CAPÍTULO XLVI
El palacio comenzaba a albergar los carruajes más grandes y bonitos que probablemente existían en el país, y las personas que bajaban de ellos, eran ayudados por los guardias para poder ingresar por la parte lateral hacia el enorme jardín trasero, dónde ya estaba casi todo listo para la boda de la princesa Styles.
Portaban vestidos suntuosos y trajes de gala que brillaban incluso más que los mismos rayos de sol. Todos vestían sus mejores conjuntos, hasta podría decirse que era una competencia entre los invitados por quién daba la mejor impresión. Y aunque a los reyes eso no les importaba, las personas ingenuamente pensaban que sí.
Porque la única forma en la que podías no volver a ser invitado a un evento de los Styles, era si rompías una de las siguientes tres reglas.
1. Insultar o denigrar al personal de servicio, guardias o cualquier persona que estuviera bajo el cargo de la corona real.
2. Hurtar cualquier tipo de objeto perteneciente a cualquier miembro de la familia o del propio castillo.
3. Maltratar las áreas verdes, vegetación o instalaciones del palacio.
Era algo sencillo, pero varias veces los demás lo olvidaban y precisamente por eso, había mucha vigilancia en todas partes. Todos eran bastante conservadores, pero en ocasiones los títulos se les subían a la cabeza, provocando problemas dónde no tenía por qué haberlos.
Duques, condes y vizcondes, doncellas preciosas, princesas y príncipes, todos los amigos de la familia continuaban descendiendo de sus carrozas divinamente adornadas, siendo recibidos por algunos mosqueteros que amablemente les indicaban el camino. Claro que como en todo lugar, había individuos nada amables que no sabían ni siquiera agradecer con una seña, pero mientras no rebasaran la línea del respeto, no pasaba nada.
La multitud se concentraba en el acceso, y el encargado de cotejar las invitaciones con la lista de nombres que había en un largo pergamino, tenía que ser Niall. El rubio estaba inmaculado, luciendo a la perfección sus nuevas prendas; el chaleco le amoldaba perfectamente al torso, y luego de haberse probado los pantalones y que le lastimaran un poco de la cadera, se arrepintió de no colocárselo cuando Harry se lo sugirió, lo más viable era que ese día, el mismo sastre lo arreglara.
Pero podía vivir con ello, no era algo que le causara tanta incomodidad y más tarde se cambiaría para su conveniencia.
“Su alteza, Bienvenida.” Niall tomó la mano de una mujer mayor, y con amabilidad, le besó el dorso. “Me alegra tanto volver a verla.”
“Pequeño Niall, que gusto.” Le sonrió amorosamente. “Aquí tienes mi invitación.”
“Su majestad, me ofende.” Dijo, y después se hizo a un lado para permitirle el paso directo sin ningún filtro. “La reina espera ansiosa por usted.”
“Ya quiero verla, es una ingrata que no contesta mis cartas.” Se rio bajito, causando que el muchacho también lo hiciera. “No le digas a mi hermana que le dije así.”
“Será nuestro secreto, Victoria.” Un sutil guiño de ojo, y la mujer continúo su camino.
Así, el consejero del palacio era querido por gran parte de los conocidos de la familia, por amigos, y por los mismos hermanos. Pero ahora, aparte de mostrarles buena cara y cumplir con su trabajo, de vez en cuando se paraba en las puntas de sus pies para ver detrás del sinfín de cabezas, intentando distinguir a Louis, Zayn o Liam.
Desde que el ojiazul se fue a buscarlos, no había vuelto, y el corazón se le aceleró tanto que de verdad pensó que lo del infarto sería cierto, aumentándole un dolor en el brazo que lo hizo hiperventilar y asustar a su mejor amigo.
Y cuando el príncipe le preguntó dónde estaba Louis, tuvo que decir que justamente había ido al baño, que no iba a tardar mucho y que en cualquier momento volvía. Pero Anne estaba necesitando a su hijo, así que el príncipe no cuestionó más y prosiguió con sus deberes, dejando a un Niall más que preocupado, tenso y con el pulso acelerado.
Sin embargo, Harry no dejaba de pensar en dónde se había metido el ojiazul, desde que su madre le pidió que se aseara y se cambiara, hasta que no hubo nadie que le cepillara sus rizos. Creyó que Louis estaría con él en todo momento, que lo acompañaría e incluso le iba a pedir que le ayudara a ducharse, pero no sabía de su paradero y no quería meterlo en problemas con sus padres.
Si alguno de los dos, se enteraba que Louis no estaba cubriendo su puesto, tendrían serios problemas y eso era lo que menos necesitaban ese día.
Así que se quedó con su angustia, terminando de acomodar el cuello de su traje y su camisa. Se sentía lindo, pero no lo estaba disfrutando del todo. Peor aún, venía el insoportable momento de saludar a todos los asistentes, a sus tíos lejanos que no recordaba, a los duques y a condes que rogaban bailara con ellos, a las doncellas que le sonreían de forma conquistadora. Y en caso de que las cosas pudieran empeorar, que su padre intentara presentarle a las hijas e hijos de sus amigos. Ya sea para entablar una bonita amistad o algo más.
Lo cual se quedaría en un afecto solamente con cualquiera, porque él no tenía ojos para nadie más que su mosquetero. Su mosquetero que en esos instantes, estaba perdido y cuando lo viera, lo iba a regañar por haberlo dejado solo tanto tiempo.
El lazo que Harry tenía con Louis, era del tamaño del mundo, y algo en su corazón no se sentía bien. Algo le decía que el castaño no se podía haber fugado, así como así. No quería admitir la mala corazonada que tenía, pero algo muy dentro le intentaba comunicar que su chico no estaba bien.
Trato de convencerse, estaba exagerando. Seguramente estaba en su alcoba, o Kéven lo había movido de sitio, tal vez le había pedido que escoltara un rato afuera en lo que el evento comenzaba para tener un mejor control.
Si, debía ser eso.
Cuando terminó y se sintió satisfecho con la imagen que veía en el espejo, tomó aire y practicó varias poses y saludos para presentarse. Cualquiera que lo viera, se burlaría de él.
La puerta fue tocada dos veces, y previo a su contestación, se abrió develando a la reina, entrando con un vestido que nunca, ni en sus mejores sueños, hubiese imaginado ver. Era espectacular, el color resaltaba su tono de piel, los volados que tenía y el encaje, las piedras, el hilo, todo en su totalidad.
La miró por el reflejo, y cubrió su boca con ambas manos al ver la gran sonrisa de Anne iluminar su día.
“¿Qué opinas?” Preguntó, entrando a pasos cortos y mirándose también en el espejo. “¿No es demasiado para mí?”
“¿Estás de broma?” Harry se giró, boquiabierto. “Mamá, te queda hermoso, no puedo creerlo. El vestido no le hace justicia a tu belleza, pero está muy por encima de lo común.”
“Deja de jugar, cielo.” Las mejillas de la reina, estaban tiernamente teñidas de carmín. “Siento que es muy… no se parece mucho a los que yo suelo usar.”
“Es porque no es como los que usas, madre. En serio, creo que voy a llorar.”
“Basta.” Lo golpeó suavemente en el brazo con su abanico. “Me gusta.”
“El color es bellísimo.”
“¿Sí? Tu padre lo escogió, dijo que el celeste me quedaría muy bien porque yo soy su cielo.” Rodó los ojos ante la metáfora romántica.
“El de todos, el de él, de mi hermana, el mío y podría que apostar que hasta el de Niall.”
Anne negó, y tendió los brazos hacia su pequeñín, quien rápidamente corrió a abrazarla, con cuidado de no estropear la magnífica vestimenta. Harry se mantuvo ahí por un rato, sintiendo el cariño y el calor maternal con el que estaba bendecido.
“¿Hay algo que quieras decirme?” Anne susurró entre sus rizos, inhalando el aroma de ellos. “Lo que sea, sabes que puedes confiar en mí, ¿cierto?”
“Si.” Harry se separó, solo para verle a los ojos. “¿A qué te refieres con algo?”
“Oh, no lo sé. Quizá no algo, más bien… ¿No quisieras hablarme de alguien?”
El rizado palideció y su madre casi se carcajea en su cara por la reacción tan delatora.
“Yo, uhm… n-no, creo… quiero decir… eh-”
“No lo hagas si no te sientes listo.” Finalizó el tema, dejándole un suave beso en la frente. Se alejó de él para tomarle de las manos. “Pero no importa qué, yo siempre voy a estar para ti, y te voy a apoyar en lo que sea que tú decidas.”
Harry afirmó, apretando sus labios en una fina línea.
“Te adoro, mamá.”
“Y yo a ti, siempre serás mi bebé.”
Después de esa enternecedora conversación, Harry se dispuso a contarle después de la boda, sobre Louis, aunque era muy notorio que ya lo intuía.
Ambos salieron de la recámara, y caminaron de vuelta por los pasillos, rumbo a la estancia de la novia. El príncipe Gustav y su familia ya habían llegado hace unos minutos y esperaban pacientemente a que la princesa terminara de estar lista para llevar a cabo la unión.
Pero Gemma estaba hecha un caos. Todo el cuerpo le temblaba, no encontraba uno de sus zapatos y su cabello estaba hecho una total catástrofe. Pedía que la tierra se abriera y se tragara a todos para que no tuvieran que verla así.
Pero como siempre, la telepatía con su madre hizo efecto, y cuando estuvo al borde de ser un valle de lágrimas por el estrés, Anne llegó en su rescate.
