- ¿Dónde estoy? ¿Por qué es todo oscuro?

- Estás en el lugar al que ahora perteneces.

- ¿Y qué lugar es ese?

- El sitio entre la muerte, y el cielo.

- ¿Estoy muerto?

- Sí.

- ¿Y tú quién eres? ¿También has muerto?

- Yo estoy vivo, pero a la vez estoy muerto. No soy Dios ni Belcebú, ni tampoco único.

- Eso no es verdad, todos somos único y especiales, no hay dos personas iguales. ¿Por qué no puedo verte?

- Porque tienes que merecerte el venir conmigo o quedarte aquí.

- ¿Y cómo hago eso?

- Yo te voy a ayudar. Sólo tienes que hablar conmigo.

- ¿Y puedo saber tu nombre?

- Saberlo puedes, pero para no aburrirnos mucho, tendrás que adivinarlo.

- Aish... pero yo soy malo averiguando-. Dijo poniendo un puchero que para la otra persona no pasó desapercibido, ya que él si podía ver al otro.

- Entonces, te iré dando pistas. ¿Te parece mejor así?

El otro sonrió y afirmó un sonoro "Sí", con una sonrisa rectangular que sorprendentemente cautivó a su observador.