— De hecho, lo es... ¿tanto se nota? —pregunté un poco avergonzado, aunque ya me había acostumbrado a las cariñosas burlas de mis amigos Vengadores, algunos más que otros.

Quedé fascinado por la facilidad con la que ella lo hacía en comparación a mi torpeza analógica. Sabía bien que aquel aparato era fácil manejar, no así para mí. De todos modos, sus conocimientos fueron dignos de mi admiración. No debí quedar tan atónito, pues seguía impactado después de ver a un niño que sin saber hablar, parecía un pequeño Stark utilizando el móvil de su madre. Todos estaban tan adaptados y acostumbrados, que me sentía completamente anacrónico.

Entonces me percaté de la posibilidad de ser reconocido. No obstante, mi identidad personal aún parecía ser desconocida para la chica. Agradecí que no me reconociera, o disimulara como una profesional, ni se comportara como tantas otras chicas, que gritaban y me manoseaban tanto como podían si mi suerte era mala. Siempre me mantenía educado, pero la incomodidad que aquello suscitaba hacía que me surgieran ganas de huir de ellas. Apostaría el salario de un mes a que mi anterior tamaño habría evitado todas esas situaciones incómodas con las mujeres. Claramente, no estaba echo para conquistar porque si no se acercaban, entonces las perdía... Tenía que ser lo mejor. Limitarme a ser amable me alejaría de meter la pata.

En todo caso, la chica en concreto se portó bien conmigo, por lo que no tuve problemas en seguir su conversación y además querer alargarla. Estaba resultando fácil hablar con ella, era todo muy normal y sin intenciones escondidas. Apenas me había percatado de que llevaba días sin entablar una conversación más allá de las que mantenía con el señor Adams.

—Siento que tenga que enseñarme a utilizar este cajero, pero no se desanime. Aprendo rápido, así que no volveré a incordiarla en otra ocasión —aseguré con el mismo tono.