IX : Ironía & Discordia
— ¿Sería demasiado osado si admitiera que me han encantado las palabras de ese libro? — Exclamó un sonriente Jin entrando al cuarto de espejos donde estaban sus tres hermanos con expresión de pocos amigos.
— Callate ya Jin Oppa. — Le dijo Nayeon. — No me importa tu pequeño momento de felicidad.
— Supongo que es entendible. — El pelinegro se sentó al lado de Mina que los miraba en silencio. — Debe ser horrible que no te hayan confirmado una existencia al lado de tu adorada Oppar. — La molestó sin borrar la sonrisa divertida de su rostro.
Mina apretó los labios y fruncio el ceño al escucharlo, pero no dijo palabra alguna, por lo que Tae se atrevió a hacerlo.
— Ni siquiera deseo imaginarme que es lo que esperan que haga. — El rubio se levantó mirándose en uno de los espejos mientras acariciaba su reflejo. — Estoy seguro de que estar con Jungkook haría feliz a una gran parte de mí, pero por otro lado, la forma en la que Hoseok me adora es simplemente... — Suspiró sonriendo.
«Así que a esos dilemas se refería Avaricia cuando dijo que no sabemos lo que queremos» pensó la rubia.
— ¿Será posible que se trate de otro de sus juegos? — Preguntó de pronto el ojiverde haciendo una mueca.
— No me sorprendería. — Respondió Mina sonriendo divertida.
— No más conspiraciones por favor. — Nayeon se pasó la mano por el cabello peinándolo a un lado. — Tengo suficiente con las intrigas que me generó ese estúpido libro.
Mina la miró y mordió su labio. — Sólo intento comprender que tan acertado es y porque no todos pudimos ver su contenido.
— ¿No es obvio? Sólo los destinos realmente importantes debían ser revelados. — Presumió Jin ganándose una mirada seria de sus hermanos. — De acuerdo, prosigan.
Una divertida idea pasó por la mente de Tae y no tardó en expresarla ganándose la atención de sus hermanas. — Tal vez sea porque no está escrito en nuestros destinos atar nuestra existencia a una sola persona. — Sonrió con picardía y movió sus cejas divertido.
— Tiene sentido que no quieran que privemos al resto de nuestra hermosa compañía, es obvio que todos se pelearan por tenernos. — Nayeon también sonrió coqueta pensando a cual de sus hermanas le permitiría adorarla primero.
Mina rió moviendo su cabeza en negación. — O sólo quieren divertirse a costa nuestra. — Agregó y se levantó del mueble haciendo una mueca. — Pero sólo lo sabremos si lo descubrimos ¿No? — Sugirió.
— Bueno, una cosa es segura. — Dijo Tae. — Habrá mucho placer en eso.
Y después de que los cuatro compartieran una sonrisa cómplice y coqueta siguieron saciando su Vanidad frente a cada uno de los espejos que los rodeaban.
Después de abandonar la sala de espejos, Nayeon llegó a su habitación frunciendo el ceño al encontrarse con una sonriente Tzuyu parada junto a su ventana. — ¿Que haces aquí? — Preguntó de manera hostil.
La menor levantó una de sus cejas y sonrió antes de empezar a hablar dirigiéndose a ella mirándola fijamente. — Eres la mayor de nosotras, la más hermosa, la más importante y aún así tampoco pudiste ver el contenido del libro. — Nayeon sabía que sólo quería provocarla, pero no caería esta vez ante aquella pequeña llama roja en sus ojos prueba de su Discordia sin embargo, la menor no tenía intenciones de ceder. — ¿No es eso irónico? — Preguntó ensanchando su sonrisa al llegar a su lado.
Un suspiro salió de los labios rojos de Nayeon antes de volver a hablar. — Tuve suficiente con lo que pasó hoy como para soportar tus juegos Tzuyu. — Soltó fríamente pasando por su lado hasta sentarse en su cama y quitar sus botas negras con lentitud.
— Pero que ruda. — Dijo Tzuyu sorprendida siguiendo cada uno de sus movimientos con su mirada. — Sólo vine a hacerte compañía. — Sonrió coqueta y se sentó a su lado en la cama. — Deseo más de ti Nayeonnie. — Susurró en su oído.
Nayeon apartó la mano que empezaba a subir por su pierna antes de levantarse de la cama. — Pues yo no. — Dijo seria. — Dejame sola por favor. — Pidió dándole la espalda.
