6. Min Yoongi
En alguna parte del mundo que todos en ese barco desconocen —exceptuando por el capitán— en algún océano de agua cristalina, en algún continente probablemente la bella Europa, un enorme y resistente barco se movía con lentitud.
La brisa se colaba por su oficina y sacudía los rebeldes cabellos que se asomaban en su frente haciendo alguna que otra cosquilla. El pelirrojo dormía plácidamente sobre su escritorio poco importando que su saliva esté arruinando parte del esencial mapa sobre el que está.
Realmente no lo necesitaba, tantos viajes hicieron que se aprenda de memoria cada una de las islas del mundo.
Una estruendosa risa provocó que se sobresaltara y tomase el mango de su espada lo más rápido posible. Quien sabe, tal vez un barco enemigo se acercó al suyo —aunque realmente era de su padre pero ahora le pertenecía— y buscaba pelea. Duelo que era más que obvio que estaba perdido para el recién llegado pues el joven pirata tenía una temible fama. Ningún pirata jamás se había atrevido a desafiarle, su apellido indicaba que si pensaban en al menos tocarle un solo pelo al pelirrojo, su muerte estaba asegurada.
Salió con velocidad de su pequeña oficina y extendió su espada al frente más que listo para luchar.
—¡Qué mierda Yoongi! —Jin, su mejor aliado y amigo, detuvo su —según Yoongi— molesta risa y alzó sus manos en señal de inocencia al ver la temible espada frente a sus ojos.
Min YoonGi, un joven pirata que había cumplido hace unos meses sus 23 años, bajó su adorada espada guardándola en el mango. No solo había heredado el gran barco resistente de las mil y una batallas de su famoso padre Min MinHo, sino que también la famosa espada que había sido herencia entre los Min y que se había encargado de defender a la perfección a su padre. En el dorado mango se podía observar grabada a detalle la palabra 'Min's'.
Suspiró cansado y a la vez con una pizca de frustración, hubiese sido muy entretenido que algún enemigo haya sido atrevido y quiera intentar siquiera retarlo a un duelo. Quien sabe, tal vez conseguía las riquezas de otro bando.
Porque sí, él había leído varios libros infantiles sobre piratas en donde decía que los de su clase forzaban al perdedor de una batalla a caminar por el tablón y lanzarse hacia el profundo océano con tiburones hambrientos rondando por ahí. Sin embargo, y para la decepción de algunos, esto no era cierto. Por lo general, el perdedor simplemente debía firmar un papel donde declaraba que sus riquezas ahora pertenecían al ganador.
YoonGi tenía una gran herencia pues su padre tenía una gran racha de victorias. Es por eso que no le molestaba en lo absoluto luchar contra algún que otro pirata. Sabía que no iba a morir, bueno, al menos no a causa de unos tiburones, incluso se atrevía a luchar a golpes contra ellos.
Sobó su ceño cansado de las estupideces de su mejor amigo y se sentó en un barril. Alzó su vista para ver al pelimorado y asentir dudoso.
—Adelante, dime. ¿De qué te reías, Seokjin? —el contrario recordó porqué reía y estaba a punto de volver a reír cuando señaló con su dedo índice hacia un costado.
El capitán del barco giró hacia donde su mejor amigo señalaba e intentó no reír ante la escena que tenía frente a sus ojos.
—¿De qué te ríes tú, ah? —un JungKook empapado sacaba el balde —ahora vacío— de su cabeza y miraba a sus dos amigos con el ceño más que fruncido.
Aquel comentario por parte del peligris causó aún más risas de parte de sus amigos provocando que ambos deban tomarse sus barrigas y detenerse de vez en cuando para que el aire vuelva a sus pulmones.
Luego de tres minutos ambos se encontraban calmados e intentando subirle el ánimo al ya-no-empapado-JungKook. Luego de chistes malos por parte de Jin que solo causaban risas en JungKook, el trío se encontraba en la oficina de Min mirando atentos el mapa.
El objetivo era llegar a Francia partiendo desde Corea del Sur. Debían llegar allí para reclamar unas tierras francesas que le pertenecían a la herencia de Min y en cierto punto de los Jeon —familia de JungKook— pues el padre del último nombrado le había salvado el pellejo en alguna que otra situación al padre de YoonGi.
—¿Cómo carajos puedes dormirte sobre el único mapa que tenemos y estar indiferente? Juro que reviviré a tu padre para que te dé una paliza.
Min YoonGi revoleaba sus ojos ante el reclamo del único heredero de los Jeon. Él era un Min, mejor dicho, él era Min YoonGi, podía resolver esta situación.
—JungKook, me sé de memoria todas las rutas. Más de lo que tú sabes las obras de ese Betuler.
—Beethoven —reprimió el más bajo con el ceño fruncido.
—Si, si. Aquel.
El pelirrojo se cruzó de brazos e hizo un ademán con su mano izquierda.
—Confíen en mí, llegaremos a las tierras francesas en...—salió un minuto a sentir la brisa y observar a su alrededor.
Ya confiado de su respuesta, volvió a ingresar a la cabina y asintió.
—En tres días.
Ambos amigos suspiraron cansados pues llevaban viajando más de una semana. La idea de llegar a Francia lo más rápido posible era en lo único que podían pensar, morían de ganas por admirar los tan hermosos paisajes —según lo que les había dicho el padre de Jin quien ha viajado en más de una ocasión con su esposa allí— y obviamente que ninguno de los tres negaban querer visitar alguna que otra famosa taberna a beber la mejor cerveza del lugar y bailar con alguna que otra muchacha.
Cuando estaban a punto de empezar alguna que otra tonta conversación, el marinero Kim NamJoon los interrumpió ingresando algo agitado.
El trío giró a verlo confundido, nadie osaba entrar a la oficina del capitán no si antes golpear la puerta de madera.
—¡C-Capitán! SeungMin está vomitando.
YoonGi abrió grande sus ojos y miró enfurecido al rubio.
—¡Dime que es fuera de mi barco! ¡Dime que no está ensuciando mi adorado viejo piso de vieja madera!
NamJoon tragó saliva nervioso y miró a sus zapatos de cuero roto encontrándolos más entretenidos y a su vez intentando evitar la dura mirada de Min.
—Pues...
Kim SeungMin, definitivamente eres hombre muerto.
☆゜・。。・゜゜・。。・゜★
Al llegar la noche —luego de que YoonGi forzase a SeungMin a limpiar todo rastro de vómito— el trío de amigos junto a algunos marineros se encontraban en ronda sentados en el suelo cenando algún que otro pescado. Cortesía del puerto de Corea.
Solían compartir alguna que otra anécdota, la más tenebrosa solía ganarse un pedazo del mejor pescado —que obviamente comía el capitán— salmón. Muy pocas veces alguien solía ganar, en lo general YoonGi siempre llevaba la victoria pues las historias que compartía con su difunto padre que fueron vividas en carne y huesos son más tenebrosas que cualquier otra.
Desde luchar contra enemigos rodeados de cuatro leones hambrientos a quemar una vela del barco.
YoonGi recordaba a su padre como el mejor. Había aprendido todo de él, desde armar una fogata con palos y piedras, a usar su filosa espada, además de aprender a esconderse en un arbusto cuando jugaban a las escondidas, a tener puntería en el arco y flecha con los ojos vendados.
Se levantó de su lugar siendo vistos por todos pues cuando el capitán dejaba de comer, significaba que el resto también debía hacerlo. Sin embargo, negó e hizo un ademán con sus manos en señal de que podía continuar comiendo.
Se alejó del grupo de marineros, se detuvo frente a una barandilla apoyándose en esta para observar el mar que tenía por delante. Sonrió melancólico recordándose en ese mismo lugar seis años atrás.
Un YoonGi travieso y aventurero de tan solo 17 años cenaba un delicioso pescado, aunque deseaba comer el salmón que su padre dejó por completo en su plato. Su padre se encontraba sobre la barandilla mirando pensativo hacia el océano.
YoonGi frunció el ceño, ¿qué tan egoísta debía ser su padre como para no dejarle comer su salmón si ya no lo tocaría?
Se levantó agradeciendo a sus mayores, caminó hacia su padre y se posicionó a su lado mirando a la misma dirección que su padre.
—¿Por qué no le dejas a tu hijo favorito comer tu salmón, uhm? —alzó sus cejas inquiriendo curioso.
Su padre rio algo grave y negó con la cabeza —¿Y dejarte las cosas fácil? No he escuchado de tu parte alguna anécdota interesante, entonces no lo mereces.
Era injusto, su padre conocía todas sus anécdotas y obviamente ninguna iba a sorprenderle o impactarle.
Su padre se giró a ver a su heredero y puso una mano sobre su hombro.
—Hijo, ¿ves esto? —YoonGi asintió confundido.
—Ciego aún no estoy, puedo apreciar la belleza marina —usó un tono gracioso.
Y tenía razón. Era una belleza marina poder contemplar el agua en la noche siendo reflejada por la luz de las lunas y alguna que otra estrella. Su madre le había dicho hace años que en la noche las estrellas lo guiarían hacia su destino. Que no debía temer si se perdía, simplemente debía confiar en las estrellas y seguir a donde ellas decidían. Sonrió ante el recuerdo de su madre, hace semanas que no la veía debido al tan largo viaje de América a Corea.
—Hablo en serio, YoonGi —el menor bufó en respuesta —Algún día yo no estaré, hijo. Debes defender con honor el título de los Min y nuestra espada.
A YoonGi no le agradaba la idea de un mundo sin sus padres, sin embargo sabía que la muerte era inevitable. Prefería evadir el tema a toda costa.
—Promete que pase lo que pase, guiarás a la tripulación hacia la victoria, ya sabes nuestro lema—fue interrumpido por el adolescente.
—Cualquiera de ellos tiene la capacidad para mandarme a la horca. Lo sé. En cuando logren recuperar la fuerza que nosotros, los Min, les arrebatamos. *
Su padre rio por la inmadurez de su hijo al recitar el famoso lema con aburrimiento, estiró su brazo rodeando los hombros de YoonGi y lo atrajo hacia su cuerpo en un abrazo paternal.
—No lo olvides hijo.
YoonGi asintió sonriendo, jamás lo olvidaría. Ni al absurdo lema ni a su padre.
Sintió una mano en su hombro y se giró viendo que Jeon le otorgaba una sonrisa comprensiva, pues su padre había presenciado ese momento familiar de los Jeon hace un par de años.
El padre de Jungkook, siempre le contaba a su hijo las increíbles hazañas de los Min, tanto el padre como del hijo, es por eso que JungKook sabía varias cosas sobre el pelirrojo. Entre ellos el recuerdo de su padre contándole a Min que debía cuidar a la espada como si fuese su vida y alma antes de que se marche a una batalla de la cual nunca regresó. Nadie sabe su paradero pues los sobrevivientes a la lucha no lo vieron muerto ni vivo, nadie pudo dar respuesta a las desesperadas reclamaciones de YoonGi.
—Noche emotiva, ¿verdad?
YoonGi dejó de observar la imagen de las estrellas siendo reflejadas en el mar para girarse y ver a su mejor amigo sonriendo.
—Sabes qué día es hoy.
—12 de marzo —dijeron a unísono.
—Estamos yendo por buen camino —YoonGi trató de evitar el tema de su padre. Recibió una mirada de confusión por parte del peligris —Lo siento...
Ambos amigos volvieron junto al grupo de marineros que se encargaban de limpiar todo pues ya todos habían terminado su cena. Algunos se encargaban de limpiar el suelo, otros de apagar las calderas, otros simplemente ya se despedían para ir a dormir y otros estaban recostados en el suelo mirando las estrellas.
Realmente el cielo estaba hermoso esa noche.
YoonGi miró a todos y sonrió enternecido al verlos trabajar juntos.
—Vayan a descansar, los siguientes días serán algo pesados.
Todos los marineros asintieron sonriendo y se dirigieron a sus respectivas habitaciones.
—Tú igual, Jeon. Iré enseguida —YoonGi sonrió hacia su mejor amigo quien asintió inseguro pero confío en el menor y se fue sin más.
Min le echó un último vistazo al océano antes de ir dentro de su habitación que compartía junto a los otros marineros para poder dormir en paz.
DATO:
*: Frase dicha en Bart Black (película) por Bart Black quien era un respetable ranchero de California que tiene una vida secreta como un asaltante de diligencias legendarios. Sin embargo, también puede hacer referencia al pirata Bartholomew Roberts, exitoso pirata gáles.
Aquí el siguiente capítulo :D
Cuídense la colita ❤️
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