R e m i n i s c e n c i a
1.
Los truenos atravesaban el cielo de la noche con violencia. La lluvia caía con intensidad, dejando miles de gotitas en mi ventana que, poco a poco, creaban un hilo, y ese hilo acababa conectando con otro.
No recordaba una tempestad que se asemejara en lo más mínimo a la de esa noche en Seúl. Era precisamente por la poca seguridad que reflejaban las calles a esa hora, con aquel vendaval activo, que no esperaba tener visita.
La puerta sonó a las diez y cuarto. Confieso que me estuve debatiendo entre ir a comprobar quién era y permanecer junto a la ventana, pero acabé entendiendo que era mejor no quedarme con la duda. Una vez más, cumplí con mi manía; eché un ojo por la mirilla, y solo cuando pude identificar al individuo que se encontraba enfrente de la puerta de mi apartamento, abrí.
—¿Qué haces aquí? Está lloviendo a cántaros —le espeté a Hoseok.
—Buena observación, chaval. Permiso.
El moreno se auto invitó, entrando en mi domicilio con un maletín bajo el brazo. Su gabardina se había mojado. Más bien estaba salpicada, creando un contraste entre gris claro y más oscuro. Se deshizo de sus zapatos, los cuales no se habían librado de empaparse, y cogió por sí mismo un par de zapatillas de estar por casa.
—¿Me vas a decir qué ocurre? —le pregunté, cruzándome de brazos con impaciencia.
Hoseok me miró por un segundo a los ojos, y después se adelantó para dirigirse a mi salón, como si él fuese el anfitrión y yo el invitado.
—¿Estás solo?
—Nayoung está en la cama —informé mientras contemplaba cómo se quitaba la gabardina y la dejaba en el brazo de mi sofá. Disgustado, me aproximé a la prenda y la recogí para colgarla en el perchero de la entrada. Cuando volví, Hoseok me observaba con un semblante que expresaba incomodidad—. ¿Qué? Me lo estaba poniendo todo perdido.
—Eso no —contestó de inmediato, moviendo la cabeza de derecha a izquierda. Después procedió a levantar una ceja— ¿He interrumpido algo? ¿El polvo de buenas noches?
Bufé, un acto revelado sin gracia por mi parte.
—Nada que ver. Está dormida.
—Perfecto, porque tenemos que hablar de trabajo.
Hoseok tomó asiento en mi sofá y golpeó el sitio contiguo para que me pusiera cómodo junto a él. Obedecí, pero no pude evitar soltar una pequeña queja entre dientes.
—Creía que era nuestro día libre.
—Sí, así es, —Mi compañero abrió su maletín y sacó de él una carpeta marrón claro. Mientras ojeaba los documentos que había en su interior, me explicó de qué trataba todo aquello— pero acaban de asignarnos un caso bastante curioso. Se encontró el cadáver de Jang Dong Gi, varón de veintinueve años, ahorcado como un perro en el salón de su casa. —Me mostró las fotografías del cadáver y de la escena del crimen una por una. Tener material tan explícito ante tus ojos causaba impresión normalmente, pero yo estaba más que inmunizado. Desde que era un crío acostumbraba a ver cosas peores, además de que mi trabajo requería ver muertes casi todos los días— Antes de que digas nada; no, no fue un suicidio.
—¿Ah, no?
— No. La autopsia reveló que la víctima no murió de asfixia, sino de envenenamiento. Estaba muerto cuando lo colgaron, Gukie.
Cruzamos nuestras miradas, preguntándonos exactamente lo mismo en nuestras cabezas.
—¿Un ajuste de cuentas?
—No hay nada confirmado, pero lo dudo mucho. No hay muestras de tortura, y el haber utilizado un tipo de veneno para acabar con él demuestra que se buscaba un crimen limpio, sin evidencias de que hubiese sido un asesinato. Descartamos la venganza. —Asentí, pareciéndome lo suficientemente razonable— Pero hay más. Dime tú a mí qué tipo de persona hace un ajuste de cuentas metiéndote esto en la boca.
