Antes de que de sus labios saliera alguna palabra, hubo un segundo de silencio en el que su mirada se posó en la mia y sentí que me desnudaba el alma con sus ojos. El tiempo había parecido detenerse y, de pronto, sentí un pellizco en el pecho. Luego el habló:

—Sí, es el almac- Oh... —aún descolocada, o quizás deslumbrada por su mirada, no alcancé a deducir sus intenciones, hasta que no escuché su susurro de cerca y me hubo cogido de la mano y llevado hasta el almacén.

Cuando pude darme cuenta, la puerta se había cerrado y yo estaba frente a él, algo conmocionada aún. Volví en mi al instante y únicamente alcancé a sonreirle.

—No se preocupe. Lo que espero es que Ben no nos haya visto. Quiero decir, mi jefe... —dije mordiendo mi labio inferior algo nerviosa.

De nuevo el silencio. Nada más se escuchaba a mi compañero en el muelle de carga, al fondo del almacen, descargando un camión. Podía oir perfectamente cómo mi corazón latía demasiado fuerte.

—Debe de ser agotador ser perseguido no sólo por los malos —sonreí tratando de mantener la calma—. Creo que esas chicas podrían ser aún más peligrosas que cualquier otro mal.

Mi risa nerviosa me hizo pensar que parecía tonta diciendo todas esas sandeces, y que él iba a pensar que yo era patética.