Wicked
El miedo rondaba el pequeño campamento, pero nadie le prestaba verdadero interés. Toda la atención estaba en los labios secos del hombre mayor, de voz ronca y cabello blanco.
—Los fantasmas no existen —refutó Taeil. Su madre lo decía todo el tiempo, cuando llorando la llamaba para revisar los monstruos de la oscuridad.
Asintió. El niño era libre de creer lo que considerara real.
—Sin embargo, pocos han tenido la suerte que tú tienes —agregó Jaejoon —. La venganza y el odio son dos sentimientos muy fuertes que logran imposibles.
—¿Usted ha visto fantasmas? —preguntó Renjun. Jaejoon sonrió, alimentando el fuego de la pequeña fogata.
Dos leños se consumieron en la parte central acabando por partirse, liberando diminutas partículas rojas.
—¿Quieren escuchar un cuento? —Los dos niños asintieron emocionados. Ajustaron sus camperas y acercaron los troncos al del señor JaeJoon. Sus padres descansaban en las tiendas, agotados por la caminata y no daban señales de despertar hasta la mañana del día siguiente.
—¡A mí me gustan los cuentos! —exclamó RenJun, agitando sus piernas.
La sonrisa de Jae permaneció en su rostro un par de segundos. Sus ojos se oscurecieron y una capa de tristeza cubrió su semblante.
—En la fértil llanura de Honam, un pueblo, famoso por cultivar fresas excepcionales, dio origen a uno de los Yurei más codiciosos de la historia. Como cualquier villano, el fantasma partió de un ser de pureza innata —dijo, mirando las llamas rojas consumir la madera —. Un niño, de apenas diez años, dotado de una belleza inmaculada, piel de porcelana y rasgos precisos de un ángel; digno de un amor desmedido. Sin embargo, sus padres no supieron apreciarlo.
Jaejoon suspiró sacudiendo la cabeza.
—A diario, sin razones justas, sus padres maltrataban su delicada piel con golpeas de sogas y tirillas de cuero. Otros días, las propias manos de quienes lo trajeron al mundo, golpeaban su pequeño cuerpo —el viejo apartó la mirada momentáneamente para comprobar la presencia de los niños; mágicamente estaban en silencio, absorbiendo el mínimo aire para no molestar. Sonrió internamente y se animó a continuar. —A su corta edad trabaja en el mercado del pueblo, vendiendo la poca fruta que su padre obtenía de robar en los campos cercanos. Si las monedas no eran suficientes para comprar vino, el niño recibía un duro castigo que lo dejaba llorando toda la noche con su cuerpecito adolorido.
Una lágrima resbaló por la mejilla de Renjun. De los dos hermanos, Renjun era el más sensible. Siempre empatizando con extraños y conocidos.
—¿Por qué nadie lo defendía? —Taeil resopló, indignado. —Las madres deben proteger siempre a los niños.
JaeJoon asintió.
—Pero esta mujer no era una verdadera madre. Ella también le dio varias tandas de golpes —dijo, con la mandíbula apretada —. La última vez, su padre se enojó tanto que el pequeño niño terminó mal herido, pero con la poca fuerza que le quedaba huyó de la casa.
Los niños celebraron, sin saber el rumbo de la historia.
—No sé si sea correcto celebrar —murmuró.
Taeil frunció el ceño. —¿Por qué?
—Ustedes son niños grandes, ¿no? —el par de hermanos asintió. diez y doce años. Renjun podía ser el menor pero era bastante inteligente. —Taemin. Nunca olvidaré ese nombre.
—Es un nombre lindo —susurró Ren.
El anciano apretó las manos, bajando la mirada.
—Las calles son peligrosas para un niño como él, como ustedes. Taemin encontró su peor sufrimiento y muerte en un hombre extranjero. Un borracho japonés desertor de su ejercito. —Esta vez fue el turno de Jaejoon de derramar una lágrima, y es que teniendo a un par de chiquillos frente a él, le era imposible no imaginar el rostro de terror de Taemin. —Su inocencia fue arrebatada de la forma más cruel y su maltratado cuerpo no resistió el dolor acumulado con los años.