Hoseok me acercó una fotografía que estaba medio tapada por otra. La imagen mostraba un papelito rectangular con una cita en él. Lo leí minuciosamente varias veces hasta que mi ceño se frunció con confusión.
« Es bueno amar tanto como se pueda, porque ahí radica la verdadera fuerza, y el que mucho ama realiza grandes cosas y se siente capaz, y lo que se hace por amor está bien hecho. »
—Esto es de...
—Van Gogh —completó el moreno, asintiendo—. No sabemos qué quiere decir, pero lo más obvio es suponer que estamos ante un aficionado al arte.
—O, tal vez, eligió la cita al azar.
—No, te digo yo a ti que no. —Hoseok se elevó levemente de su asiento para alcanzar otro documento con nuevas fotografías, esta vez de una mujer totalmente desnuda y empapada de arriba abajo— Yoon Ha So, treinta y ún años. Encontrada flotando en el río Han envuelta solo en una manta. El único signo de violencia que presenta es una contusión grave en la cabeza, que fue justo lo que le causó la muerte.
—¿Acaso es un novato? —me vi en la necesidad de preguntar antes de dejarle acabar, ya que me parecía un error catastrófico tirar un cadáver al río sin nada que pudiera hacer contrapeso y mantenerlo en el fondo— ¿No se le ocurrió siquiera ponerle algo pesado?
—Ahí está la cosa, chaval; el asesino quería que la encontrásemos.
Me tomé unos segundos para reflexionar mientras me mordisqueaba el labio inferior, con los ojos clavados en la nada.
—No entiendo la relación entre estos dos casos —concluí. Me eché hacia atrás, estirando mi cuello y haciéndolo crujir en consecuencia. Ladeé la cabeza mientras me masajeaba el hombro, pero sin dejar de mirar las pruebas del crimen—. Ni siquiera parece que los haya hecho la misma persona. En el primero ha seguido un método más riguroso, pero el otro...el otro es una auténtica chapuza —opiné—. ¿Cómo sabéis que lo hizo la misma persona?
Hoseok me indicó que aguardase mientras hallaba la respuesta a mi pregunta. Una nueva foto me fue mostrada. Se trataba de otro papelito con cita.
« Los pescadores saben que el mar es peligroso y la tormenta, terrible. Pero eso no les impide hacerse a la mar. »
—Ya veo —fui lo único capaz de articular, acariciándome la barbilla con la yema de los dedos mientras pensaba.
Macabro.
—Sí. Pero aún no lo has visto todo.
—Oh, dios mío. ¿Más sorpresas?
—Ni te imaginas. Es como una puta lotería pero más tétrica. ¿Sabes que más tienen en común las víctimas? —Esperé en silencio a que prosiguiera, pues era obvio que no me hacía ni una mínima idea. Hoseok me enseñó dos fichas distintas con el perfil de las personas asesinadas— Antecedentes. El señor Jang se vio involucrado en un asunto de pedofilia hace cuatro años, cuando trabajaba en un colegio del centro. Obviamente, lo expulsaron, pero no cumplió condena. Por otra parte, tenemos a la señorita Yoon, quien trabajaba en un geriátrico y fue demandada por agredir a sus pacientes. Al parecer, tenía una seria adicción con las drogas.
—¿Estás diciendo que no solo tenemos a un fanático de Van Gogh, sino que también a una clase de justiciero popular?
—Eso parece. Las víctimas no se conocían en lo absoluto, así que también descartamos un asunto personal como podría serlo una cuestión de celos.
—Cabe la posibilidad de que ni siquiera el propio asesino tuviese relación alguna con sus víctimas, o siquiera un motivo para matarlas.
—Cualquier teoría será barajada.
Dicho esto, comenzó a reunir todo el papeleo para meterlo de nuevo en la carpeta marrón. La colocó delante de mí y se alejó, dándome a entender que podía quedármela.
—¿Eso es todo? —pregunté.
