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❪⛤❫ 𝖈𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖈𝖎𝖓𝖈𝖔

-Los cazadores se remontan a la época de las brujas. Así como Cassie y Diana descienden de una larga línea de poderosos ancestros, los cazadores de brujas también tienen su linaje -explicó Jake, muy detenidamente, con los ojos de todos los miembros del círculo puestos en él. Incluso la señora Chamberlain y Kate Meade, a quienes habían llamado después de lo sucedido, estaban allí- El símbolo que encontramos en el hombro de Melissa es una marca antigua que solo un verdadero cazador puede hacer.

Cassie echó un vistazo alrededor, analizando las expresiones de todos sus amigos, que iban de preocupados a exageradamente curiosos como Adam por saber de qué iba todo esto. Faye y Diana estaban consternadas, sujetando las dos manos de Melissa como si quisieran transmitirle todo su apoyo en ese gesto, y ¿Cómo no podrían sentirse así? Si es que eso solo era un mal augurio. Una marca para reconocer brujas. Lo que significaban que debían tener especial cuidado a partir de ese momento.

-Algo debe haberlos traído a Chance Harbor -murmuró la abuela de Diana, pensativa.

Cassie notó que la expresión de la mujer era larga y cansada, como si la idea de tener otro problema encima la estuviera comenzando a afectar.

En algún momento, Cassie había odiado a Kate Meade por intentar matarla. Pero llegados a ese punto, estaba en una etapa de su vida donde sabía que debía perdonar y dejar pasar, aunque continuara guardando rencor dentro de sí. Porque a decir verdad, si no fuera porque ella la encerró en aquella caja en medio del bosque, nunca habría descubierto cuál era su verdadera naturaleza.

-Ojalá se vaya lo que sea que los haya traído. -escuchó decir a la mamá de Faye, quien de vez en cuando volvía a tomar el brazo de Melissa para examinar la marca.

La mirada de Cassie volvió a vagar alrededor del sótano del Boathouse, hasta encontrarse con la de Adam y soñó por un momento que pudiesen huir juntos, lejos de todo eso. Pero había algo que se lo impedía.

Ella nunca dejaría a su Círculo desprotegido. Mucho menos huiría del peligro.

-Estos tipos son auténticos, no como Isaac -volvió a hablar Jake, con su cabello dorado brillando bajo la luz de los focos- Son descendientes de un antiguo clan de cazadores. Puedo reconocerlo, deben tener más experiencia.

Adam apretó la mandíbula y sus ojos se tornaron en un intenso azul marino.

-El cazador podría ser cualquiera.

-O cazadores -dijo Diana- Podría haber más de uno.

Dawn Chamberlain se sentó en el sofá al otro lado de su hija y le tomó la mano.

-Tenemos que tener cuidado.

-Así es -asintió Adam, paseándose por la habitación mientras agachaba la cabeza pensativo- Y tenemos que mantenernos unidos. Más que nunca. ¿Entendido?

Se quedó quieto y miró a cada miembro del grupo individualmente. Luego su mirada se posó en Faye, lo que provocó que todos la miraran directamente, y para su sorpresa, ella no hizo comentarios sarcásticos esta vez. Simplemente asintió. Pero esta respuesta fuera de lugar preocupó a Cassie más que si Faye hubiera dejado salir su yo desagradable e inapropiado.

Si Faye estaba asustada, entonces estaban en serios problemas.

-Tendremos que poner reglas -habló Cassie de repente, llamando la atención de todos en el lugar.

-¿Reglas? -preguntó Faye, burlándose de su tono de voz- Danos un descanso, Cassie. No es para tanto.

A la rubia no le molestaban en lo absoluto las palabras de Faye, probablemente porque estaba muy acostumbrada a ellas.

- No es cuestión de juego. Tenemos que hacer todo lo posible para pasar desapercibidos -se puso de pie, se limpió el polvo de las manos y miró directamente a la castaña- No podemos practicar magia en absoluto. Los cazadores buscarán cualquier cosa fuera de lo común para descubrir quiénes somos.

-¿¡Qué!? -Faye se puso de pie con rapidez y le fue encima a Cassie como si fuera a tirarla al suelo- Nuestra magia es el único poder que tenemos. ¿De qué otra manera se supone que derrotaremos a estos tipos si no podemos usar la magia?

La de apellido Blake alzó el mentón, impulsándose sobre los pies, e igualó su mirada con igual ferocidad.

