Ella. 17
Tras guardar mi teléfono de nuevo en mi bolso, bajé de la moto, cuidando de mi vestido. Lo acomodé planchando las posibles arrugas que se podían haber formado y, al alzar la vista, Steve me estaba ofreciendo su brazo. Aquel gesto tan cortés, probablemente, era la primera vez que lo veía en un hombre y eso me hizo sonreír, aceptando su ofrecimiento.
Caminábamos bajo el manto de la noche, alumbrados por la luz tenue de las farolas regastadas del puerto, acompañados del sonido de la madera bajo nuestros pies. La brisa era fría, pero agradable en mis mejillas, que parecían estar a una temperatura algo más elevadas que el resto de mi cuerpo: quizás era la emoción que estaba conteniendo dentro. El brazo de Steve era firme, como el mármol, aunque cálido, como un hogar en invierno provisto de chimenea.
Su presencia para mí continuaba siendo imponente, ya que mirarle de reojo me impicaba alzar la vista y ver cómo casi tapaba el cielo que veía desde mi pequeña perspectiva. Nos manteníamos en silencio, pero no era un silencio incómodo, era agradable, y nos permitía escuchar nuestras respiraciones: estar vivos y en aquel lugar era lo que importaba. Sin embargo, ver el cartel que anunciaba el muelle 9, me hizo cambiar mi pacífico estado: apenas quedaban unos metros para llegar al 11 y el estado que más me preocupaba era el de Kevin. Me puse tensa de inmediato e inconscientemente, disminuía el paso. No era arrepentimiento, era miedo de que aquel tipo hiciera de las suyas. No sé en qué hora se me ocurrió la idea de venir aquí y traer a Steve. Él se dió cuenta de mi inquietud de inmediato, a lo que se preocupó por si me pasaba algo, pero tampoco quería alarmarle. Lo mismo eran imaginaciones mías y Kevin se comportaba. Sin dejar de darle vueltas a la cabeza, bastante preocupada, vimos a escasos metros de nosotros, acercarse alguien, aparentemente, andando de un lado a otro.
—Oh dios mío. Que no sea... —supliqué.
Ese maldito pirata estaba borracho y estaba apunto de arruinar nuestra cita. ¿Por qué no se me ocurrió otro sitio mejor al que ir? Iba a ser preguntarme lo mismo constantemente, llena de arrepentimiento.
Finalmente, nos reunimos con Kevin y lo primero que hice, fue mirar a Steve para ver su reacción, iba a pensar que le había traído al peor lugar posible.
—Buenas noches bonita —dijo Kevin, sonaba como si tuviese la lengua dormida de tanto alcohol—. Me sorprendió que me llamaras.
Hablaba como si no se hubiese dado cuenta de que Steve estaba allí.
—¿A dónde quieres que te lleve esta noche? —se acercó a mí, su aliento apestaba a podrido— Si quieres te llevo a ver las estrellas.
De repente, me entraron ganas de vomitar. Ese tipo estaba cada vez peor: el negocio del alquiler del barco era de su padre, pero desde que éste murió, parece haber ido cayendo en picado. Recuerdo aquellos paseos que nos regalaba su padre a mí y a una buena amiga las noches de luna llena, en aquel barco tan bonito, con la mar en calma. Aquello que quería enseñar a Steve y que era obvio que no iba a ser posible.
—Steve... Ha sido una mala idea, será mejor que nos vayamos —pedí, tirando de su brazo hacia atrás.
—¿Steve? ¿Irse? ¿Ya me has cambiado por otro? ¿Quién es el gigante éste? ¿Otro de tus novios estúpidos? —me agarró del brazo tirando hacia él—. Ven conmigo y deja al marica de mierda éste.
Sentí la tensión en el ambiente instantes antes de que todo se volviera borroso y confuso. Sólo recuerdo una cosa: romper a llorar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro