Novum Vitae III
Ya habían pasado tres años desde nuestra boda, dos desde que los había perdido y uno desde que dejé de estar sola.
No sólo tenía a Nakama conmigo, que era una gran compañía, dado que el año anterior lo había pasado prácticamente sola. Pero también tenía a alguien viviendo conmigo.
Se llamaba Nathan, me lo había presentado Steve la segunda vez que vino de visita con Nat. Al parecer, Steve había estado en Brooklyn para buscar supervivientes al chasquido cuando se encontró al chico. En aquel entonces, el chico debía de tener veintitrés años, apenas un universitario.
El joven se le había acercado al reconocerle y, tras una larga conversación, mi hermano descubrió que Nathan era nieto de Dominic.
Dominic había sido un chico con el que yo había estado saliendo durante unos meses en los lejanos años cuarenta, además de que había sido un amigo de la infancia.
Según lo que me contó Nathan cuando vino con Steve, su abuelo había fallecido en 2017 por causas naturales, pero de todas formas no pude evitar sentirme culpable, habría querido despedirme de él como era debido.
Así que la tarde en la que, del coche en el que siempre venían Steve y Natasha, bajó una tercera persona, no pude evitar acercarme con curiosidad.
– Buenos días, Kira– sonrió mi hermano, Nakama empezó a ladrar a su alrededor con energía, siempre se alegraba de ver a Steve.– Traemos una pequeña visita.
–Ya lo veo– asentí, dirigiendo mi mirada hacia Nathan.
–¿Por qué no entramos y os presentamos?– sonrió Nat, señalando con la cabeza el porche.
Y así lo hicieron, me presentaron al nieto de aquel amigo de la infancia, que, irónicamente, no se parecía demasiado a él.
Nathan, era un joven tranquilo, se podía pasar tardes enteras sentado en el porche con un cuaderno y un lápiz, observando el lago o los gatos que rondaban por los alrededores.
Convivir con él era sencillo, aunque su habitación era un pequeño caos, prometió que él se encargaría de ella.
– "Kira, agradezco que te ofrezcas a recogerlo, pero no hace falta, debería colocar mis cosas por mi cuenta"– repetía todas las mañanas, cuando me asomaba a su habitación.
De modo que nunca entré a colocar nada, solo cuando, de vez en cuando, me pedía consejo para una mezcla de colores en sus témperas o necesitaba que me colocara para uno de sus dibujos.
Aún así era buena compañía, me ayudaba con las tareas de la granja y la casa por la mañana y, por la tarde, me acompañaba en los largos paseos por el lago. Excepto en invierno, que lo pasábamos viendo películas de varias épocas, ya que aún no había visto muchas de ellas.
Además, a Nathan le gustaba mucho la música, así que siempre ponía alguna canción de sus grupos favoritos mientras hacíamos alguna tarea. Su grupo favorito era uno llamado Queen, al parecer era un grupo de rock británico que, aunque en un principio me pareció extraño por sus canciones, acabé enamorándome de su "Love of my life".
Aunque las primeras veces me mostraba reticente, acabó sacándome a bailar al centro del salón al ritmo de una canción llamada "Every Breath You Take".
– Kira, tienes aprender de la música, hazla parte de ti.– dibujó una sonrisa divertida.– Todos tenemos música en el cuerpo, solo tenemos que aprender a hacerla sonar.
– ¿Y cuál es la tuya?– reí un poco, haciendo un giro.
– Debes escucharla tú.– me acercó un poco– Además, no es tan difícil si te dejas llevar por la música.
– Estás loco, Nate– bromeé deteniéndome para mirarle con seriedad a pesar de mis palabras.
– ¿No me dijiste que querías aprender a vivir?– sus manos se mantuvieron en mi cintura– Entonces la clave está en no perder un solo segundo, en disfrutar de la música, de las personas, de los colores.
Su sonrisa se ampliaba a casa palabra que añadía a la lista, para después mirar por la gran ventana. Afuera estaba lloviendo, parecía que todo se inundaría por la fuerza y la cantidad de agua que caía. Así que me preocupé cuando la mirada de Nathan se volvió hacia mí.
– No, no voy a salir ahí fuera.– negué, dirigiéndome hacia el sofá, donde se encontraba Nakama, tumbada.
–Venga, solo por esta vez, si quieres luego te preparo un baño con sales incluso.– se ofreció, haciendo un puchero, con sus ojos grises brillando por la emoción -o quizá el reflejo de la luz en sus ojos- y su sonrisa ensanchándose al ver que empezaba a ceder.– Te va a gustar.
– ¿Mojarme con la lluvia como un perro?– Sonreí un poco, acercándome– No hagas que me arrepienta.
Sonrió ampliamente y tomó mi mano, abriendo la puerta ventana para salir fuera, Nakama aprovechó la oportunidad y, al ver la puerta abierta, se escapó tras nosotros.
Bajamos las escaleras del porche muy despacio, Nate alargó el brazo y, al notar las gotas de agua en la mano dibujó una sonrisa, lanzándose sin pensarlo dos veces bajo el agua de lluvia.
Nakama saltó tras él, claramente alegre al poder salir al aire libre y además disfrutar del agua de lluvia. Nate jugaba con ella, corriendo y haciendo ademanes, la perra, feliz, le seguía los juegos mientras yo observaba bajo el techo del porche.
No pude sino imaginar en aquella escena a Lara y a Bucky, seguramente estarían igual que Nate, jugando con Nakama bajo la lluvia, sin importar lo fría que esta estuviera o la forma en la que lloviera. Podrían pasarse así gran parte de la tarde, para después entrar a casa empapados, de modo que acabaría mandandoles al baño para que tomaran una ducha y así no se resfriaran -aunque era poco probable por el serum-.
Sin embargo allí sólo estaba Nathan, jugando solo con Nakama bajo la lluvia. Dibujé una sonrisa triste y, poco a poco, me acerqué a él, quien me sonrió en seguida.
La lluvia era más cálida de lo que parecía, al fin y al cabo, estábamos a principios de junio, la sensación tampoco me disgustaba, era casi como sentir unos suaves besos por todo el cuerpo, algo más rudos y persistentes, pero tampoco por eso me gustaba menos.
Los ojos plomizos de Nate sonreían a pesar de la oscuridad del día, podía jurar que entreveía muchas promesas en ellos, pero no quería aceptarlas, no quería y no podía.
Tenía una familia a la que quería y adoraba, aunque no estuviera conmigo, aunque llevara dos años sin ellos, no implicaba que hubiera dejado de quererlos.
. . .
Nate hizo lo prometido, preparó el baño con sales, olían a lavanda. Sabía que era mi favorito. Además, se ofreció a limpiar el barro del pelo de Nakama, así que, con mucha insistencia, consiguió convencerme.
Cuando salí del baño, lo encontré con el cesto de la ropa sucia apoyada en la cadera, sujetándolo con un brazo, mientras que con el brazo libre sostenía su camiseta, llena de barro gracias a Nakama.
–Parece que alguien quería demostrarte su cariño, ¿eh?– Le sonreí, tomando mi ropa del calefactor, Nate sabía que me gustaba ponerme la ropa caliente al salir de la ducha.
–Y tanto, creo que piensa que soy su juguete.– bromeó con una sonrisa, sin mirar mientras me vestía.
–Bueno, tengo que limpiar todo lo que Nakama haya manchado.– le dije una vez estuve vestida, tras dejar el albornoz sobre el radiador para dejarlo secar.
–No te preocupes, Kira, ya lo hice yo.– me detuvo, tomándome suavemente de la muñeca.– Tú deberías ocuparte de lo otro, es casi la hora.
Asentí en silencio, solemne, él me tendió el peluche de Lara y abracé el peluche antes de sentarme en la cama. Miré el anillo dorado en mi dedo anular, sonreí y dejé un suave beso como muestra de cariño.
Llegaba la hora de decirles todo lo que había ocurrido aquella tarde.
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