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XVI : 4 Elementos

Debes darle una forma Minari, el color llegará después, visualiza como es cada uno, asocialo a una emoción y lo tendrás. — Decía Nayeon entre susurros al oído de la rubia con quien se encontraba en medio del laberinto de flores, practicando su rastreo de magia.

Un suspiro salió de los labios de Mina quien por enésima vez cerraba sus ojos tratando de concentrarse en las palabras de su hermana.

Apenas había salido el sol aquel día, y había despertado a la pelinegra para que iniciaran sus entrenamientos, por lo que allí estaba, tratando de ordenar sus pensamientos dejando su mente en blanco como esta le había aconcejado para lograrlo.

Ella no era de las que se rendían con facilidad pero quizá si tenía la fórmula correcta entonces podría evitar pasar por aquella frustración. — ¿Como lo haces tú? — Preguntó mirando a la mayor con ojos suplicantes. — Explicamelo de ese modo, pues así no funcionará. — Y su puchero no pudo faltar.

Se veía adorable y lo sabía, la misma Nayeon estaba segura de que sólo lo hacia para convencerla de lo que quería, pero sabiendo que no tendría el resultado que deseaba, rodó los ojos chasqueando su lengua para luego pararse frente a ella.

Tampoco si lo haces a mi modo. — Contó viendo la expresión incrédula con la que la miró la rubia, pero ni siquiera de ese modo dejaba de verse adorable por lo que la mayor solo miró a un lado soltando un profundo suspiro mientras se pasaba la mano por el cabello. — Es diferente para ambas ¿Entiendes? Tenías razón al decir que no somos del todo iguales. — Admitió haciendo un gran esfuerzo por ello, no era sencillo admitir aquello ante alguien y mucho menos ante Mina, la más feliz de escucharlo.

Mina hizo una mueca y su puchero pasó a ser una línea recta en cuestión de segundos. — ¿Y como estás tan segura? — Cuestionó, y si de algo tenía la certeza Nayeon, era de que cuando a la rubia se le metía algo en la cabeza no había forma de que lo dejara pasar sin resolverlo, algo admirable cuando no le tocaba a ella ser de quien la ojimiel desconfiara, justo como en aquel momento. — No lo hemos intentado. — Se cruzó de brazos dandose la vuelta dispuesta a marcharse creyendo que la pelinegra no deseaba enseñarle correctamente, olvidando por completo que de haber sido así, su poder se lo habría advertido.

Y como Nayeon conocía aquellas escenas, típicas de los berrinches de su hermanita, tomó su brazo, obligándola a voltearse, tomando sus hombros para mirarla fijamente. — No se trata de eso Minari, es solo que nuestra naturaleza esta guiada por distintos principios ¿Entiendes? — Señaló con la frustración que tener a la desconfiada rubia frente a ella le generaba. — Tu madre es la Generosidad, y yo sólo tengo dos padres, muy insaciables por cierto. — Explicó, y a pesar de que su tono se volvió más engreído al final, se alegró cuando la expresión de la contraria se relajó, dejando a la vista un pequeño atisbo de sonrisa asomarse en su boca.

¿Y en serio lo estas presumiendo justo ahora? — Preguntó con una ceja elevada alejándose de su agarre para caminar un par de metros lejos de ella tratando de concentrarse e intentarlo de nuevo.

Una amplia sonrisa divertida creció en el rostro de la mayor que humedeció su labio inferior al tener una vista completa de la figura de su hermana frente a ella. — Nada de eso, mejor sigamos, estoy disfrutando de la vista.

Lo sé. — Rió Mina sonriendo coqueta, retomando su tarea de concentración notando como poco a poco, su enfuerzo empezaba a dar los resultados que deseaba.

Y mientras tanto, Nayeon que la miraba orgullosa, subió su mirada encontrandose directamente con una intensa mirada azul que la hizo sonreír más, una mirada que la hizo ampliar su sonrisa y regalarle un guiño a la dueña, quien solo negó pero no pudo ocultar su sonrisa por su acción.

