96
Fue un 27 de marzo.
Lo recuerdo perfectamente.
El último día que te vi.
Me quedé dormido, sintiendo tu dedo trazar mis facciones.
Sintiéndome completo.
A la mañana siguiente, no estabas.
Y te busqué.
Como un loco.
Como un cuerdo.
De todas las maneras que pude.
No estabas.
Te habías marchado.
Y solo podía culparme a mí mismo.
¿Qué había hecho mal?
¿Acaso no era lo suficiente para ti?
¿Qué, maldita sea, qué había sucedido?
Había perdido a mi inesperado desastre.
Había perdido a Athenea Lander.
Y su nombre,
su precioso nombre,
dejó de sonar.
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