XLV
"Algún día, por el bien de alguien más tú querrás desear aquel poder ¿verdad?
En la noche el amor captura tu corazón y nacerán palabras desconocidas..."
Los gorros han sido lanzados al aire mientras porta la toga junto con sus compañeros, ha recibido un mensaje de texto de su madre felicitándolo, ella ha dicho que estará algo ocupada por asuntos del trabajo, pero reconoce la mentira, sabe que planea una fiesta sorpresa para él, y eso lo sabe porque le conoce además a sus dos tíos se les ha soltado la lengua después de invitarle a beber un par de tragos ayer como pre celebración.
Un deportivo rojo se estaciona, de él sale una mujer de largas piernas, pelo corto castaño, los lentes negros los hace de lado para después sonreír. Trae una falda negra hasta la rodilla, una blusa amarilla sin manga.
Duda por un momento si es ella, pero al ver como se acerca a su persona comprende que si, efectivamente es ella, los años han pasado aun así mantiene aquella expresión vivaz, la ha visto en fotografías y hasta encontró una donde sus más allegados estaban con ella y lo que alguna vez fue la última imagen de Yugi Mutou.
Una sonrisa se esboza en su rostro y se le es contagiada enseguida aunque menos expresiva, le toma del brazo y le lleva hacia el auto.
—Así que al fin te has graduado —dice mientras alza el espejo del retrovisor, él afirma, ella no puede evitar soltar una pequeña risa, lo cierto es que se siente lamentable.
Tantos años que ha estado evitando el reencuentro con sus amigos por miedo de verle a él, Atem estaba de vuelta y seguía igual de joven que como le recordaba en cambio ella ya estaba en sus treinta, pero lo que más le hería era la perdida que no podía evitar sentir.
Yugi se había ido y había regresado Atem, se vio a si misma llorando en el duelo ceremonial, el cómo había sucumbido ante la tristeza del amante que nunca tuvo y ahora que le tenía de regreso ¿Qué podía hacer?
Cuando supo que Atem había vuelto el miedo se instaló en ella, por 16 años huyo del reencuentro a sabiendas que su corazón aún seguía latiendo por él.
Pero debía de afrontar la realidad, siendo que ya era demasiado tarde para hacer algo, los dos hombres que más quiso y que por su inmadurez había perdido ya no estaban.
Aquel Atem no era el espíritu que amo alguna vez, aunque fuese su reencarnación y Yugi su mejor amigo le había demostrado el amor puro que había tenido hacia él y como siempre su valor como sagacidad, ¿Morir por su amado? Ese era el amor del cual carecía, alguna vez amo a Atem, pero reconocía que el amor de Yugi y el suyo diferían, ella no hubiera dado la vida por Atem puesto que su necesidad hacia él le hacía egoísta como para querer dejarle ir, miro su sortija, el brillo en ella, solo debía ser la distracción mientras Rebeca terminaba los preparativos de la fiesta que harían por la graduación de Atem.
Miro el cielo, era hora de seguir adelante. Era hora de decirle adiós a su viejo amor de adolescente.
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