XXXIV
"La oscuridad tiñe tu cara de rojo, un ardiente fuego invernal es de tono rosa"
El tiempo fluye de maneras extrañas y él lo sabe ahora mismo después de tantos miles de años sus ojos ven algo que no comprende, él cuerpo del Dios ha vuelto a la vida, pero no habla del Dios que gobierna el Duat sino del humano que ha nacido con la imagen del Dios Padre a quien persigue con desesperación, una idea se establece, pero se borra al instante, hasta en el mundo humano su alma renace cargando una enorme responsabilidad en sus hombros.
Ríe estrepitosamente, Amón Ra aun le cubre de la gloria pasada, él fragmento del alma que no volverá a ser la misma nunca más ha nacido como el primogénito del faraón de Egipto.
Alza su báculo, el viento se arremolina Aj, Ba e Ib acuden, le ha encontrado, sin embargo no puede tomarlo, no hay necesidad de seguir así, recuerda lo que Nun, Naunet, Kuk, Kauket, Heh, Hehet, Nia y Niat le han profetizado, ríe con descaro, él mundo sigue igual nada ha pasado, pero lo entiende, hasta un Dios puede verse amenazado ante la acción de otro.
El primero en volver es Ba, Aj mira curioso la tierra basta, no puede evitarlo, la forma, su forma de chacal le hace tener un cierto deje de curiosidad, pero al final accede a volver, solo queda Ib.
Sin forma alguna Ib empieza a hablar —Alguien debe quedarse a vigilarle —afirma, Anubis vuelve a reír, todo le hace gracia el día de hoy, aquella desfachatada advertencia y aquel renacimiento, todo parece risible, pero al final accede, él no tiene nada que hacer aún, no puede matar al niño que será la representación de Ra pronto, puesto que lo sabe, lo percibe en él aire, la muerte acecha esa tierra basta, el faraón morirá en un par de años y él tendrá que gobernar a tan joven edad.
Ib contempla su forma real a sabiendas que ya no lo es ni será, mientras marcha de regreso al desierto.
Comprende el deseo de Osiris, uno que como Anubis completo no pudo ver, pero no puede seguir las ordenes de lo que alguna vez fue él mismo y ahora no lo es.
Anubis no tiene corazón, sucorazón ha sido dejado atrás y parece no importarle, le ha dejado libre vagandocomo el guardián de aquella fallida reencarnaciónde lo que fue alguna vez un Dios.
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