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Limbo

“Spreen, no nos llevábamos del todo bien, pero nadie merece esto.”

Roier no pudo evitar soltar un bufido divertido ante las palabras que Dapper eligió para la humilde lápida. Hubo un tiempo en que Spreen juraba que lo mataría y aun así el pequeño no parecía odiarlo o aborrecerlo del todo. Inocencia de niño-- ¿dragón? ¿entidad? La verdad ya le daba completamente igual.

BadBoy prácticamente lo obligó a ir ahí, hablando de lo triste que era que, después de enterarse de golpe de la muerte del híbrido, no hubiera quedado nada de él. La intención del mitad demonio y el pequeño Dapper era bastante linda, su yo de hace meses se hubiera enternecido ante la idea.

Era algo extraño, pensó, estar de pie a pocos pasos de la improvisada tumba, y mentiría si dijera que una parte de él no se aferraba a la idea de que Spreen seguía vivo en algún lugar, mientas Cellbit y el resto parecían no tener esperanza alguna tras la explosión, sobre Spreen no sabía absolutamente nada.

Un día estaba. Y al siguiente ya no.

—Esto es tonto —suspiró cansado a punto de darse media vuelta, pero luego recordó de nuevo lo que tanto le pidió su amigo:

Habla con él. Lo necesitas.

Tomó aire.

—Así que... —empezó observando fijamente la lápida y con ambas manos en los bolsillos— te moriste, ¿eh?

Esperó algunos segundos a una respuesta que nunca llegó.

—Sentía que te conocía mejor que nadie, y peor aún, sentía que estábamos bien... pero un pinche día decidiste cambiar y tirar todo a la mierda... ¿y qué hiciste después? Ignorar que pasó, desaparecer, y morirte... y creía que el pendejo era yo.

Miró la lápida con ojos inexpresivos entrecerrados, sin saber exactamente que esperar. Con algo de suerte, pensó, el espíritu de Spreen saltaría a gritarle un par de cosas a la cara, o si esto fuera una de esas historias mágicas y románticas dónde todo sale bien al final, el pelinegro saldría de entre los árboles del bosque tras suyo, herido y hambriento, pero vivo.

Pero Roier hacía mucho tiempo había dejado de creer en la suerte, y mucho menos en esos estúpidos cuentos de niños.

Sonrió con ironía, su mente yendo a aquel maldito día que decidieron tomar ese tren en busca de algunos días de relajación.

—Vaya vacaciones de mierda, ¿no crees?

Y no volvió a hablar. No se dio cuenta cuanto tiempo había pasado, pero cuando acordó, ya había oscurecido por completo y él seguía congelado en el mismo lugar.

Esa noche Roier no durmió, ni la siguiente, ni la siguiente. Alguna que otra vez se desmayó por el cansancio o por el hambre, pero eso no lo detuvo.

Aún tenía algo pendiente. Por los dos. Lo único que aun los ataba en el mundo terrenal.

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—Terminé el castillo, Spreen.

Le dijo al viento, recargado en la parte trasera de la lápida, a pesar de saber que no había un cuerpo debajo de la improvisada tumba, no sentía correcto pisar la parte de adelante.

—Y es gracioso ¿sabes? —continuó en voz alta— Fuiste la razón por la que empecé a construirlo, era un secreto, pero chingada madre, ya ni caso tiene ocultarlo.

Cerró los ojos un momento, recordando la pasión con la que trabajaba día y noche en su castillo cuando Spreen aún estaba presente. Entre la traición del pelinegro y la construcción, no supo cuándo había olvidado el motivo de su molestia.

—Iba a perdonarte, lo sabes ¿no? Te llamaría, te engañaría para que entraras al calabozo y te vería por encima mientras superabas las pruebas y retos que tenía planeados para ti. Y cuando lo superaras todo, porque siempre lo logras, estaríamos bien otra vez.

Silencio.

—Es cierto —abrió los ojos mientras alzaba un poco la cabeza— Tú siempre lo logras... ¿por qué esta vez no lo lograste? ¿eh, Spreen?

—¿Spreen?

—¡Contéstame imbécil!

Roier se giró tan rápido que se mareó un poco, sujetando con ambas manos la lápida por detrás, enterrando las uñas en el pequeño cartel.

