The Endless Noise
Seis.
Ese era el número.
Seis Megaversos, completamente desordenados. Dispersos.
Eran un ruido insoportable para aquella entidad. Aquella luna morada apartada del espacio y el tiempo percibía a cada habitante, cada acción, cada conducto, cada suceso, cada existencia dentro y relacionada al Ultraverso como un ruido incesante que no podía evitar.
Ya había sido apartado de la creación, del caos de la creación, cuando aquella mota de luz dorada se había desvanecido por su culpa. El tiempo se había vuelto tan irrelevante que el sujeto había perdido toda pizca de lo que su hermano llamaba "emoción".
Hizo un movimiento con lo que parecía ser un dedo, un movimiento minúsculo y aparentemente insignificante. Un movimiento que, a unos cuantos años luz, causó la destrucción masiva de planetas enteros con ondas de choque las cuales arrasaron con todo lo que había a su paso. Tal destrucción disminuyó de manera efímera aquel ruido, para que segundos después esa disminución vuelva a donde estaba antes. Tanta fue la rapidez que el ruido simplemente no paró de subir, nunca lo hacía.
Cada creación, cada momento, cada nacimiento, todo bastaba para incrementar el ruido sin fin. Él abrió los ojos, sintiendo miles de estrellas volverse polvo espacial en milésimas con su tan simple acción, lo cual repitió el proceso de esa relativa calma tan fugaz. El sujeto miró al vacío en el que flotaba, un vacío en el que había sido encarcelado por sí mismo en busca de callar el sonido, lo cual resultó en otro intento fallido.
Vió alrededor, un alrededor que se extendía en la nada misma, un alrededor donde no pudo encontrar nada más que sí mismo. Eso lo estaba cansando. Eso, y el que no podría callar aquel interminable ruido que no paraba de atormentarlo.
Entonces, pudo escuchar un sonido conocido, el sonido de un grito divino seguido de una explosión que dejó nuevamente aquella calma efímera que no tardó en rellenarse otra vez. La destrucción de un fragmento del espacio-tiempo había creado una brecha dimensional, una brecha que Owari observó de cerca al transportarse luego de sentirla aparecer. Aquella apertura era de un tamaño considerable, innegablemente mucho más grande que él.
- Un intento bastante inútil para llamar la atención de parte de este escritor. - dijo El Fin de Todas las Cosas con desprecio e indiferencia hacia la brecha, solo para luego dejar que una de sus formas (obviamente la luna morada) traspasara aquella apertura dimensional - No quiero que vuelvas a llamarme para saciar tu falta de atención ajena. -
Así, Owari desapareció sin más, a la vez que su otra forma física pasaba los límites establecidos por el Orden Dorado, llegando a un punto donde cualquiera podría interactuar con él.
- Bien... Entonces, cualquiera de ustedes podrá interactuar libremente conmigo en la sección de comentarios... Agh, empiecen rápido. - dijo la más joven de las Antiguas Entidades, aburrido y fastidiado por tener que hacer esto, a lo que se puso a esperar en aquel lugar a que otros le hablen, con la posibilidad de que nunca lo hagan. - No me limito a nada; preguntas, usuarios, personajes. Hagan lo que se les dé la gana, yo responderé. -
Hagamos un trato y ahí puede ser, que lleguemos a algo y vivas otra vez. Soy mucho más neutro de lo que puedo parecer. Te esperaré, aquí estaré.
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