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05 - {I}



Canción en multimedia: Genius - LSD ft. Sia, Diplo, Labrinth 🎵 🎶



♡  – Viernes, 05 de marzo de 2010




Jungkook revolvió su cabello mientras bostezaba y hacía su salida fuera de la habitación.

Demoró en darse cuenta que eran pasadas las tres de la tarde y gimió con pereza al recordar que su turno en la tienda comenzaría de nuevo en menos de cuatro horas. Llevaba poco más de tres semanas trabajando en el autoservicio y empezaba a notar el estrés sobre sus hombros, el cansancio que le generaba trabajar de noche y más importante aún, lo mucho que lo impacientaban los clientes tercos y soberbios. No podía tirar su trabajo a la basura, sin embargo, así que por el momento, él tendría que mantener una sonrisa hipócrita en sus labios.

Vio a sus padres en la sala de estar mientras caminaba hacia la cocina. Estaban tomando el té y detuvieron su conversación al verlo. La mirada que su padre le dedicó no hizo ninguna mella en él, porque estaba tan acostumbrado al desprecio en sus ojos que un día más, un día menos, en realidad no importaba.

—Sigan. No se detengan por mí. Solo iré a la cocina por un paquete de galletas.

—Te guardé almuerzo —dijo su madre demasiado rápido, y luego miró a su esposo, como si estuviera pidiéndole permiso. Jungkook se mofó de la situación con una descarada sonrisa.

—Da igual, no lo quiero.

—Muchacho malagradecido —rezongó su padre bajo su aliento, negando—. Habrá una ceremonia de bienvenida el próximo miércoles. Planeaba tenerte a mi lado, pero si esa será tu actitud, solo me avergonzarás.

—Huh, sí —Jungkook estuvo de acuerdo con una casta subida de hombros—. Nada nuevo. Con permiso.

Escuchó los murmullos exasperados de sus progenitores pero hizo caso omiso. El señor Min había dicho que pronto le pagaría, así que tenía que aguantar. Solo así estaría un paso más cerca del camino que lo llevaría lejos de sus padres. Un camino donde él no era el malo de la historia y donde él nunca trajo desgracia a la familia ni ninguna mierda de eso.

Demonios, estaba tan cansado de escuchar eso un día sí y el otro también. A ese punto, no había mucho que lo detuviera de tirar la toalla y enviar todo a la mierda; su motivación para seguir intentándolo era como... una pequeña vela. Su flama fluctuaba, bailaba en la oscuridad, cualquier pequeña ventisca amenazaba con extinguirla por completo. Y sin embargo, allí estaba, aferrándose a la vida contra viento y marea.

Jungkook odiaba Yangdong, pero no era culpa de pueblo. Solo no podía aceptar que sus padres hubiesen arrastrado su trasero hasta allí y le arrebatasen su vida en Seúl. Cuando despertaba, a eso de las tres de la tarde, olvidaba por completo su nombre, dónde estaba y cómo había llegado allí, pero sí, mierda, luego recordaba que aquella era su nueva casa en ese pueblucho y la desilusión no podía golpearlo más fuerte.

El pueblito tenía cierto encanto. Cada bocanada de aire que llevabas a los pulmones era de aire puro y no de desperdicio de automóviles o fábricas, ni había tipos obsesivos con hacer sonar el claxon o tráfico con el cual estresarse si tenías afán por llegar a algún lado. Tampoco había afán, de todas formas; las cosas quedaban cerca y Jungkook simplemente podía ir caminando a su trabajo, como hacía en esos momentos.

Su trabajo. No le agradaba del todo, pero la gente allí era mucho más amable que en la ciudad. Recibía las buenas noches, pedían el favor y daban las gracias. La gran mayoría, al menos. Algunos viejitos eran ciertamente intragables y malgeniados.

Pero le gustaba el turno de la noche. El pueblo era silencioso y callado, muy oscuro, mientras Seúl alborotaría la tranquilidad de tu madrugada con carteles neón y grandes pantallas de publicidad cada ciertos pasos. Allí, mientras caminaba por la plaza y el sol — ahora de un potente color naranja— se escondía en el oeste, ya no quedaban sino unos cuantos niños corriendo y gritando, las últimas exclamaciones de alegría del día.

—Hola, Jugkookie —Jennie saludó al verlo entrar en el autoservicio. Su vocecita casi fue opacada por la conversación que se estaba llevando a cabo en dirección a las bodegas. Jungkook frunció el ceño con confusión y miró a Jennie, demandando una explicación.

—Oh, unos chicos del otro lado del pueblo están recogiendo un pedido de cervezas que hicieron mediante el señor Min.

Ni bien dicho eso, un tipo salió cargando dos malditas canastas de cerveza como si fueran plumas y atrás venía otro tipo, de igual pinta, pero con una canasta nada más.