— De acuerdo — Y sin dejar de sonreír la castaña se levantó de la cama para volver a susurrar en su oído. — Pero te advierto que no te desarás de mí tan fácil. — Dijo antes de desvanecerse.
Nayeon creyó que al fin tendría algo de tranquilidad pero cuando empezaba a abrir los botones de su blusa, otra voz la sorprendió.
— ¿Gustas de un masaje? — Era imposible no reconocer a la dueña de esa suave y seductora voz.
— Sana... — Murmuró sin voltearse cerrando sus ojos, la hija de Lujuria si que sería difícil de persuadir.
— Hola Nayeonnie. — Sin pedir permiso la pelirrosa se paró tras ella deslizando la blusa, ya abierta, por sus hombros, tomando su mano para guiarla de vuelta a la cama, y con lo agotada que estaba la pelinegra, sólo se dejó llevar.
Sana la acostó lentamente sobre la cama, sentándose sobre ella y empezando a subir sus manos por la piel expuesta de su espalda y hombros. — Estas muy estresada. — Susurró cerca de su oído dejando un beso sobre su nuca.
— Si que sabes como usar tus manos ¿No?— Alagó Nayeon volviendo a cerrar sus ojos disfrutando de las coordinadas caricias que le propiciaba la japonesa.
— Para muchas cosas... — Respondió Sana con la voz ronca. Tener a la pelinegra bajo su cuerpo mientras recorría su suave espalda sintiendo la calidez de su piel, la estaba llenando de deseo.
— ¡Oh si! — Suspiró Nayeon cuando Sana tocó uno de sus músculos en específico.
— ¿Lo estás disfrutando? — Sana se acercó a su oído otra vez.
— No sólo eso... — Sonrió y de un sólo movimiento quedó sentada en la cama con la pelirrosa en sus piernas. — Quiero más. — Las manos de Sana quedaron sobre sus hombros, y las suyas se dirigieron a la cintura de esta, tomándola con firmeza pero sin dejar de ser delicada.
— También yo.
Sus labios se encontraron y Nayeon se dejó adorar por la pelirrosa que saciaba cada uno de sus deseos con todo el esmero que necesitaba en aquel momento.
La morena de expresión serena se encontraba en la sala dorada de su torre caminando de un lado a otro, frente a los retratos de sus padres y de sus dos hermanas más cercanas.
Era obvio que no aceptaría así como así el haber sido una de las que no conoció el contenido de aquel tonto libro, pero tal parece que sus respuestas llegarían a ella por si solas.
— Mi pequeña adoración, la más hermosa de mis creaciones. — Su cuerpo se paralizó al escuchar la voz a sus espaldas y volteó despacio encontrándose con una presencia que definitivamente no esperó pero que después de aquel desorden en el que se encontraba sumida la fortaleza, ahora agradecía enormemente, se trataba de la mismísima representación física de la Discordia.
Su cabello morado oscuro ondeaba al mismo tiempo que su vestido dorado debido la brisa que entraba por la ventana en la que se encontraba de pie. Tzuyu miró sus ojos semejantes a dos diamantes que brillaban como nunca y la forma en la su piel sólo un tono más oscura que la suya era bañada por el sol del crepúsculo, antes de arrodillarse frente a ella.
— Madre... — Fue todo lo que pudo murmurar, no es que no se alegrara de ver a su madre, sino que la sorpresa de su visita la había dejado sin palabras. — ¿Que estás haciendo aquí?
— Primero que nada, levantate y saluda a tu madre como se debe, y segundo, he venido a hacer lo que mejor sabemos hacer mi niña. — Contó acariciando la mejilla de Tzuyu con la misma mano que la morena besó. — Estás tan llena de preocupaciones, y estuviste llorando. — Murmuró leyendo su mente en un segundo. — Nada bueno. — Puso su mano en su pecho y chasqueo su lengua. — Esto es un problema, sabía que los pecados capitales tramaban algo retorcido, pero jamás imaginé que...
Empezó a caminar por la habitación dejando un rastro de polvo dorado tras ella, parecía pensativa por lo que Tzuyu la miraba confundida.
— ¿Osea que no sabías sobre estas tonterías del destino? — Se atrevió a preguntar sin rodeos.
Discordia sonrió de lado. — Puede que si, puede que no. — Vaciló. — Sabes que tu padre me prohíbe dar mis opiniones para evitar conflictos entre ustedes tesoro. — Una vez más Tzuyu sintió la mano de su madre en su mejilla antes de que esta al fin tomara asiento en un trono a mitad de la sala.
— A este punto, ya nada puede empeorar nuestra relación con los pecados capitales, madre. — Dijo fríamente, sorprendiendo a la Diosa por la forma en la que habló de ellos, y quien debido a que no quería tener problemas con los seres otra vez, decidió abogar a favor de estos.
— ¿Que es esa forma de expresarte de tu padre? Debes respetarlo por más incomprensible e insaciable que sea. — Fruncio el ceño dejando a la menor sorprendida.
— Pero madre... — Se quejó Tzuyu. — ¿Tienes una idea de lo que hicieron? Esto...
— ¿Que? — La interrumpió la Diosa levantando una ceja. — ¿Darles humanidad, sentimientos y una posibilidad de amar y ser amados mas allá de sus vicios, deseos y carencias?
Tzuyu se quedó pensativa analizando sus palabras. — Yo... No lo había visto de ese modo. — Admitió apenada.
— Por supuesto que no, pero para que no digas que te abandoné en medio de este caos, te ayudaré a resolver tus dudas. — La Diosa habló con confianza.
Tzuyu se alegró al escucharla. — ¿Puedes hacer eso? — Sus ojos brillaron de emoción y no pudo evitar sonreír. — ¿Conoces el contenido de ese libro?
Discordia rió. — Me temo que no mi niña. — Su sonrisa creció al ver la decepción en el rostro de la menor. — Pero no tengo que hacerlo para poder ayudarte. — Y pese a la desconfianza que Tzuyu sentía, su curiosidad era mayor.
— ¿Entonces como lo lograrás? — Preguntó tomando asiento frente a ella mientras sus manos reposaban sobre sus rodillas, apretándolas suavemente.
La pelimorado arqueó una de sus cejas mirándola casi sintiéndose ofendida. — ¿Olvidas quien es tu madre? — Y su voz ronca logro poner nerviosa a la castaña.
— No pero... — Se apresuró a decir Tzuyu intentando mantenerse firme ante su madre con el ceño fruncido.
Discordia la miró con los ojos entrecerrados. — Eso creí. — Sonrió triunfal. — Podré ayudarte porque, la verdad que tanto deseas conocer esta dentro de ti. — Explicó volviendo a su expresión tranquila.
Tzuyu hizo una mueca, no tenía idea de lo que podría estar diciendo su madre. — No logro entenderte. — Confesó. — ¿Que significa eso? — Cuestionó.
La pelimorado se levantó de su cómoda silla caminando hasta quedar tras ella. — Siempre has tenido claro que no eres como tus hermanos ¿No es así? — La menor asintió. — Tú no sólo eres la creación de un pecado capital o una virtud cariño, eres hija de una Diosa. — Dijo osadamente. — Tienes capacidades más allá de las suyas, pero apuesto que tu padre jamás te dijo eso. — Susurró en su oído.
— En tanto tiempo... — Tzuyu al fin se levantó mirando a su madre antes de pasarse las manos por el cabello de forma desesperada, esa información era totalmente distinta a lo que esperó. — ¿Porque? — Preguntó al borde de un ataque de nervios mientras la mayor seguía tan tranquila como antes.
— Es porque lo que lograrían tu naturaleza y tus poderes de Diosa unidos... Sería difícil de contener incluso para los pecados capitales. — Informó la Diosa. — ¿Te has preguntado porque eres la única que tiene tres colores en su aura? Es lo que eres. — Dijo sonriendo con malicia, definitivamente sabía como hacerle honor a su título, capaz de jugar con la mente de su propia hija. — Pero ya después hablaremos de eso. — Movió su mano restándole importancia, algo con lo que la castaña no estuvo de acuerdo.
— ¿Como? — Se detuvo al otro lado de la sala con miles de preguntas en su interior. — ¿No vas a ayudarme? — Preguntó mirándola suplicante.
— Por supuesto que si, ven aquí. — Le dijo la Diosa y ella obedeció viendo como su madre puso su mano en su pecho cerrando sus ojos. — Interesante. — Sonrió la mayor.
Era obvio que estaba suficiente intrigada ya, pero esa intriga solo aumentó al escucharla. — ¿Que es lo que estás... — Intentó volver a hablar siendo interrumpida por su madre.
— Tu ya sabes lo que quieres, o al menos tu corazón lo hace. — Dijo sonriendo y mirándola fijamente. — Cierra tus ojos y dime a quien ves a tu lado, describele usando tu percepción.
La morena así obedeció abriendo los ojos al instante sorprendida por lo que vio. — Es una chica, es todo lo que puedo ver, ni siquiera puedo ver su rostro, no tiene sentido. — Sacudió su cabeza con frustración mientras Discordia volvía poner su mano en su pecho.
