Lo vi, lo sentí, lo intuí. Me anticipé deliberadamente y supe, por un momento, que aquello iba a afectar a nuestra cordura, cuando observé su deseo de querer más en sus ojos. Y así hubiese sido de no ser por a irrupción de su telefono móvil. Cuando se levantó de la cama, sentí que me quebraba en pedazos y cuando dijo que tenía que irse, todos esos pedazos implosionaron, dejándome hecha añicos. No quería que se fuera, no quería quedarme sin la calidez de su presencia, pero no podía impedir que se marchase, era su deber y yo lo entendía más nadie.

Se fue y, aunque quizás hubiese tenido tiempo de decirle algo, no fui capaz. Pese a su promesa de volvernos a ver, el miedo se adueñó de mí, haciéndome elaborar la idea de no volver a verle, si su ida había sido para una de sus misiones peligrosas de salvar al mundo.

El ruido de la puerta al cerrarse fue el último sonido que obtuve esa noche de él, y no el placentero sonido de sus besos o suspiros o su voz, como hubiese deseado. Eso me estaba volviendo loca. Me lancé a la cama y, a pesar de conseguir dormir algo, las pesadillas se mezclaban con los recuerdos de esa noche, haciéndome despertar sobresaltada a cada hora.

No entendía del todo por qué me sentía tan atraída por él y de ese modo casi enfermizo. Más teniendo en cuenta que apenas le conocía, que prácticamente no sabía nada él. Jamás me había sucedido nada parecido. Y por eso mismo, nunca sufriría del mismo modo que lo haría a partir de ese acontecimiento. Él se había convertido, sin nosotros saberlo, en la pieza que le daba a todo sentido. Con su ausencia, la vida volvió a desmoronarse y a ser tan penosa como lo había sido hacía menos de veinticuatro horas.

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¡Hola gente!

Infinity War... Masoquismo es como debería haberse titulado.
Así que vengo a alegrar a quienes la han visto ya, y a quienes no pues también. Y como siempre, no dejéis de votar y comentar.

Esto continúa...