—¿Te parece poco? —Hoseok me sonrió de lado con una pizca de burla adornando sus brillantes dientes blancos. Seguidamente, se puso en pie con un quejido— Échale un ojo detenidamente cuando puedas, ¿vale? Te mantendré informado de los progresos de la investigación, y, si se te ocurre algo, avísame de inmediato.
Hice un gesto asertivo con la cabeza y, unos segundos después, me levanté. Miré al que había sido mi compañero los últimos siete años, sin saber muy bien cómo despedirle. Sin embargo, pronto recordé el diluvio que acontecía en el exterior cuando un trueno rompió el silencio que discurría entre los dos.
—Hoseok, ¿quieres quedarte a dormir? No parece que vaya a parar de momento...
—No te preocupes —dijo, alzando la palma de su mano para que me detuviera—. He venido en coche.
Torcí el gesto, aclarando que no me dejaba con la conciencia tranquila. Las probabilidades de sufrir un accidente con aquel temporal eran exacerbadas, y yo no podría perdonarme que le pasara algo pudiendo evitarlo. Hoseok supo exactamente lo que me preocupaba. A veces llegaba a pensar que podía leerme la maldita mente, pero siempre he sabido que se debía a su perspicacia.
El moreno suspiró relajando los hombros, y se acercó a mí mientras extendía su mano.
—Venga, compruébalo si así te quedas más tranquilo. Si ves o sientes algo, me quedaré.
Así era él, directo y resuelto. En los casos más extremos incluso soez. Hoseok representaba a ese agente de policía con el que no podías andarte con tonterías, porque no admitía matices de grises. Para él las cosas eran o blancas o negras, y nunca estaba dispuesto a perder su tiempo con derivados.
Con un pequeño suspiro abandonando mis labios, avancé hacia él. Tomé su mano con indecisión. Era suave, pero poseía menos delicadeza de la que aparentaba. Cerré los ojos por un instante, concentrándome en reconocer algún tipo de sentimiento.
—¿Todo bien? —quiso saber cuando volví a mirarle a los ojos.
—Si no fuera así, lo sabrías.
—Cierto —confirmó, desprendiéndose de mi contacto para recoger su maletín y dirigirse hasta la entrada junto a mí—. Cuando ves algo muy chungo te pones pálido y parece que estés sufriendo un ataque epiléptico. —Chasqueó la lengua y torció el cuello como si acabase de darle un calambre— Llevó viéndote hacer esa mierda años y todavía no me acostumbro.
Lo único que hice fue mirar hacia otro lado mientras se me escapaba una risita entre dientes. Nunca me había visto a mí mismo mientras tenía una visión, pero de todas formas comprendía que fuera impactante para aquellos que lo vivían desde fuera.
Finalmente, mi amigo abandonó mi apartamento, no sin antes decirme que ya nos veríamos en la comisaría. Yo le prometí una vez más que estudiaría el caso hasta entonces y le despedí.
Fui al dormitorio para comprobar que Nayoung seguía dormida. Al escuchar el ritmo sereno y continuo de su respiración, cerré con cuidado la puerta y volví al salón.
Allí, frente a mí, tenía un puñetero rompecabezas, y no sabía de cuánto tiempo dispondría para resolverlo, por lo que decidí repasar una vez más el contenido de la carpeta con minuciosidad, quedándome hasta con aquellos detalles que eran vacuos en apariencia.
Evidentemente, lo que más llamaba la atención eran aquellas notas que el asesino dejaba en las bocas de sus víctimas.
—Van Gogh... ¿En serio, tío? —le recriminé a la nada, revolviéndome el pelo con actitud lánguida.
Me pasé gran parte de la noche buscando información acerca del pintor neerlandés, datos de interés o que pudiesen indicar algo por mínimo que fuera, pero no hallé nada destacable.
El sueño me venció poco a poco, provocando que mis ojos se cerrasen cada vez con más frecuencia.
Lo último que recuerdo de aquella noche es una curiosa sensación de reminiscencia producida por la imagen de unos girasoles.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro