Capítulo XV
Steve me ayudó a bajar del jet con cuidado, ya que estar en aquella celda me había aturdido hasta tal punto que llevaba días sin poder caminar por mí misma. La atmósfera de la celda había estado creada para debilitarme, haciendo que si lograba escapar, no llegara muy lejos. Por lo visto, tenían todo pensado para que no pudiéramos salir.
Una vez fuera del jet, miré todo el paisaje. Allá donde mirase podía ver árboles, cielo, aves volando libres. Sonreí, por primera vez desde que escapamos de Hydra me sentía del todo libre, nada ni nadie tenía el poder de atarme y hacer que tuviera que vivir una vida que no deseaba. Era libre de vivir como deseara y pasarla junto a quien más quería.
El jet nos había dejado en una plataforma junto a una gran explanada verde, desde donde se veían unas inmensas montañas que, más que hacerme sentir aprisionada, me hacían sentir una extraña curiosidad. Junto a la plataforma había una especie de ascensor, pero en lugar de apearnos, mi hermano me llevó con cuidado hasta el lugar en el que acababa el pavimento y empezaba la hierba, donde nos sentamos. Tomé aire de forma profunda, respirando el limpio aire de aquel lugar.
–¿Te gusta esto?– me miró tomando asiento a mi lado.
–Es precioso– asentí apartando la mirada de las montañas, para después mirarle a él– Es tranquilo y lleno de paz, me encanta.
–Creo que hay algo que te gustará más– sonrió, mirando colina abajo, dado que la explanada tenía una leve pendiente.
Seguí la dirección de su mirada, encontrando algo más lejos dos figuras que conocía muy bien de la mano, caminando hacia nosotros. Me puse en pie, mis piernas temblaron un poco, pero logré ponerme en pie y dar unos pasos hasta no poder aguantar y correr hacia ellos, con el viento a favor mientras gritaba sus nombres con euforia. No daba importancia a mis piernas fallando, solo podía ver como sus figuras se hacían más grandes a medida que me acercaba, ambos acercándose también con velocidad.
Los tenía delante, estaban a unos pocos metros de mi, disminuí un poco la velocidad, aún así acabé chocando con ellos. Buck me rodeó rápidamente con el brazo, ya que no tenía su brazo de metal, estrechándome con fuerza contra sí, mientras Lara se abrazaba a mi pierna le acaricié el cabello rubio.
–¿Qué ha pasado?1 los miré a ambos.
–Es una larga historia, Kira. Ahora... Ahora estamos juntos.
Me aparté un poco para mirarlos, sin poder evitar alzar a Lara para abrazarla.
–Pensé que os había pasado algo... No me lo habría perdonado.– estreché a la niña algo más fuerte, dejando que ella me rodeara también el cuello con los brazos. Traté de no preguntar por el brazo de metal, ya que este había desaparecido y ahora solo contaba con una pequeña tela negra que cubría la zona de su hombro, donde empezaría su brazo– ¿Q-qué ha...?
–Será mejor que vayamos dentro– señaló con la cabeza el lugar en el que habíamos estado Steve y yo.– No deberíamos hablar de ello aquí.
. . .
La chica se presentó como Shuri, princesa de Wakanda. Era una joven encantadora de hermosas facciones, además de ocurrente e inteligente. En cuanto nos vio entrar a los cuatro, sonrió un poco y se acercó:
–Debe de ser Kira Rogers– sonrió– Creo que he oído hablar un poco de usted de los labios de su hermano y otros dos que no me dejaban trabajar con sus historias sobre usted– añadió con la leve risa.
–Princesa– dijo en seguida Lara, algo cohibida.
–Veo que ya se me conoce por aquí, en ese caso– reí un poco– Es un placer estar aquí, princesa.
–Digo lo mismo, señorita Rogers.– se giró para tomar algo de una mesa, todo lo que había allí era tecnología avanzada, mucho más de lo que jamás habría llegado a imaginar.
–Podéis llamarme Kira, princesa.– me agarré al brazo, aún algo inestable.
–En ese caso soy Shuri para los amigos, Kira.– me tendió una especie de pulsera de perlas negras, su expresión divertida endureciéndose un poco– Ten, la celda que creó Ross te hizo perder gran parte de su poder, las perlas te ayudarán a recuperar parte de tu poder y quizá... Quizá aprendas algo nuevo sobre ti misma.