—¡¿No qué eras el mejor?! ¡¿Cómo chingados fue que te moriste así nada más?! ¡Y encima nadie sabe dónde demonios esta tu cuerpo, o si acaso queda algo de él!

—¡TE ODIO! ¡TE ODIO TANTO SPREEN! ¡DESEARIA QUE TE MURIERAS, PERO PUTA MADRE NI ESO PUEDO HACER PORQUE AHI VAS DE IDIOTA Y TE MUERES TU PRIMERO!

Se levantó de un salto y comenzó a caminar en dirección contraria a dónde había venido, necesitaba despejarse un poco.

—¡Y NI CREAS QUE VOY A VOLVER A VENIR A VISITARTE! ¡PENDEJO!

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—Perdón por lo que dije la otra vez. Lo de imbécil y pendejo si era verdad, pero no te odio...

Le respondió el silencio de siempre, pero Roier esta vez no parecía enfadado por eso. Miró un momento el montículo de tierra que simbolizaba el lugar de descanso del pelinegro y tras meditarlo unos segundos caminó hasta estar justo sobre este.

—Escuché algo interesante hoy —sonrió por primera vez en semanas tras su última discusión con Spreen, si es que así podía llamársele a él gritándole a una tumba vacía— ¿has oído hablar sobre el limbo?

Tras la evidente falta de respuesta, continuó —Es un estado entre la vida y la muerte dónde puedes experimentar varias cosas... algunos creen que son alucinaciones ocasionadas por el trauma, pero otros piensan que son reales, y que es un puente entre ambos mundos.

En algún punto de su monólogo, sacó de entre su ropa una pequeña y sencilla daga, observando su reflejo en la hoja con fascinación.

Su cabello había crecido y ya ni se molestaba en sujetarlo en su característica bandana y tenía dos grandes bolsas negras debajo de sus ojos sin vida. Pero al menos estaba sonriendo cuando continuó.

—Adivina que pienso yo...

Recordó por un momento la mirada triste que le dio BadBoy esa misma mañana cuando lo vio encaminarse al improvisado cementerio tras haberle dejado tres simples cartas.

Una para Foolish, agradeciéndole por acogerlo y tratarlo como su hijo.

Otra para Jaiden, recordando su apoyo y amistad después de aquellos días tan oscuros, con la pequeña esperanza de que hubiera logrado huir a tiempo de aquella Isla.

Y una para Cellbit, y aunque al igual que con Jaiden no sabía si algún día llegaría a leerla, la escribió disculpándose por haber mentido todos estos meses. Tanto al brasileño, como a sí mismo.

Sin mayores preámbulos ni titubeos, tomó el mango de la daga y presionó la hoja en un solo y certero movimiento sobre la boca de su estómago, la sangre comenzó a expandirse rápidamente por su ropa y manos, manchando de rojo la tierra sobre la tumba vacía.

Se dejó caer de rodillas y luego de boca al suelo, utilizando un último esfuerzo, giró sobre sí mismo quedando boca arriba.

Los primeros minutos fueron una tortura total, pero después de lo que se sintió como una eternidad comenzaba a sentirse mejor.

Su respiración se relajaba.

El dolor iba disminuyendo.

Y lo más importante: lo escuchó al fin.

Roier... ¿qué hacés?

Un susurro del viento en forma de la voz que más odiaba y que, sin embargo, más anhelaba escuchar.

Miró a su izquierda y lo vio observándole fijamente, de cuclillas junto a su cuerpo agonizante —Sos pelotudo...

—Idiota... —le sonrió de lado, mientras sentía cómo sus ojos iban cerrándose poco a poco— ¿Creías que te ibas a librar de mí tan fácilmente?

Juró que pudo escuchar a Spreen resoplar, en una mezcla de alegría y agonía absoluta —Ya, vos ganas... duerme un toque...

Roier siempre pensó que morir sería una terrible experiencia, pero por primera vez en meses se sentía bien. Se sentía correcto.

Con una sonrisa y sintiendo una cálida mano sobre su cabeza, se permitió lanzar un último suspiro para no despertar nunca más.

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No sirvo para el angst pero quería intentar ahsksjs

Gracias por leer 🩷🫶

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