3
A los 12 años, la cosa se puso seria.
Te llamaban para hacer pasteles en banquetes.
Y tu no pedías nada a cambio. Decías que con la dicha de hacer un pastel era suficiente.
Nadie te contradijo.
Tenías una extraña manía de siempre colocar flores. Te encantaba. Pero nunca te gustaron realmente.
Decías que tenían un aura triste, que trataban de decirnos algo, advertirnos. Pero éramos sordos a ellas.
Aunque nunca se lo contaste a nadie. Era tu secreto, sólo tuyo. Creías que poniéndolas en los pasteles ayudaría a descifrar su mensaje.
Ahora me pregunto que nos trataban de decir.
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