-Los encontramos antes de que ellos nos encuentren -dijo- Así es como los vamos a derrotar.

-Faye -la regañó la señora Chamberlain, acercándose para interponerse entre ella y Cassie- Por una vez en tu vida necesitas obedecer la orden que te da tu líder. Si ella piensa que es lo más seguro, entonces debes hacerlo sin poner peros de por medio.

-¿Acaso no recuerdas lo que esas personas nos hicieron pasar? -esta vez fue Diana quien se acercó, con sus brazos cruzados sobre el pecho- Vas a poner tu magia en espera, porque si no lo haces, estás poniendo en riesgo a todo el grupo. Y no podemos permitir eso.

-Ya cierra el pico, Diana.

-Es un poco inmaduro de tu parte ¿No te parece? Tu mejor amiga acaba de ser marcada y tú solo estás pensando en tí. Típico de un ser tan egoísta.

Adam y Cassie intercambiaron miradas de preocupación.

La cabeza fría de Diana casi nunca solía amenazar a nadie, pero en esos momentos estaba allí parada, una pulgada más alta que Faye, lista para una pelea.

Solo que esta se vió siendo interrumpida por el hijo de Ethan Conant.

-Todo el mundo necesita respirar profundamente y calmarse. No podemos darnos el lujo de pelearnos entre nosotros en este momento.

-No -argumentó Diana, apartando a un lado la mano de mantenimiento de paz del chico- Lo que no podemos permitirnos es que Faye no siga las reglas del Círculo cuando nuestras vidas están en juego.

-Por favor, Faye -Adam prácticamente le rogaba que cooperara- Sin magia. Solo hasta que averigüemos quiénes son los cazadores. ¿Está bien?

-Bien. Dios mío, ustedes son tan aburridos -rezongó la aludida, alzando las manos y poniendo sus ojos en el techo.

Al parecer, habían logrado convencerla, pero solo sabría Dios por cuánto tiempo sería esto.

-Eso no es todo -agregó Kate Meade, caminando hasta posicionarse a un lado de su nieta- También debemos estar atentos a los extranjeros que han venido por la temporada turística. Y a cualquier persona nueva en la ciudad.

Diana miró fijamente a Cassie. No nombró a Scarlett específicamente, pero no tenía por qué hacerlo y ella lo sabía. Esto causó cierta molestia en la rubia al pensar que ni siquiera podría aprovechar la oportunidad de conocer a alguien tan increíble cómo aquella chica, con quién compartía tanto en común.

Acto seguido, Diana señaló hacia Faye.

-Tienes que dejar de perseguir a Max.

La chica abrió los labios para protestar, pero inmediatamente volvió a cerrarlos cuando advirtió la mirada ruda de Melissa en el sofá.

Obviamente, le molestaba que Max no cayera bajo su hechizo como cualquier otro chico en la escuela, y eso la impulsaba a acosarlo todo el tiempo. Pero Diana ahora la estaba haciendo un favor al pobre poniéndole esa regla de por medio.

-¿Eso es todo? -le preguntó a Cassie de mala gana, y ella asintió.

-Por ahora.

La castaña se volvió y ayudó a Melissa a levantarse del sofá para salir juntas de allí. Su falda negra y su cabello fluían detrás de ella como una sombra oscura cuando atravesaron la puerta, seguidas de los demás.

La señora Chamberlain se despidió de Cassie con un ligero apretón en el hombro, y con ella se fueron la abuela Kate y Diana. Quienes lucían exhaustas, casi tanto como angustiadas.

Cassie podía entenderlas a la perfección. Ella misma se sentía así en esos momentos. Su cabeza daba más vueltas que una montaña rusa, y ella no sabía si sería capaz de soportar todo eso por sí sola.

Para su suerte, una mano se cerró en torno a la suya, y ella percibió que su cuerpo se relajaba automáticamente cuando descubrió que la mirada dulce de Adam estaba puesta en ella.

El muchacho la observaba con admiración, y un ligero toque de adoración en su cara. Los ojos azules de Cassie eran como dos océanos en esos instantes, turbios, pero hermosos. Y él no pudo evitar fijarse en como su cabello parecía haber sido tejido con oro bajo la tenue luz que desprendía la lámpara del techo.

-Sé que estás muy preocupada. Te conozco. Pero vamos a estar bien -susurró- Solo necesitamos cuidar de Melissa y estar alertas de cualquier movimiento extraño.

-Eso espero -ella dejó que un profundo suspiro atravesara su garganta- de lo contrario, odiaría que algo realmente malo volviera a ocurrir. Estoy cansada de tantos problemas.

