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하나











Las mañanas siempre habían sido frescas, una mañana sin frescura definitivamente no sería mañana. Pero ahí estaba él, plantando sus últimos granos de zanahoria y papas. Sembrar por las mañanas era mejor que sembrar por las tardes, menos agotador y menos quemaduras de sol.

Araba la tierra para luego colocar una cantidad de agua adecuada a sus lindos vegetales. Sus fresas y árboles de manzana seguían creciendo, un precioso huerto seguía expandiéndose más y más en el amplio patio trasero, qué mas bien era un campo abierto —todo cercado—. Sus alrededores eran unos cuantos arbolitos de cerezo seco y de cualquiera, perfecto a su parecer.

Con su pañuelo limpió el sudor que escurría de su frente, su colita permanecía quieta y sus orejas estaban atentas ante cualquier pequeño animal que osara interponerse en el crecimiento de sus bellas plantas. Caminó hasta donde estaban los tomates, algunos que empezaban a madurar y comenzó a tararearles una melodía dulce y alegre. Los pajaritos escuchaban el cántico del pelinegro a los frutos y sólo miraban entretenidos desde la rama de un árbol de manzana —Taehyung siempre les dejaba tomar la sombra ahí mientras cuidarán de que los gusanos no se comieran las manazanitas que crecían al igual que el árbol—.

Sacó de una bolsa sus semillas de girasol que siempre andaba por las mañanas y les llamo a las aves con un croa, estás bajaron sin rechistar y acudieron a la mano del tigre que les tendía algunas semillas.

— Compraré más semillas de girasol —sonrió al ver a los pajaritos llevarse de a poco las semillitas—. Esta mañana son ocho —les dijo a las aves.

Después de ello, sacudió su mano en su ropa, colocó el sombrerito de paja que llevaba guindado en su espalda ancha, metiendo sus orejitas felinas en los orificios que el accesorio tenía. Se alejó de los tomates y dirigió a sus árboles de mandarina caminando parsimoniosamente, su colita erguida y moviéndose de repente con astucia, sus ojitos de color cielo miraban con un gran amor los alrededores, cuidando de no pasar trayendo alguna de sus hierbas.

Una pequeña ventisca llegó moviendo su rayada cola, causando un escalofrío por todo su cuerpo, los arboles inclinaron sus hojas y algunas se desprendieron, el ruido de la jarrita jardinera cayendo lo asustó un poquito, miró hacia atrás.

<< Solo fue el aire. >>

Pensó. Regresó su andar y sus orejitas se movieron escuchando atentamente el movimiento lejano de una persona acercarse al que había llamado: hogar. Los pasos eran conocidos, parsimoniosos y delicados en cada pisar, seguros y confiados; esos pasos solo pertenecían al alfa Kim Jimin.

Sonrió, su hermano de seguro venía a perder el tiempo, cómo cada vez que no queria cumplir con alguna tarea respecto al liderazgo, como el primogénito del actual lider habían ciertas cosas que hacer sobre uno que otro tratado con otros territorios y demás.

Jimin era el alfa mayor de los cuatro hermanos —contando a Taehyung ahí—. Sí bien, era responsable, atento, dedicado, amoroso y amable, era el alfa que deseaban los omegas en toda la manada; sin embargo, el alfa mayor a Tae, no se interesaba en nadie a pesar de tener la edad para empezar a cortejar omegas y formar una familia, pues, nada de eso estaba en sus planes, no aún. Y teniendo a la mayoría de cachorritas rayadas interesadas en él, pero había que admitir algo: Todos lo querían por ser el futuro líder; buscaban como acomodarse en la familia que lideraba la manada.

Siguió con su rutina matutina yendo y viniendo por el gran huerto cantando un poquito para sus plantas, las aves mirando atentas los movimientos del de ojitos color cielo y cuidando de que ningún bichito se le subiera a la vegetación, pronto se encontró escuchando a su hermano parlotear hasta por los codos, mientras él regaba sus arbolitos de limón y duraznos.

— ¿Y sí me mudo contigo? —Preguntó y Tae se rió de su hermano—. ¿De qué te ries? —Puchereó.

— De Alfa no tienes nada hermanito —mencionó.

