Aún sujetaba el brazo de Steve cuando Kevin tiró de mí, pero, de inmediato, el primero rompió la conexión forzada que había forjado el insolente borracho, liberándome del fuerte agarre. Continuaba estabilizado mi equilibrio cuando, de pronto, vi cómo Steve lo elevaba del suelo varios centímetros mientras apretaba el puño en el cuello de Kevin. Sin duda, la fuerza del Capitán era inconmesurable y eso, en parte, me daba miedo. Le rogué que le soltara, una y otra vez, sujetándolo de su brazo libre, mientras me arrastraba con ellos hacia donde acaba el muelle. Su tono de voz enfadado era grave, profundo, y me hacía estremecer, sólo escucharle me hacía querer salir corriendo de allí.

Entonces fue cuando Kevin empezó a dar patadas y puñetazos al aire, alcanzándome uno de sus puños en la boca, haciéndome caer de espaldas, sentada. El dolor era casi insoportable, juraba que me había roto un diente, pero tras revisar, noté que todos estaban en pie. Aún así, sangraba y empezaba a sentir quemazón y escozor en el labio inferior: me había partido el labio. Mientras trataba de limpiar la sangre que empezaba a manchar mi ropa, vi como Steve golpeaba a Kevin de un solo puñetazo, tirándole derribado al suelo.

—¡Steve basta! —grité con la voz rota al sentir un dolor agudo en la boca al gritar.

Pero Steve no me escuchó. Volvió a cogerlo del cuello y, sin pensarlo, lo lanzó al agua, como el que lanza una moneda. La frustración de no poder hacer nada, de no poder detener aquel enfretamiento, provocó que no dejase de llorar durante todo ese tiempo. La impotencia de que todo se hubiese arruinado, me desgarraba.

—No quería que esto acabase así... —repetí una y otra vez, antes de que Steve viniese corriendo hasta a mí.

No tuve tiempo de reaccionar, me alzó en sus brazos mientras me preguntaba insistentemente si estaba bien, prometiéndome protección y llevarme a casa sana y salva.

—Steve... Se ahogará... —dije apenada, después de todo, era condescendiente con aquel borracho sin escrúpulos.

En ese momento, una sarta de voces y gritos se escuchó en el mismo sitio donde Kevin se había precipitado al agua.

—¡Largaos de aquí! Si no lo haceis, ¡juro que veréis vuestra tumba antes que mi arma! —gritaba mientras trataba en vano, subir a tierra firme.

Aquella amenaza, provocó que diera un pellizco a la chaqueta de Steve, sin alcanzarle la piel, sobresaltada por el miedo, y escondiera mi cara en su hombro, encogiéndome en sus brazos:

—Steve.... —susurré cerca de su cuello, atemorizada, temblando como un flan.

Cerré los ojos, del mismo modo que cuando de pequeña tenía una pesadilla y despertaba asustada, pensando que si cerraba los ojos escondiéndome bajo las sábanas, todo pasaría. En ese preciso instante en el que empezaba a relajarme, sentí su agitada respiración, su corazón latiendo fuerte y su olor. Su fragancia de nuevo, esta vez más intensa y embriagadora; algo que logró llenarme de paz y tranquilidad por un breve momento.