Sana estaba muy comoda en su cama, aún era temprano la mañana de aquel día que parecía sería hermoso, pero no tenía ganas de abandonar la comodidad de sus sabanas de seda, aunque hubiera preferido que Momo despertara a su lado, o despertarla de una forma bastante placentera, sin embargo, la rubia mayor por alguna razón que no explicó, salió de su cama aquella madrugada dejándola sin el gratificante calor que su cuerpo le brindaba.

Ser hija del señor de la Lujuria y tener su naturaleza de vuelta, tan insaciable como siempre le hacía muy feliz, aunque seguía asustada con los acontecimientos de los últimos días y las emociones que su hermana más cercana le hacía sentir, mas trataba de no pensar demasiado en ello, pasando sus días disfrutando del placer como siempre.

Y no era extraño que alguna de sus hermanas buscara su compañía directamente en su habitación, después de todo, ella era la hija de la Lujuria, lo que no era habitual era que la intrusa de su habitación no estuviera a su lado en su cama, y mucho menos que se encontrara parada en su ventana con la atención en algo que no era ella.

¿Chewy? — Llamó con la voz algo adormilada, pero la nombrada la escuchó perfectamente pues se volteo en su dirección sonriendole levemente, cerrando las cortinas antes de transportarse a su lado, sentandose justo frente a ella. — ¿Que haces aquí? — Preguntó restregando su ojo, regalandole una visión demasiado adorable a la castaña.

Necesito un consejo Sana Unnie. — Habló la menor por primer vez, y la expresión de asombro de la pelirrosa cambió a una mezcla de sorpresa y confusión mientras sentía que el sueño abandonaba definitivamente su sistema, aunque este no fuera más que un simple hábito adquirido con los siglos.

¿Un consejo? — Preguntó mirando como la menor asentía sin dejar de sonreirle. — ¿De que? — Volvió a preguntar, realmente estaba confundida pues sino se trataba de placer, dudaba mucho que ella pudiera ayudar a la menor con cualquier duda cuando ella misma aún luchaba con las suyas propias.

Una de las manos de Tzuyu se dirigió a su cabello siguiendo los movimientos que esta hacía con su mirada, dejando una caricia bastante gentil en este para después bajar a su mejilla y alejarse, mirándola como si no hubiera algo más hermoso que ella en la creación, tan intensamente que Sana no pudo evitar sonrojarse, algo realmente inusual en la hija del deseo.

Pero fue la misma Tzuyu quien la sacó de su estado. — ¿Como sabes que llegaste a tu limite? — Y si segundos antes se encontraba confundida, ahora el rostro de Sana era de desconcierto total.

¿Que si le pareció extraño? Si ¿Que si no le encontró sentido a su pregunta? También, pero su vergüenza fue definitivamente mucho mayor que la conmoción que aquello le causó.

Y no por la pregunta, sino porque en verdad aquella palabra era una de las que no tenía idea de lo que significaban, en toda su existencia jamás había necesitado o respetado algun tipo de límite. — ¿Y eso que es? — Preguntó mirando con una adorable mueca a la morena, que al no obtener la respuesta que buscaba bufó levantándose de la cama con la misma rapidez había llegado a esta.

Ahg. — Se quejó caminando de un lado a otro de la habitacion pasandose las manos por su cabello, hasta que la mayor reaccionó y llegó a ella tomando su rostro entre sus manos para detenerla.

— ¿Que es lo que deseas saber exactamente pequeña Tzu? — Le preguntó suavemente tratando de leerla, notando como por primera vez, después de tantos siglos, los ojos de la morena habían cambiado de color, pero no cualquiera, se trataba del color más hermoso que los ojos de la pelirrosa y ninguno de sus hermanos había visto jamás, sus ojos violeta, una cualidad que sólo la morena poseía y que podía significar muchas cosas, aunque no estaba segura de si en aquel momento eran del todo buenas.