–¿Algo... Nuevo?– miré las cuentas oscuras que brillaban con un tono azulado.
No sabía que podía implicar esto mismo, sin embargo, tenía la certeza de que algo nuevo pasaría con respecto a mis capacidades. Alguna vez había podido hacer alguna cosa que no había logrado explicar nunca y que me asustaba pensar que sería capaz de hacer si supiera controlarlo, pero jamás había llegado más allá, porque aquella era la parte de mí que más deseaba olvidar y enterrar en la parte más profunda de mí, donde ni siquiera yo misma pudiera encontrarlo.
Quería ignorar a Hydra, dejarlo en el pasado como algo lejano, pero aún después de casi dos años con Los Vengadores, me era imposible ignorar a "Ghost". Por supuesto era una parte de mí que no pretendía recuperar, sin embargo, seguía allí, agazapada en mi mente, esperando a que tuviera la guardia baja para aparecer de nuevo.
Y no podía permitirlo ahora que estaba con mi familia.
Quise contarle a Shuri lo que me ocurría, sin embargo, no podía decirle nada delante de mi familia, no quería preocuparlos, no podía permitirmelo. Ellos estaban tranquilos en ese momento, nada que hiciera peligrar sus vidas.
O nada excepto yo.
. . .
La cabaña era pequeña y acogedora. No era lujosa, ni tenía ciertas cosas a las que había estado acostumbrada, pero era un hogar, o al menos lo que podría llegar a ser con el tiempo. Sobre una pequeña mesa de madera había dobladas algunas prendas de la ropa que se solía llevar allí, los colores eran llamativos, haciendo un bello contraste de tonos. En el suelo había una especie de colchones hechos de hojarasca, sabía que no era cómodo, pero nuestra vida allí no estaba pensada para serlo. Una pequeña chimenea ocupaba una pequeña zona de la estancia, para las frías noches de invierno. Había un baúl de color oscuro junto a la mesa, donde tendríamos prendas de ropa limpias y alguna u otra cosa que pudiera convertirse en nuestros efectos personales, como un collar con el símbolo de Black Panther (el protector de Wakanda), el cual tenía un pequeño botón si necesitábamos ayuda y aquella extraña pulsera de perlas negras con aquel espeluznante brillo azulado.
Aquel sería nuestro futuro hogar, o por lo menos mientras todos dejáramos de ser los criminales más buscados de todo el mundo. Allí podríamos tener al fin una vida que nos perteneciera, sin nadie que controlara todas nuestras acciones, tan solo limitadas por nosotros mismos.
Quería compartir aquella vida con mi hermano, sin embargo, cuando dijo que no se quedaría con nosotros, tuve que resignarme, aunque estaba algo decepcionada. Sentía la necesidad de ponerme al día con él, habíamos pasado por tanto, cada uno por nuestra cuenta, que dejarle ir de nuevo me parecía prácticamente impensable.
–Ahora estás con ellos– miró un poco a Lara y a Bucky– Ellos son tu familia.
Le eché los brazos al cuello, abrazándolo con fuerza. No dudó un segundo en devolverlo, en cuanto le hube rodeado, sus brazos rodearon mi cintura en un gesto de cariño. Escondí la cabeza en su cuello, cerrando los ojos.
–Tú también eres mi familia– susurré cerca de su oído– Y no podría perdonarme que te ocurriera algo.
–Sabes que siempre estaré cuando me necesites, Kira– me apretó, su voz algo temblorosa– Nunca abandonaría a mi hermanita.
Me quedé en silencio, correspondiendo a su abrazo, queriendo prolongar aquel instante todo lo que me fuera posible,incapaz de dejarle ir de nuevo. Me sentía de nuevo aquella chica en sus veinte años que había dejado ir a su única familia a la guerra... La impotencia me invadió.
–Te quiero, Steve.– susurré.
–Yo también te quiero, Kira.– se apartó para mirarme, tomándome de los hombros– Cuida de ellos tan bien como lo has hecho conmigo, ¿lo prometes?
–Lo prometo– asentí, convencida.
Iba a cumplir aquella promesa costara lo que costase, en aquella situación el fin justificaría los medios.
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