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XI : Exploradores de Vínculos (Abstinencia) (Pt.1)

Canción del Capítulo : Mama's Gun (Glass Animals)

«Una sola porque me gusta mucho»

«¿Porque si será mía debo enfrentar a alguien más por su amor? ¿Y quien podrá ser? Carece de sentido, aunque al parecer así son los sentimientos ¡Es tan frustrante!» pensaba la chica de cabello castaño claro observando el cielo nocturno sobre ella, donde miles de estrellas brillaban con esmero.

Estaba en la cima de su torre en el borde de la misma con sus ojos marrones cambiando a rojos por las dudas en su interior. La noche estaba fría pues la nieve apenas había cesado hace poco pero parecía que no volvería, al menos por esa noche.

Metió sus manos en los bolsillos de su abrigo blanco encontrando su mascota en uno de ellos. La serpiente se enredó en sus dedos y sorprendentemente se quedó allí asemejando anillos dorados en estos, todo estaba en calma hasta que alguien más llegó.

— ¡Chewy! — Escuchó a sus espaldas sintiendo unos pasos acercarse. — ¿Que haces aquí? ¡Esta helado! — Nayeon se abrazó a si misma, sintiendo el frío calar a través de su ropa y los tacones de sus botas hundirse en la delgada capa de nieve bajo su suelas.

La menor suspiró pesadamente. — Necesitaba pensar en algo. — Respondió mirándola seria. — Me concedes la dicha del silencio y la soledad otra vez, por favor. — Pidió observando como los ojos grises de la mayor reflejaban la llama roja en los suyos.

Nayeon apartó su mirada con aquella expresión arrogante propia de ella en su rostro. — No puedo hacer eso. — Dijo tranquila.

La morena levantó una ceja. — No era una pregunta. — Aclaró ganándose de nuevo la atención de la pelinegra que la miró incrédula.

Pues sonó bastante parecida a una. — Dijo rápidamente. — Además de pronto me dieron ganas de quedarme aquí. — Se cruzó de brazos y Tzuyu contuvo su risa al verla actuar de ese modo tan infantil. — Y puedo estar donde quiera. — Terminó de decir haciendo un puchero.

¿Que es lo que deseas Nayeon? — Preguntó directamente con toda la calma que la caracterizaba.

La mayor sonrió triunfal antes de volver a mirarla y por alguna razón, Tzuyu temió, esa actitud no deparaba nada bueno. — Las memorias de la biblioteca me contaron una interesante historia. — Empezó a decir. — Muy graciosa si me lo preguntas, se supone que los hechizos prohibidos no deben practicarse. — Y allí estaba lo que la menor temía. — Pero alguien esta jugando con magia por aquí.

Sus miradas desafiantes se encontraron y después de suspirar la menor apartó la suya.

¿Nunca te preguntaste el porque de esa regla? — Cuestionó volviendo su atención al cielo nocturno.

Lo he conocido siempre. — Respondió Nayeon severamente. — Esa magia nos destruirá sino somos suficientemente fuertes para controlarla. — Agregó sin ablandar su expresión.

Tzuyu sonrió levemente y asintió llevando sus manos a su espalda sin dejar de observar el cielo. — Pues no tengo idea de que hablas. — Dijo suavemente.

Pero Nayeon, que no creyó ninguna de sus palabras, la tomó de su brazo volteándola para que la mirara, bastante le molestó que la morena la ignorara como para soportar que también le mintiera con tanto descaro. — Mírame a los ojos y dímelo sin titubeos, tal vez así crea alguna de tus mentiras. — Exigió ejerciendo más fuerza en su agarre mirándola desafiante.

Tzuyu se encontraba de lo más divertida viéndola de ese modo, y quería jugar un poco más con ella, por lo que aprovechándose de su diferencia de estaturas se inclinó más cerca de su rostro y susurró sin dejar de sonreír. — No lo creo.

Nayeon apretó los labios y la soltó al fin, negando mientras la miraba molesta. — Y después dicen que los hijos de Soberbia somos los caprichosos, si papá Avaricia te viera ahora. — Rió amargamente.

Y sólo bastó la mención de su padre para que el buen humor de la menor desapareciera. — Dime a donde quieres llegar con esto. — Pidió volviendo a su postura erguida e inmutable. — No tengo paciencia para tus acertijos en este momento.

No sé que hechizo usaste exactamente. — Confesó la pelinegra. — Pero si alguno de tus juegos de Discordia nos afectan, lo Lamentarás. — Amenazó señalándola con su índice, sin tener idea de lo que pasaba por la mente de la menor en aquel momento.

Conocía bien a su hermana, y esperaba que la mandara al Demonio en cualquier segundo, sin embargo Tzuyu la sorprendió tomándola de la cintura, acercándola a su cuerpo y acariciando su rostro que estaba a tan sólo centímetros del suyo. — Sería tan irónico si se tratara de ti Nayeon Unnie, siempre nos hemos entendido bien a pesar de todo. — Susurró suavemente.

Lo único que pudo hacer Nayeon al verse entre sus brazos, sintiendo su suave toque fue intentar mostrarse serena. — ¿De que hablas? — Preguntó maldiciendo por lo aguda y temblorosa que salió su voz.

La menor se acercó más a su rostro y rozó sus labios en su mejilla antes de esconderse en el hueco de su cuello. — El libro. — Susurró disfrutando del olor de su cabello tan dulce y familiar.

Una ola de indignación invadió el cuerpo de la pelinegra al sentirse usada. — ¿Así que de eso se trata todo? — Preguntó intentando soltarse de ella pero sin tener éxito alguno.

Tzuyu volvió a mirarla y acarició su rostro de nuevo, sosteniéndola con una sola mano alrededor de su cintura. — Si fueras mía, todo se trataría de ti. — Susurró sinceramente, podía pasarse días adorando ese rostro y esos ojos si fuera lo que estaba escrito, se conocía suficiente para saberlo.

Pero Nayeon sólo se molestó más, luchando por separarse de ella nuevamente. — ¿Como te atreves a...

Finalmente Tzuyu la interrumpió besándola despacio, y para la sorpresa de ambas no había Lujuria, Deseo o Avaricia en sus cuerpos, estaban muy cómodas con aquel suave rose de sus labios que las dejó jadeantes y con el corazón acelerado.

Sus cuerpos se unieron mucho más cuando Nayeon rodeó su cuello con sus brazos y ella la sostuvo con sus dos manos para no dejarla caer cuando sintió como ambas temblaron en medio del beso.

Sus frentes terminaron unidas y sus cuerpos no se separaron ni un centímetro cuando tuvieron que recuperar el aliento. — ¿Que acabas de hacer? — Preguntó Nayeon entre jadeos sin abrir los ojos aún.

Solo te he besado Unnie. — Rió Tzuyu al notar lo afectada que había quedado su Unnie, aunque ella no estaba mejor.

La mayor abrió sus ojos encontrándose con aquellos brillantes y atractivos ojos rojos que nunca la habían parecido tan hermosos e hipnotizantes. — Ha sido... — Suspiró mordiendo su labio y apartando su mirada.

La morena volvió a reír y finalmente fue soltándola buscando su evasiva mirada. — ¿Delicioso? — Preguntó cuando sus ojos se encontraron, una sonrisa burlona estaba dibujada en su rostro a pesar de que su interior estaba igual de desordenado. — Bueno, sólo lo mejor para la mejor ¿No? — Bromeó.

Pero Nayeon no quería enfrentarla, su interior cada vez se descontrolaba más y verla sólo lo empeoraría. Se sentía tan expuesta y vulnerable que le dió miedo siquiera tenerla cerca. — No puede ser... — Murmuró sin decir más y se retiró de su lado.

Tzuyu sentía como su corazón no dejaba de latir con fuerza en su pecho, como si quisiera salirse de ella, y no lo entendía, no tenía sentido si sólo había sido un simple beso.

Y cuando Nayeon llegó a su habitación, las palabras de su padre no tardaron en llegar a su mente «Aprenderán a disfrutar la compañía de otros de maneras que no conocen» sus párpados se abrieron y su mano fue a su pecho en un intento de calmarse mientras se acostaba en su cama abrazando una de sus almohadas.

Tocó sus labios cerrando sus ojos recordando aquel beso tan diferente y al abrirlos suspiró. — ¿Es posible que sea ella? — Murmuró con la menor en la mente antes de finalmente quedarse dormida.

Tenía muchas cosas por descubrir aún y ese había sido un comienzo bastante inesperado.

No era extraño el que las hijas de Lujuria estuvieran juntas, después de todo eran las que mejor relación tenían en aquel castillo, lo sorprendente era que después de haber despertado juntas en ninguna de sus caricias hubiera deseo o pasión.

La más sorprendida sin duda era la insaciable rubia que se encontraba sentada en una esquina de la cama abrazando sus rodillas totalmente confundida por su comportamiento, mientras Sana luchaba por entender porque razón no estaba sintiendo ni siquiera un poco de deseo de estar con su Momoring.

Parecía que no había palabras para describir aquel “trágico” suceso, sentían como todo su mundo perdía el sentido si ya no podían sentir deseo. — ¿Será que ya nos dañamos Sana-chan? — Preguntó después de unos minutos, mirando con miedo a la menor que se veía mas confundida que ella.

Y la expresión de miedo que se dibujo en su rostro lo dejó en evidencia. — ¿Y si ya no soy sexy para nadie jamás? — Preguntó mirándola con terror.

En otra circunstancia la rubia incluso se hubiera reído de la ingenuidad de su hermana, pero considerando que ella tampoco podía sentir nada más allá del miedo de jamás volver a disfrutar de los placeres carnales y la comida, casi se sintió ofendida por su pregunta.

¡No! — Respondió rápidamente soltando sus rodillas. — Definitivamente no es eso, eres muy sexy, y sé que lo eres. — Aclaró con seguridad. — Pero no se porque razón no siento nada cuando me besas. — Terminó de decir cabizbaja.

No lo asoció con los humanos porque en ninguna de sus “clases” con Mina había visto algo igual, además desde que todo aquello había empezado, todo había estado perfectamente con sus dos naturalezas, pero en aquel momento el comer o beber, estaba al final de su lista.

Y al verla de aquel modo la menor se desanimo mucho más. — Tampoco siento deseo Momoring. — Confesó en un triste suspiro que unido a su puchero conmovió tanto a la mayor que esta no tardó en acercarse a ella y abrazarla.

Sana recostó su cabeza en su pecho escuchando los latidos de su corazón, «Agradablemente cálido» pensó cerrando sus ojos rodeando la cintura de su hermana, sintiéndose tranquila y segura en un instante.

Creo que si nos dañamos. — Comentó Momo al sentir aquella tranquilidad que le brindo la cercanía de la pelirrosa. — ¿Nada de lujuria pero si un abrazo? — No sabía porque había tenido el impulso de abrazarla en primer lugar pero ahora estaba satisfecha con aquella decisión pues se sentía demasiado cómoda sosteniéndola de ese modo.

Sana se separó apenas de ella para mirarla a los ojos. — ¿Será otro truco de papá? — Cuestionó con inocencia. — Como el libro. — Terminó de decir volviendo a la posición anterior.

La mayor lo pensó por varios segundos ates de volver a estrecharla en sus brazos, recostando su mentón sobre la cabeza de la pelirrosa esta vez ates de responder. — No lo pero, quedemonos así por otro rato ¿Si? — Sugirió en un suave susurró mientras cerraba sus ojos. — Se siente bien.

Sana rió al escucharla y volvió a separarse de su abrazo. — Si, me gusta escuchar tu corazón. — Confesó divertida dejando un beso en la mejilla de la rubia.

Aunque no era algo a lo que estuvieran acostumbradas, esa cercanía les sirvió para darse cuenta de un par de cosas.

La primera era que les gustaba el calor que rodeó su corazón estando en los brazos de la otra de aquella manera, y la segunda, que aunque no hubiera Lujuria en sus actos, era la primera vez que se sentían tan satisfechas.

Jeongyeon se encontraba en su despacho, observando a Mina en su balcón gracias al enorme ventanal a su lado.

Estaba inmersa en sus pensamientos, en la forma en la que la rubia la calmaba como había hecho el día anterior frente a sus padres, hasta que alguien la sacó de su mente.

¿Aún no tienes una teoría sobre la negación de sus padres de no dejarles ver el libro a ti y a ella? — Preguntó Irene caminando por su oficina antes de mirar hacia la misma dirección que ella lo hacia antes de su llegada. — Por que yo sí. — Confesó sonriendo ignorando como la furia de la menor aumentaba. — Tal vez se deba a su propia existencia. — Había un toque de ironía y burla en las palabras de la pelinegra, que a la ojiazul no le gustaba para nada y cuando terminó de hablar supo el porque. — Hermosa e inmortal, una combinación peligrosa.

¡¿Como te atreves a hablar de ella de ese modo?! — Le reclamó al fin con el ceño fruncido apretando el vaso en su mano rompiéndolo al instante sin llegar a lastimarse, empezaba a molestarle la osadía de esas chicas para aparecerse de la nada frente a ella con sus teorías conspiradoras.

Sin embargo la pelinegra ni siquiera se inmuto por su acción y sólo elevó una de las comisuras de su boca en una mueca de sonrisa. — Tranquila Jeong, no tengo intensiones de acercarme a ella de esa manera, aunque su belleza me haya conquistado. — Confesó soltando un suspiro.

La peliplata apretó los labios luchando por contenerse, concertándose de nuevo en Mina. — ¿Qué es lo que quieres? — Preguntó tomando aire, aunque seguía con las ganas de estrangularla intactas.

Irene ensanchó su sonrisa, sintiéndose triunfal. — Hablarte sobre algo que podría interesarte. — Contó mirándola seria.

Y sabiendo que no tenía más opción para librarse de ella sin violencia Jeong suspiró rendida. — ¿De que se trata? — Preguntó con curiosidad, aunque algo en la mirada de la contraria le decía que iba a arrepentirse de ello.

El enredo de sus destinos. — Respondió Irene tranquila tomando una de las piezas del ajedrez de oro sobre el escritorio, mismo que le había sido obsequiado por la menor de sus hermanas, Tzuyu. — Permíteme aconsejarte algo.

Jeongyeon rió sin gracia. — ¿Crees que necesito tus concejos?

Tal vez no. — Dijo la pelinegra moviendo los hombros con desinterés dejando la figura de nuevo en su lugar antes de mirar e dirección de Mina otra vez. — Pero presta atención a lo que ella con su etérea belleza podría ocasionar.

Mina jamás permitiría que algo así pasara, no sabes nada sobre ella. — Aseguró Jeong mirando como la pelinegra asentía, como si de verdad los conociera a todos.

La Mina que tú conoces posiblemente no. — Aclaró esta. — Pero la chica que empezará a despertar sentimientos en todos ustedes, y cuya propia naturaleza estará en peligro, será la causa de varias malas decisiones por aquí. — Explicó sonriendo.

Y eso bastó para que Jeongyeon explotara y en un segundo terminara tomándola fuertemente del cuello con una de sus manos.

Escúchame bien Irene, no vuelvas a hablar de ese modo sobre Mina o sobre ninguno de mis hermanos. — Habló con odio intensificando su agarre. — Porque no me importará quien seas o quien te haya enviado aquí, y no dudaré en deshacerme de ti. — Amenazó. — Sabes que puedo hacerlo. — Terminó de hablar antes de soltarla luchando por controlar su enojo.

Sólo ten cuidado Jeongyeon, porque puede que llegue un momento en el que necesitarás que tu voluntad sea más fuerte que tu naturaleza, para no ser una de las que tome malas decisiones aquí. — Volvió a hablar la pelinegra reincorporándose como si su ataque no la hubiera afectado.

Y Jeongyeon cuyos ojos estaban mas brillantes que nunca pasó su lengua lentamente por la parte interna de su mejilla apretando los labios. — Dejame sola. — Pidió sin mirarla con la voz ronca por la rabia.

Como gustes. — Irene sonrió divertida e hizo una reverencia antes de irse.

En medio de uno de los jardines se encontraba en peligris sentado en uno de los hermosos tronos que estaban en el lugar decorado de flores que volvieron a la vida después de la nevada, mientras una copa de champaña ocupaba una de sus manos y observaba el crepúsculo con admiración, escuchando el canto de las aves y los violines a un lado de él.

Es tan curioso como estoy realmente cómodo, aunque por primera vez me dan igual todos. — Murmuró sonriendo sorprendido y divertido.

No sabía que se te daba eso de hablar sólo. — Se burló la chica que apenas llegaba. — Aunque ya nada debería sorprenderme en este castillo. — Terminó de decir Nayeon antes de tomar asiento en el trono a su lado, mientras él la miró con una ceja levantada.

No era un secreto para ninguno de los 16 la relación amor-odio que tenían los dos chicos de ojos grises, cuyos encuentros siempre estaban llenos de palabras cargadas de ironía y sarcasmo por parte de ambos.

¿Así que si eres capaz de salir de tu zona de confort? — Atacó Hoseok moviendo su copa frente a su rostro.

Nayeon sabía cual era su objetivo, molestarla, pero no se lo dejaría tan fácil, nunca se lo dejaba fácil.

En un segundo una copa de su amado vino blanco estuvo en su mano mientras cruzaba sus piernas con lentitud. — Cuidado hermanito. — Advirtió deleitándose con el olor de su bebida antes de darle el primer sorbo. — Empiezas a hablar como un humano. — Se burló sonriendo.

Y cuando el peligris fruncio el ceño y le dedicó una de sus miradas severas supo que había logrado fastidiarlo. — Ya recuerdo porque no me gusta encontrarme contigo. — Lo escuchó decir molesto, y no lo culpaba, ella misma odiaba recordar que no tenían nada diferente de los humanos ahora.

Pues yo creo que es porque eres débil ante mis encantos. — Rió con ganas de seguir fastidiándolo. — Pero no te culpo, soy irresistible. — Alardeó mirándolo negar y rodar los ojos.

No podrías despertar nada en mi si te lo propusieras, hermosa. — Aseguró él, sin voltearse a mirarla, sabía que si había algo que la pelinegra odiaba era el que no le prestaran atención.

Nayeon por su parte sólo le siguió el juego manteniendo su sonrisa engreída en su rostro. — Yo creo que es al contrario. — Murmuró tranquila ganándose la atención de su hermano nuevamente. — Pero no deseo hablar sobre eso ahora, ni de nada mas, esta vista podría considerarse casi tan hermosa como yo. — Terminó de decir tomando otro trago de su vino blanco.

Hoseok suspiró negando rendido al fin, por alguna razón no quiso ir en contra de aquellas últimas palabras de su hermana. — Es digna de admirar. — Agregó observando como los colores cálidos del cielo sólo magnificaban mucho mas el paisaje frente a ellos.

Sin embargo cuando el silencio empezó a parecerle demasiado aburrido volvió a hablar. — ¿Fue de esta forma que la humanidad te afectó a ti? — Preguntó con aquel característico tono de burla que Nayeon tanto odiaba y a la vez disfrutaba en sobremanera.

Volteó a verlo despacio. — Pues a ti te hizo conforme ¿No? — Por alguna razón le divertía la relación que ambos tenían, porque aunque le encantaba ser adorada, odiaba la hipocresía, algo realmente irónico, y puede que por ello Hoseok fuera su hermano varón preferido, pero jamás lo admitiría en voz alta, o al menos no planeaba hacerlo.

Y al verla sonreír el chico la imitó. — No lo diría tanto como conforme, sólo es... — Hizo una mueca. — Momentáneamente satisfactorio. — Aclaró y ambos rieron sintiéndose cómodos con ello.

Bueno... — Empezó a decir Nayeon después de que su copa finalmente de vaciara. — Admitir la verdad se me da bien.

Hoseok asintió dándole la razón, después de todo, el era el más indicado para decir que no mentía. Y por algunos minutos el único sonido que se escuchaba era el de la suave melodía de los violines que Nayeon sabía eran guiados por él.

Pero de pronto una duda se generó en el peligris, una que a el lo tenia bastante inquieto. — ¿No te da ni siquiera un poco de curiosidad el contenido del libro? — Preguntó tomando por sorpresa a la pelinegra que sonrió incrédula pero extrañamente no sintió ganas de burlarse.

A todos nos dejó intrigados pequeño Oppa. — Le respondió suspirando. — Aunque por supuesto que yo hubiera preferido no tener humanidad en primer lugar. — Admitió, ella era la primera en contra de aquel suceso que según todos, acabó con sus pureza y superioridad con respecto a los mortales.

La expresión de Hoseok se torno tranquila antes de hablar nuevamente. — Sin embargo no le reclamaste a Soberbia sobre ello.

Lo hice. — Informó ella mirándolo seria. — Aunque claro no tenías forma de saberlo. — Sonrió con arrogancia. — Pero lo hice, incluso a papá Avaricia le reclame por ello. — Acercó la copa a sus labios nuevamente cerrando los ojos al saborear el blanquecino líquido en su boca.

Otra mueca se dibujó en el rostro del chico. — Aunque no nos sirvió de nada. — Murmuró recordando su encuentro con su padre, el mismo día que les contaron sobre el libro.

Muy cierto, y no se tú, pero por ahora sólo quiero averiguar el sentido de todo esto. — Contó Nayeon y él asintió de acuerdo. — Sentir que son mis iguales o que me importan más que yo misma, no es algo hermoso. — Agregó haciéndolo reír sonoramente.

Antes muerta que humilde ¿No? — Bromeó.

Ella por su parte negó sonriendo cínicamente. — No hay una gota de humildad en mi ser, lo sabes hermanito porque entiendes de que hablo, así que salud por eso. — Dijo elevando su copa en dirección del chico.

Salud. — Chocaron sus copas y después de tomar su champán Hoseok recordó algo que lo hizo sonreír ampliamente. — Por supuesto que lo entiendo, y al parecer Tzuyu también.

Nayeon casi se ahoga con su trago de vino ante la mención de la castaña mirándolo confusa. — ¿De que estás hablado? — Murmuró intentando parecer indiferente pero al ver la expresión incrédula del chico, entendió que lo sabía todo y no tuvo más opción que admitirlo. — Si dices una palabra de esto... — Amenazó, bastante sorprendida de que él se hubiera enterado de lo que sucedía entre ella y la menor de todas.

Seguía desconcertada por lo que ocurrió en su último encuentro, fue por eso que había sido muy cuidadosa en el desayuno, ignorándola como si su presencia no le afectara, cuando su corazón le gritaba todo lo contrario, y el que alguien más lo supiera le aterró.

Sin embargo el peligris rió. — No te preocupes, no planeo usar esta información aún. — Dijo sin preocupación.

Y después de tomar su copa de un sólo trago, lo miró desconfiada. — No es lo que estás pensando. — Se atrevió a aclarar como si aquello la calmara a si misma.

Hoseok sonrio divertido al darse cuenta de lo afectada que había quedado. — No tienes forma de saber que es lo que estoy pensando ahora, pero no es sobre ti. — Bromeó levantando su copa frente a su rostro. — Bien sabes que no eres el centro del universo Nayeonnie. — Continuó diciendo suspirando al final. — Al menos no del mío. — Agregó mirándola sin borrar su sonrisa divertida de su rostro.

¡Oh! — Exclamó Nayeon sonriendole del mismo modo. — Si que lo sé, porque eso sería demasiado para ti mi querido Oppa. — Dijo osadamente, lo que lejos de molestar al chico sólo lo hizo reír.

Y por su bien, la chica decidió dejar aquel tema hasta allí. Le sorprendió que el peligris lo hubiera descubierto, y un pequeño temor se albergó en su pecho al imaginar que el resto también lo haría, pero ya se ocuparía de eso después de disfrutar de su copa y la hermosa vista frente a ellos.

Minari... — Susurró Tzuyu entrando a su habitación desde el balcón.

La ojimiel, que reposaba sobre uno de sus sofás disfrutando de una suave melodía de arpas y violines, volteó a mirarla regalándole una de sus adorables sonrisas para corresponder la que la menor tenía en su rostro, teniéndola frente a ella al segundo siguiente.

Hola Chewy. — Sintió como los dedos de la castaña acariciaban su rostro y subían a su cabello. — ¿Me extrañaste mucho? — Sonrió de forma seductora, lo que hizo reír suavemente a la menor.

Ella subió sus manos a los hombros de la más alta que dejó un beso en su frente, algo que no entendió pero que aceptó sin problemas.

— Tendría que perder la cordura para no extrañarte Minari. — Confesó Tzuyu. — Eres tan hermosa. — Habló suavemente y junto sus frentes cerrando sus ojos y acariciando sus mejillas, provocando que ambas disfrutaran de aquella cercanía. — Perfecta.

Los problemas empezaron cuando sus labios se encontraron y los sentimientos de ambas empezaron a diferir, Tzuyu estaba algo confundida, aunque bastante satisfecha por la dicha de volver a probar aquellos dulces labios, pero su corazón seguía tranquilo, tan diferente de cuando besaba a Nayeon, e incluso a Sana, Chaeyoung o Jihyo.

Mina por el contrario, disfrutaba de aquellas caricias pero sentía que no había una gota de deseo en su ser.

Como si no quisiera ser adorada, como si de pronto en su interior no deseara que la menor siguiera tocándola.

Por eso se separó de ella de repente mirándola confundida. Y cuando la castaña dio un paso para acercarse a ella, retrocedió, notando como esta fruncía el ceño y su expresión se tornaba seria. — Lo siento yo... — Intentó hablar mirándola confundida.

¿Que sucede? — Tzuyu tomó una de sus manos y dejó un beso en el dorso de ella mirándola con adoración, pero ni siquiera eso le hacia sentir algo más. Y le asustó, le asustó mucho.

Yo... No puedo. Susurró dándose la vuelta y huyendo de su propia habitación.

La castaña la miró confusa, era obvio que le había dolido que la rechazara, pero suspiró dándose la vuelta para salir de la habitación también.

Decidió que por el momento lo dejaría pasar, pues si sus instintos acertaban, Mina y ella tendrían otra oportunidad de estar juntas.

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Saludos.

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