Le ayudó con el peinado, acomodando de forma linda y natural sus largos cabellos avellana, poniendo un bonito broche para sostener todo muy bien. Harry recibió el grito de su hermana, pidiéndole de la manera más atenta que buscara su zapato, debía estar en alguna parte de la enorme habitación. Y sí, lo encontró justo debajo de un libro que estaba botado bocabajo, detrás de su sillón.
¿Cómo había llegado hasta ahí?
En menos de un dos por tres, la princesa estaba de vuelta. Con el calzado de la forma correcta en esta ocasión; graciosamente, se había colocado el par al revés cuando el ojiverde le entregó el zapato perdido. Al parecer ya estaba todo en orden.
Y no hacía falta decir lo hermosa que se veía en su vestido color crema, largo y fulgurante. Llamativo, hecho a la medida y a su gusto. Con distintos elementos que resaltaban las mangas y el cuello, jerarquizando así, que ella era la que se casaba.
Harry no pudo contener las lágrimas, porque aparte de la felicidad que le cobijaba, sabía que mañana tendría que despedirse de ella. Porque partiría con su esposo, a sus tierras para gobernar con él y cumplir con las demandas del otro reino, pero no quería ponerse triste, no era momento, solo quería disfrutar el día con ella y con su familia.
Y claro estaba, que con Louis también.
Se reunieron los tres, para llegar con Desmond y eventualmente hacer la entrada completa. El rey como siempre, imponía, con sus grandes capas de terciopelo y sus trajes prácticamente hechos hilo por hilo. Nunca iba a pasar desapercibido.
Les trajeron sus coronas, dentro de las cajas de cristal dónde las guardaban, y se las colocaron cada quién en sus respectivas cabezas. Anne se tomó del brazo de Harry, ya que él sería el encargado de llevarla, y detrás de ellos, Gemma y su padre se posicionaron de la misma forma, en espera de que las puertas fuesen abiertas. Des apretó la mano de su hija, intentando darle seguridad, y ella lo agradeció con una sonrisa torcida y un suspiro.
Y como en todos los eventos, las puertas hacia el exterior fueron abiertas, y salieron con una gran sonrisa, dando la bienvenida al castillo de los Styles.
Louis apenas y podía caminar cuando desembarcaron en el muelle, no estaba muy lejos de la orilla, pero si lo suficiente como para que se mareara por el movimiento y las nauseas lo comenzaran a invadir. Se sostuvo de uno de los pilares, y trató de alejarlas antes de que Bennet lo notara y comenzara con nuevas burlas hacia su persona.
Rodearon el faro hecho de ladrillo, parecía incluso estar inhabilitado porque en esa parte del mar no había embarcaciones, de hecho, no había ni un alma ahí, estaba tan solitario y el poco sonido que existía era el de las olas, chocando con la estructura cilíndrica.
Kéven le pidió a Bennet que amarrara el bote y esperara afuera mientras el se encargaba de Louis. El muchacho no tuvo otra opción que aceptar, no muy convencido, puesto que él también quería jactarse con el sufrimiento próximo.
Tragó saliva, al ver el gran tamaño que tenía la torre frente suyo, era enorme, y si estaba en desuso porque no tenía funcionamiento, solo estaba ahí, cerca de la costa. La respiración se trabó en sus pulmones cuando vio que había rejillas de ventilación, pero que también permitían el paso del agua cuando las olas salpicaban.
En la parte posterior, tenía una puerta que te permitía acceder al interior del faro. Cerró sus ojos y dejó caer sus manos a los costados, cuando Kéven la abrió con mucha dificultad y visualizó el interior.
“Adentro.” Le indicó, dándole el acceso.
“P-por favor.” Rogó, poniéndose de rodillas frente al hombre. “Solo quiero pedirte una cosa.”
“¿Pedirme algo? ¿Y tú quién te crees para pedirme algo a mí?” Se burló con afán, tomándolo con furia de su brazo.
“No le hagas nada…” Sollozó. “A Harry, no lo dañes.”
Kéven soltó una carcajada macabra desde el fondo de su garganta, y Louis podría apostar que vio al mismo diablo dibujado en sus ojos. En respuesta, lo que obtuvo fue que lo levantara con una sola mano y lo aventara sin caridad al interior de la torre. El piso estaba mojado por el agua que se había filtrado, la primera hilera de rejillas quedaba justo a la altura de su cabeza, tomando en cuenta que se encontraba técnicamente sentado.
“Esto no tiene nada que ver contigo, Louis.” Murmuró, entrando y dejando la puerta abierta para se colara un poco la luz. “Mi problema con esa familia, no tiene nada que ver contigo. Ni contigo, ni con tus amigos.”
“¿Entonces?”
“No soy tan estúpido como para decirte, pero te repito, tú no tenías nada que ver.”