Es que... No se que hacer. — Confesó la menor. — Estoy muy confundida. — Murmuró robándole el aliento a la contraria cuando posó sus ojos en ella, sintiendo como los pulgares ajenos acariciaban sus mejilas. — Debería solo irme y olvidar esto. — Bramó sin que el color de sus ojos se viera afectado, parecía que no lo había notado, y si lo hizo no había echo nada por cambiarlo. — Lamento haberte despertado. — Hizo ademán de alejarse de ella pero la mayor no se lo permitió.

Sana sintió como su muñeca fue rodeada por sus finos dedos y una incómoda y amarga sensación se apoderó de ella al ver como a pesar del hermoso color de sus orbes, parecía que una profunda tristeza se había alojado en su mirada, en su alma misma.

Ella no era la mejor consolando a sus hermanos, al menos no del mismo modo que Mina con una de sus caricias, o Nayeon con un atizbo de su magia, ni siquiera como Jihyo y su eterna capacidad de hacerlos olvidar el universo con sus atenciones, pero tenía una forma que nunca le había fallado.

Sus besos capaces de invadir de paz, placer y felicidad a cualquiera.

Hey espera un poco. — Con su mano libre rodeó la perfecta cintura de la castaña volviendo a llevar la mano que acariciaba la mejilla de la menor a su rostro, tomando su mentón para que esta la mirara y se diera cuenta de la sonrisa cargada de picardía y cariño que le regalaba. — No pensarás irte sin darle un beso a tu hermana más sexy ¿Verdad? — Preguntó rodeando su cuello con ambos brazos al sentir como las manos de la morena bajaban hasta su cintura y una acariciaba su espalda semidesnuda.

— Por supuesto que no Unnie. — Respondió olvidandose de lo que estaba agobiando su mente momentos antes, gracias al apasionado beso que su Unnie le estaba ofrenciendo, tomando y quedandose con toda la paz, el placer y la felicidad que aunque fuera efímera, era lo mejor para su enredada mente en aquel momento.

¿Vienes por más? — Preguntó un sonriente Hoseok al ver aquella castaña a su lado con el ceño fruncido y la mirada llena de sentimientos nada amables. — Porque no creo que estes lista. — Había notado las heridas que permanecían en su piel por lo que se volteó dandole la espalda con indiferencia y caminar hasta frente a la chimenea, su lugar seguro, su lugar favorito.

— ¿Como lo hiciste? — Preguntó Seulgi ignorando su pregunta anterior, incluso su sonrisa burlona y su mirada juguetona. — Nunca te notamos cerca de nosotros, no tenías forma de saber sobre nuestra misión, y mucho menos de... ¿Como lo descubriste? — Cuestionó mientras el peligris sonreía sin mostrar sus dientes dirigiendo su mirada al fuego a su lado.

Un sonoró suspiro salió de sus labios y pasaron algunos segundos para que se volviera hacía ella. — No necesito aplicar sus metodos para saber lo que deseo, pero... — La miró dispuesto a contarle a alguien con quien no compartía algún vínculo como era que siempre lograba enterarse de los secretos de quienes lo rodeaban. — ¿Te gustan las historias? — Seulgi lo miró sin entender ladeando su rostro cuando este le ofreció tomar asiento frente a él, a lo que accedió dudosa.

— ¿Te parezco alguien a quien le gusten las historias? — Dijo ella en respuesta. Se notaba que había una enorme desconfianza y mucha tensión entre ambos, pero también había curiosidad de parte de la chica, y después de lo sucedido el dia anterior entre él y la lider del escuadrón Hoseok consideró que era justo que compartiera al menos uno de sus secretos con ellas.

No realmente, y honestamente también las odio. — Contó haciendo una mueca apartando su mirada de la ajena otra vez. — Quiza eso te de una idea de lo ridícula que me pareció su llegada a esta casa, y mucho más la estupidez del destino del que nuestros padres tanto hablaban. —  Sonrió negando. — Ni siquiera se a quien trataban de engañar con eso, aunque bueno, ya te habrás dado cuenta de que todos caímos.