—¿Mu-murió? —Para ese punto Renjun se arrepentía de aceptar escuchar el cuento.
—Si. Su cuerpo violentado quedó en el completo olvido, en una de las sucias calles del antiguo Joseon.
El viento sopló con fuerza, sacudiendo las copas de los árboles y amenazando con apagar el fuego. La luna disminuyó su resplandor y el bosque quedó en un profundo silencio.
—El dolor, odio, la pena pero sobre todo, el deseo de venganza le impidió descansar —continuó.
—Se convirtió en un fantasma —dijo Taeil, en una rápida y lógica deducción.
—Si. Un Yurei.
Jae cogió una rama y trazó sobre la tierra dos líneas paralelas. En un extremo escribió vida y muerte.
—Los sentimientos de Taemin eran tan fuertes que no pudo cruzar el puente. Su reikon (alma) se transformó en un Yurei volviéndose tan poderoso como sus emociones negativas lo permitieron —su rostro afligido cambió por completo, ahora sonreía como aquel hizo una travesura. —No volvió a ser un niño débil, incapaz de defenderse. Sus nuevas fortalezas le permitieron tomar la forma de un hombre adulto, siempre manteniendo su extrema belleza.
—¿Qué pasó con sus padres?
—Esa es una buena pregunta, Ren —felicitó.
La ramita voló hacia el fuego, avivando las llamas.
—Se dice que los Yurei tienen una gran influencia en la cordura de las personas y eso hizo. Jugó con la mente de sus padres hasta que consiguió que ellos mismos se quitaran la vida. Esa fue la misma suerte del japones y de todos los pobladores que conocieron su calvario y nunca hicieron algo por salvarlo.
Taeil y Renjun intercambiaron miradas, sorprendidos.
—Después de eso debió cruzar el puente —comentó Taeil esperanzado.
Sin embargo, Jaejon negó con pena.
—No. Para él no fue suficiente. Por décadas jugó con las mentes de los hombres y mujeres que maltrataban a niños inocentes, como él, hasta que conoció su obsesión.
La temperatura descendió como por arte de magia volviendo insoportable estar afuera sin un abrigo y mantas. La historia era valiosa y significativa, pero no pretendía mantenerlos fuera con el frío extremo.
—Es momento de ir a la cama. Ya tendremos oportunidad de terminar el cuento.
Sus manos chocaron entre sí en un fuerte aplauso y el fuego se disipó. Cogió su bastón y se puso en pie.
✵
—¿Quién es él?
—¿Mmh? —Changkyun dirigió su mirada hacia la banca de enfrente y suspiró. —¿No lo recuerdas?
Hoseok sacudió la cabeza negando.
Su memoria no era la mejor, pero un rostro como ese jamás pasaría de largo al limbo de su memoria.
—Es Chae Hyungwon, tu crush de la secundaria —dijo Chang inexpresivo.
Hoseok enarcó una ceja ladeando ligeramente la cabeza hacia la derecha. Entrecerró los ojos e hizo su mayor esfuerzo por hacer encajar ese atractivo hombre con el recuerdo del chico delgado, al que una vez le guardó un amor puro.
—No se ve como el chico que me gustaba —frunció los labios mirando detalladamente los facciones delicadas del hombre sentado a metros de distancia.
Los cabellos cenizos, que rozaban los hombros anchos, se sacudieron con el viento y unos finos dedos tocaron las hojas amarillentas del libro viejo empastado en cuero. Un ligero movimiento en las mejillas abultadas anticiparon la sonrisa que hechizó a Hoseok.
—... luego de tu partida muchas cosas pasaron. —Changkyun recuperó su atención con esa corta explicación. —Él fue apresado.
¿Había escuchado bien?
—¿Qué quieres decir exactamente?
Probablemente su belleza no era de este mundo y para evitar la envidia sus padres lo resguardaron bajo el calor de hogar; pensó Hoseok.
El menor asintió bebiendo un poco más de café caliente. Los vientos de invierno calaban los huesos incluso de los más fuertes y Changkyun no era precisamente amante de la temporada, mucho menos fuerte.