El mayor avanzó, Louis por inercia se cubrió con sus manos. La luz estaba muy tenue, apenas y podía ver el rostro de Kéven, pero sabía que estaba sonriendo como un demente.
“Tu entraste en el juego desde que decidiste que sería buena idea cruzarte en mis planes.” Habló con pesadez, pegando con su bota en el piso repetidas veces. “Desde que no te bastó con ser un mosquetero de palabra y quisiste serlo de verdad.”
“Yo no… yo no me entrometí.” El ojiazul levantó ligeramente la cabeza. “Me diste un cargo que no me correspondía.”
“Eso ya lo sé, yo fui quién lo ideó todo, y me siento orgulloso por eso.” Se tronó los dedos de una mano. “Bueno, me sentía porque creí estarlo haciendo bien, hasta que se te ocurrió pedirle ayuda al imbécil de Krov.”
No, no, no.
“Yo no le pedí ayuda a nadie.” Intentó negar, sabiendo que ya era demasiado tarde.
Lo era, porque recibió una patada más, cerca de sus costillas por la clara mentira, haciéndolo chillar y retorcerse de dolor.
“¿Tú crees que no me enteré de que Krov te estaba ayudando a ti y a tus mugrosos amigos? ¿Te atreves a negarlo?” Quiso darle un golpe más, pero se contuvo. “Yo me enteré de todo Louis, y si no actué, fue porque quería saber hasta dónde eras capaz de llegar, y tengo que aplaudirte, fuiste muy lejos. ¿Qué le diste al chico, he? Aceptó arriesgar su cargo y su vida, solo por ayudarle al insufrible que nunca lo iba a ver más que como amigo.”
La cabeza de Louis dolía, sentía que le comenzaba a faltar la respiración y ahora tenía más culpa sobre sus hombros. Krov también estaba en peligro.
“Maxime no me sirvió para vigilarlo, pero tuve otro métodos que me dieron resultados. Qué curioso... terminaron entrenando en mi bodega, dónde yo guardaba mis armas para mi gente.” Exclamó, hecho un energúmeno. “Y qué horror que hayas tenido que recurrir a otras personas, ¿no podías hacerlo tú? Hasta hace un rato creí que tú eras el más inteligente de los tres, ya veo que ni para eso sirves.”
“Krov no hizo n-nada…” Susurró, intentando recuperarse. “Yo fui quién lo solicitó.”
“¿¡Y!?” Kéven lo tomó del cabello de su nuca, apretando con fuerza. “El también nos traicionó.”
“Él es bueno, nunca será… nunca será la misma porquería que tú.” Titubeó entre lloriqueos, sintiendo la quemazón en la parte trasera de su cabeza, gracias a la fuerza aplicada tan inhumana.
“¡Pero por estar de tú lado, no estuvo del mío!” Y lo soltó, arrojándolo de nuevo contra el frío y húmedo suelo. “Te metiste dónde no debías y es hora de que pagues las consecuencias.”
El hombre se dio la media vuelta, y Louis se arrastró, intentado tomarlo de la pierna para que no se fuera, dejándolo ahí. Pero cuando se dio cuenta, solo se dedicó a aplastarle los dedos de la mano izquierda con su talón, robándole un grito lastimero por el tormento.
“Espero sepas respirar bajo el agua.”
Fue lo último que le dijo, antes de salir del faro, y cerrar la puerta desde afuera, sellándola en su totalidad.
El castaño se desplomó, se quedó tendido llorando con pesar, acompañado de gritos que expresaba con las pocas fuerzas que le restaban. Sus dedos dolían y ansiaba no tener ningún hueso roto.
No se suponía que su historia terminara así, cuando Harry y él platicaron sobre escribir una historia juntos, no estaba planeada que acabara de la forma más ruin y separados. Pero ahora no sabía lo que iba a pasar. Y tenía miedo, mucho miedo, pero no por él, si no por su príncipe ya que no estaba para protegerlo de ese malnacido que buscaba a toda costa hacerle daño.
Se acostó boca arriba, sintiendo su espalda enfriarse por el agua y aceptando lo que pronto pasaría. La marea subiría en unas horas y lo mejor era prepararse para su desventura.
“Te amo aún más, mi príncipe.”
Miró hacia la parte superior, rogando que todo acabara pronto y que Harry lo perdonara por desaparecer así.
Pero lo que Louis había olvidado, era una frase que siempre le ayudaba a mantenerse animado cuando creía no tener salida:
Si todo va mal, cariño, solo resiste.
Holaaaa♡.
Aquí esta el capítulo de hoy, disfrútenlo mucho y sufran solo poquito. ♥︎
También les quería decir que, ¡estoy muy emocionada por el capítulo siguienteeee! Pero ustedes lo tendrán hasta mañana porque aún no lo edito.
Gracias por tanto, les amo muchoooo, un besote.
-María Tommo.
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