XII : Exploradores de Vínculos (Abstinencia) (Pt.2)
Canción del Cap : What I Said (VICTON)
Jungkook era uno de los más callados de la fortaleza, incluso podía decirse que era el que menos contacto tenía con el resto de sus hermanos fuera de Jeongyeon y Namjoon.
Y no era que no les importara compartir con el resto, sólo se consideraba incapaz de manejar su naturaleza si alguna de las hijas de Soberbia intentaban menospreciarlo o si alguna de las hijas de Lujuria intentaba seducirlo, como había ocurrido en el pasado.
Una de las cosas que compartía con su hermana más cercana era la enorme preocupación con la que luchaban a diario, ese temor de lastimar a alguno sólo por no poder controlar su rabia.
Mas el que no tuviera la mejor de las comunicaciones no implicaba que sus relaciones fueran malas, de hecho todos sabían que dadas sus naturalezas, él y Jeong eran muy apasionados.
Con frecuencia lograba sorprenderlos a todos, por ejemplo cuando Jihyo se encontraba en su labor de recolectar y cuidar flores y terminaba hipnotizada por el hermoso atardecer, Jungkook aparecía a su lado y en silencio ambos disfrutaban de su compañía y la vista.
Cuando Namjoon y Jeongyeon se encerraban en la biblioteca y tardaban horas en salir porque algo les preocupaba, él estaba a su lado para escucharlos.
Cuando Sana caminaba con los pies descalzos por los jardines y él estaba cerca para llenar de pétalos su camino. O cuando Jimin y Momo disfrutaban de sus infinitos banquetes y él llegaba en silencio a hacerles compañía mientras disfrutaba de sus divertidas anécdotas.
Incluso cuando los hijos de Soberbia necesitaban una mirada de adoración y el único que estaba libre era él, siempre estaba allí con su mirada llena de admiración y su sonrisa respetuosa.
Era como si fuera de su naturaleza, su existencia se basara en ser aquel apoyo silencioso que sus hermanos necesitaban.
Pero había uno de sus hermanos que lograba hacerlo sentir diferente entre todos, y ni siquiera las hijas de Avaricia con sus tesoros dorados podían entenderlo, era como si su hyung hubiera nacido para hacerlo sentir el más poderoso de todos los inmortales, pero a la vez el más dependiente y miserable del universo.
Cada vez que estaba con Taehyung su naturaleza simplemente se alteraba y de pronto ya no era la Ira quien dominaba en él sino que cada roce, cada pequeña sensación y sabor era mil veces más intenso que nada que conociera y eso aunque adquirió sentido desde que descubrieron el libro, no dejó de asustarlo y parecerle peligroso.
Pero siguiendo esa pasión fue que decidió seguir sus impulsos y compartir una de sus mayores aficiones con el rubio.
— ¿Que estás tramando pequeño Kook? — Preguntó un curioso Tae caminando de su brazo con los ojos vendados.
El menor rió dejándolo frente a las puertas doradas tras la que residía su sorpresa. — No te preocupes, sé que te gustará.
Su lugar favorito era sin duda la habitación que les había obsequiado su madre hace varios siglos a él y su hermana Jeongyeon, como hijos de la Paciencia, el tiempo era algo que podían manipular a su favor, y en la habitación del tiempo podían hacerlo con mas libertad.
Tomó las manos del rubio para guiarlo al interior del lugar que automáticamente se iluminó con la luz de miles de estrellas a su alrededor, como si se hubieran transportado al espacio en un segundo. Con una sonrisa se paró al lado del mayor que empezaba a impacientarse. — Listo, ya puede ver hyung. — Anunció viéndolo descubrirse los ojos.
Tae contuvo la respiración al verse rodeado de tantas luces hermosas, y miró interrogante al menor que sonreía con timidez. — Jungkook esto es... — Sonrió instantáneamente acelerando el corazón del pelinegro, y dió un par de pasos al frente observando todo lo que sus brillantes ojos verdes tenían frente a ellos, tantas estrellas, planetas, y galaxias, tantos mundos justo frente a el, le hicieron sentir por primera vez parte de algo más maravilloso que todo lo que conocía.