—A finales de octubre, hace cuatro años, los vecinos encontraron sin vida a los padres de Hyungwon. Murieron misteriosamente y nadie logró darle respuesta al hecho —dijo mirando de reojo al chico de la banca de enfrente —. No había ni una sola marca de disparo, puñalada o siquiera asfixia. Hyungwon no declaró nada y tampoco puso resistencia cuando los policías lo tacharon de culpable.
—¿Qué?
Hoseok despegó sus ojos del joven de cabellos cenizos para mirar a Changkyun. Estudió el rostro de su amigo pero no encontró señales que le aseguran que mentía.
—Es un pueblo chico, Hoseok. Si no hay culpables se los inventan y así le pasó al chico —suspiró cerrando su chaqueta. La temperatura amenazaba con descender, todavía más.
Hoseok sabía eso. Recibió muy buenos comentarios cuando sus padres presumieron enviarlo a la ciudad. Todos esperaban que fuera para convertirse en un experto doctor, pero al enterarse de su amor por la moda todos los buenos deseos se acabaron y Hoseok fue encerrado en una cárcel de prejuicios.
—Sin embargo, lo dejaron libre el año pasado por buena conducta, pero no falta quien lo discrimine por sus antecedentes —agregó Chang.
—No sé que decir —rascó su nuca nervioso —, nunca me hubiera imaginado que algo así le hubiera pasado. Hyungwon era un chico brillante.
Changkyun asintió.
—Y nadie lo hizo —sonrió levantándose de la banca. —Vamos. Tengo que llevarte con tu madre y es mejor que no le digas que te conté sobre Hyungwon, ella es una de las que está en desacuerdo con su libertad.
El camino a casa hubiera sido en completo silencio de no ser por Chang. Las ganas de revivir las buenas memorias acabaron cuando Chae Hyungwon cruzó la memoria de Hoseok. Por más que quisiera no lograba sacar de su mente las facciones casi celestiales del hombre. Hoseok creía que sentirse atraído por la hermosura del hombre era una conducta común, incluso lógica, sin embargo, el deseo de probar esos regordetes labios estaba cruelmente instalado en él.
—¿Ocurre algo? No has tocado tu plato —Do Hyun tocó el dorso de la mano de su hijo y Hoseok saltó.
—¿Eh?
—¿Está todo bien? —repitió, esta vez frunciendo el ceño.
Hoseok asintió.
—Si, no es nada —sonrió hacia su sobrino que intentaba robarle un trozo de carne. El pequeño de cuatro años le devolvió la sonrisa regresando sus manitas a su plato.
La señora Lee lo miró fijamente por varios segundos.
—¿Cómo te fue con Chang? —preguntó volviendo su mirada a los fideos.
La mención de Chang le recordó al joven de cabellos cenizos y su curiosidad incrementó.
—Muy bien, saludé a unos amigos —sonrió llenando su vaso de agua —. ¿Recuerdas a Hyungwon? Hace mucho que no lo veía y no dude en salu....
El ojo izquierdo de Do Hyun tembló y los palillos cayeron de su mano. El señor Lee gruñó y Myeon, la hermana de Hoseok, rió bajito cargando a su hijo que estaba por repetir el nombre de Hyungwon.
—¿Qué dijiste?
Hoseok estudió la expresión de su madre y concluyó lo obvio. Estaba molesta.
—Saludé a Hyungwon, hace mucho que no lo veía —dijo.
La cena terminó ahí. Nadie más dijo nada y los platos fueron levantados en absoluto silencio. Hoseok vio desde el sofá a sus padres discutir entre susurros y a su hermana yendo a esconderse a su habitación junto al niño. Cuando el reloj marcó las nueve en punto, no había absolutamente nadie en los pasillo, cocina o sala. Solo él.
Hoseok suspiró frustrado.
Creyó que Chang exageraba, era ridículo que odiaran a un chico por un crimen del que nadie estaba seguro que hubiera cometido. Sí, era el principal sospechoso, ¿y qué? Las cárceles estaban llenas de gente inocente comparados con las escorias que recorrían las calles todos los días. Si Hyungwon había sido el responsable de esas muertes su razón tendría, no lo justificaba, pero no se uniría al grupo de gente que culpa a alguien sin tener pruebas contundentes.
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