— ¿Y porque crees que eso me importa? Lo que quiero saber es...

Lo que quieres saber lo conoceras si no me interrumpes linda. — La detuvo levantando su mano y aunque a la castaña le molesto ser tratada de ese modo, guardo silencio. — Como ya habras comprobado, el fuego es mi elemento ¿No? — La chica casi se marcha al ver la forma burlona en la que sonreía pero se contuvo, recordando cual era su principal objetivo, aunque parecía dificíl con el peligris burlandose de ella cada dos segundos. — Bueno, desde el momento que entendí su ilimitado poder, también descubrí su importancia en nuestra existencia.

— El fuego es uno de los cuatro elementos creadores, por supuesto que es importante. — Comentó Seulgi con obviedad.

Creadores y destructores, linda. — Apoyó el chico. — Tan esencial para la vida y la muerte, que todos tienen una llama dentro de si, aunque lo ignoren.

La morena parpadeó repetidamente mirándolo incrédula. — ¿Fuego interior? ¿Es eso lo que quieres decir?

— Touché. — Celebró Hoseok sonriendo ampliamente. — El fuego interior capaz de dar vida a los más hermosos sentimientos de alguien, y de destruirlos, nutriendo todo aquello que representa el dolor, la oscuridad y la muerte. — Explicó sin apartar su mirada de la suya.

Seulgi notó como su mirada destelló por breves segundos en un color carmesí que la hizo estremecerse al recordar como en su episodio en el laberinto brillaban del mismo modo mientras su cuerpo ardía. — ¿Eso que significa?

— Lo mucho que la llama de una persona puede decir sobre ella, linda. — Explicó sonriendo de lado sin que sus dientes quedaran a la vista, y esta vez, sus ojos si que adquirieron aquel tono rojizo que hizo que la castaña tragara con dificultad. — Jihyo lo llama AURA, Nayeon lo llama MAGIA, incluso Mina lo llama EMOCIÓN. — Una media sonrisa creció en su rostro mientras negaba despacio. — Pero nosotros preferimos llamarlo fuego interior.

— ¿Nosotros? — Preguntó mirandoló confusa.

La más cercana de mis hermanas, linda. — Dijo. — Dahyunnie, ella es incapaz de ver la maldad de todos, solo para no salir herida. — Un dato que no pasó desapercibido por la morena fue la forma en la que sus ojos cambiaron a aquel brillante color grisáceo con la simple mensión de su hermana. — Pero yo no. — Su sonrisa de suficiencia sustituyó aquella expresión y color de sus ojos, dejando a la vista aquel carmesí tan aterrador para la castaña. — Siempre he preferido ver las cosas tal como son.

— Sigo sin entenderte niño. — La morena se cruzó de brazos frunciendo el ceño al sentir la mirada de este sobre ella, parecía que solo se burlaba de ella y empezaba a perder la paciencia. — ¿A donde quieres llegar eh?

El fuego de la chimenea se avivó en el momento que Hoseok se puso de pie y movió sus manos frente a aquella llama, Seulgi creyó que lo controlaba, y en efecto, lo hacía. — Es simple, la llama de su interior y todos los misterios que la conformaban fue quien me permitió saber esto, ella me permitió leerlas, linda. — Contó. — Aunque intenten evitarlo, y aunque traten de controlarlo, no pueden contra eso, y en consecuencia, contra mi.

— ¿Es una especie de broma no? — El sarcasmo se notó en su tono de voz y fue suficientemente marcado para que el chico volteara a verla con una expresión de incredulidad que la dejó perpleja. — Nada de lo que dices tiene sentido, y yo no estoy para tus juegos.

— ¿Tan pronto lo olvidaste entonces? — Rió el peligris caminando hasta ella para pararse a sus espaldas, tomando sus hombros, susurrando en su oído. — La forma en la que tu cuerpo era invadido por ese intenso calor, tan ardiente como el mismo sol, robándote el aliento, haciendote sentir viva mientras te llevaba dulcemente por el camino de la muerte.