—¿Chaewon vendrá a la fiesta? —preguntó uno de ellos, el más delgado.

—No —respondió el gorila que llevaba dos canastas—. Dijo algo como que su padre tenía una mierda el miércoles y no quiere hacerlo enojar.

—Qué mierda.

—Lo sé, ya sabes cómo es ella. Dice odiar a sus padres, pero está bastante cómoda con los lujos y el dinero.

—No la juzgo —declaró el otro, riéndose—. Hombre, si fuera el hijo del gobernador, me engomino el cabello y me paro como soldadito a su lado si eso significa que me dará más dinero. Diablos, la vida de rico se escucha maravillosa.

—Seh. Y estos niños ricos vienen a nosotros lloriqueando. Oh, es un asco ser la hija del gobernador. Oh, es un asco ser el hijo del sheriff. —El grandote rodó los ojos y juntos estallaron a carcajadas mientras dejaban el local. Jungkook los miró con recelo mientras los veía descargar su mercancía en el platón de una vieja camioneta.

¿La hija del gobernador? ¿No era ella acaso la novia de Taehyung? Si la conocían, esos seguro debían ser conocidos de Taehyung, o sus amigos. Y qué amigos. Incluso Jennie, aunque les sonreía, no se veía muy cómoda con ellos allí, y de hecho se mostró muy aliviada cuando pagaron y dejaron el lugar en su camioneta.

—Por cierto, ¿puedo cambiar de turno contigo el sábado? —Jennie le preguntó.

—¿Otra vez? —preguntó, interesado.

—Debo hacer unas cuantas diligencias en la ciudad y necesito que me cubras en el día. Solo unas cuantas horas, tal vez hasta las diez.

Jungkook gimió internamente. Eso sería agregarle unas tres horas a su ya titánico turno.

—¿Qué tanto haces en la ciudad?

—Citas médicas; es una mierda. Por favor —Ella insistió al ver su cara—. Yo haré el resto y haré parte de tu turno en la noche.

Jungkook lo meditó. En realidad, después de ver a esos chicos, ahora tenía curiosidad. Algunas cosas había escuchado del otro lado del pueblo, cosas ciertamente fantasiosas, y, más importante aún, sentía curiosidad por esos chicos y su relación con Taehyung. Podría ir, echar un vistazo y volver.

—Mmm... Está bien —Él cedió—. De casualidad... ¿sabes dónde será esa fiesta de la que hablaban?

—¿Estás seguro de querer ir? Los del otro lado son un poco... pesados. Tal vez no la pases bien.

—Solo tengo curiosidad —señaló Jungkook, risueño. Estaba grandecito: podía valérselas por sí mismo. En un pueblito más pequeño que el pene de muchos, estaba seguro de que podría apañárselas y aunque la comparación estaba fuera de lugar, el punto era que no tenía miedo.

Como un pródromo de su estancia, la campana de la puerta sonó y ambos chicos miraron la entrada del servicio. Las botas militares de Taehyung chirriaron contra el suelo y el pelinegro dio una mirada panorámica al lugar, para terminar en la caja. Su mirada dura y poco amable se posó en Jungkook unos instantes antes de pasar de él, como si solo estuviera Jennie en el lugar.

—¿Supongo que ya se han ido? —A la chica le dio una cegadora sonrisa y Jennie asintió. Sin embargo, ella se mostraba cómoda al verlo, no tan tensa como en presencia con los amigos de Taehyung. Jungkook tenía que rescatarle algo: el pelinegro lucía sacado del mismo saco, pero al parecer la gente no lo veía así.

—¿Es una costumbre en este pueblo no saludar? —preguntó Jungkook en voz alta, pero mirando a Jennie—. Porque en la ciudad sueles dar las buenas tardes cuando llegas a un lugar.

—Seguro que es costumbre —respondió Taehyung, caminando hacia las neveras. De allí tomó una lata de bebida energética y la abrió, dándole un largo sorbo antes de volver a hablar—. Solo no me da la gana hacerlo. ¿Tienes algún problema con eso?

—No te imaginas cuánto —contestó Jungkook, aunque en realidad le daba igual. Solo le divertía un poco sacarlo de sus casillas.

—Bueno, pues haz la fila y te atenderé cuando deje de importarme una mierda.

—¿Qué está pasando? —La cabeza de Yoongi se asomó tras la caja. Las gafas en el puente de su nariz bajaron para poder mirar acusadoramente a los dos chicos, quienes de inmediato cerraron sus bocas—. ¿Por qué tengo que escucharlos discutir en mi tienda? ¿No tienen nada que hacer? Ambos —Los señaló antes de que ninguno pudiera decir nada—. La bodega está sucia y desordenada. La quiero limpia en quince minutos o voy a darle quejas a Namjoon y empezaré a recortar salarios.