— Vamos sigue intentando un poco más. — Ordenó suavemente.
Tzuyu volvió a cerrar sus ojos y suspiró concentrándose en las imágenes en su mente. — Su tacto, puedo sentirlo. — Empezó a hablar con una pequeña sonrisa en su rostro. — Es cálido, y sus besos son gratificantes, yo... — Explicó sin dejar de sonreír, se sentía demasiado real. — Los siento diferentes, la suavidad de su piel, el sabor de sus labios, incluso su perfume, es igual a... — Se separó del toque de su madre que sonreía divertida mientras ella aún estaba en shock. — No puede ser, pero... ¿Como? — Preguntó con la imagen de una de sus hermanas en su mente, convencida de que esta era su destinada.
— Te lo dije, tal vez no sea un oráculo o no tenga idea de lo que hay en ese libro, pero tengo mis trucos. — Dijo observando como la chica retrocedía un paso. — Y ahora tú también, pues los irás desarrollando a partir de ahora.
Tzuyu sonrió nuevamente, asombrada y emocionada eran las palabras con las que podía definir su estado de ánimo. — ¿Podré hacer esto? — Preguntó mirando a la Diosa.
— Primero debes reconocerlo en ti misma, y cuando estés completamente segura de quien es la chica que has visto, podrás hacerlo también. — Explicó esta asintiendo con orgullo al ver el entusiasmo en su hija.
— Esto cambia muchas cosas. — Dijo la menor decidida. — Debo ver a papá, quiero más respuestas.
— No lo creo. — La detuvo la Diosa poniendo una mano en su hombro mientras Tzuyu la miraba interrogante. — Llegado el momento, no habrá preguntas que no puedas responderte a ti misma, además dudo que tu padre te las dé. — Explicó.
La menor sonrió. — Madre, yo... — La abrazó recostando su cabeza en su hombro. — Gracias. — Susurró sinceramente.
La Diosa la separó apenas de ella acunando su rostro con sus manos antes de besar su frente. — Pero mi niña si no he hecho nada aún. — Sonrió con cariño y en esos momentos era que Tzuyu agradecía ser la única hija de la Diosa, pues de la misma forma que amaba el caos, la amaba a ella. — Aquí viene la mejor parte, un regalo que te facilitará muchas cosas. — Hizo aparecer una manzana dorada en su mano.
— ¿Una manzana? — Tzuyu hizo una mueca al verla. — ¿En serio madre? — Sacudió su cabeza. — Lo siento pero no creo que...
— Nunca subestimes el poder de una manzana obsequiada por la Diosa de la Discordia cariño. — Le dijo la Diosa sonriendo divertida. — Esta es especial.
Tzuyu apretó los labios. — De acuerdo... — Quiso decir algo más pero no quería problemas con su madre por lo que sólo suspiró rendida. — ¿Porque dices eso?
La sonrisa de la pelimorado creció. — Porque te ayudará a cumplir con tu destino. — Contó y Tzuyu la miró con los ojos entrecerrados. — Una vez que la lucha entre tu mente y tu corazón termine, cuando hayas armado tu rompecabezas y tengas claro quien es tu pareja, deja esto en la puerta de su habitación, y sólo así conocerás a aquel a quien te enfrentarás por su corazón, pues sólo él o ella, podrá verlo. — Terminó de decir y le entregó la manzana.
Tzuyu miró la fruta en su mano analizándola con detenimiento. Preguntándose como una cosa tan pequeña podría ocasionar tanto caos, pero sonrió al instante, ella sabía perfectamente que tan sólo bastaba una pequeña gota de Discordia para encender la llama del caos en cualquier lugar.
— Entiendo. — Volvió a mirar a la Diosa abrazándola nuevamente. — Gracias madre. — Estaba disfrutando de las caricias que su madre le propiciaba suavemente en su cabello.
— No es nada mi niña, sabes que te adoro. — Dijo la Diosa besando su cabello.
La castaña sonrió feliz de escucharla, y volvió a mirarla. — También yo madre.
Finalmente la pelimorado la soltó y caminó en dirección del balcón por el que había aparecido. — Nos veremos después tesoro. — Aseguró sonriendole. — Adiós.
Y sin dejar de sonreír Tzuyu hizo una pequeña reverencia. — Adiós madre.
Soló una vez que estuvo a solas, volvió a observar la fruta en su mano, tan atractiva, tan apetecible y tan letal.
Aún debía averiguar si sus sospechas eran ciertas y si realmente la chica que vió era la correcta pero no quería parecer tan obvia, por lo que después de tener claro el plan que implementaría salió de su torre.
Sabía exactamente por donde quería empezar.
Mientras Discordia volvía al plano espiritual, donde vivía con el resto de seres mágicos y Dioses, Irene se encontraba en su lugar de vigilancia acompañada del pecado capital mayor, quien tenía una sonrisa divertida en su rostro, como si todo estuviera saliendo como quería.
— Todos están tan desorientados. — Comentó la chica. — ¿Porque no les hablaste sobre las etapas, o que podían apagar su humanidad y seguir como si nada? — Preguntó sin mirarlo.
Soberbia sólo ensanchó su sonrisa dejando en evidencia lo mucho que disfrutaba la situación de los chicos. — Porque eso le restaría diversión. — Dijo como si nada.
— Ni siquiera la Diosa de la discordia lo sabe, y sé que el hechizo que contiene esa manzana sólo traerá más problemas. — Fruncio el ceño haciendo una mueca.
Soberbia puso una mano en su hombro sin dejar de sonreír. — Tranquila pequeña, esos son datos poco relevantes en este momento. Pero te aseguro que no tardarán en enterarse. — La forma en la que estaba hablándole y mirándola era demasiado confiado para el gusto de la pelinegra, aunque esta ya había sido advertida de ello.
Por eso sólo pudo suspirar y enfrentar su mirada por un segundo antes de volver su atención a la menor de todos que parecía hipnotizada por la belleza de la fruta en su mano. — Realmente quiere que se asesinen ¿No es así?
El ser rió. — No llegarán a eso, no son animales. — Hizo una mueca de obviedad. — Además, no podrían morir ni aunque lo intentaran. — Se burló caminando en dirección opuesta a ella.
— Espero tengas razón. — Irene movió su rostro observándolo sobre su hombro, debía ocultar muy bien el desprecio que sentía por aquel ser, que al escuchar su tono de reproche cambió su expresión a una prepotente.
— Yo jamás me equivoco pequeña. — Alardeó mirándola serio y justo antes que verlo desaparecer, Irene alcanzó a decirle algo más.
— Lo que digas gran señor. — Un nuevo suspiro salió de sus labios que se fruncieron ante el terrible presentimiento de lo que estaba por venir.
Momo llevaba otro de los bocadillos frente a ella a su boca con una calma que al chico a su lado le sorprendía en sobremanera, como si no hubiera ansiedad en sus actos, algo impropio de los hijos de Gula.
Jimin no tenía ninguna duda sobre lo que ocurría en la mente de su hermana, además tampoco era un secreto, con lo que había ocurrido esa tarde en el castillo todos estaban pensando en la misma situación.
Terminó su último trago de cerveza antes de al fin atreverse a preguntar. — ¿Que te sucede? — Sus palabras fueron suficiente para que la chica posara su atención en el. — Empiezas a preocuparme. — Confesó.
— No me cuestiones ahora, tú fuiste uno de los que corrió con suerte Jimin. — Dijo Momo limpiado su boca con una servilleta, su ceño estaba fruncido, pero rápidamente cambió a una expresión distinta. — Esto me hizo sentir tan... — Puso una mano en su pecho haciendo una mueca de dolor. — Triste.
Jimin la miró sorprendido. — ¿Ahora sientes? — Aunque sus palabras se escucharon como una burla, realmente le preocupaba su Noona.
La chica movió sus hombros. — ¿Era lo que querían no? — Hizo un puchero llevando otro bocado de comida a su boca.
Jimin hizo una mueca, no estaba nada convencido. — Bueno... — Tomó un trago de su cerveza que se había llenado nuevamente. — ¿Y como sabes que es tristeza?
Momo volvió a mover sus hombros. — Simple. — Aseguró. — No estoy disfrutando de mi comida, y mi botella no se abastece a la misma velocidad. — Levantó su botella vacía confirmando su teoría antes de volver a hablar. — Además lo aprendí de los humanos, cuando algo significativo les pasa es cuando son más capaces de identificar sus emociones, y lo que resultó de lo que me pasó hoy sólo fue tristeza. — Contó dejando al Mochi con más preguntas que nunca.
— ¿Como es que sabes todo eso? — Preguntó el chico.
Y por la sonrisa que se dibujo en el rostro de su hermana, supo que la otra mitad de su naturaleza estaba directamente involucrada. — Estuve con Mitang, por eso me gusta estar cerca de ella, siempre me enseña algo nuevo. — Confesó haciendo reír al rubio.
— ¿Segura que es sólo por eso? — Bromeó Jimin sonriendo con picardía.
La risa de Momo se dejó escuchar antes de responderle. — Sabes que no. — Su labio inferior quedó atrapado entre sus dientes antes de seguir hablando. — Su forma de besar es malditamente adictiva, la mejor de todo el castillo. — Suspiró ante el recuerdo de su último encuentro con la ojimiel sonriendo como boba.
Jimin sonrió divertido. — Y parece que te enseñó a parecer enamorada como ellos también. — Bromeó y ambos rieron esta vez.
Analizar los últimos sucesos y buscar alguna solución requería una concentración que Mina dio por interrumpida con la llegada de una inesperada visita a su balcón.
Se giro encontrándose con la imagen de Chaeyoung, quien vestía una sencilla camisa blanca, pantalones de mezclilla y botas cortas de tacón alto, y que en su mano llevaba una rosa roja. — Chaeng, no deberías estar aquí. — Dijo suspirando pasando por su lado adentrándose en la habitación con claras intensiones de evitarla. — Dudo mucho que...
— Shh, no digas nada Minari. — La castaña llegó tras ella acariciando su brazo con la rosa en su mano. — No puedes rechazarme dos veces porque mi deseo de adorarte no está dispuesto a ceder esta vez. — Susurró en su oído dejando un par de besos en su cuello.
Mina suspiró nuevamente, realmente quería resistirse, pero la castaña sabía lo que estaba haciendo y cuando su mano acarició una de sus piernas, se rindió. — Chaeng... — Jadeó y llevó su mano al cuello de la castaña para que no se separara de ella.
La castaña sonrió triunfal, volteándola despacio y acariciando sus mejillas, delineando su rostro suavemente con sus dedos. — Eres más hermosa que todas las flores y más dulce que mis fresas con chocolate Minari. — Dejó un beso en su boca antes de volver a mirarla.
Mina sonrió con arrogancia. — ¿Esperabas menos acaso? — Preguntó engreída, y Chaeyoung no pudo estar más feliz, por lo que volvió a besarla.
— Esperaba poder controlarme a tu lado. — Juntó sus frentes al separarse y fue el turno de la rubia de sonreír feliz al escucharla.
— Pero mi querida Chaeng ¿No lo tienes claro aún? — Mina puso una expresión que denotaba inocencia y acarició los labios de la castaña. — Nadie pude resistirse a mi. — Sonrió ampliamente, una imagen que Chaeyoung adoró. — Soy a quien todas desean tener y poseer sin ningún tipo de restricción. — En sus palabras se podía sentir la Soberbia en su más pura esencia. — A quien todas quieren tener por el resto de su existencia. — Dijo rozando sus labios con los de la contraria.
Y cuando la castaña la tomó de la cintura, dejando sus rostros a tan solo milímetros de encontrarse, la rubia jadeo por la sorpresa. — Y no tengo ninguna intensión de contradecirte. — Dijo Chaeyoung y Mina la besó llevando sus manos a su cuello para después empezar a abrir los botones de su camisa blanca.
Ninguna se sorprendió de que con las enormes ganas que tenía Chaeyoung por tener a la rubia entre sus brazos, y el deseo que se había encendido en Mina, poco a poco sus besos pasaron de ser lentos y cuidadosos a apasionados y sin cordura.
Y por alguna razón que la rubia no entendió, no pudo evitar pensar en Sana y Momo, y sus apasionadas personalidades mientras los suaves labios de la castaña exploraban su cuello.
Sobretodo después de haber estado tan recientemente con la mayor.
Mas no dejó que aquello la detuviera sino que terminó entregándose a Chaeyoung, justo como su cuerpo le gritaba y como esta deseaba desde hace mucho tiempo.
Tae era el único que permanecía en la sala de espejos cuando una apagada Jihyo llegó al lugar. — Pequeña Jihyo ¿Que es eso tan vil que corrompe tu alma tan pura y dulce?
— Taehyung Oppa... — Saludó la chica haciendo una pequeña reverencia ante el rubio antes de tomar asiento frente a él. — Sólo puedo decirte que no desees demasiado el conocer lo que dice ese libro. Podría envenenarte también.
El rubio sonrió levemente, pero no era un sonrisa de burla, era una sonrisa genuina y agradecida, pues sabía que la ojiazul tenía buenas intensiones. — Bueno, eso responde indirectamente mi pregunta, pero puedes estar tranquila pequeña Jihyo, no planeo torturarme por lo sucedido esta tarde, sólo me concentraré en el placer que esta... Exploración, me hará sentir.
— Entiendo eso. — Suspiró pesadamente la rubia. — Es obvio que usted y yo no lo vemos de la misma forma, pero me alegra que no vaya a afectarle de cualquier modo. — Hizo una mueca de sonrisa.
Taehyung entre cerró los ojos y la miró curioso. — ¿Porque te escucho tan cohibida pequeña Jihyo?
Y la chica enfrentó su mirada sin dejarle ver lo afectada que realmente se encontraba. — Porque puede que tal vez y sólo tal vez, hubiera deseado jamás saber lo que pasaría conmigo. — Dijo antes de hacer otra reverencia y desaparecer de la presencia de Taehyung quien se quedó más que intrigado por sus palabras, con el ceño fruncido y los labios apretados.
Si lo que había en ese libro había sido capaz de causar tal daño en el alma más bondadosa del castillo, temía lo que podía ocasionarle a él y al resto de sus hermanos pecadores.
La rubia por su parte volvió a su torre encontrándose con la castaña a quien había decidido dejar de tratar.
— Jihyo... — Escuchó sin atreverse a mirarla pues sabía que terminaría cediendo, y ella nunca había sido conocida por crear conflictos, por lo que después de tomar aire se armo de valor para irse de allí y evitar el “problema”.
Somi sonrió al verla pero cuando la contraria ni siquiera le dirigió la mirada sintió como un dolor que jamás en su existencia había conocido crecía en su pecho. Y trató de ir tras ella esta vez, pero de nuevo Jihyo huía de su lado, desapareciendo sin darle oportunidad de hablar.
— No me... Dejes. — Susurró con los ojos cristalizados. — Por favor.
Creyó que la chica estaría odiándola por no contarle la verdad, que la juzgaría sin escuchar sus razones, pero la realidad era que después de volver a encontrarse con su padre y que este dejara claro que no dudaría en cumplir su palabra, Jihyo lo único que hacía era protegerla.
Si con algo eran buenos los hijos de Lujuria, era con sus manos y el que sus caricias y masajes fueran celestiales era la prueba de ello.
— Hay demasiada tensión aquí, hermoso. — Susurraba Namjoon al oído de Jin mientras mesajeaba sus hombros. — ¿Que esta preocupándote?
— Mis hermanos Nammie. — Contó Jin soltando un suspiro. — Se que papá es el menos considerado de los 7 pero jamás había menospreciado a ninguno de nosotros 4, y hoy fue la segunda vez que lo hizo. — Negó con frustración. — Todo por ese estúpido destino que nos dieron a todos.
— ¡Hey! — Se quejó el peliblanco. — Yo estoy en ese destino que dices hyung. — Hizo un puchero que cambió por una sonrisa juguetona al instante. — ¿Me llamas estúpido también?
— No hablo de eso Namjoon, sabes a lo que me refiero, este tema de los destinados no ha hecho otra cosa que traer desequilibrio a este castillo. — Su tono era serio y preocupado, por lo que un suspiro salió de los labios del menor y detuvo sus actos.
— Parte de mi esta de acuerdo contigo Jinnie, la parte que de mí que se preocupa por todos y me hace quererlos como hermanos. — Confesó sentándose frente al pelinegro. — Pero la otra parte de mí, la que te adora más que a cualquier placer, esta muy agradecida de cada cosa que ha ocurrido estos últimos días.
— Namjoon, soy increíblemente hermoso por su puesto que querrías eso. — Alardeo Jin con obviedad y una sonrisa engreída. — Pero para que veas que no soy malo, te confieso que también me encantó ver tu nombre en ese libro, sólo tú me haces sentir tan satisfecho y suficiente, eres el único que puede complementarme sin ningún problema pequeño Nammie.
El peliblanco sonrió coqueto y besó su mejilla. — Es un honor escuchar tan consideradas palabras de su parte señor increíblemente hermoso.
Jin sonrió con arrogancia y se sentó en sus piernas antes de rodear su cuello con sus brazos. — Lo sé. — Dijo rozando sus labios para finalmente besarlo.
En otro lugar del castillo, se encontraba una desesperada Somi contándole a sus compañeras lo mal que le había ido con la rubia ojiazul.
Las cinco chicas habían pasado los últimos minutos observando como la castaña caminaba de un lado a otro pasándose las manos repetidas ocasiones por el rostro y por el cabello. — Han debido estar allí, ni siquiera se tomó la molestia de mirarme. — Decía moviendo sus manos con desespero. — Ella no es así. — Se detuvo mirando a Seulgi que era la que tenía de frente.
Ryujin que tenía un libro de historia en su mano y Yeji que estaba recostada en sus piernas disfrutando de sus caricias en su cabello solo rieron, mientras las mayores se miraron entre si, antes de que la de cabellos oscuros hablara.
— ¿Ahora también quieres ser la reina del drama? — Bromeó Yongsun que estaba parada junto a la ventana y caminó hasta donde estaba la rubia sentándose a su lado. — Te informo que te falta mucho para superar a la odiosa mayor. — Agregó haciendo reír más a sus compañeras.
Somi fruncio el ceño e hizo una mueca al escucharla. — Esto no es gracioso Unnie. — Hizo un mohín que hizo bufar a la ojiverde aunque no apartó su mirada de su libro. — Ella en serio no quiere verme, es como si...
— Por favor Somi no deberías preocuparte demasiado, todas conocemos el desenlace de todo este enredo. — La interrumpió Moonbyul abrazando a la pelinegra a su lado.
Somi la miró frustrada. — Lo dices porque no eres tú la que está en esta situación. — Dijo en modo de reclamo, sabía que ninguna tenía la culpa pero le molestaba que no la entendieran. — Yo lo único que quiero es... — Suspiró deteniendo sus pasos, y sentándose junto a las menores. — Estar a su lado.
Su tono fue tan dramático que incluso Yeji logro conmoverse esta vez y tomó su mano en forma de apoyo, mientras Ryujin sólo negaba y hacía una mueca.
Seulgi por su parte rió al oírla, y no pudo evitar molestarla. — Eso lo sabemos tonta enamorada, estoy segura de que tu aura se vuelve rosa cada vez que la tienes en frente.
— Basta con que la mire de lejos. — Ryujin se unió a la broma haciendo desaparecer su libro al fin y sacándole una risa a todas excepto a la castaña ojigris que se levantó de golpe.
— ¡Oigan esto es serio! — Reclamó escuchándolas reír mas fuerte.
— Y está a punto de empeorar. — Dijo Irene llegando a la habitación, y por su tono de voz y la expresión seria de su rostro todas se alertaron.
La ojicafé no tardó en levantarse y llegar hasta ella. — ¿Ahora que pasó Baechu? — Preguntó preocupada tomando su mano sintiendo cada una de sus emociones.
La pelinegra suspiró acariciando la mejilla de la castaña a su lado. — Sólo digamos que nuestro momento de poner orden, llegará muy pronto. — Contó mirando a la rubia y la pelinegra que sólo asintieron.
— ¿Y que hay de mi? — Una preocupada Somi preguntó mirándola confusa y asustada.
La líder sólo le sonrió cariñosamente antes de acercarse a ella y acariciar su cabello de forma maternal. — Tu estarás bien Somi. — Le dijo suavemente haciendo suspirar de alivio a la menor, que se alegro de que al fin una de sus Unnies la entendiera. — Sólo no te acerques a los pequeños odiosos estos días, pero vigila muy bien a tu chica, su bondad tiene suficientes tentaciones. — Advirtió. — Y te necesitará mucho más de lo que crees.
Moonbyul fruncio el ceño y se separó apenas de la pelinegra en sus brazos antes de hablar. — ¿Que fue lo que te dijo Soberbia? — Preguntó sin rodeos.
— No le importa la suerte de ninguno, por eso no podemos permitir que logre sus objetivos, y mucho menos que los envíe a la tierra cuando descifren sus destinos. — Todas asintieron al escucharla, ella sabía que el caos que tendrían que enfrentar no seria sencillo por eso necesitaba que estuvieran preparadas.
Ryujin se puso de pie de manos de la ojigris de cabellera clara. — Entonces manos a la obra. — Dijo decidida escuchando la risa de Seulgi al instante. — ¿Que? — Le preguntó haciendo una mueca.
Y después de parar de reír la mayor respondió. — Tanta lectura te está afectando pequeña Ace. — Bromeó.
Moonbyul rió y negó caminando hasta ella. — No seas así Kang. — Dijo golpeando su hombro suavemente mientras la nombrada solo reía de nuevo y el resto negaba.
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¿Que les pareció? ¿No tienen alguna teoría sobre la chica de Tzuyu o la misión de las guardianes? Se viene algo fuerte.
Saludos.
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