-Creo que lo que necesitas realmente es distraer tu mente en algo bueno.

-Para eso te tengo a tí ¿No? -sonrió, contagiándolo con ese gesto.

Ambos se miraron mutuamente, Adam devolviéndole la misma sincera y luminosa sonrisa que hizo sentir a Cassie como si sus piernas se hubieran convertido en gelatina.

No sabía lo mucho que había echado de menos aquella sonrisa hasta que volvió a verla después de tanto.

-Cassie, me estaba preguntando si... -comenzó a decir, y ella arqueó una ceja, esperando a que continuara.

-¿Qué?

-Me preguntaba si querrías ser mi pareja para el Baile de Halloween -dijo finalmente, y la rubia sintió como su corazón latía ferozmente contra su pecho, amenazando con escapar.

Cierto era que el instituto de Chance Harbor estaría realizando un baile por la Noche de Brujas la próxima semana, pero la mente de Cassie había estado tan perturbada últimamente que ni siquiera tuvo tiempo para pensar en ello.

No obstante, le agradaba la idea de ser ella quien entrara esa noche sujeta del brazo del chico más encantador que había conocido jamás.

-Por supuesto que iré contigo -respondió con otra sonrisa pendiendo de la comisura de sus labios.

Adam pareció emocionarse, pero no dijo nada. Estaba demasiado felíz como para arruinar el momento con sus torpes palabras que probablemente le saldrían atropelladas una vez intentara hablar.

Cassie se inclinó y depositó un fugaz beso en su mejilla para dirigirse a las escaleras, deteniéndose en el descanso solo para mirarlo una última vez antes de marcharse.

Quizás sí tenía oportunidad de recuperarlo después de todo.

Quizás su amor era lo suficientemente fuerte como para volver a construirse por sí solo.

●●●

Cuando Dawn Chamberlain vio a su hija entrar como un huracán descontrolado al interior de su hogar, supo que Faye no se encontraba completamente de acuerdo con la idea de no poder usar su magia.

No sabía en qué momento se había vuelto tan dependiente de ella, pero no le gustaba esto en lo absoluto.

Faye siempre sería Faye, y ella no la quería de otra manera. Pero sí le habría gustado que fuera un poco más comprensiva con la situación que atravesaban ella y sus amigos actualmente.

-Faye... -la llamó antes de que pudiera subir por las escaleras a su habitación, y la adolescente resopló, volteándose sobre sus propios talones para mirarla.

Cuando pasaron unos segundos sin decir o agregar nada, ella levantó sus hombros en señal de desconcierto.

-¿Pasa algo?

-Sé que no te gusta la idea de no poder usar tu magia -comenzó diciendo- pero Cassie y Diana tienen razón, necesitan protegerse unos a otros en estos momentos. Incluso si eso significa dejar tus poderes a un lado.

La vió entornar los ojos con fastidio:

-¿Has terminado? ¿O ya debo sacar el premio al mejor discurso para la madre del año? -cuestionó- ¿Tienes algo más que decir?

-Te amo, Faye -le dijo, acercándose lentamente para acariciar sus hombros- Eres lo único que tengo, y si algo te sucede no sé qué será de mi vida después de eso.

-Podrías cambiar de trabajo. Siempre ayuda.

-Faye.

-Vale, vale. Yo también te quiero -se acercó para darle un efusivo abrazo y luego se separó para irse de allí hacia su habitación. Dejando a la señora Chamberlain con una expresión triste perdida en algún punto de la pared del salón.

Algo en su cabeza le advertía que debía tener cuidado. Que tuviera los ojos muy abiertos en cuanto a su hija, porque al conocerla a la perfección, sabía que algo se traía entre manos.

Y no se equivocaba.

Cuando Faye cerró la puerta con seguro a sus espaldas y se tomó unos segundos para recuperar el aire que había soltado al subir las escaleras, su mirada se posó rápidamente en el Libro de las Sombras que había sobre el escritorio del cuarto.

Su madre se lo había dado luego de que acabaran con John Blackwell y los anteriores cazadores, pensando que le sería de ayuda. Pero la castaña tenía algo más en mente.

Con una sonrisa malévola, se acercó lentamente y comenzó a buscar entre sus páginas hasta llegar a la correcta.

Hechizo para un falso amado.

Sus ojos brillaron con cierta travesura.

Faye Chamberlain nunca perdía delante de ningún chico.








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