaba (podía apostar que molesta) y con las cervezas en la mano, sin la toalla que supuestamente había ido a buscar—. Gracias. Arruinaste mi polvo.

—Ustedes deberían hacer sus cosas en un lugar más privado. Quiero decir... —Jungkook dio una mirada panorámica. Una bahía que servía de parqueadero a plena luz del día no lucía como una buena idea.

—No es tu jodido problema. ¿No tienes un radar o algo así para encontrar a los tuyos? Ve a buscar a otro chico y enciérrate en la privacidad del baño o lo que sea —se mofó el pelinegro, azotando la puerta del auto.

—Dios. ¿Qué se supone que hice para que estés tan enojado? —preguntó Jungkook aguantando una risa. Arruinarle el polvo no era el fin del mundo. Es decir, no iba a morir por no eyacular. Joder.

—Oh —Taehyung lo miró incrédulo—. Nada. Solo me he despertado con ganas de sortear un viaje gratis a la mierda y qué crees, eres el ganador. Así que jódete.

—Jódete —repitió el castaño, riéndose—. Te juro que las estoy contando todas. Te lo prometí.

—Otra vez con eso —Rodó los ojos y soltó un suspiro impaciente—. De verdad tienes el ego en las nubes si crees que andaré detrás de ti. Me tenías en la cabina y te fuiste sin más. Soy un maldito Pókemon de edición limitada y has perdido la oportunidad de atraparme. Mejor suerte con el próximo.

—Así que es eso. —Jungkook cruzó sus brazos, mirando hacia otro lado. Hilarante. Él de verdad hablaba como si fuera el jodido rey del mundo y actuaba como tal. ¿En serio creía que todo giraba a su alrededor?—. Tocaste un tema sensible para mí. Solo quería irme y eso hice.

—Sí, correcto, ahora vete a la mierda también y...

—Hey —Su frase quedó a la mitad. Jungkook tomó su brazo y tiró de él más cerca; casi se tropezó con sus propios pies descalzos—. Me estás volviendo loco. Realmente eres una piedrecilla en el zapato.

—Pues ya somos dos —murmuró Taehyung. Tan cerca—. Solo que eres un grano en el culo. Dijiste que sería divertido si dejaba de comportarme como un idiota, pero el único que está haciendo eso eres tú.

—Actuando tan valiente —El castaño sonrió sin mostrar sus labios y cabeceó hacia el mar—. Diles que surgió algo y tienes que irte. Busquemos un lugar.

—¿Estás loco? —El pelinegro miró a todos lados, recordando de repente que estaban a la vista de todo el mundo que volteara a mirar. Si se iba con él, su vida estaría acabada. Ji-ho en especial se encargaría de eso.

—Diles que llamó Jennie o alguna cosa así. Si preguntan por mí, di que no sabes. Con lo que me dijeron, entenderán si me he ido —aseguró Jungkook alzándose de hombros. Su ligereza confundió más a Taehyung.

—¿Qué te han dicho?

—Te contaré si vienes conmigo. Si no vienes, te contaré otro día, cuando nos encontremos en el autoservicio. Vamos —alargó sugerentemente al ver la duda en los ojos del pelinegro—. No haré nada que no quieras. Será divertido.

—Hijo de puta —La maldición era para Jungkook y para él mismo, por sentir su columna derritiéndose ante aquella sutil promesa. No le gustaba esa sonrisa en los labios del castaño y, sobre todo, no le gustaba cómo le hacía dudar. Flaquear. Sentirse tan desesperado. —Espera aquí, iré por mis llaves.




Hola, tiempo sin vernos y leernos. No importa si es en un mes o un año, responderé sus mensajes de apoyo y ánimo. Muchas gracias por eso y por leer el apartado de lo sucedido; también, muchas gracias por su paciencia. 

Espero de corazón que el capítulo les guste; no pude traerles un maratón como dije, pero es un abrebocas del siguiente, que traeré muy pronto. Gracias de nuevo y pese a todo, no olviden sonreír.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro