XXVII
"Como un instrumento redondo formado como una fruta, tú jugaste con el dolor y con la alegría, que me tenía y me quitaste el dolor y comodidades ahora puedo amarte porque tú creaste mi corazón"
Cerró la puerta y se dejó caer recargando su espalda en ella, llevo sus manos a su boca, mientras las lágrimas le recorrían, solo fue por unos segundos pero pudo reconocerlo, lo que oculto debajo del manto harapiento que portaba se encontraba, miro el techo tratando de ahogar las lágrimas, los recuerdos persisten, esa primer batalla, aquel encaprichamiento con él que se volvió amor, amor que jamás pudo ser, la persona de la que se había enamorado amaba a alguien más, a alguien que una vez más le arrebataba su futuro de tajo.
El dolor punzante, la opresión en el corazón, el llanto en silencio, un amargo adiós que deseaba no hubiera existido, ¿Quién era él? ¿Qué importaba? ¿Qué derecho tenia de dejar su vida por él? Esa era la diferencia de ambos al amar, aquel auto sacrificio que estaba dispuesto a dar.
Un escalofrió le recorrió, las voces se detuvieron, escucho los pasos acercándose hacia la puerta, no dijo palabra alguna, entendiendo el lenguaje sin palabras, se levantó y abrió la puerta, aun en su atuendo roído y deslavado, oculto bajo la capucha, solo oscuridad se podía observar y aun así reconocía el rostro confidencial dentro de ella porque era el mismo que el de la persona de la cual se había enamorado ella.
Vio las ropas en el piso, pero él ya no estaba, fue por ellas y en el silencio de ambos las abrazo, un último recuerdo de lo que había perdido.
Escucho sus pasos acercándose, giro su rostro para mirarlo, el conflicto en ella nació, una parte de ella quería odiarle, pero no podía ¿Eran lo mismo después de todo no?
—Deja de llorar humana —hablo secamente— lo que se extinguió hace unos segundos desde lunas atrás debió hacerlo, tu pena es solo el reflejo de la desilusión, el destino ha sido cruel te has enamorado de un ladrón, una existencia vaga que tomo una extraña forma entre las ondas del tiempo tergiversadas —solo frunció el ceño mientras le miraba con enojo— si vas a odiarme hazlo, pero que la pena de un amor no correspondido no te arrastre a ello —avanzo dejándola de lado— pronto Sekhait vendrá a ti con el niño que debió nacer en esta época —dijo sin más antes de desvanecerse como el viento, sin dejar rastro alguno de que alguna vez estuvo ahí.
Nuevamente la luna llena estaba presente, una vez más era testigo de la tragedia que se volvía a repetir y entre la bifurcación del espacio y tiempo mientras algunos dormían, otros pasaban la noche en vela, algunos lloraban, y otros más soñaban con el futuro que vendría, el juicio de un alma era llevado a cabo.
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