Había logrado alistarse, tenía su uniforme y una pequeña sorpresa con el adelanto que le habían dado.

Abrió la puerta del piso, tratando de no hacer ruido, era muy pronto por la mañana y no quería despertar a ninguno de los dos. Para su sorpresa, Kira estaba en la cocina, tomando aquel café aguado con mucha leche. Sonrió, sabía que a la rubia no le gustaba mucho el sabor amargo de aquel megunje acuoso.

–Buenos días, Kira.– le sonrió acercándose, mientras dejaba el periódico en la mesa.

–Tienes una mala costumbre cogiendo el periódico, ¿sabes?– le tiró un poco de la gorra del uniforme, para después reparar en su traje– Así que ya te alistaste, espero que no dejes que Steve se haga ilusiones.

–Así que no dices nada de mi uniforme de sargento.–se llevó la mano al pecho– Y yo que pensaba conquistarte así.

Kira tomó un trago de su café, alzando una ceja con una sonrisa. Ambos tenían una especie de broma conjunta, siempre que uno de los dos hiciera una mención a la relación que tuvieron cuando habían sido niños-algo que ni siquiera se podía considerar realmente relación romántica, pues tenían nueve años-, el otro debía seguirlo siempre que estuvieran delante de Steve. Se había hecho tan común, que incluso ambos llegaban a creérsela, porque de vez en cuando Kira le seguía la broma hasta tal punto que esta acababa en beso.

–No lo harás si estás en la otra punta del mundo.-observó dejando la taza en la mesa, pasando el dedo índice por el borde de esta– Y mucho menos si no te despides como debes.

–¿Y cómo quieres que me despida, señorita?– sonrió acercándose–¿Le gustaría un beso o un apretón de manos?

–Debería pensármelo– se apoyó en la mesa pensativa– Quizá incluso te pida una garantía. Voy a cobrarme tu alistamiento a besos.

–Hm... No me parece mala idea.

Ella se acercaba lentamente, mientras el joven llevaba sus manos a su cintura, mientras sus rostros se aproximaban cada vez más.

–Pero esto sólo quedará entre nosotros– susurró en sus labios– Nadie más sabrá sobre lo que hay entre tú y yo.

–Prometido.– susurró de vuelta, acortando el pequeño espacio que separaba sus labios.

Kira correspondió al beso con lentitud y paciencia, algo que, por parte de James, no había. El joven la acercó, mientras sus labios se movían sobre los de la rubia con desenfreno e impaciencia.

No era nuevo que ambos entreabrieran los labios y que de vez en cuando dejaran que el beso se convirtiera en una invitación prohibida a la boca del otro, que siempre acababan aceptando.

Tocar el cuerpo de Kira siempre le había sido algo tabú, un tema que no se podría discutir, excepto cuando se besaban de aquella forma. Oh, no, juraba que cuando la besaba así quería hacer mucho más que tocarla. Después, se regañaba a si mismo por pensar así de la rubia.

Cuando se separaron, las mejillas de la más joven estaban rojas, completamente y sus ojos más oscuros. Él conocía lo que aquello significaba... Pero no podía caer.

–Primer beso y no el último. No aún.–anunció ella.