— Que no sea gruñón como tú es otra cosa —se cruzo de brazos mirando a otro lado.

— ¿A qué has venido exactamente? —Cuestionó—. Jimin no te ofendas, pero deberías estar tomando tu lección del mediodía —susurró.

— No puedo con ello, es demasiado para mi —expresó en tono cansino.

Tae se encogió de hombros y terminó de regar los duraznos. Se limpió el sudor con un trapito que tenía en su hombro, el sol ya estaba poniendo el día caluroso y éste era su peor aliado, lo odiaba al salir y brillar fuertemente; sí alguien le preguntará: ¿Noche o día? Respondería noche en un solo abrir y cerrar de boca, la noche era encantadora a su parecer y el día era arruinado por la apariencia del Sol, sin embargo, ambos se complementaban y eran necesarios en la mayoría de actividades.

Dejó atrás su huerto, caminando dentro de su morada con un alfa de mejillas abultadas, labios gruesos rositas e iris color caramelo azulado como los de él, pero combinados y más chiquitos. El mayor de ambos se dejo caer en un sofá recostado y Tae sólo le miro con las manos en la cadera y respirando pesadamente a causa de haber estado en el sol.

— Sí puedes con ello, Jimin —alentó su menor—. Solo toma un pequeño descanso cuando no puedas más, sal a pasear por el bosque, yo qué sé —sugirió.

— Hablas como sí fuera así de fácil, Taehyung —dijo al otro rayado.

— Entonces deja de quejarte y venir con tu mal humor a donde hago crecer mis frutos —comentó a su mayor yendo a su habitación para cambiar su sudorosa y, algo, sucia ropa.

Jimin se quedó pensando en todo y a la vez en nada; normalmente no se sentía agotado y débil más últimamente su felino amigo estaba en una gran disputa con el humano y viceversa.

— ¿Quieres una taza de té? —Preguntó a Jimin, él asintió.

— Te deje las galletas en la alacena —corroboró y Tae agradeció.

TaeHyung se colocó la sudadera que su Hyung le regaló junto a unos cómodos pantalones flojos color marrón, esos que solía ponerse para después regar sus flores en la parte delantera de la casa. Puso a hervir agua en una tetera en la estufa mientras en una taza colocaba un jazmín para el té de su hermano y lograr bajarle los humos que salían de la cabeza cada que le veía ahí acostado.

Cogió una de las galletitas de chocolate en su boca, degustando el dulce en su paladar con una sonrisa y satisfecho; Jimin siempre le estaba llevando algo hecho en casa o comprado con alguien más, esperaba que su hermano mayor no fuera descubierto por sus progenitores y toda la manada, de una u otra forma ya estaba solo y no era que no le gustará, lo amaba pero a veces también no sólo quería platicar con aves y que estás le respondieran con su gorjeo y Jimin era lo único que tenía en cuanto a família y amigos.

Una vez el agua estuvo a buena temperatura le puso a la tacita una cantidad justa, mezclo con una cuchara la flor y el agua, para luego proseguir a retirarla del —ahora— rosadito té.

— Tae, ¿Y sí huyó igual que tú? —Preguntó Jimin a su hermanito.

— ¿De qué te serviría? —Preguntó entregando la tacita de té—. Te ayudará calmarte —dijo cuando su hermano solo se quedó viendo el té en sus manos, divagando en su mente.

— Gracias —dijo—. Y no sé, sólo quiero desaparecer, mí otro ser está molesto por algún motivo e impaciente, quiere huir a otro lado, pero no lo comprendo y me aferró —suspiró y Tae asintió sopesando la situación.

— Somos los que menos entienden a su lado felino, mi querido hermano; a veces solemos hacer cosas que están más allá de nosotros —habló bajo pero claro mientras pensaba en que necesitaba más semillas de girasoles, el jovencito de ojos Bambi parecía llevárselos también.

— ¿Hablas en general o sólo por nosotros dos? —Preguntó.

— En general, mas algunos saben ocultarlo —mencionó comiendo una galleta y entregando a su hermano otras en un plato para luego sentarse frente a él.

Jimin sólo asintió, porque a veces su hermano menor parecía el mayor de ambos. Ambos suspiraron mientras comían galletas de chocolate, Jimin pronto se encontró bebiendo hasta la última gota del té y agradeciendo a su hermanito, llevó la taza al fregadero para lavarla, TaeHyung se recostó en el sofá mientras miraba al techo.

— Tal vez deberías dejar a tu alfa guiarte —sugirió Tae—. Es mejor que no tenerlo contigo, supongo.

— Sí lo hago, tomará el mando de cada situación, sabes cómo es —dijo, regresando a la sala de estar tirándose en el sofá frente a su hermano—. ¿Te importa sí duermo aquí? —Preguntó.

— Para nada, descansa un poco y cuando te marches te entregaré una lista con las semillas que faltan —Jimin asintió cerrando sus ojos.

TaeHyung se levantó y sin hacer ruido se dirigió a su huerto por su jarra jardinera debía colocarle más agua para proceder a cuidar de sus bellas flores. Una vez todo lo anterior hecho, se dispuso a ir al frente de su choza procediendo a darles algo fresco de beber —en este caso agua—, una vez frente a la entrada principal de su casa se puso su gorrito de la sudadera y abrió lentamente la puerta cuidando que nadie estuviera cerca, y por nadie se referia al chico de ojitos de Bambi verdosos de esencia a almendras y cocos tiernos.

Una vez asegurado el perímetro, se apresuró a salir y con sus peluditas atentas a todo, su cola gacha pero no entre las patas, sino calma ante ello. Se acercó a sus bellos tulipanes que estaban creciendo aún más, tenía ya unos marchitos y busco las tijeras que siempre dejaba afuera en una banquita al lado de las azucenas.

Rápidamente dejó su jarrita con agua en dicha banca de madera y con tijeras en mano cortó la flores que estaban marchitas, todo mientras tarareaba y rezaba al lugar a dónde iban las flores. TaeHyung ocupaba tararear la mayoría de veces que se disponía a hacer algo muy monótono de sus días y por más de que parezca un loco por cantar a cada planta que tenía en su hogar, para él era vital tararearles y agradecerles por crecer y pedir que crecieran más.

Sus peluditas identificaron sonido a lo lejos, pasos de más de una persona.

<< Forasteros. >>

Pensó Tae. No elevó ni la vista, su olfato distinguió las almendras y cocos por el lugar, no dulce, sino amargo y asustadizo. Suspiro terminando de cortar sus tulipanes, siguió con las rosas rojas y blancas.

— S-señor... —Una vocecita lo tenso, las almendras y cocos se colaron por su nariz de nuevo—. ¿Podría esconderme en su morada? —Preguntó, Tae miro de reojo, era el chiquillo que le robaba las flores y le hacia a su felino removerse y querer devorarlo, pero no de la forma en que mataría.

— Detrás de la casa, en el jardín trasero —susurró y el muchachito asintió dándole un gracias y rápidamente escabulléndose por el lugar.

Su felino amigo estaba atento nuevamente a lo que ocurriera, pronto sintió en el aire el rico olorcito y decidió opacarlo con él suyo.

¿Por qué lo hacía?, ¿Es un desconocido, no debería dejarlo a su suerte?

No sabía con exactitud, su felino amigo gruñía por la idea de llamarlo desconocido; estaba protegiendo al omeguita de lobo. Suspiró, por lo pronto sólo lo ocultaría y ya, no iba a dejarle más tiempo así el tigresito en su interior se negara y estuviera a la defensiva.

Por descuidado y estar pensando en cierto omeguita se espino un dedo con el tallo de una rosa blanca, eso basto para que su aroma se dispersará picante y fuerte por todos los alrededores, molestando a cualquier persona que osara pasearse por el lugar; chupo la sangre que de su dedo salió, pronto su cola se mantuvo erguida y sus orejitas le hicieron saber que aquellas personas estaban justo frente a su persona. Dejó de chupar su dedo al que le quitaba el rastro de sangre y procedió a terminar de cortar sus rosas bajo la atenta mirada de dos hombres que estaban detrás de un primero que olfateaba bien el ambiente, pero le lastimaba su pútrida nariz lobuna.

— Están muy lejos de casa cachorritos —habló Taehyung sereno a los lobos que le gruñeron—. Venir a gruñirle a un tigre rayado en su territorio es una falta de respeto —elevó su vista y se puso de pie.

— Poco nos importa —dijo uno de los hombres—. ¿Qué vas hacer?, ¿Nos pondrás a jugar a la jardinería contigo? —Preguntó burlón y Taehyung sé carcajeó.

— Buena esa —los hombres se rieron menos uno, cuando las carcajadas del tigre sesaron ambos juraron rezar a la madre Luna por no estar muertos—. Chistosito saliste estúpido, lobo —gruñó alto mostrando colmillos y marcando territorio.

— ¿Has visto a uno de los nuestros, omega, pasearse por aquí? —Preguntó él que suponía les guiaba, parecia un perro buscando su hueso, solo que este perro ya estaba algo viejo.

— ¿Un Omega? —Preguntó pensativo, sabía que se referían al chico de delicioso olorcito, el hombre asintió—. No, los omegas de sus manada apestan —Dijo tranquilamente pero con un bajo gruñido—. Te aseguró que de ser así ya lo habríamos identificado o ya sería piel para cachorros de tigre —sonrió.

— ¿Por qué tu rostro está tapado? —Preguntó y el tigresito sonrió de lado.

— Para que no puedas salir huyendo como cachorrita asustadiza —dijo una voz suave, pero grave.

Jimin que había escuchado todo y sentido un leve y extraño olorcito tuvo que salir a ver qué ocurría y qué era ese olor. Jimin se consideraba alguien sereno al momento de tratar un asunto, más la realidad era otra, toda persona lleva un demonio dentro y Jimin siendo un tigre alfa rayado y muy territorial, no era lo mejor que podía pasarle a cualquiera. Dos tigres rayados alfas más altos que los propios lobos humanos siendo tres, no tendrían buena ventaja en una lucha.

— Vaya, vaya ¿Saliste a defender a tú hijo? —Se burló con la pregunta.

Lo último que vieron antes de caerse de golpe al suelo, fue un gran tigre con una parte del rostro desfigurado mientras le gruñía a la cara y otro tigre que encajaba sus colmillos en un par de tontos lobos que no sabían respetar a los rayados y mantenerse con el hocico cerrado.

— Al parecer no era su hijo —escupió por lo bajo, uno de ambos felinos se encargo de propinarle una buena patada dejándolo inconscientemente y con hematomas en su desagradable rostro.

TaeHyung volvió a su forma humana y se abstuvo a regañar a su felino por territorial, más al ver a su hermano darle otra mordida a un cuerpo sin vida, rió.

— Ya déjalo, ya esta muerto —le dijo, el otro rayado ajeno gruñó bajito mirándole con los rastros de sangre en su quijada escurriendo para luego transformarse y dejar ver a un rubio manchado en sangre y sus ropas rasgadas.

— Traía un aroma conocido para mí felino, ¿Qué hacía? —Preguntó.

— Hubieras sabido de qué o quién era si lo hubieras dejado con vida —negó con la cabeza, se puso la capucha, había sentido la presencia del omeguita cerca de donde estaba, y busco su mascara para colocarla con rapidez.

— ¿Qué buscaban exactamente? —Preguntó Jimin arrastrando el cuerpo del lobo que estaba inconsciente en la tierra.

— Un Omega lobo —dijo al ayudar a su hermano con los otros dos cuerpos—. ¿Qué hacemos con estos dos? —Preguntó desviando el tema.

— Tirarlos a un río cercano —sugirió Jimin encogiéndose de hombros.

— No seas puerco, mejor los entierro en el bosque bajo la raíz de un árbol —le dijo y Jimin asintió.

Ambos eran observados por el lobito omega que estaba más tranquilo luego de estar ocultándose por varios minutos, con su lupus feliz por la presencia de uno de los gatotes, mas fue visto rápidamente por el rubio y procedió a tragar saliva. No lo conocía pero ese rubio le daba miedo, ya sabía que era peligroso y territorial, no por nada había hecho añícos al alfa de su hermanito menor y no por nada había matado a la mano derecha de su alfista padre, eso sin contar de que el rayado que le hacía revolverse tenia entre sus garras a quién sería su alfa.












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