Y con la misma sonrisa de felicidad que había en su rostro, dirigió su mirada cargada de emoción al responsable de tal hazaña, que tenía un leve color rosáceo en sus mejillas y a la luz de tantas estrellas se veía más adorable que nunca. — Gracias Kookie. — Dijo sinceramente acercándose a él abrazándolo y recostándose de su hombro sintiendo como el menor rodeaba su cintura. — Todo es hermoso.
— El que digas eso sobre algo que no eres tú me confirma lo mucho que te ha gustado, hyung. — Río el pelinegro. — Pero aún hay más. — Informó sonriendo y moviendo su mano haciendo que su alrededor cambiara dejándolos ahora en medio de un infinito prado de flores con luciérnagas volando en uno que otro lugar mientras la noche iniciaba. — De todas las luces nocturnas, las luciérnagas son mis favoritas. — Informó mirándolo. — Siempre pienso en tus ojos cuando las veo, hyung. — Confesó mirándolo con adoración, justo como al rubio le encantaba.
— Tú podrías ser mi favorito pequeño Kookie. — Le respondió Tae sonriendo con cariño rodeando su cuello para besarlo suavemente.
No buscaba seducirlo, el rose de sus labios fue demasiado delicado y afectivo, tal vez demasiado para el ojiverde que al sentirse invadido de un cálido sentimiento rodear su corazón se separó de el mirándolo confundido, sin entender porque su corazón latía de ese modo sólo por un pequeño beso.
Y cuando el pelinegro volvió a cambiar el paisaje dejándolos frente al océano con la luna llena brillando sobre el agua ya no sólo su corazón se sintió rodeado de aquel sentimiento, su cuerpo se estremeció al sentir la brisa acariciar su rostro y volvió a abrazar al menor preguntándose que era lo que había hecho con él y donde había quedado su lado indiferente a todas las maravillas que le estaba mostrando.
— ¿Que planeas lograr eh? — Murmuró suspirando.
Y al tenerlo tan cerca el pelinegro lo escuchó y sonrió. — Mostrarte mi mundo. — Respondió tranquilo. — Uno que aunque es hermoso, carecería de sentido si no estuvieras en el hyung.
— Estas haciendo algo de trampa. — Tae sonrió divertido. — Y me encanta. — Dijo antes de besar su cuello intentando provocarlo.
Jungkook disfrutaba de aquellos suaves besos, incluso intentó seguir su juego acariciando su espalda, teniendo la idea perfecta de como terminaría todo.
Pero ninguno espero vivir lo que en realidad ocurrió, Tae hubiera preferido una interrupción, incluso hubiera aceptado que el pelinegro lo rechazara, pero cuando su propia naturaleza fue la que le falló, sintió que ya nada tenía sentido.
Pues terminaron en la tina del baño sentados frente a frente con una copa en sus manos mientras sus ojos brillaban por la esencia de tantas dudas en ellos.
Jungkook observaba con detenimiento la expresión ausente del rubio que veía su copa totalmente ajeno a su entorno. — ¿Que piensas tanto? — Preguntó suavemente. — ¿Es la primera vez que no terminamos en la cama? — Su voz era relajada y serena, logrando brindarle la confianza suficiente al rubio para ser sincero con él.
— No, pero es la primera vez que no siento nada al besarnos. — Confesó este soltando un pesado suspiro. — Es como si mi naturaleza... — Mordió su labio sin tener el coraje de decirlo en voz alta.
Jungkook asintió suavemente, estaba tan sorprendido como el rubio de lo que estaba sucediendo, su propia naturaleza parecía estar apagada, pero aún así se mostró tranquilo. — No te preocupes, no creo que tu naturaleza este mal si es lo que crees. — Notó como el mayor hacía una mueca y sonrió travieso. — Tal vez estás empezando a...
— Ni se te ocurra terminar eso. — Taehyung lo interrumpió de inmediato escuchándolo reír al momento. — No soy humano Jungkook, soy demasiado divino para tener alguna de sus emociones. — Dijo manteniendo su expresión engreída aunque se sintiera suficiente indignado por su insinuación.
— ¿Como sabías que era eso lo que diría? — Se defendió el pelinegro sin dejar de sonreír. — Ni siquiera estás cerca de saber lo que pasaba por mi mente. — Comentó acercando la copa a sus labios para dar un pequeño sorbo a su bebida.
Tae lo miró escéptico. — Puedo leer tu mente si deseo. — Aseguró sonriendo confiado con una de sus cejas levantadas.
La sonrisa del pelinegro creció al escucharlo y no hizo más que negar divertido. — Quisiera verte intentarlo. — Retó. — Y no es que dude de ti hyung, sólo confió mucho en mi capacidad de evasión. — Aclaró sonriendo y acercando su copa a sus labios otra vez.
Y Tae no pudo evitar sonreír también, pues a pesar de todo y los líos de su naturaleza, estaba disfrutando completamente de la compañía del pelinegro, descubriendo una nueva forma de pasar un buen momento a su lado sin un gramo de Lujuria de por medio.
Jeongyeon seguía en su oficina de pie frente al ventanal, una suave melodía se escuchaba en la habitación mientras las palabras de Irene aún hacían eco en su cabeza y movía la copa de vino tinto en su mano intentando encontrarles sentido.
Pero la presencia de Mina, que apareció a sus espaldas en medio de un ataque de nervios la interrumpió. — Jeongyeonnie que bueno que estas aquí, yo... — Dijo caminando de un lado a otro pasando sus manos por su largo cabello rubio.
— ¡Hey! Minari ¿Que sucede? — Preguntó suavemente acercándose a ella y acariciando sus mejillas, preocupada de verla en aquel estado. — La última vez que apareciste aquí terminamos enterándonos de muchas verdades ocultas. — Bromeó sonriendo con cariño, tomando sus manos para dejar un beso en cada una de ellas.
Mina sintió como su corazón se llenaba de alivio al encontrarse con aquella intensa mirada sobre ella, y un suspiro salió de sus labios antes de que decidiera lanzarse a los brazos de la mayor, aferrándose a su cuerpo como si fuera la única salvación para su existencia, como si tuviera todas las respuestas a sus preguntas, lo que era bastante irónico tomando en cuenta que era ella quien solía calmar las emociones de la mayor siempre.
— No sé que esta pasando Oppar, yo sólo... — Murmuró escondiéndose en su cuello mientras Jeongyeon fruncía el ceño sin dejar de acariciar su cabello. — No lo sé.
— Esta bien — Susurró besando su cien. — Estoy aquí. — Continuó acariciando su cabello y momentáneamente su espalda.
Hasta que después de un rato Mina la miró saliendo de su escondite. Seguían de pie en medio de la oficina y sus brazos aún permanecían alrededor de la otra. — Esto es difícil de admitir para mi, Jeong. — Suspiró soltándose de su agarre para darle la espalda. — Me he encontrado con Tzuyu, y no he sentido deseo de ser adorada.
Jeongyeon se sorprendió por su confesión, pero al instante se recompuso acercándose de nuevo a ella y abrazándola por la espalda. — Oh Minari. — Le dio un beso en la mejilla. — Tranquila, estoy segura de que ya se te pasará. — Aseguró no muy convencida. — No se, tal vez es sólo un truco de tu padre. — Sugirió. — ¿No lo has pensado? — Preguntó suavemente volteándola para mirarla.
— No lo sé, esto es diferente. — Aseguró la rubia haciendo un adorable mohín. — ¿Que motivos tendría padre para quitarnos la Vanidad?
Un extraño pensamiento pasó por la mente de Jeongyeon y de inmediato recordó las palabras del pecado de la Soberbia “La primera etapa será la que menos les guste o entiendan” pero sacudió su cabeza rápidamente concentrándose de nuevo en la rubia que la miraba curiosa. — De acuerdo, tal vez no se trate de eso pero... — Rodeó su cintura acercándola más a su cuerpo. — ¿Sabes que me alegra mucho?
— ¿Que cosa? — Preguntó la menor rodeando su cuello con una de sus manos mientras con la otra acariciaba su cabello, totalmente hipnotizada por la belleza de su rostro y el brillo de sus ojos.
— Que hayas venido a mi. — Contó de pronto Jeong, conquistándola mucho más con su sonrisa encantadora.
Mina detuvo sus caricias dándose cuenta de ello y rió suavemente. — No sé porque lo hice, yo... — Confesó sin dejar de sonreírle. — Ni siquiera lo pensé, necesitaba tranquilizarme y tú eres mi...
— ¿Tu mejor opción? — Completó Jeong bromeando y haciéndola reír de nuevo mientras asentía en respuesta. — Honor que me hace escuchar eso viniendo de una reina como tú. — Terminó de decir alejándose de ella para hacer una reverencia. — Y ahora que descubrimos el motivo de tu maravillosa visita, y para hacer más perfecto este momento ¿Bailarías conmigo mi reina? — Preguntó ofreciendo su mano con una coqueta sonrisa en su rostro.
Mina rió ante su excesivo formalismo pero aún así disfrutó de él. — Por supuesto que si Jeongyeonnie. — Respondió tomando su mano y uniendo sus cuerpos que no tardaron en empezar a moverse al ritmo de los violines de fondo.
Y guiada por la comodidad de su cercanía recostó su cabeza en en hombro la mayor disfrutando del suave olor de su cabello y perfume de vainilla con algo de su vino favorito, olvidándose por un momento de lo que pasaba en su interior, concentrándose únicamente en la paz que le brindaba la compañía de su hermana favorita.
— Namjoon ¿Porque haces esperar a tu hyung increíblemente hermoso? — Preguntó Jin entrando en la biblioteca del peliblanco que se encontraba sentado frente a la chimenea, con las piernas cruzadas y un libro en sus manos, mismo que fue cerrado al instante de dirigir su mirada al pelinegro.
— Algo esta ocurriendo en el castillo. — Murmuró levantándose rápidamente para dirigirse a su balcón. — Ninguno esta... Usando su poder.
Y el mayor que no entendía su comportamiento bufo llegando a su lado en un segundo. — ¿De que hablas?
Namjoon lo escuchó hablar pero seguía asombrado por lo que sus ojos azules veían. — ¿Como has pasado lo que va de día? — Le preguntó de pronto sorprendiéndolo.
— Pequeño Nammie, estoy justo frente a ti, puedes comprobar que estoy bien. — Dijo sonriendo aunque no era una sonrisa engreída o soberbia, era una sonrisa juguetona y fue suficiente para que el peliblanco confirmara sus sospechas.
— Algo está afectando nuestras naturalezas. — Informó pasándose la mano por el cabello. — Y es grave.
— ¿Pero que dices? Todo esta perfectamente con... — Empezó a hablar siendo interrumpido por el menor.
— Respóndeme esto ¿Quien es el más importante de la casa? — Preguntó sonriendo levemente, esperando confirmar su teoría.
El pelinegro bufo sonriendo. — Pero que tontería preguntas Nam, es obvio que ninguno es más importante que los demás, todos somos importantes porque tenemos el mismo origen y... — Se detuvo al darse cuenta de lo que decía cubriendo su boca por la impresión mientras el menor lo miraba sonriendo triunfal.
— Lo sabía. — Susurró el peliblanco que a diferencia del mayor se mostraba tranquillo.
— ¡¿Que es lo que me sucede?! ¡Dime que me hiciste! — Exigió Jin desesperado. — Es obvio que yo jamás hubiera dicho algo como eso, lo sabes.
Namjoon por su parte solo rió acercándose a el para abrazarlo e intentar que se calmara. — Lo se hyung tranquilo, ya pasó. — Decía acariciando su espalda.
— ¡No mientas! Esto es horrible Namjoon ¿Que haremos? — Cuestionó recostándose del pecho del menor.
— Por ahora calmarnos. — Lo miró tomándolo por los hombros. — Debe ser algo temporal, aunque es la primera vez que ocurre tal cosa, por lo que no estoy del todo seguro.
— Pues yo estoy seguro de que es una calamidad. La peor de todas, hemos sido maldecidos. — Dramatizó Jin haciendo reír al menor. — Pobres de mis hermanos, deben estar...
— Están bien, los 16 lo estamos. — Aseguró Namjoon sonriéndole. — En la cena hablaremos sobre ello. — Dijo abrazándolo de nuevo intentado calmarlo como si su interior no estuviera lleno de incertidumbre también, ganándose un poco mas de la admiración del mayor que se aferró a su cuerpo confiando en sus tranquilizadoras palabras.
Tzuyu caminaba con calma por el pasillo de los hijos de Ira y una sonrisa divertida estaba dibujada en su rostro, pero esta desapareció en el momento que abrió las puertas del despacho de Jeongyeon y vio como Mina dormía plácidamente entre sus brazos sobre el amplio sofá en el lugar.
Su interior se revolvió y de pronto sintió su sangre arder. Rápidamente se dirigió frente a ellas y tomo la mano de Jeongyeon deteniendo las caricias que esta dejaba en el rubio cabello de la japonesa. — Tzuyu.
Lejos de escucharse molesta Jeongyeon parecía sorprendida y divertida por su presencia, por eso sonrió levemente, elevando su intensa mirada hasta que esta se encontró con la mirada chocolate de la contraria.
Conocía perfectamente aquel sentimiento que había en sus ojos, en eso se basaba su naturaleza después de todo, y podía reconocer cuando alguien más estaba poseído por la Ira, pero no sonreía por eso, sonreía por la sorpresa de ver algo mas en aquel océano chocolate, algo más oscuro y peligroso, un arma digna de temer, celos más intensos que los de un hijo de Envidia.
— No te esperábamos. — Contó con sinceridad, pues si bien era cierto que su concentración se había mantenido en la chica dormida sobre su pecho, no espero que fuera a tal extremo como para que alguien rompiera uno de sus hechizos, y menos Tzuyu.
— ¿Como pudiste? — Murmuró la menor entre dientes mientras ella se soltaba de su agarre dejando en evidencia su diferencia de fuerzas. — ¡¿Porque de todas tenía que ser Mina?! — Gritó de pronto.
Jeongyeon notó como Mina se removió en su pecho suspirando con calma por lo que se levantó del sofá con ella en sus brazos, cargándola al estilo nupcial. — No dejes que tus ojos te confundan Tzuyu. — Susurró suavemente.
Tzuyu enfureció mucho más al ver aquella imagen. — ¿Que le sucede? — Dijo preocupada y a la vez sorprendida al ver como a la rubia parecía no afectarle el ruido o el movimiento.
— Esta cansada, esto esta afectándola demasiado. — Informó Jeong saliendo de su despacho hasta transportarse a la habitación de la rubia, sin sorprenderse de que la castaña la siguiera. — No me mires de ese modo Chewy, deseo lo mismo que tú.
— ¿Y tú como sabes que es lo que deseo? — La morena estaba a la defensiva y Jeong elevo una de las comisuras de su boca al tener una idea del porque, después de todo Mina prácticamente había salido corriendo a sus brazos luego de un fallido encuentro entre ellas.
— Porque al igual que Mina viniste a mi por respuestas. — Respondió volteándose a mirarla después de dejar a Mina sobre la cama y besar su frente. — Pero ambas encontraron algo que no buscaban. — Aseguró mirándola, y para sorpresa de Tzuyu sus ojos no brillaban de Ira, tenían un brillo diferente en ellos.
Y fue comprensible que aquello no le gustara, por lo que apretó sus puños mientras sus ojos se tornaban rojos. — ¡Fue suficiente! ¡Esto se acabó! — Exclamó antes de desaparecer de la habitación.
Jeongyeon suspiró pesadamente dirigiendo su vista a Mina otra vez, verla dormir con aquella tranquilidad, le transmitía una calma que la hacia olvidar el resto del mundo.
Aunque eso no era algo que la sorprendiera demasiado, desde que conocía a Mina, esta era la única capaz de calmar su naturaleza de tal forma que sólo estando a su lado era capaz de sentirse en paz con ambas.
— Espero que si las respuestas no llegan a mí, tú me ayudes a encontrarlas sin herir a nadie en el proceso. — Susurró recordando las palabras de Irene, arrodillada a un lado de la cama y dejando un suave beso sobre sus cerezos antes de desaparecer de allí.
Un toque, dos toques, tres toques, cada uno más desesperados que el anterior. La peligris empezaba a desesperarse debido a la negación por parte de la castaña de abrirle la puerta después del desastroso encuentro que tuvieron donde ninguno de sus besos fue placentero, donde ninguna deseó sentir el toque de la otra a pesar de la brillante gema que esta le obsequió a la hija de Avaricia, y a pesar de lo cómoda que se sentía ella, tan satisfecha con su compañía sin pensar en nada más.
— ¡Vete de una vez, no quiero ver a nadie! — Gritó Chaeyoung desde el interior de la habitación caminando de un lado a otro, podía sentir como sus dudas la llenaban de desequilibrio, jamás había sentido algo como conformidad, y mucho menos al lado de la peligris, de quien siempre quería más.
— Pero Chae, te necesito. — Suplicó la más pálida recostando su frente de la puerta soltando un pesado suspiro que la castaña escuchó perfectamente.
Sin embargo seguía firme en su decisión de mantenerla lejos. — Pero yo no Dahyun, por favor sólo... — No le veía caso el tenerla cerca sin querer más de ella, a su parecer ninguna se merecía eso, no tenía idea de que hacer, de como tratarla. — Vete. — Murmuró recostándose de la puerta también deslizándose hasta quedar sentada abrazando sus piernas, sintiéndose vacía y desorientada.
Dahyun apretó los labios por la frustración. — Sólo dejame entrar ¿Si? — Suplicó una vez más. — Hablemos. — Insistió más esperanzada al escucharla detrás de la puerta.
Un puchero se formó en la boca de la castaña mientras sus ojos se cristalizaban. — ¿Que caso tendría hablar ahora? — Murmuró abrazando mas sus piernas. — Estamos dañándonos. — Aseguró con la voz temblorosa sintiendo la primera lágrima dorada bajar por su mejilla.
Y al escucharla Dahyun simplemente se sintió derrumbada. — No Chae, por favor. — Algo en su interior dolió al imaginar como la menor lloraba. — Sólo dejame entrar... — Pidió una vez más decidida a rendirse si esta volvía a rechazarla, pero cuando se separó de la puerta dorada y la vio abrirse dejando a la vista a una asustada Chaeyoung, con el rastro de las lágrimas sobre sus hermosas mejillas no tardó en acercarse y rodearla con sus brazos deseando tener las respuestas que tanto deseaba su angustiado corazón.
Chaeyoung sintió como su interior de pronto se calmaba, aquel vacío que había en ella segundos antes ya no estaba, la misma sensación de estar completamente satisfecha con la compañía de su hermana volvió a invadirla. — No entiendo nada de esto Dubu. — Susurró aferrándose a ella dejando que las lágrimas salieran sin más de sus ojos, pero estas eran diferentes, eran demasiadas las emociones que sentía en aquel momento, y todo era nuevo. — ¿Que se supone que significa? — Preguntó sabiendo que ninguna tenía la respuesta pues iba más allá de ambas.
— Tampoco lo entiendo Chae. — Contestó la ojigris mirándola y secando sus mejillas suavemente con sus pulgares. — Pero estaremos bien, se que si. — Continuó diciendo mientras la menor sorbía por la nariz asintiendo lentamente confiando en sus palabras. — Esto no va a durar para siempre. — Prometió sonriéndole cariñosamente antes de volver a abrazarla permitiéndole recostarse en su pecho cuando se acostaron en la cama donde se quedaron dormidas minutos después.
Una eufórica Tzuyu entró a la sala dorada de su torre encontrándose con la pelinegra mayor del escuadrón sagrado, cómodamente sentada sobre uno de los sofás jugando con los hilos de energía dorada que generaba con sus manos.
— ¿Que haces aquí? — Gritó mirándola molesta. — ¡Fuera! — Exigió obteniendo sólo una sonrisa de la contraria.
Yongsun había sido advertida del delicado carácter de la joven castaña y sabía que no sería sencillo hablar con ella justo después de lo que había visto minutos atrás, así que optó por permanecer en silencio demostrándole que venía en paz.
Tzuyu por su parte estuvo tentada a sacarla ella misma con un disparo de su arco de energía, sin embargo su magia parecía no estar de su lado, o tal vez su humor no la dejaba concentrarse en ello, por lo que se quito el abrigo y se sentó a unos metros de ella frente a la chimenea mirando directamente las llamas.
Esperaba que la mayor se cansara si la ignoraba lo suficiente pero con el paso de los minutos, esta parecía incluso divertirse a costa suya. — ¿Que es lo que quieres? — Preguntó rendida.
La pelinegra cruzó sus piernas con una expresión pensativa en su rostro. — La pregunta es ¿Que es lo que quieres tu pequeña Tzuyu? — Preguntó mirándola como si la estudiara y a la menor eso la puso nerviosa, mas no dejó que la contraria lo notara.
— No es asunto tuyo. — Dijo cortante. — Y no deberías estar aquí, las reglas quedaron claras cuando llegaron, ninguna puede...
Yongsun bufó. — Por favor, no me hables de reglas cuando tu eres la primera que las rompe. — Acusó ganándose una mirada sorprendida de la castaña. — ¿O crees que no se lo que planeas? — Sus palabras fueron tan seguras que creyó sería suficiente para hacer entrar en razón a Tzuyu.
Sin embargo esta no quería ceder, se suponía que sólo su madre sabía sobre lo que pasaría, pues ni siquiera ella o Nayeon tenían idea de que lo que ocurriría con exactitud. — No sé de que hablas. — Volvió a mirar el fuego frente a ella con su expresión seria.
Yongsun río negando despacio. — Lo que sientes sólo son celos, pequeña. — Aseguró levantándose para caminar hasta donde se encontraban los retratos de ella, Chaeyoung, Nayeon, sus padres y más abajo los de el resto de sus hermanos. — Aunque no tienes razón, después de todo pudo ser peor ¿No? — Se burló notando como apretaba la mandíbula por la rabia en su interior.
— Ya callate, y deja de hablar como si me conocieras, no sabes nada sobre mi. — Dijo sintiéndose extraña pues ella misma empezaba a sentir que no se conocía, por lo general era una de las que más feliz pasaba sus días fomentado la Discordia entre todos, burlándose del caos que ocasionaba con sus intrigas, y ahora estaba allí consumida por una rabia y unos celos que no le dejaban concentrarse en su naturaleza y su magia, sin tener idea de lo que en realidad ocurría.
— Te sorprendería. — Respondió Yongsun caminando hasta ella caminando a su alrededor logrando ponerla nerviosa. — La hija de la Diosa siempre llamó mi atención, me pregunto como es que durante tanto tiempo ha podido vivir entre seres que nada tienen que ver con ella. — Terminó de decir con ironía y eso la enfureció.
— Vete. — Bramó Tzuyu sin atreverse a mirarla pues sabía no se contendría.
Mas la pelinegra sólo ignoró sus palabras y continuó hablando. — Pero luego lo analizo y la respuesta llega como copos de nieve en el cielo invernal. — Sonrió divertida. — Los quieres como hermanos, porque lo son. — Susurró en su oído sorprendiéndola pues no se dio cuenta en que momento se había acercado tanto a ella.
— ¿Y que? — Preguntó Tzuyu levantándose rápidamente mirándola con odio. — ¿Te sientes muy sabia por hablar sobre algo que esta a la vista?
— ¿Es así? — Cuestionó mirándola fijamente y Tzuyu empezaba a casarse de la forma en la que le hablaba. — ¿Porque quieres terminar con eso entonces? — Fue la última pregunta que hizo antes de decidir dejarla sola al fin, aunque la menor no sabía si eso había sido peor pues ahora tenía mas dudas, dudas que tal vez la llevarían a tomar una mala decisión.
Una suave melodía de piano se escuchaba en la habitación de espejos en la que los chicos solían bailar y un curioso Jimin quiso comprobar que se trataba de lo que sospechaba.
Sabía que a su hermana no le gustaba demasiado la danza como a él y dudaba que se tratara de la hija de Soberbia en alguna de sus prácticas de ballet, por lo que sólo quedaba una opción, qué logró emocionarlo.
Yoongi tocaba después de tanto tiempo.
Con temor de que el mayor detuviera su tarea sólo asomó su cabeza para verlo. El mayor se veía tan concentrado recorriendo cada tecla del piano marrón con sus dedos cerrando sus ojos por momentos como si con ello se transportara a un mundo alterno donde solo se encontraban él y su piano.
Y Jimin no entendía porque de pronto aquello le parecía lo más admirable que había visto en toda su existencia, no era la primera vez que veía a Yoongi tocar el piano, ese era el pasatiempo favorito del mayor, aunque no tenía muchos, y aunque lo había dejado por siglos.
Por eso llamó tanto su atención que se encontrara en aquella esquina del cuarto de baile frente al instrumento, como si de un encuentro de dos viejos amigos se tratase.
Amigos que se habían extrañado y añorado por años aquel reencuentro, Jimin sintió una lágrima rodar por su mejilla ante aquel hermoso y lamentable sonido, era totalmente nuevo para el sentir tanta tristeza por una melodía
Se preguntaba si era así como se sentía su hyung o si solo se trataba de uno de los sentimientos de su humanidad manifestándose de ese modo, y creyó que resistiría hasta el final creyó que podría retener los sollozos que luchaban por salir de su garganta, pero ni siquiera con toda su fuerza de voluntad pudo con tanta tristeza.
— Jimin... — Murmuró Yoongi al escucharlo deteniendo su canción, llegando a su lado en un segundo y rodeándolo con sus brazos mientras dejaba suaves caricias en su espalda. — No llores Jiminie. — Susurró suavemente sintiendo como el menor solo se aferraba mas a su cuerpo.
— ¿Porque hyung? — Murmuró entre sollozos dejando confundido al mayor. — ¿Porque no me dijiste que te sentías tan triste?
El mayor se separó de su abrazo y limpio sus mejillas sonriendo cariñosamente. — Porque la tristeza de ánimo no es algo nuevo para mi Jimin, aunque tú seas la única razón por la que deseo dejarla de lado al fin.
— Me encargaré de que jamás vuelvas a sentirte de ese modo. — Prometió el Mochi armándose de valentía, y Yoongi no pudo estar más maravillado con esa tierna imagen. — Lo prometo.
— Oh Jimin... Tú ya lo haces. — Aseguró antes de besarlo acariciando sus mejillas, sellando así su silenciosa promesa.
Y más allá del castillo la pelinegra de ojos oscuros observaba soltando un pesado suspiro. — Apenas han pasado la primera etapa y ya están empezando a desmoronarse. — Habló al sentir la presencia de Seulgi a su lado.
La castaña la abrazó por la espalda dejando un beso sobre su mejilla antes de recostarse de su hombro. — Si que debe ser malo para ellos, enfrentarse a algo que nunca habían sentido, como un monstruo del que no pueden escapar. — Comentó escuchándola suspirar.
— Sólo espero que Jeongyeon sea capaz de entender las señales. — Sus dedos se entrelazaron con los de la contraria sobre su vientre. — Y que sus lazos sigan tan sólidos como siempre.
Un nuevo suspiro escapó de sus labios, y Seulgi no tardó en encargarse de calmar parte de sus emociones, era uno de sus dones, aunque no era tan fuerte como en el caso de Mina que podía controlar todas las emociones, ella sólo podía controlar una parte de ellas.
— Eso sólo dependerá de ellos Baechu, tú no podrás hacer nada más. — Susurró suavemente volteándola para besar su frente después.
— Confiar en que sus voluntades serán más fuertes que sus naturalezas, y su inteligencia más fuerte que sus deseos. — Agregó Irene abrazándose a su novia otra vez recostándose de su pecho mientras esta acariciaba su espalda, y juntas esperaban por el nuevo día que enfrentarían los 16 jóvenes.
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Sorpresa.
¿Que tal han estado?
¿Ya comprobaron el interés de Mina hacia Jeong?
Saludos.
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