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Él. 24

Observé cómo se giraba hacia mí, produciendo con tal movimiento la ralentización del tiempo, que deseaba pausarse. Sin embargo, todo pareció adelantarse en el instante en que sus rodillas golpearon el suelo, haciendo a la madera crujir, así como a mis sentimientos. Por ello me precipité hacia ella. Con la cercanía fui capaz de escuchar mejor cómo pronunciaba mi nombre repetidamente, cuando la envolví cuidadosamente entre mis brazos y la levanté, aún sujetándola con gran firmeza a la par que delicadamente.

-Estoy muy vivo, Betty, y estoy aquí, contigo... -aseguré, convenciéndonos a los dos de que no era un sueño, ni ningún delirio cruento.

Continué abrazándola, pegando ésta vez mi rostro al suyo y cerrando mis ojos. Podía sentirla, lo que me dejó notar cómo se regeneraban todas las heridas que, durante todo este tiempo estando separados, me habían torturado. Caminé hasta el sofá, sentándola cuidadosamente, sin dejarla hablar para poder redimirme con palabras, sin merecerlo tanto como lo necesitaba.

-Betty, no puedo contarte en un minuto los acontecimientos que me han obligado a estar lejos de ti. No espero que lo entiendas, tampoco te lo digo para que me perdones, pero te confieso que he pensado en ti cada día y he rezado porque estuvieras bien... No soy el mismo Steve que la última vez, tampoco lo era después de conocerte y, sin serlo, tú sí eres aún la chica con la que sigo siendo Steve Rogers, ese chico de Brooklyn -confesé.

Sus manos nerviosas y sus miradas fugaces me revelaban que me había excedido, no había medido el golpe que pudo suponerla mi repentina aparición, lo que me llevó a pensar que mi confesión no hizo si no que empeorar la situación. Sin embargo, lo único que alcanzaba a pensar era en cuidarla, como si el brillo de sus ojos, cada vez que se posaban sobre los míos, pidiera a gritos mi presencia. No obstante, podría ser lo que mi corazón quería oír. Por eso sequé la humedad de sus mejillas, procurando, al mismo tiempo, no rebasarme todavía más.

-Me iré ahora mismo si es lo que quieres. No me volverás a ver ni a sufrir de ningún modo. Te prometo que siempre estarás a salvo, Betty. No puedo decir qué es lo más justo para ti, debes decidirlo tú. Cuanto quiero darte es lo que mereces -sentencié.

Queriendo otorgarle algo de intimidad, cambié mi postura, ladeándome hacia el frente y dirigiendo mi mirada al lugar en el que había vuelto a verla tan menuda y tan hermosa. Rogaba a Dios que no me dejase ir, pues si la primera vez se hizo difícil, una segunda se asemejaría a morir.
¿Tanto la quería? ¿Era posible amarla? Las respuestas se escondían tras los latidos de mi galopante corazón.

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¡WOW, la historia ya supera los 7k de lecturas!
No pasaría sin ustedes, ¡muchas gracias!
Ahora no me queda más remedio que subir muy seguido, pero advierto que el final está muy cerca.
No olvidéis votar y comentar (me hacéis el día con lo que ponéis 🤭)

¡Nos leemos!

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