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XXIV

"No me olvides canción de lamento, suspiros como perlas ensartadas forma un collar de la marea alta,
a medida que se acercan y parten nuestras voces son como olas que no regresan"


Miro desde su balcón la silueta de su primo, el Sumo Sacerdote Seth, una sonrisa de lado se instaló en sus labios al recordar cómo días después de su regreso al mundo de sus memorias Seto Kaiba había llegado a él.

Ese hombre era testarudo, lo sabía a creces, pero él seguirlo dejando todo lo que trabajo por años como si nada le conmociono al igual que le hacía gracia pues conocía el motivo, era aquel ego dañado lo que le había instado a perseguirle hasta más allá de su propio mundo.

De pronto su sonrisa se esfumo al recordar como aquella idea persistía, aquella que le decía que tal vez podría volver junto a él, el CEO de Kaiba Corps había construido un invento que reconocía como la cimentación de un futuro revolucionario en su mundo, por ello cuando el duelo finalizo dejándolo como Ganador pensó en pedirle que le llevase, pero como la idea vino tan rápido se esfumo, aquel con quien se había enfrentado no era Seto, no en su totalidad, solo era parte de su alma que había transcendido, miro el cielo azul, ¿Qué habrá pensado Kisara sobre su actuar?

Recostó su cabeza entre sus hombros, sentía el tiempo transcurrir lentamente como el andar de las nubes movidas por la brisa en el cielo, no había pasado nada desde aquella ocasión, y pensó que eso seguiría hasta que al fin aquella vida llegase a su fin y fuese acogido por Ma'at pero no fue así, no cuando escucho su voz a un lado.

—Esto es aburrido, ¿Es todo lo que haces en este mundo? ¿Ver y nada más?

Dejo su posición, aquella voz era inconfundible, no podría haber otra igual, no en ese mundo ¿O sí? Se giró para ver a aquel joven, el mismo cabello y ropa, aquel mismo rompecabezas en su cuello junto con esa mirada penetrante, no cabía duda, no para él.

—Tú eres...

—Tu —respondió sin mirarle, no quería verlo, eran lo mismo no obstante había una diferencia importante, aquel otro yo se había robado el corazón del chico a quien amo, aunque desde un principio debía amar al Yugi de su mundo— Pero... ¿Qué? —frunció el ceño al sentir su mejilla palpada por su otro yo.

—Eres real.

—Lo soy.

—¿Pero cómo?

—No lo sé —le miro— solo, cuando mi compañero —torció el gesto, no había amado a ese Yugi Mutou, pero al menos reconocía el daño que le había hecho, aun ahora le costaba llamarlo así, ambos habían pecado en contra del otro de la peor forma, se habían enamorado de otra persona que no fuese el otro, al final suspiro— él gano el duelo ceremonial y al final llegue aquí, no sé qué es este lugar pero al decir que soy real ¿Puedo pensar que los demás... toda esa gente no lo es?

—Así es, solo son recuerdos de mis... —se detuvo— de nuestras memorias —y ante aquello el silencio se estaciono, aun no confiaba en lo que sus ojos le mostraban.

—No sé qué está pasando, pero creo que nuestra reunión significa algo.

—¿Un designio de los Dioses?

No respondió solo miro hacia el frente sin decir palabra alguna, al fin Atem comprendió aquel sentimiento de verse ignorado, ¿Era tan serio y arisco como esa versión suya le hacía ver?

—Conocí a tu Yugi —hablo y ante aquella revelación no hubo palabras que pudiera decir— me enamore de él —nuevamente se quedó en silencio, no podía odiarlo él también se había enamorado del chico, aunque nunca lo admitió.

Una corriente de aire removió ambas cabelleras y entre el silencio se hicieron compañía.

『』

—¿Entonces él salió con Anzu? ¿Acaso tú no sentiste...?

—¿Celos? —completo a su otro yo como si nada, él solo le miro— un poco, ambos son iguales, pero aun así son diferentes ¿Sabes?

—Aun no comprendo porque él se vio inmerso en eso —hablo aunque esta esta vez no hubo respuesta, ya la conocía, ya le había dicho la verdad de como todo había acontecido en aquel mundo donde existía otro Yugi y otra versión suya que había llegado ya hace 59 lunas, y es que con su llegada pensó haberse vuelto loco imaginando que tal vez aquello podría pasar con tanto tiempo que había pasado en aquel mundo de recuerdos como había nombrado aunque realmente no sabía dónde estaba puesto que las revelaciones de aquellas otras dimensiones y mundos por parte de su otro yo le habían hecho dudar, pero ahora lo que le mantenía con el ceño fruncido fue el saber que a pesar del aprieto en que su compañero estaba no se había percatado de que él se había esfumado, ¿Por qué aquella vez sí y en esta ocasión no? ¿Qué era diferente? Pensó en el rompecabezas, pero si ese fuese el motivo entonces aquel vínculo que se enorgullecía tener con el chico ¿Solo se debía por el artefacto? Sabía que el rompecabezas del Milenio les confería ciertas habilidades, pero no quería, se negaba en creer que todo aquel vínculo se debía solo a ello.

—Atem —le llamo y se sintió tan extraño al nombrarle, ambos eran Atem, pero al mismo tiempo no lo eran —¿Crees que le volvamos a ver?

—No lo sé, pero eso deseo —admitió, no sabía si alguna vez podrían verse de nuevo, además si eso pasaba ¿Podrían reconocerse? ¿Tendrían la misma apariencia? Puesto que lo sabía, en su época Yugi no existía, sin embargo aquel chico había nacido cinco mil años después para ayudarle a encontrar el descanso eterno, ¿Cómo aquel chico que nunca conoció estaba destinado a servir a ayudarle? Aún más ¿Por qué ambos tenían la misma apariencia?, Yugi no era su reencarnación, sin embargo, tenía su misma imagen.

—Supongo que solo resta esperar y que los dioses decidan —rio su otro yo— pero, aunque los dioses negaran nuestro reencuentro quisiera verle una vez más para darle lo que debió ser suyo desde un principio —se recostó en los mullidos cojines.

Atem le miro intrigado, ¿Podría referirse a lo que alguna vez cruzo en su mente, pero no se atrevió? Se levantó de su cómodo asiento para ir frente a él.

—Dime —dijo sin verle, en sus labios una sonrisa altiva se hacía denotar.

—Tú, en el duelo ceremonial...

—Le bese —termino la oración, odiaba aquella parte de Atem, de su otro yo, aquella tan estoica y casta, y al mismo tiempo cobarde, él estuvo con el chico que amo a pesar de solo estar un corto periodo con él cayo rendido y aun así no lo aprovecho, sin lugar a dudas no lo comprendía ¿Realmente llego a amar a su compañero? Abrió sus ojos para ver sus mejillas sonrojadas, entonces lo comprendió, aquel sentimiento que estaba reacio a dejar salir, y por primera vez sintió lastima por aquel faraón— le bese porque antes del duelo le dije al otro Yugi que quería pedirle un favor —se apoyó de sus codos para levantarse— le dije, "cuando le vuelvas a ver por favor dale lo mismo que te daré al finalizar el duelo ceremonial" se lo pensó unos segundos —rio, su Yugi era desconfiado por naturaleza y más ortodoxo— pero al final él accedió.

Miro la expresión de Atem, la duda estacionada en él junto con la perplejidad instalada, se alzó hacia al frente y con ambas manos tomo su rostro depositando el beso que alguna vez dio.

Unos segundos después le soltó, miro el cielo brillar, había luna llena.

—¡¿Pero qué?! —fue lo que exclamo mientras se apartaba con la mejillas sonrojadas.

—De nada —fue lo único que le contesto.

—¿Ha? ¿Cómo que de nada? ¿Por qué? —pedía una explicación.

—Es lo más cercano que tendrás a besar a Yugi, —dijo sin mirarle— que tu hayas sido cobarde no es mi problema.

Atem salió de la habitación, el portazo resonó, miro la luna por la venta de enfrente, aquella misma que alguna vez miro junto con su compañero.

Lo sabía bien aquella noche no podría dormir bien aunque realmente no lo necesitaba.

『』

"Atem" le escucho llamarle, entre los almohadones se removió, "Atem" escucho de nuevo, aquella voz familiar si era un sueño o no quería seguir escuchándola, temía abrir los ojos y ver que no estaba ahí, pero su toque le hizo abrir los ojos para descubrir lo que más temía, aquel tacto cálido que añoraba y que logro sentir por unos instantes ya no existía, no había nadie.

—Debemos irnos —le escucho, su mirada se posó en él, junto Ma'at estaba esperando, el Juicio había empezado.

『』

El palacio dorado, entre las luces de las antorchas, el olor a incienso y frente a ellos la báscula, miro hacia a su otro yo, de pronto Ma'at alzo su mano, de entre las paredes un Kuriboh alado salía volando, se colocó encima de ambos, sintieron aquella sensación, el polvo dorado, aquel fragmento que sintieron retirarse, se miraron, le vio transparente, sintió su ser dentro del suyo, ya solo quedaba uno, Kuriboh alado quien había vuelto al pie de su amo al ver la mirada de este voló hacia el joven faraón, traspasando su pecho y regresando al frente se colocó en una de las bandejas de la balanza, aquel color blanco que era su tono original seguía intacto, Ma'at lo sabía el color café de Kuriboh era por los pecados del corazón humano, aun así tomo su pluma y la coloco en el otro extremo.

La sentencia había sido hecha.

—Reencarnación.







Ma'at* símbolo de la verdad, la justicia y la armonía cósmica.

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