Sulgi no sabía como pero a medida que el chico hablaba podía sentir como cada sensación que experimentó en el laberinto volvia a invadir su cuerpo, hasta que su respiracion empezó a fallar y salio de su trance. — ¡Basta! — Gritó cubriendo sus oídos con fuerza levantandose de golpe para alejarse del peligris y su voz susurrante y cargada de malicia.

— ¿Sigues creyendo que es un juego? Pues ahí tienes tu respuesta linda. — Rió Hoseok viendola negar antes de marcharse de la habitación.

Un suspiro salió de sus labios y vovió a su asiento jugando con la chispa que se escapó de la chimenea, flotando hasta su mano y enredandose en sus finos dedos donde después de volverse parte de ellos se extendió por su palma hasta exinguirse en esta. — Y ahora, a esperar lo que tanto han temido todos. — Sonrió. — El inevitable descontrol de una naturaleza.

Después de muchos intentos, Mina finalmente había logrado controlar sus poderes sobre la magia, siguiendo cada concejo de la pelinegra que justo como le explicó, su forma de ejecutarlo era diferente, y una vez combinó sus poderes de control de emociones con los de magia, el resultado fue como una puerta abierta a un nuevo mundo, uno al que se adentró sin dudarlo para segundos después darle un gran abrazo a su hermana.

¡Lo logré Nayeonnie! ¡Realmente lo logré! — Celebró colgada del cuello de la ojigris que rió rodeando su cintura antes de que esta la soltara mirandola con una indescriptible felicidad en sus ojos.

Por supuesto que lo lograrías, nunca dudé de mis habilidades como maestra. — Se jactó la mayor sonriendo de forma arrogante.

¿Pero que dices? Yo hice todo, además siempre logro lo que me propongo. — Una hermosa y engreída sonrisa se dibujó en su rostro mientras se giraba para volver a usar su nuevos poderes, creando hermosas combinaciones de colores en el aire atractivos para la vista de cualquiera, pero no para la pelinegra.

Nayeon, que se había dedicado a admirarla sin perder detalle de ninguno de sus movimientos, hipnotizada por la forma en la que aquel vestido tan blanco como la nieve la hacía brillar bajo los rayos del sol que las iluminaban. Era como si su resplandeciente luz natural unida a aquel angelical atuendo, no hicieran mas que atraparla y dejarla sin opción de escapar.

Mina era como una hermosa y brillante pieza de las que tanto amaba, con un brillo que ninguna sombra era capaz de apagar, con una belleza capaz de dominar a quien se propusiera, con la pureza de su magia llenando cada lugar al que llegaba y cada cosa que tocada, aunque claro eso era lo que sus ojos veían.

Una hermosa escena que se vio interrumpida cuando alguien, a quien por alguna razón no le sorprendía ver allí, apareció a su lado. — No me digas que también terminaste a sus pies, eso si que nunca lo esperé de ti mi reina. — Rió la peliplata juntando sus manos en su espalda, luciendo uno de sus trajes de principe mortal, de los que tanto disfrutaba ver la mayor y la propia Mina, pero en aquel momento estaba lejos de prestarle atención a ello.

Por el momento.

Nayeon rio sin gracia cruzandose de brazos sin apartar su mirada de la concentrada rubia frente a ellas. — Como si fuera posible tal cosa Jeongyeon, sabes que eso ni siquiera esta en consideración. — Dijo con arrogancia aunque una seña de parte de la menor de las tres para que hiciera silencio y que obedeció sin rechistar, la contradijo por completo.

Lo sabía. — Celebró la ojiazul sonriendo triunfal, y sinceramente no le sorprendia en absoluto el que la menor tuviera aquel poder sobre su hermana, ella misma era debil por la rubia.

Sin embargo el orgullo de la pelinegra era mas fuerte y por supuesto que no se dejaría llamar débil por Jeong, que de seguro luego querría molestar con eso. — Eso no prueba nada. — Bramó apartando su mirada de la rubia al fin, maldiciendo por lo bajo.

Estas conciente de que estoy justo a tu lado y vi eso ¿Verdad? — Jeongyeon rió bastante divertida al notar lo sencillo que había sido encontrar algo con lo que molestar a la mayor por una vez en siglos, quien lo diría.

— Deja de decir tonterias. — Ordenó encarandola bastante decidida mientras Jeong solo la veía sin dejar de sonreír divertida, y sin moverse ni un centimetro de su posición. — Esto no prueba nada, soy perfectamente capaz de rechazarla si lo deseo. — Su dedo indice toco un par de veces el hombro de la mas alta que solo levantó una de sus cejas escuchando sus gritos susurrantes, no quería interrumpir las acciones de Mina que estaba absorta en los espirales de luz que la rodeaban, pero no tuvo mucho exito.

¡Dejen de pelear! — Habló la rubia volteandose a mirarlas con una expresión neutral en su rostro. — ¿Que les pasa a las dos? — Cuestionó mirandolas una a la vez, mientras las mayores se volvian hacia ella antes de mirarse de nuevo.

Bastante sutil de tu parte Nayeon. — Molestó la pelicorto alejando su dedo de su hombro antes de dar un paso atras, iba a hacer otro comentario para seguir molestando a la mayor pero la mano de esta la interrumpió.

Jeongyeon por favor... — Pidió dejando a la peliplata sorprendida, Nayeon pidiendo algo por favor, sin jactarse de merecerlo por su majestuosa existencia era algo que no se veia todos los dias.

¿En verdad sigues siendo Nayeon? — Preguntó mirandola con una mueca. — ¿La hija mayor de Soberbia y Avaricia? — Continuó viendo como la mayor bufaba, luchando por ignorarla. — Porque esto no es lo tuyo mi reina. — Y a pesar que rió nuevamente, en su interior sentía curiosidad por la mayor y su nuevo estado de docilidad ante la ojimiel.

Mina notó la incomodidad de la mayor y optó por terminar sus prácticas con sus nuevos poderes al menor por esa mañana, acercandose a las dos chicas y parandose entre ambas para posar sus manos sobre el pecho de cada una. — Oppar, deja en paz a Nayeonnie, ven aquí. — Le dijo a la ojiazul que le dio un cariñoso beso en la frente mientras Nayeon veía su interaccion con los ojos entrecerrados, si ella estaba actuando extraño esas dos estaban peor que ella, actuando y tratandose como su hermano mayor y el peliblanco, cosa que no tenía sentido pues no era posible que supieran quien era su predestinada aún.

Pero decidio dejar de lado aquellos pensamientos y por primera vez, sintiendo que sobraba en un lugar tuvo la decencia de despedirse. — Nos vemos después chicas, y Minari... — Dijo llamando la atencion de la rubia. — Felicidades. — Su sonrisa, tan genuina y brillante hizo sonreír a la menor que por primera vez, podía sentir un nuevo sentimiento de parte de su hermana hacia ella, admiracion mas alla de la Vanidad que alimentaba su naturaleza.

Nayeon estaba orgullosa de ella y eso la hizo muy feliz, aunque momentos después de corresponder su despedida eso fuera lo ultimo en lo que pensara cuando los besos de Jeongyeon la hicieron sentir la mas amada y adorada de la creación.

Pues si quedaba en ella algun rastro de duda sobre su predestinada, con el afecto que la ojiazul le transmitia con sus besos y caricias, poco a poco desapareció esa tarde.

— ¿Ya lo sabes no es así? — Dijo un tranquilo Namjoon sin apartar su mirada de las paginas del libro en su mano, al sentir la presencia de cierto rubio de ojos azules llegar a su ofinina.

Lo esperaba de Mina, pero de ti, deseaba dudarlo. — Escuchó decir al contrario que sin pedir permiso se recosto en el sofa frente a él, apoyando su cabeza en su brazo con la misma actitud calmada de siempre.

Namjoon paso otra pagina de su libro sin apartar su mirada de este, quiza su lectura estaba suficientemente entretenida como para hacerlo, o quizá no deseaba encontrarse con la mirada acusatoria de su hermano. — Sabía que era cuestion de tiempo, Yoongi. — Echó un rapido vistazo al nombrado y como sospechó, este lo miraba con reproche, aunque había algo más en sus ojos, algo que le intrigó pero no tuvo como averiguarlo. — Tampoco es como si ellas fueran tan discretas, sus constantes intentos de convencernos que solo velaban por el orden y la protección cuando...

Cuando nunca hemos necesitado de algo similar. — Completó el rubio riendo sin gracia mirando hacia la ventana antes de negar despacio, si estaba conciente del cinismo que componía a los Pecados capitales, después de todo era parte de ellos, pero quizá pudieron haber sido mas sutiles con respecto a lo que realmente deseaban.

Exacto. — Apoyo Namjoon y una de las comisuras de su boca se elevó marcando su hoyuelo. — ¿Porque los pecados capitales querrían que hubiera orden entre nosotros si eso nos alejaba de ellos? — Cuestionó con la amargura que aquello le causaba.

Pero incapaz de responder a su pregunta, el mayor simplemente suspiro con desgano intentando no ceder ante su disgusto. — Es dificil creer que solo fuimos su experimento. — Confesó dejando en evidencia lo que el peliblanco no había logrado identificar antes en sus ojos, decepción y dolor por el engaño de sus padres.

Y muy contrario a lo que espero, la sonrisa socarrona de Namjoon creició por todo su rostro. — ¿Lo dudaste en algún momento? — Su lectura hace mucho había quedado en segundo plano, aunque no se quito los anteojos que usaba.

Yoongi sonrió levemente mirandolo con los ojos entrecerrados. — Pensé que te afectaría. — Se burló viendo como el peliblanco simplemente volvia a adoptar una expresión seria.

Las cosas como son hermano, Hoseok lo dice siempre. — Respondió haciendo una nueva mueca, aunque para el no había sido sencilla la aceptación, debia admitir que teniendo a Jin a su lado, se le había hecho mas sencillo de sobrellevar y esperaba que con Yoongi fuera el caso.

Un silencioso asentimiento fue la respuesta del mayor, que ahora solo tenia una duda en mente. — ¿Y que pasará ahora?

El sonido del libro en la mano de Namjoon siendo cerrado, fue lo siguiente que resonó por toda la habitación antes de que decidiera devolverlo a su lugar junto a los demas en su estante volteandose a mirar al rubio. — Ahora, solo queda esperar a que el día de su prueba llegue. — Habló con calma refiriendose a las 7 intrusas de su castillo, caminando hasta su ventana y juntando sus manos en su espalda. — Y si no pueden contra ella, entonces será nuestro momento de eliminarlas. — Informó escuchando como el contrario bufaba.

Como si me importara lo que les pase. — Contó el rubio con indiferencia.

La mirada de Namjoon se posó en el mientras sonreía divertido. — ¿Les temes? — Bromeó tratando de molestar un poco al mayor, en un vano intento de que se olvidara de aquel trago amargo que era la verdad que conocía ahora.

— ¿Después de conocerlas tan bien? — El rubio lo miro y rió sin gracia. — Por favor, ya ni siquiera despiertan en mi deseos de destruirlas. — El recelo en su voz hizo sonreír al peliblanco que asintió despacio volviendo su mirada a la ventana especificamente al laberinto donde vio una imagen bastante conmovedora.

Justo como imaginé. — Habló asintiendo, pasando la tarde entera creando planes y estrategias con el mayor que aunque se mostrara desganado, tenía la misma intencion que él y el peligris por deshacerse de las chicas que trataron en engañarlos.

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¡Hey! ¿Como han estado? Ya se habían olvidado de esta historia ¿Verdad? Disculpen.

Ahora, espero les haya gustado y enredado mas este cap, y como me gusta dar spoilers bueno, esto se acabara prontito, estoy trabajando en los capitulos, trantando de explicar todos los misterios que nadie entendio.

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