—No puedo creer que me amenaces con esa estupidez —replicó Taehyung, pero él estaba caminando hacia la bodega de inmediato porque definitivamente no era idiota y tan compinches como eran Yoongi y Namjoon, sería mejor que no tentara su suerte.

Jungkook resopló y caminó también hacia el lugar. Su turno ni siquiera empezaba y ya estaba trabajando. Sin pago de horas extras. Al final Taehyung tenía un poco de razón: Yoongi era tirano y abusador.

—Será mejor que dejes de...

—Y sigues —gruñó Jungkook—. Solo mantén esa insolente boca cerrada y no tendremos problemas.

—Atrévete a callarme, imbécil.

El castaño tomó su mandíbula sin delicadeza alguna en un rápido movimiento. Vio la sorpresa en los ojos de Taehyung y sonrió suavemente, sintiendo por dentro que su paciencia comenzaba a desaparecer.

—No me pidas cosas de las que luego vas a arrepentirte —murmuró inclinándose. El pecho de Taehyung se detuvo una décima de segundo, su aliento se atascó. Allí estaba. Actuaba tan duro y orgulloso por fuera, pero a la hora de la verdad, solo era un gato miedoso.

Jungkook no recibió afirmativa, y tampoco un no. Incluso cuando sus labios rozaron los del pelinegro, no estaba seguro de que el chico quisiera apartarlo o no. Le dio una probada a sus labios, suaves, calientes, que respondieron de forma dudosa. ¿Eso era lo que quería? Dios, habían maneras menos rompe-bolas de pedirlo.

—Uhm... —Sus labios chasquearon suavemente al separarse y Jungkook suspiró—. Al fin. Silencio.

—Idiota —El pelinegro farfulló después de pasar el dorso de su antebrazo sobre su boca y dar un paso atrás—. No soy de las personas que se arrepienten de lo que hacen. ¿Dijiste algo hiriente? Lo pensaste. ¿Lo sientes? No es verdad; no lo habrías dicho de ser el caso. ¿Qué más da? Ten los cojones de aceptar lo que venga. Es así de fácil para mí.

—¿Uh? —Jungkook alzó sus cejas y cruzó sus brazos, un poco incrédulo de esas palabras—. ¿Me estás diciendo que no te arrepientes ni siquiera un poco de lo que pasó?

—Amigo, quería y pasó. ¿Qué se supone que haga ahora? —Taehyung alzó sus hombros y sí, esperaba una respuesta—. Solo me siento... en el limbo. Perdido. Algo como "oh, okay". No hay misterio detrás de esto.

No se sentía... diferente. No es como si quisiera sentirse de esa manera, pero era algo... decepcionante.

—Dios mío. ¿Tan mal lo hice? —El castaño se burló y Taehyung se tomó varios segundos para responder a eso.

—No lo sé; no tengo cómo compararlo. Pudo haber sido terrible o pudo haber sido genial. Solo... fue.

—¿Qué mierda es eso? —Jungkook nunca había escuchado una excusa como esa, y la verdad era un poco cómica. Bastante pobre. Tarde o temprano él terminaría decidiendo entre terrible y genial, y para ese entonces, Jungkook no estaba seguro de querer quedarse a verlo—. Bueno, lamento que este experimento llamado Jeon Jungkook no te haya funcionado.

—¿Quién es realmente el experimento? —replicó el pelinegro—. Es decir, ¿por qué aceptaste? Si tan asustado estás de ser gay, ¿no habría sido mejor simplemente tildarme de loco y mandarme a la mierda? Pero aceptaste. Y si lo hiciste por mi culo como dices, déjame decirte que eso es lo más pervertido que he escuchado nunca. Con total seguridad te puedo decir que incluso si veo culos con falda no se me para.

—Eres tan vulgar —rezongó Jungkook entre dientes, temeroso de que Min se apareciera cerca de la bodega y los escuchara—. No estoy asustado de ser gay. Enamorarme de un hombre no me asusta. Solo no necesito gente idiota encima reprochándome y mirándome como si fuera una abominación. Pero créeme —Él empuñó la camisa del pelinegro, acercándolo—. Incluso si la tuviera encima con su mierda, no estaría asustado.

—Brillante. Ahora suéltame —Le empujó—. Tu máquina de arcoíris no me interesa por el momento. Y ni siquiera tengo tiempo para esto. Debería estar en mi trabajo con lo que Namjoon me pidió que llevara. Adiós.

Jungkook quedó solo en la bodega y aun así no pudo evitar sonreír. Debería sentirse fastidiado, molesto, harto y con ganas de alejarse de ese problemático chico. Pero no.

—Sí, cariño, por el momento.






Uhm, este capítulo tiene tres partes. Las otras dos... debería subirlas por separado? (Una este sábado y la otra, la otra semana). O debería subirlas en un maratón la otra semana? Dejaré que elijan~ Sonrían ❤️

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